domingo, 2 de septiembre de 2012

El coctel explosivo


El coctel explosivo que, si detona, afectará a México
Jorge Faljo
El 27 de agosto, el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico dio un importante discurso ante la cúpula empresarial y política del país que, en mi opinión, no recibió suficiente atención. Es un puesto de primera línea internacional en la organización que agrupa a los 34 países más ricos e industrializados el planeta. Lo ocupa José Ángel Gurría, mexicano, recordado por su papel central, como Secretario de Hacienda, en la instrumentación del Fobaproa, el eje del salvamento a los banqueros. El hecho es que con sus impecables credenciales neoliberales, del más alto nivel mundial, dio un discurso memorable; es decir, digno de ser bien comprendido ahora y tal vez de ser recordado más adelante.
Destaco y cito los cuatro elementos fundamentales de su discurso.
1) Europa enfrenta un coctel explosivo, de bajo o nulo crecimiento, alto desempleo, desigualdad de ingresos y sistemas bancarios frágiles que, de detonarse afectará a México.
2) Estados Unidos aún no vislumbra una salida al precipicio fiscal para 2013 que, de no resolverse pondría a su economía en recesión en 2013. También con impactos importantes para México.
3) Se han visto estallidos sociales en diversas partes del mundo derivados de la crisis económica. Como la conocida primavera árabe, Plaza Tahir, la Plaza del Sol, los indignados, Occupy Wall Street, Toronto, Roma, Tel Aviv, entre otros; además de que en 18 de los 34 países que integran la OCDE y que han tenido elecciones, casi en todos hubo alternancia del poder producto de la crisis.
4) Si no se implementan reformas en Europa, o si no se trabaja en la construcción de una unión bancaria que tenga fuerte regulación y supervisión y de no resolverse los problemas en Estados Unidos, se produciría otra crisis que afectaría a todos, incluso a México. Por ello, dijo que el crecimiento de nuestro país debe basarse en el desarrollo interno, ya que la gran apertura de la economía mexicana la hace vulnerable a los impactos externos.
Después de transcribir lo anterior; casi no me lo creo. Es Gurría y no la izquierda delirante la que hace este discurso catastrofista. El puede decirle a las elites, a un público seleccionado, lo que es inaceptable que un izquierdoso le dijera a la opinión pública. Lamentablemente está en lo correcto. Su mensaje es una dura advertencia que conviene releer con cuidado (El Financiero y otros periódicos del 28 de agosto). Permítame el lector mis comentarios siguiendo el orden de esos puntos.
Europa se empobrece; se le aprieta el cinturón a la población para pagar las deudas de sus gobiernos. Lo que difícilmente alcanza para cubrir deudas y tasas de interés pero si es suficiente para disminuir el consumo, cerrar empresas, despedir gentes y entrar en recesión.
De momento los ojos se encuentran puestos en España que la necesidad de refinanciar miles de millones de euros para el próximo mes de octubre y no está claro si recibirá el crédito privado necesario. En este momento los inversionistas le imponen una tasa de interés de 6.79 por ciento anual. Mientras que, en los extremos Alemania paga el 1.24 y Grecia el 25.82 por ciento (es decir, imposible). Si la tasa española sube, aunque consiga los créditos, todos se asustarán pensando que en el mediano plazo su deuda se vuelve impagable.
Para obtener préstamos intergubernamentales o del Banco Central Europeo, con una tasa razonable, España tendría que someterse a más duras condiciones que empeorarían el desempleo, la baja del consumo y el empobrecimiento general. Cerca del 50 por ciento de los menores de 30 años no encuentran trabajo y el desempleo general es del 24.8 por ciento. Y la situación social está a punto de ebullición. El país puede verse obligado a decidir si sigue el terrible camino de Grecia u opta por medidas radicales que la sacarían de la unión monetaria.
Estados Unidos se encuentra en una encrucijada similar al tener que decidir si se van a incrementar los impuestos a los muy ricos (la posición de Obama) o se recorta el gasto público para equilibrar las finanzas.
Gurría nos recuerda que la situación internacional es grave y que México, por su apertura económica (de la que tanto se ha presumido) es muy vulnerable a los impactos externos.
