viernes, 2 de noviembre de 2012

El impacto político de Sandy


El impacto político de Sandy
Jorge Faljo
El noroeste de los Estados Unidos acaba de sufrir una gran catástrofe causada por Sandy, la peor tormenta en la historia de la región. La destrucción ha sido inmensa y conmocionan los videos y fotos de barrios destruidos, el metro inundado, la montaña rusa de un histórico parque de diversiones arrojada al mar. Pasarán semanas antes de que se reactive totalmente el sistema de transporte y el comercio. Se calcula que los daños materiales ascienden a unos 50 mil millones de dólares. Sin embargo el mero recuento de la destrucción material nos dice poco sobre el sufrir de la población.
Cuatro días después quedaban 1.7 millones de hogares y 3.3 millones de personas sin electricidad. En su mayoría sin calefacción y muchos sin agua o drenaje funcional. No solo los carentes de electricidad, sino muchos otros agotaron los alimentos de disponían y se encuentran en espera de ayuda. Es decir que millones pasan frio y hambre. Incluso en los grandes edificios de Manhattan hay gente aislada: ancianos que no pueden salir a surtirse de medicinas o alimentos porque no funcionan los elevadores, el transporte público y el pequeño comercio.
Las historias de este tipo impactan al resto de la población y están incidiendo en su visión política. Aquí habría que diferenciar entre el impacto inmediato en el proceso electoral, que parece limitado, y su incidencia de mediano y largo plazo.
A nivel inmediato no se modifica notablemente el ánimo electoral porque la responsabilidad de hacer frente a la emergencia se encuentra muy compartida entre, por un lado, el presidente demócrata y, por otra parte, el gobernador de Nueva Jersey y el alcalde de Nueva York que son republicanos. Todos han hecho a un lado diferencias partidarias y han mostrado un fuerte deseo y capacidad de cooperación. Otra actitud sería deleznable y sin duda la castigaría el electorado.
No obstante la emergencia provoca cambios de percepción política profundos en dos temas fundamentales: el cambio climático y la seguridad nacional.
Andrew Cuomo, gobernador del estado de Nueva York, sintetiza el nuevo sentir de muchos al decir que cualquiera que piense que no hay cambio en los patrones climáticos esta negando la realidad.
Mucho más significativo ha sido que Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, dijera que el clima esta cambiando. Evitó repartir culpas y fue prudente al señalar que no sabía si la tormenta se debía o no al calentamiento global. No obstante dijo que el solo riesgo de que así fuera es suficiente para actuar y por eso votará por Obama; para contar con un presidente líder en materia de cambio climático. Este apoyo es dramático y sorprendente debido a su anterior  distancia del actual presidente y a que es uno de los diez hombres más ricos de los Estados Unidos. Es decir que no vota de acuerdo a su interés financiero inmediato, sino a un interés que plantea como superior.
Sandy, la tormenta, ha disparado en los medios norteamericanos el interés y la discusión sobre el cambio climático y el calentamiento global. Asuntos que prácticamente se encontraban fuera de la visión pública y la agenda política. Uno de sus efectos es dejar al descubierto la falta de preparación norteamericana para estos desastres.
Desde las más altas esferas se habla de la necesidad de que Nueva York y otras ciudades costeras se preparen de una u otra manera. Pueden, por ejemplo, establecer barreras anti marejadas, como las que existen en Holanda; una infraestructura interna de diques y control del agua o, por lo menos, elevar el nivel de las entradas al metro, de muchas banquetas, mejorar el sistema de desagüe y contar con fuentes de energía de emergencia.
Los costos en infraestructura, según el tipo de proyecto y sus proponentes, pueden ascender a los 15 mil millones de dólares. Cifra que en cualquier otro momento sonaría estruendosamente cara pero que no es, señalan, sino la tercera parte de lo que costará recuperarse de este evento.
Pero la infraestructura no es todo; se requiere una mucho mejor red de protección social para áreas y pobladores vulnerables. No se trata tan solo de casas inundadas y elevadores que no funcionan; sino de poder atender con alimentos, ropa, calefacción, medicinas y refugios de emergencia a millones. Se requiere también de proporcionar ingresos inmediatos, con mínimo papeleo, a los muchos que viven al día y para los que perder el ingreso de todo un mes implica graves problemas familiares en los que ancianos y niños sobre todo pueden ser muy afectados.
Sandy está alterando la percepción de lo que es seguridad nacional. Diversas voces señalan que si parte de los miles de millones de dólares gastados en la lucha contra el terrorismo se hubieran destinado a la seguridad interna en forma de infraestructura y protección social el problema actual sería realmente mínimo.
Así que esta tormenta contribuye a modificar dos percepciones importantes. Erosiona la visión de la derecha cristiana fundamentalista cuya interpretación bíblica define como imposible que el ser humano pueda deteriorar el planeta que recibió como regalo divino. Transforma, además, el sentido de lo que es seguridad nacional restando importancia a los esfuerzos bélicos para centrarse en las amenazas naturales y el bienestar social. Los dos cambios le restan peso a argumentos de la extrema derecha norteamericana.
Con tan poco tiempo antes de las elecciones presidenciales norteamericanas no se puede decir que Sandy vaya a tener una influencia inmediata y decidida. Si la tiene no sería a favor de Romney que hace un par de años se mostró en contra del gasto en medidas preventivas de desastres y ahora, obviamente se manifiesta a favor. Uno más de sus muchos virajes. 
Incida o no en las elecciones en puerta esta tormenta obliga a los norteamericanos a una reflexión de fondo sobre sus prioridades en gasto público y sobre la relación entre el ser humano y el mundo. Esperemos que sea para bien.

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