Europa contra la austeridad: caminos alternativos.
Jorge Faljo
Desespera
observar cómo se hunde la población de Europa en una crisis interminable. Un
camino de sufrimiento creciente salpicado de las declaraciones optimistas y
huecas de sus líderes políticos. Meras maniobras dilatorias mientras aprietan
las tuercas. Por otra parte crece el número de los que se radicalizan; es decir
que quieren ir a la raíz del asunto.
El
pasado miércoles 14 de noviembre millones de personas llevaron a cabo una jornada
contra la austeridad en Europa. España,
Grecia, Italia y Portugal destacaron por la salida a la calle de manifestantes
en gran número de sus ciudades, por la paralización del transporte, incluyendo
centenares de vuelos, por el número de arrestados y por la violencia de los
enfrentamientos. En otros países del continente también se llevaron a cabo
centenares de medianos y pequeños actos de repudio a la austeridad, aunque sin
la participación y el impacto de los primeros.
Este
año la economía de Europa disminuyó en un 0.4 por ciento y el que será de casi
estancamiento. Hay ya 25 millones de desempleados en el continente; y serán
más. Pero la recesión no es pareja. La economía de Portugal cayó en un 12 por
ciento; Grecia y España tienen desempleados a la cuarta parte de sus
trabajadores y a más de la mitad de sus jóvenes. En Alemania el desempleo
juvenil es del 8 por ciento.
El
impacto desequilibrado no solo es internacional, sino dentro de cada país. Una
recesión de “solo” un 0.4 por ciento no debe entenderse como una situación
relativamente estática. Quiebra un gran número de empresas, mientras que otras
pocas crecen y ocupan los espacios de mercado que las primeras abandonan.
Quiebran las que generan más empleos y crecen las más ahorrativas en empleo,
energía y uso de materias primas.
Mientras
el segmento privilegiado se expande crece su poder y sus capacidades de
negociación con los gobiernos y los trabajadores y puede obtener un tratamiento
fiscal de privilegio y presionar más a sus trabajadores.
Mientras
los menos competitivos quiebran, los de muy alta productividad despiden
trabajadores o exigen, para conservarlos, disminuciones salariales, más horas
de trabajo a la semana, menos pago por horas extras, más jornadas al año y
reducciones de impuestos.
La
semana pasada la empresa de automóviles Renault renegociaba el contrato de
trabajo con su sindicato francés señalando que ya no le convenía debido a que
en España podía pagar bastante menos. A los trabajadores españoles las empresas
les recuerdan que ganan mucho más que los rumanos. Pero estos últimos tienen
como ejemplo a seguir a los de Marruecos… y así, hasta el fondo del barril.
El
caso es que en Europa se configura una clase de trabajadores industriales con
la mayor productividad del mundo e ingresos cada vez más parecidos a los de
países del tercer mundo. Para competir cada empresa debe exprimir más a sus
trabajadores y pagar menos contribuciones al estado. Lo cual está secando el
mercado, disminuyendo la demanda y llevando a la quiebra colectiva a las
empresas periféricas; las que con mayor empleo generaban más demanda en el
mercado.
Resulta
muy claro que el interés de la empresa individual se enfrenta al interés de la
colectividad. Solo pagando más salarios y más impuestos será posible que haya
demanda suficiente para crecer y generar empleos.
Pocos
días antes de las manifestaciones del 14 el Fondo Monetario Internacional
advirtió que la austeridad se encontraba en serio riesgo de convertirse en
política y socialmente insostenible, además de que amenazaba con crear otra
ronda de recesiones alrededor del planeta y de impedir que los países pudieran
pagar sus deudas públicas.
¿Puede
la movilización social cambiar el rumbo de Europa? De momento la respuesta
tiene que ser negativa. Los europeos cedieron demasiado y se encuentran
demasiado lejos de la posibilidad de decidir en serio sobre sus propias
políticas; es decir las que realmente cuentan.
Mientras
ganaban en apariencias democráticas se les daba gato por liebre y en realidad
se les escamoteaba, mediante acuerdos cupulares y tratados internacionales, su
derecho a decidir sobre lo esencial: el mercado de mercancías y el mercado de
dinero.
Españoles,
portugueses, griegos o franceses no tienen derecho a exigirle a Alemania un
intercambio equilibrado imponiendo cuotas y/o aranceles a las importaciones de
su producción. Tan arraigada esta la mentalidad neocolonial que ni les pasa por
la mente. Tendrían que recordar la campaña de Gandhi para que la India
recuperara el derecho a producir sal o a protegerse de las importaciones de
textiles ingleses que destruían su propia producción.
En
cuanto al mercado de dinero están peor. Abandonaron sus propias monedas,
perdieron sus bancos centrales y al de Europa lo dejaron en manos de
financieros, sin representación de la industria, la agricultura ni los
trabajadores. Es un banco que no le rinde cuentas al poder político.
Por
mi parte creo que manifestarse contra la austeridad es demasiado abstracto. Hay
que proponer políticas orientadas a construir control social en el mercado de
mercancías y en el mercado de dinero desafiando a los poderes y leyes actuales.
Para
empezar Grecia, Portugal y España deben establecer altos aranceles a las
importaciones alemanas hasta conseguir un superávit que les permita primero no
endeudarse y luego empezar a pagar a los banqueros alemanes.
Lo
segundo es que desde sus gobiernos regionales y municipales deben poner en
circulación medios de pago locales que sean complementarios del uso del euro
para transacciones. Puede servirles de mucho revisar la experiencia argentina
para mejorarla.
Con
estos instrumentos las periferias podrían construir alternativas de producción
y consumo empleando los recursos de que disponen en lugar de aceptar
destruirlos. Serían bases para renegociar con Alemania una solución siguiendo
la propuesta de Soros (ver artículo correspondiente en mi blog).
El
camino será difícil y necesariamente innovador; pero no podrá ser peor de lo
que las actuales tendencias le deparan a los europeos.
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Si te parecen bien mis artículos sigueme en mi blog, en facebook y/o en twitter (Jorge Faljor).
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