La situación no será fácil para el próximo gobierno. El alza del huevo, del maíz y la harina son precursores de mayores presiones inflacionarias que ya no pueden, ya no deben, ser contenidas mediante la represión salarial y del consumo mayoritario. Es urgente, por lo contrario, instrumentar un gran impulso a la reactivación de la pequeña y mediana producción rural y urbana, sobre todo a la reindustrialización nacional substituyendo, por ejemplo, importaciones chinas.
El nuevo gobierno llega con una importante necesidad de legitimación, así como con enormes desafíos de consumo, empleo y producción. Cuando Gurría dice que el crecimiento de nuestro país debe basarse en el desarrollo interno plantea un cambio muy importante de estrategia económica. Ojalá y así lo entiendan nuestras elites y sobre todo los nuevos gobernantes. 

Huevo y reconstrucción nacional


Huevo y reconstrucción nacional
Jorge Faljo
La escalada de aumento de precio del huevo es escandalosa y la reacción oficial se ha quedado, como de costumbre, muy corta ante la magnitud del problema. Se le trata como algo meramente coyuntural y se simulan capacidades de control que no se tienen. La eliminación de aranceles y altas importaciones no corrigen el problema de fondo que es la destrucción de buena parte del aparato productivo. Debemos ver este problema como una señal de alerta y de cambio de rumbo. Hay que plantearnos la reconstrucción productiva del país.
El huevo es un alimento de alta densidad nutricional que aporta proteínas y grasas de muy buena calidad. Recientes estudios lo han rehabilitado como un alimento sano, sobre todo en la perspectiva de su comparación con carnes rojas y quesos. Lo que para millones es indiferente porque a fin de cuentas su elección se sustenta en su capacidad de compra; y el primero es la fuente más barata de proteínas animales. Esto lo ha colocado como el alimento de alto contenido nutricional (proteínas y grasas) más recurrente y principal para buena parte de la población. El aumento desmedido de su precio realmente impacta la nutrición ya precaria de millones.
Algo que caracteriza a la producción de huevo es su sencillez y el hecho de que sea posible producirlo en múltiples niveles tecnológicos. Desde las gallinas criollas que vagabundean buscando sus alimentos, se defienden como pueden y no reciben visitas del veterinario hasta la producción gigantesca con centenares de miles de gallinas. Entre ambos extremos existen, o por lo menos existían toda una gama de posibilidades de tecnologías y escalas de producción.
Un estudio publicado en 2001 sobre la crisis avícola, de María del Carmen Hernández Moreno, es muy ilustrativo al hablar de la quiebra de cientos de miles de productores avícolas. No se trata de un cálculo refinado en la medida en que la mayoría de los incluidos serían micro productores independientes, es decir con una producción secundaria a su actividad principal y no integrados a estructuras centralizadas de distribución de ponedoras y comercialización en gran escala.
Otras estadísticas se refieren a productores pequeños y medianos con entre 2 mil y 50 mil gallinas ponedoras. La Unión Nacional de Avicultores –UNA-, calcula que en 1975 existían unos 7,500 productores. Hace un año, en julio del 2011, Jaime Crivelli, el presidente de esta unión declaraba que “las 600 pequeñas y medianas empresas avícolas del país” estaban en crisis debido al incremento en los precios de los insumos. No era sino una más de las señales del proceso continuado de inutilización de las capacidades y recursos de una enorme cantidad de productores. Hoy en día tan solo siete empresas dominan casi la mitad de la producción y del mercado.
El sector se ha modernizado de manera acelerada pero destructiva. De un lado empresas monstruo, de escala gigantesca y alta tecnología; del otro lado inutilización masiva de capacidades, desempleo y reducción de niveles de vida.
Los neoliberales nos anunciaron que  “los no competitivos no sobrevivirán” como algo inevitable y en realidad producto de un diseño económico instrumentado sin consulta. Sometidos a la filosofía de la competitividad se abrieron las puertas a las importaciones y tan solo en el año 2002 las pequeñas y medianas empresas avícolas se redujeron de 3,500 a menos de mil.
Los resultados han sido catastróficos en la perspectiva de la producción, el empleo y el consumo rurales y ahora la sociedad entera se ve sometida al chantaje y la especulación.
Se ha intentado dar la impresión de que este estilo de modernización destructiva es eficiente; los datos de la producción lo ponen en duda. De 2000 a 2011 la producción de huevo creció en un 14 por ciento; en cambio de 1972 a 1979, tres años menos, se duplicó. Hoy en día un crecimiento anual de 1.5 por ciento nos parece bueno; en los setentas el crecimiento anual de 18 por ciento era lo usual. La diferencia de dinámicas no se origina en las capacidades productivas, que sobran, sino en la evolución del bienestar de la población: en los setentas se generaba empleo formal y crecía el salario mínimo real. Ya no.
