Hacia un Nuevo Modelo Económico… en China
Jorge Faljo
El 8 de noviembre inició el 18 Congreso del Partido
Comunista Chino; un proceso donde habrán de dimitir, por razones de edad, siete
de los nueve miembros del “Politburó”, el poderoso núcleo del Comité Central
del partido. Eso incluye a los más altos dirigentes y equivaldría, en otros
países a un cambio de presidente, vicepresidente y ministros.
Tal cambio reviste importancia mundial. China es el país
más poblado del planeta con 1,330 millones de habitantes; el 19 por ciento de
la humanidad. Es también la segunda potencia económica pero con un ritmo de
crecimiento superior al de cualquier otro país; lo que lleva a muchos a pensar
que llegará a desplazar a los Estados Unidos. Ocupa el primer lugar como país
exportador y tiene la mayor acumulación de reservas internacionales. Unos 3.29
billones (millones de millones) producto de sus exportaciones (y no de deuda, o
de rematar al país).
China cambia de gobierno, pero no a la manera
norteamericana, mexicana o cualquier otra conocida. Al Congreso del partido
gobernante acuden miles de delegados de todo el país pero las decisiones
centrales, concretamente la selección de los nuevos líderes que gobernarán el
país. Se sabe que lo decide la muy pequeña cúpula de los ancianos
revolucionarios que aún sobreviven, o sus descendientes. Pero más allá de eso
todos los procedimientos son altamente secretos.
Así que dejemos de lado su política y abordemos el asunto
de su economía.
Al inaugurar este importante Congreso político el máximo
dirigente chino anunció que China debe recalibrar su modelo de crecimiento
basado en las exportaciones y la inversión productiva. Señaló que en respuesta
a los cambios dentro del país e internacionales deben crear un nuevo modelo de
crecimiento. Hay que señalar que ya otros dirigentes habían convocado a un
cambio basado en el incremento del consumo interno. Un mensaje central fue que
en los próximos diez años se duplicarían los ingresos reales de la población.
Los chinos son pragmáticos; en el último año se ha
reducido su ritmo de crecimiento, usualmente cercano al 10 por ciento, a algo
más del 7 por ciento anual. Eso se debe sobre todo a la disminución de sus
exportaciones originada en la recesión en Europa y Japón y el bajo crecimiento
norteamericano. Todo parece indicar que ese problema se va a agravar; Europa se
hunde cada vez más y Estados Unidos se encuentra al borde de la recesión.
Así que si se dificultan las exportaciones y quieren
seguir creciendo han decidido aumentar el ritmo de mejora del nivel de vida de
su población. No que no lo hayan hecho antes. China sufrió unos treinta
millones de muertos de hambre, literalmente, en los años sesenta. Ha
evolucionado desde la pobreza más extrema y ha logrado sacar a su población de
ese abismo aprovechando la globalización del planeta de manera inteligente y
descarada. Para enojo de muchos otros países que se quejan de sus exportaciones
sin reciprocidad; porque China exporta mucho más de lo que importa. Acumula
enormes superávits en dólares y los presta a otros países, sobre todo los
Estados Unidos, para que le compren más.
Pero, repito, la crisis mundial la obliga a cambiar y a
procurar la elevación de la demanda interna. Reorientar su parte de su
capacidad exportadora al consumo de su población requiere cambios
substanciales. Los chinos son muy ahorrativos; casi el 40 por ciento de su
ingreso no se lo gastan. Dos factores están en juego; uno es la memoria de la
pasada pobreza; así que ahorran por miedo a lo que pueda ocurrir en el futuro.
Lo segundo es la política de un solo hijo que los hace temer que en su vejez no
cuenten con ayuda.
Así que conseguir que su población gaste más requiere dos
cosas; una es incrementar aún más rápido los salarios reales. Lo segundo es
crear seguridad desde el aparato público mediante un esquema de retiro y pagos
a la vejez que les asegure que no caerán en la pobreza y, además, con un
sistema de salud que les brinde buena atención en casos de enfermedad. Si la
seguridad depende mayormente del estado y no de los hijos y los ahorros
personales seguramente gastarán más.
Muchos consideran que se trata de buenas noticias. Los
chinos exportarán menos (aunque seguirán haciéndolo todo lo posible) y
comprarán más al resto del planeta; lo que posiblemente elevará los precios de
las materias primas y alimentos. Tampoco son tan buenas porque su pragmatismo
los lleva a comprar materias primas pero evitan importar productos elaborados
pues prefieren crear empleo dentro de su país. Por otro lado están comprando
tierras, minas y fuentes de materias primas en todo el planeta para,
esencialmente comprar a sus propias empresas.
China se prepara a dar otro gran salto al dominio
económico mundial en este caso sustentado en el mayor consumo y bienestar de su
población.
¿Qué tienen ellos que nosotros no? No son más
trabajadores, ni más listos, ni tenían hasta hace poco mejor tecnología. Lo que
han hecho es que han decidido producir con todas sus capacidades. No solo con
tecnologías de punta. Cierto que ahora tienen tecnologías de punta, pero no
arrojan por la borda, no inutilizan los recursos productivos, tecnológicos,
naturales o humanos que no son de punta. Producen con todo. Y ese simple
“secreto” los ha llevado muy arriba.
Aquí una nueva fábrica con tecnología de punta lo que
hace es desplazar a docenas, tal vez centenares de pequeños y medianos
productores, porque el mercado no crece, no suben los salarios y abaratamos el
dólar para importar hasta maíz. Así no saldremos de pobres. Habría que aprender
de los chinos.
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