lunes, 30 de noviembre de 2015

Zape a Banxico

Faljoritmo

Jorge Faljo

Hace pocos días el Fondo Monetario Internacional arrojó un balde de agua helada a la actuación del Banco de México. Dijo que el ritmo actual de intervención en el mercado de cambios, es decir la venta de reservas internacionales, no es sostenible en el mediano plazo y que en el futuro los beneficios de la intervención deben sopesarse contra el costo de agotar aún más las reservas.

En los últimos doce meses Banco de México ha vendido 24 mil millones de dólares de las reservas internacionales para obtener, según el FMI, un fortalecimiento moderado del peso frente al dólar y probablemente haya contribuido a la estabilidad del mercado de divisas.

Al parecer Banxico estaba decidido a sostener o incluso fortalecer al peso con vista a las elecciones del año que entra. Sería repetir lo que hizo en 1994 cuando se gastó las reservas en posponer la devaluación hasta después de la salida de Salinas de la presidencia. El país quedó devaluado y sin reservas, prácticamente de rodillas. Ahora podría ser peor, podría gastarse las reservas y usar la línea de crédito flexible para dejar al país devaluado, sin reservas y súper endeudado.

Ante la advertencia del FMI internacional Carstens defendió su actuación, lo que era de cajón, pero también admitió que era un buen momento “para reflexionar hacia adelante” y concluyó que “no podemos tener una política sustentada únicamente en las reservas internacionales porque obviamente ahí se nos acaban.” ¡Obviamente mi buen! Ese es precisamente el punto.

Banxico entendió el mensaje y un par de días después anunció que suspendía las subastas de dólares sin piso mínimo; en ellas vendía a lo que ofrecieran los cuates, perdón, compradores. Ahora subastará 200 millones de dólares al día a un precio uno por ciento superior al promedio de cotizaciones del día anterior y otros 200 millones al 1.5 por ciento superior. La diferencia es que no venderá reservas cuando el peso se fortalezca o permanezca estable. La venta seguirá pero su objetivo es suavizar la caída del peso y no intentar revaluarlo.

¿Y al FMI que le importa? Pues le importa porque Banxico le pide renovar la línea de crédito flexible; lo que es de vital importancia. Anunciar que se suspende el blindaje financiero podría hacer que entraran en pánico los inversionistas y se dirigieran en tropel a la puerta de salida.

Una vez que Banxico cambió su política para reducir la venta de divisas el FMI aceptó renovar la línea de crédito flexible, y así todos contentos. Conviene entender que el Fondo renueva el blindaje porque sabe que es un asunto mediático de la mayor importancia para mantener la calma. Sin embargo es el principal interesado en que México no utilice ese crédito jamás. Sabe que ese sería el peor indicador de la política cambiaria y de la situación económica del país. En esas condiciones sería muy difícil pagarle.

Por otro lado el FMI internacional hace malabarismos para prestar a las economías avanzadas. No quiere gastar su baja disponibilidad crediticia en estos rumbos. Así que su mensaje fue del tipo “más vale prevenir…”

Tenemos un fuerte problema coyuntural. La entrada de dólares se desploma y la salida se incrementa. Del lado de las entradas tenemos la caída del precio del petróleo, la debilidad de las exportaciones y una fuerte baja en la entrada de capital financiero. Para calmar las cosas señalan que se siguen vendiendo empresas y atrayendo capital productivo. Eso ya no basta.

Por cierto que el gober de Nuevo León acaba de decir que no tiene recursos para cumplir el compromiso que le heredó el gober anterior (aparte del desfalco) con Kia Motors. Con esta empresa coreana se firmó un contrato por el que se le regalan más de 1, 200 millones de pesos en infraestructura (casi mil hectáreas de terreno, dos carreteras, planta de energía eléctrica, espuela de ferrocarril, centro de capacitación). ¡Vamos, hasta la fiesta de inauguración! dice el bronco.

Esta es la super estrategia para atraer inversión productiva (cuando no se venden empresas), a cambio de unos cuantos empleos de medio pelo y, tal vez, un buen moche. Modernización con maquillaje fino, a costa del erario.

Por otra parte están saliendo más dólares que nunca por el pago de intereses y por las ganancias de las empresas que han entrado en los últimos años. No vienen de gratis y ya es más caro el caldo de los dólares que salen que el de las albóndigas que entran.

Para colmo los inversionistas están en alerta para sacar sus capitales cuando suban las tasas de interés en los Estados Unidos, o bajen mucho las reservas y se ponga en riesgo su toma de ganancias.

El problema no es solo de coyuntura. Llevamos más de tres décadas con una estrategia que debilita continuamente la producción interna; esos pequeños y medianos empresarios a los que los finoles ven como nacos, en el campo y la ciudad. A nuestros modernizadores les vale el desempleo, el empobrecimiento y la necesidad de emigrar.