El problema del abasto y de la especulación con el huevo no es coyuntural; es el resultado de la concentración de la producción y de la inutilización de las pequeñas y medianas capacidades productivas dispersas. No es tampoco peculiar a un solo producto; es un asunto emblemático de los resultados de una estrategia generalizada conducente a la exclusión de las capacidades productivas pequeñas y medianas.
Nos encontramos ahora con un país semidestruido, incapaz de generar empleo y abasto suficiente. Y sin embargo la solución de fondo es sencilla, viable y de rápida instrumentación. Lo esencial es entender que en manos de la población, de los ejidos, los pequeños productores, los pueblos y comunidades, se encuentran vastas capacidades y recursos productivos que pueden ser reactivados y movilizados rápidamente con la estrategia apropiada.
Lo esencial es abandonar la filosofía de muerte a los no competitivos para instrumentar una política para “activar todos nuestros recursos y capacidades”. Necesitamos una estrategia de producción, comercialización y consumo que promueva múltiples escalas de producción, niveles tecnológicos, formas de propiedad (privada y social) y de organización de la comercialización.
Producir huevo es sencillo; lo que se requiere para reactivar y recrear literalmente decenas de miles de pequeñas unidades productivas, con los recursos y mano de obra disponibles, es colocarles un piso mínimo de “demanda semilla” (parafraseando aquello del capital semilla). Esto se puede hacer con un gasto público mucho más eficiente, no mayor. Simplemente hay que hacer que el gasto social apoye a la micro y pequeña producción local, regional, comunitaria en lugar de promover el consumo de las empresas monstruo y de importaciones.
El Programa Oportunidades, y otros, apoyan con dinero en efectivo el consumo básico de seis millones de mexicanos. Esos apoyos pueden entregarse en forma de vales de consumo sobre una canasta alimentaria producida y comercializada por pequeños productores organizados. Lo que debe hacer Oportunidades es emplear el recurso para comprarles vales a esas organizaciones de productores, que ya existen, para distribuirlos a los beneficiarios.
Vales que servirían para comprar huevo, frijol, harinas, frutas y verduras, agua purificada y toda la canasta alimentaria que sea posible producir en cada pueblo, municipio o región. Esta demanda semilla levantaría rápidamente decenas de miles de unidades de producción que en un segundo paso crearían mecanismos de intercambio local y regional inscritas dentro del sector social y solidario de la economía nacional.
El dinero público empleado de esta manera revertiría, como ahora lo hace, al resto de la economía. Pero no como demanda de huevo y de otros productos alimentarios que ahora se comprarían a nivel local; sino como demanda de insumos productivos, muchos de ellos sobre la industria nacional, para el fortalecimiento de las capacidades locales. Sería un gasto que combatiría la inflación que ahora se impone sobre el huevo y la canasta alimentaria en general.
Hagamos a un lado el gasto asistencialista. Necesitamos gasto a la vez social y productivo que eleve los niveles de autosuficiencia regional, el empleo y el bienestar a partir de la movilización de capacidades productivas existentes y disponibles. Hay que modernizar sin destruir, globalizarnos sin dejar de ser mexicanos productivos.
Ante el derrumbe mundial y nacional de las fantasías modernizadoras hay que reconstruir el aparato productivo nacional y reafirmarnos como sociedad organizada para la producción y el bienestar  empleando todos los recursos, todas las capacidades y todos los niveles tecnológicos. 

Obesidad y política pública


Obesidad y política pública
Jorge Faljo
La nutrición se ha convertido en un asunto de extremos, insuficiencia o exceso, y ninguno de los dos es bueno. Sin embargo nuestras reacciones son muy diferentes ante uno y otro caso. La desnutrición involuntaria y crónica produce, o debiera hacerlo, un sentimiento de indignación moral contra el modelo económico. El hambre es sin duda algo que se le impone de manera cruel al individuo.
La obesidad crónica pareciera, por lo contrario, un asunto de mera voluntad personal, sin imposición externa y cuyos efectos negativos recaen únicamente en el culpable del exceso. No es usual pensar que la obesidad se encuentra determinada por estructuras económicas o por políticas que se imponen sobre los individuos. No obstante esta visión del asunto está cambiando.
