El impacto político de Sandy
Jorge Faljo
El
noroeste de los Estados Unidos acaba de sufrir una gran catástrofe causada por
Sandy, la peor tormenta en la historia de la región. La destrucción ha sido
inmensa y conmocionan los videos y fotos de barrios destruidos, el metro
inundado, la montaña rusa de un histórico parque de diversiones arrojada al
mar. Pasarán semanas antes de que se reactive totalmente el sistema de
transporte y el comercio. Se calcula que los daños materiales ascienden a unos
50 mil millones de dólares. Sin embargo el mero recuento de la destrucción
material nos dice poco sobre el sufrir de la población.
Cuatro
días después quedaban 1.7 millones de hogares y 3.3 millones de personas sin
electricidad. En su mayoría sin calefacción y muchos sin agua o drenaje
funcional. No solo los carentes de electricidad, sino muchos otros agotaron los
alimentos de disponían y se encuentran en espera de ayuda. Es decir que
millones pasan frio y hambre. Incluso en los grandes edificios de Manhattan hay
gente aislada: ancianos que no pueden salir a surtirse de medicinas o alimentos
porque no funcionan los elevadores, el transporte público y el pequeño
comercio.
Las
historias de este tipo impactan al resto de la población y están incidiendo en su
visión política. Aquí habría que diferenciar entre el impacto inmediato en el
proceso electoral, que parece limitado, y su incidencia de mediano y largo
plazo.
A
nivel inmediato no se modifica notablemente el ánimo electoral porque la
responsabilidad de hacer frente a la emergencia se encuentra muy compartida
entre, por un lado, el presidente demócrata y, por otra parte, el gobernador de
Nueva Jersey y el alcalde de Nueva York que son republicanos. Todos han hecho a
un lado diferencias partidarias y han mostrado un fuerte deseo y capacidad de
cooperación. Otra actitud sería deleznable y sin duda la castigaría el
electorado.
No
obstante la emergencia provoca cambios de percepción política profundos en dos
temas fundamentales: el cambio climático y la seguridad nacional.
Andrew
Cuomo, gobernador del estado de Nueva York, sintetiza el nuevo sentir de muchos
al decir que cualquiera que piense que no hay cambio en los patrones climáticos
esta negando la realidad.
Mucho
más significativo ha sido que Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, dijera
que el clima esta cambiando. Evitó repartir culpas y fue prudente al señalar
que no sabía si la tormenta se debía o no al calentamiento global. No obstante
dijo que el solo riesgo de que así fuera es suficiente para actuar y por eso
votará por Obama; para contar con un presidente líder en materia de cambio
climático. Este apoyo es dramático y sorprendente debido a su anterior distancia del actual presidente y a que es
uno de los diez hombres más ricos de los Estados Unidos. Es decir que no vota
de acuerdo a su interés financiero inmediato, sino a un interés que plantea
como superior.
Sandy,
la tormenta, ha disparado en los medios norteamericanos el interés y la
discusión sobre el cambio climático y el calentamiento global. Asuntos que
prácticamente se encontraban fuera de la visión pública y la agenda política. Uno
de sus efectos es dejar al descubierto la falta de preparación norteamericana para
estos desastres.
Desde
las más altas esferas se habla de la necesidad de que Nueva York y otras
ciudades costeras se preparen de una u otra manera. Pueden, por ejemplo, establecer
barreras anti marejadas, como las que existen en Holanda; una infraestructura
interna de diques y control del agua o, por lo menos, elevar el nivel de las
entradas al metro, de muchas banquetas, mejorar el sistema de desagüe y contar
con fuentes de energía de emergencia.
Los
costos en infraestructura, según el tipo de proyecto y sus proponentes, pueden
ascender a los 15 mil millones de dólares. Cifra que en cualquier otro momento
sonaría estruendosamente cara pero que no es, señalan, sino la tercera parte de
lo que costará recuperarse de este evento.
Pero
la infraestructura no es todo; se requiere una mucho mejor red de protección
social para áreas y pobladores vulnerables. No se trata tan solo de casas
inundadas y elevadores que no funcionan; sino de poder atender con alimentos,
ropa, calefacción, medicinas y refugios de emergencia a millones. Se requiere
también de proporcionar ingresos inmediatos, con mínimo papeleo, a los muchos
que viven al día y para los que perder el ingreso de todo un mes implica graves
problemas familiares en los que ancianos y niños sobre todo pueden ser muy
afectados.
Sandy
está alterando la percepción de lo que es seguridad nacional. Diversas voces
señalan que si parte de los miles de millones de dólares gastados en la lucha
contra el terrorismo se hubieran destinado a la seguridad interna en forma de
infraestructura y protección social el problema actual sería realmente mínimo.
Así
que esta tormenta contribuye a modificar dos percepciones importantes. Erosiona
la visión de la derecha cristiana fundamentalista cuya interpretación bíblica define
como imposible que el ser humano pueda deteriorar el planeta que recibió como
regalo divino. Transforma, además, el sentido de lo que es seguridad nacional
restando importancia a los esfuerzos bélicos para centrarse en las amenazas
naturales y el bienestar social. Los dos cambios le restan peso a argumentos de
la extrema derecha norteamericana.
Con
tan poco tiempo antes de las elecciones presidenciales norteamericanas no se
puede decir que Sandy vaya a tener una influencia inmediata y decidida. Si la
tiene no sería a favor de Romney que hace un par de años se mostró en contra
del gasto en medidas preventivas de desastres y ahora, obviamente se manifiesta
a favor. Uno más de sus muchos virajes.
Incida
o no en las elecciones en puerta esta tormenta obliga a los norteamericanos a
una reflexión de fondo sobre sus prioridades en gasto público y sobre la
relación entre el ser humano y el mundo. Esperemos que sea para bien.
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