Para empezar la obesidad es ahora vista como pandemia; es decir como una enfermedad en expansión que afecta ya a una parte importante de la población de los países industrializados y de algunos otros, como México, que sin serlo han adoptado la dieta de aquellos.
La obesidad es en sí misma una enfermedad que acorta la vida y su disfrute; lo cual empeora al considerar que provoca otras enfermedades como diabetes, arterioesclerosis, problemas cardiacos e incluso cáncer. Lo que la convierte en el factor central del incremento del gasto en salud de los países de mediano y alto ingreso; con un importante impacto negativo sobre el conjunto de la economía y del bienestar social. El problema se encuentra claramente identificado; lo que ha fallado estruendosamente son las soluciones.
En días pasados una noticia reavivó, en los Estados Unidos, el interés en este asunto. Un estudio médico estadístico serio demostró que donde existen leyes estatales prohíben las maquinas expendedoras de botanas y refrescos azucarados en las escuelas los niños presentan un peso más adecuado y saludable al final de la primaria y en la secundaria.
En un sentido parecido, el de poner ciertos límites, la ciudad de Nueva York ha prohibido (a partir de septiembre) la venta de bebidas azucaradas en vasos desechables (los que deben consumirse de inmediato) de más de medio litro. Resulta que las cadenas de comida rápida usualmente venden bebidas azucaradas en vasos de 1.25 litros. Pero en algunos este es el tamaño “pequeño” y llegan a ofrecer supervasos de 3.8 litros, cada uno de ellos con 210 gramos de azúcar y más calorías que las que contendría toda una buena comida.
Las autoridades de Nueva York señalan que cada año 5,800 neoyorkinos mueren a consecuencia de la obesidad y 700 mil son diabéticos y que la causa central son las bebidas azucaradas. Por cierto que en esa ciudad los cupones de alimentos que se reparten a los pobres ya no sirven para comprar refrescos azucarados.
Son medidas que causan revuelo en los Estados Unidos porque, algunos señalan, limitan las libertades individuales. Por mi parte quisiera colocar el acento en otro cambio que considero importante.
Hace unas tres décadas se libró una importante batalla política y mediática en torno a  las recomendaciones oficiales sobre lo que es una buena alimentación. En esa lucha los grandes perdedores fueron los alimentos con alto contenido de grasas, en particular colesterol y grasas hidrogenadas (aceites que se hidrogenan para solidificarlos). Las campañas de buena nutrición se centraron en recomendar la disminución del consumo de grasas y no la de azucares.
Una importante razón ha sido, hasta la fecha, que los productores de grasas se encuentran altamente dispersos y muchos de ellos son relativamente pequeños; en cambio los productores de refrescos azucarados son empresas monstruo con alta capacidad mediática. Sencillamente tienen más fuerza económica y política.
No obstante la situación empieza a cambiar. Salen a la luz estudios que señalan como culpable principal de la obesidad a los azucares, incluyendo la alta fructosa.
Ocurre que la grasa engorda pero quita el hambre y al crear una sensación de satisfacción tiende a establecer un límite a su ingestión. De cualquier manera podemos excedernos y sobre todo en los Estados Unidos es evidente que el empaquetamiento de postres, helados y alimentos está diseñado para inducir un consumo que va más allá de la mera satisfacción del hambre.
Sin embargo el caso del azúcar y la fructosa es peor. Por sí mismas contribuyen muy poco a saciar el hambre y por ello prácticamente no presentan este límite. Si aparte de ello ocurre que su fórmula contiene sal (para dar más sed) y cafeína (para dar una sensación de dinamismo y generar cierta adicción) puede decirse que se trata de bebidas diseñadas para rebasar con mucho el límite de la mera hidratación y ciertamente inducir el exceso.
Francia va algo más allá que la ciudad de Nueva York. El primero de enero del año entrante pone en vigor un impuesto de un centavo de euro (unos 17 centavos de peso) por cada refresco azucarado. Hungría por su parte impuso un impuesto a los alimentos y refrescos altos en grasas, azúcar y/o sal. Finlandia y Dinamarca ya cuentan con impuestos a los refrescos azucarados mientras que Rumanía está planeando crearlos.
Se trata de una nueva tendencia: poner impuestos y encarecer los alimentos y refrescos que contribuyen a la mala salud de la población. De este modo entran a una categoría cercana al consumo de cigarros o de alcohol y en la que se busca limitar sus malos efectos en la salud de la población mediante el encarecimiento de su consumo.
No se trata, sin embargo, del extremo adoptado por Bolivia, donde a partir de este próximo 21 de diciembre ya no será posible consumir la principal bebida de cola del planeta “por su contenido de substancias perjudiciales para la salud”. Será paradójico que en este país en donde el consumo y el comercio de hoja de coca es legal pronto vaya a generarse un comercio clandestino de la otra coca. 

Economía Solidaria


Economía Solidaria
Jorge Faljo
La Organización de las Naciones Unidas ha declarado a este 2012 como el año mundial de las cooperativas. Esto según su declaración, para recordar al mundo que es posible proponerse en paralelo la viabilidad económica y la responsabilidad social. También como reconocimiento a su papel económico, su adecuación a las transformaciones sociales, su resistencia a la crisis económica global y al hecho de que se trata de empresas serias, creadoras de empleo y con presencia en todos los sectores.
Cierto que la historia del cooperativismo en México no es precisamente de éxito. Como tampoco lo augura la nueva Ley de Economía Solidaria recién publicada el pasado 23 de mayo de 2012. Pero no quiero detenerme en las formas que tiene el poder político nacional para desvirtuar y obstruir las iniciativas populares dando la apariencia contraria. Prefiero centrarme en lo que requiere la gente.
El fondo del asunto es que el cooperativismo y otras formas de organización social productiva inciden en el interés y en la práctica de una parte creciente de la población del planeta y de nuestro país. La razón es evidente; se trata de buscar alternativas a la creciente exclusión que impone la globalización, ahora en crisis pero por ello mismo más agresiva.
Oficialmente hay unos 200 millones de desempleados en el mundo y 50 millones en los 32 países más industrializados del planeta. Las cifras son artificiosamente bajas por las metodologías empleadas. En México, de acuerdo a datos del IMSS, en este sexenio se habrán creado menos de dos millones de empleos formales, un 30 por ciento de ellos eventuales. Los tres últimos sexenios acumulan un déficit de 14 millones de empleos formales.
Lo peor del asunto es que, a un lado de los millones de desempleados que quieren y no pueden trabajar, se encuentran recursos productivos paralizados (talleres, tierras, equipos y herramientas) y hay decenas de millones con demandas insatisfechas en alimentos básicos, ropa, calzado, vivienda digna y acceso a servicios públicos.
El problema es mundial y muy profundo. Se origina en el modelo económico prevaleciente en el que gigantescas empresas sustentadas en grandes y maravillosos avances tecnológicos, se han adueñado de los mercados del planeta para imponer su producción y eliminar la competencia. La nueva producción tecnológicamente avanzada ha desplazado del mercado a la producción tradicional o convencional generando un enorme desempleo.
Dado que las empresas monstruo no pagan a sus trabajadores, proveedores y al gobierno los salarios, precios de insumos e impuestos que generen demanda suficiente para vender lo que producen, han propiciado un enorme desequilibrio en el mercado.
Hasta ahora lograban vender su producción mediante préstamos a consumidores, proveedores y gobierno. Hicieron del endeudamiento generalizado el nuevo gran mecanismo de generación de demanda hasta llegar a sus límites y empujar al planeta a una gran crisis. No será fácil construir una alternativa viable a la globalización vía endeudamiento.
Entretanto la población busca alternativas. Durante un tiempo parecieron funcionar las unidades de producción tipo cooperativas, empresas comunitarias y todo tipo de pequeñas organizaciones sustentadas en el trabajo familiar y la confianza mutua. El sacrificio de la ganancia y de prestaciones formales les permitió en muchos casos (nunca los suficientes) participar de pequeñas tajadas del mercado y seguir vendiendo en situaciones progresivamente más difíciles.
Sin embargo la organización social a nivel de unidad productiva es ya insuficiente. Incluso con los sacrificios señalados no pueden seguir siendo competitivas en un mercado dominado por la gran empresa y las grandes cadenas comerciales.
En adelante el sustento de una economía solidaria, incluyente de los expulsados de la globalización, tendrá que superar el estrecho marco de la unidad de producción para plantearse una nueva forma de organización del mercado. Justamente lo que muchos están haciendo en todo el mundo.
Enfrentamos un mercado globalizado caracterizado por la falta de reciprocidad; en el que los exitosos lo son porque no pagan lo suficiente para crear demanda efectiva sólida; pero si prestan y endeudan a todos. En el que unos países prosperan vendiendo sin comprar y endeudando a los demás.
La economía solidaria propone un cambio fundamental; el restablecimiento de relaciones de reciprocidad entre agentes económicos. Se trata de una formula sencilla: yo te compro si tú me compras. Para poder comprar necesito un ingreso que solo puedo obtener si vendo; es decir si tú me compras. Es decir en que los excluidos se comprometen a comprarles a otros excluidos.
Ocurre que en este momento los excluidos pueden producir todo tipo de mercancías con sus recursos y capacidades disponibles. Pueden cubrir el total de la canasta básica de alimentos, vestido, calzado, materiales de construcción, muebles y más. No pueden vender y no producen en el mercado globalizado; pero podrían hacerlo prácticamente de un día para otro mediante simples cambios organizativos en las compras del gobierno, el principal obligado a la solidaridad, y acuerdos entre ellos mismos.
Parece ser que la única respuesta posible para el planeta y para nuestro país en las actuales circunstancias es organizar el intercambio entre excluidos en el plano local, regional y nacional. Tal fue el sentido, por ejemplo, de los centenares de clubes de trueque que millones de argentinos organizaron y les permitieron sobrevivir en lo peor de su crisis de hace una década. Hasta que recompusieron su mercado nacional y entraron en un periodo de rápido crecimiento e inclusión social. Es lo que hacen los 15 mil LETS (Local Exchange Trading Systems) o mecanismos de intercambio local registrados en gran número de países.
Son pequeñas organizaciones en las que los productores/ consumidores, porque son las dos cosas a la vez, se ponen de acuerdo para intercambiar entre ellos. La forma más efectiva de hacerlo son operaciones de mercado mediante vales o cupones para comprarse unos a otros. Cada quien vende y compra lo que quiere dentro de los limites de ese mercado.
Intercambiar entre excluidos no significa condenarlos a continuar en la exclusión sino todo lo contrario. Un productor que logra intercambiar parte de su producción y adquirir así una porción importante de lo que requiere, sin usar los escasos pesos que consigue, adquiere mayor competitividad para seguir produciendo en el mercado abierto. Aunque ahí no logre colocar toda su producción.
Decenas de miles de pequeños productores en México operan subutilizando sus recursos y capacidades disponibles. Podrían producir mucho más, el doble o el triple, pero no encuentran como venderlo. Así que crear espacios para el intercambio entre excluidos sería la mejor política social y productiva, no asistencialista, que se podría instrumentar.
Los detonadores serían los programas asistenciales y de compra gubernamental de bienes básicos. Supongamos simplemente que Oportunidades otorga su ayuda alimentaria en cupones para el consumo de alimentos locales y no los importados. Los cupones los compraría a productores organizados para generar la canasta de consumo adecuada. Hay ya organizaciones de productores/ consumidores que pueden hacer este tipo de trato.
Supongamos que el ejército y la marina, los comedores asistenciales y la gran masa de vales de despensa que dan algunos gobiernos (incluso fuera de tiempos electorales) fuera para el consumo de bienes generados en la economía solidaría.
Con esa base tomaría vuelo el intercambio reciproco entre productores y se crearía un gran mercado organizado que resolvería problemas sociales al tiempo que generaría producción y empleo. Sería un uso mucho más eficiente del gasto público que repartir dinero para comprar bienes importados, generadores de desempleo nacional.
Eso es precisamente lo que en Estados Unidos pretende el programa “Farm to School”, que con subsidio federal trata de mejorar la educación, la economía y el empleo, al tiempo que reduce el gasto en transporte y combustibles, ayudando a las escuelas a comprar a productores locales. Comprar alimentos locales beneficia a los muchachos y a sus familias y reduce la necesidad de gastos asistenciales que podrían ser superiores. 

Hurto Famélico en España


Hurto Famélico en España
Jorge Faljo
Dos asaltos a supermercados han conmocionado la discusión política en España. Lo peculiar es que ambos fueron dirigidos por los presidentes municipales de dos pequeños pueblos serranos y que los efectuaron, en cada caso, unas doscientas personas integrantes del Sindicato Andaluz de Trabajadores.
En uno de los casos salieron con varios carritos cargados de alimentos básicos del supermercado y en el otro la guardia civil los detuvo en el área de cajas. Tras cuatro horas de negociación la gerencia del supermercado acordó donar 12 carritos cargados de víveres que fueron entregados en los servicios sociales de tres ayuntamientos que, en conjunto, no tienen más de 20 mil habitantes.
Pedro Romero, alcalde de Espera (4 mil habitantes) que dirigió el segundo asalto en beneficio de tres poblados, declaró que no era un robo sino una expropiación de productos de primera necesidad “porque la situación es dramática” en los pueblos serranos agobiados por el desempleo.
Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda (3 mil habitantes) y diputado regional, organizó primer asalto. Se defendió diciendo “un diputado no puede estar dando bendición a políticas de recortes que dejan a la gente en el hambre. La deuda que la paguen los que la han provocado” y “si los ricos roban se llama crisis; si robas una gallina eres un ladrón.”
Para los alcaldes lo fundamental es que en Andalucía 200 mil familias no tienen ningún ingreso porque ninguno de sus miembros encuentra empleo y no reciben ninguna ayuda social. En toda España hay 1.3 millones de familias en esta situación.
Lo importante es que los asaltos se convirtieron en un hecho político y noticioso dentro y fuera de España. Han originado una importante discusión con argumentos bastante encontrados. De un lado los que difunden escenarios de desorden e inseguridad futuras y se preocupan por la mala imagen de España en Europa.  
Del otro los que lo consideran un acto simbólico que permitió recolocar en la mesa de discusión la situación de las familias y sectores en mayor vulnerabilidad ante la crisis en España. Un eje de la discusión es el de las prioridades públicas, ¿rescatar banqueros o indigentes? Por cierto que el país ha entrado en recesión; es decir en proceso de disminución de la producción, cierre de empresas y mayor desempleo.
Un ejemplo de apoyos ha sido que docenas de personas de la región se han presentado a la justicia con documentos firmados en los que declaran ser los autores intelectuales o haber participado en los asaltos. Los arrestados finalmente han sido dejados libres; en parte porque el dirigente principal es diputado y, al no ser atrapado en el momento mismo tiene inmunidad.
Para algunos los asaltos se aproximan a lo que el código penal español considera “hurto famélico”. Para empezar hurto se define como una sustracción de bienes ajenos sin agresión y violencia; de otro modo es robo. Cuando el hurto es menor a 400 euros (unos 7 mil pesos) se le da un tratamiento administrativo inmediato que puede implicar multa y hasta 12 días de detención.
Por otro lado el hurto famélico es aquel que se comete en condiciones de gran necesidad y puede simplemente ser exculpado pues el código español señala que en una situación en que se enfrentan dos males hay que evitar el mal mayor.
El hurto famélico se define como un hurto necesario cuando se toman bienes ajenos para aliviar las más primarias y perentorias necesidades humanas, tales como alimentación, vestido, habitación y asistencia médico – farmaceutica y en los que el respeto a la propiedad ajena entra en pugna con los sufrimientos del hambre, la desnudez, la intemperie o la enfermedad desatendida.  Situaciones en que la justicia debe decidir entre dos males y, si se demuestra la necesidad, decidir que el hurto alivia el mal mayor.
La criminalidad en España ha cambiado de perfil; de los problemas asociados a la drogadicción y robos agresivos se ha pasado a una situación en la que la mayoría de las denuncias provienen de los supermercados en contra de sus “clientes”. Hay que señalar que en la discusión han surgido datos sobre el mayor gasto en vigilancia interna de los supermercados, el colocar tras vitrinas buena parte de la latería y, que en Cataluña se ha ordenado colocar bajo llave los contenedores de basura debido a la insalubridad asociada a que la gente rebuscaba en ellos.
Uno de los alcaldes, Sánchez Gordillo, de Marinaleda, ha saltado a la fama y es ahora invitado a foros internacionales sobre la crisis. Tal vez por su posición más agresiva y verbal. Insiste por ejemplo en declarar que continuará con las expropiaciones de alimentos básicos. Muchos de sus compañeros de partido y obviamente desde todos los sectores españoles lo condenan.
No sabemos que seguirá más adelante; pero sin duda estos asaltos han puesto el dedo en una llaga que muchos preferían ocultar.