En la desesperación por traer dólares han puesto a la venta las propiedades estratégicas y ahora nos recetan una nueva oleada de asociaciones público – privadas. La técnica preparatoria es esquilmar y llevar a la bancarrota a las empresas y servicios públicos para después declarar que solo pueden ser salvadas mediante la asociación con el capital privado.

Videgaray acaba de declarar que México no ha logrado pasar de un modelo de manufactura maquiladora a uno de creación de valor industrial. Este debiera ser el epitafio político, y como funcionario público, de un cuate que siente que este país no lo merece. Y pensándolo bien, es cierto.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Más allá de los bombazos

Faljoritmo

Jorge Faljo

Millones nos horrorizamos ante los atentados terroristas en París. Tal vez lo más impactante es que fueran ataques brutales contra gente que no se lo esperaba en lo más mínimo; en su mayoría jóvenes viendo un partido de futbol o una obra de teatro, cenando o bailando, disfrutando la tarde y su hermosa ciudad. El ataque sembró la duda y la inseguridad para millones que ahora no podrán disfrutar sus ratos de esparcimiento, con sus amigos y seres queridos, en lugares y actividades que se creían seguros. Tal vez eso era parte de la intención.

La primera reacción del gobierno francés es comprensible; indignación y mayor uso de la fuerza; bombardeos a las áreas controladas por el Estado Islámico –EI-, y decisión de destruirlo totalmente. Sin embargo una visión en blanco y negro no permite comprender los orígenes de los ataques y corregir su fuente de origen.

Para empezar hay que tener en cuenta que los autores de los atentados eran europeos nacidos y educados en escuelas de Francia y Bélgica. No son excepción; miles de jóvenes, llamémosles “occidentales” han viajado a Siria e Irak para incorporarse a la insurgencia islámica. Destacan por su ferocidad; o por lo menos son los que aparecen en videos que presumen la ferocidad de asesinatos atroces.

Son muchos los jóvenes occidentales, hombres y mujeres, reclutados en las redes sociales que han decidido incorporarse a esa lucha y, en muchos casos morir relativamente pronto, en pocas semanas. Su elección es pelear por el EI porque no se sienten identificados con su país de nacimiento; provienen de la población que vive en los barrios marginales, condenados al desempleo y sin futuro en una Europa estancada, con millones sin trabajo y cada vez más inequitativa.

El EI no existiría si no fuera por la intervención occidental en medio oriente. La destrucción del régimen de Sadam Hussein, acusado falsamente de tener armas de destrucción masiva, fue una reacción inconsecuente al ataque a las torres gemelas de Nueva York. Esos ataques fueron realizados por árabes sauditas; pero no se buscó al que la debía sino a quien podría pagarla. Un dictador que no aceptaba someterse y cuyo país tiene grandes reservas de petróleo.

La destrucción de Irak sumió al país en una sangrienta guerra civil, con cientos de miles de muertos, muchos de ellos por ataques terroristas. Estos fueron otros inocentes muertos, muchos más que los europeos pero que al parecer valen o interesan menos. Esa guerra y la destrucción de medios de vida han creado millones de miserables que no encuentran como y donde rehacer sus vidas.

No fue un hecho aislado; la caída de la Unión Soviética configuró un mundo unipolar; es decir con un solo poder predominante que decidió recrear países y gobiernos según su propia imagen. Apoyó a los movimientos guerrilleros de Afganistán, que luego se convirtieron en talibanes, y también a los insurgentes en Libia para destruir a un impresentable Gadafi.

Cierto que ha derribado dictadores feroces, asesinos, torturadores. Pero hasta el momento lo que ha hecho es destruir y no reconstruir. Sería un esfuerzo mucho mayor y no quiere o no puede hacerlo. El resultado es la creación de un caos inmenso, brutal y sangriento en países que ya no logran dejar atrás la guerra civil y rearmar su economía y su sociedad. Pero en un mundo globalizado estas situaciones terribles se derraman en forma de millones de refugiados.

La actitud occidental es contradictoria. Busca derribar a los dictadores enemigos pero no a los igualmente terribles que son amigos. Es el caso de Arabia Saudita, que es de hecho la cuna del extremismo islámico y desde donde sus predicadores, con grandes recursos, enseñan las bases teológicas de esa supuesta guerra santa.

Al igual que en otros lados los Estados Unidos decidió derribar a otro terrible dictador; Bashar al Assad en Siria. Para ello proporcionó armas y dinero para construir una insurgencia a la que llama moderada. Pero resulta que esta practicamente no existe y esas armas y dinero fueron a dar a las manos de los que ahora hace como que combate. Porque la prioridad de Estados Unidos, Arabia Saudita, Turquía y Europa no era clara; más que destruir al EI, se dejaba que este debilitara al gobierno sirio.

El EI se nutre del caos en Irak y de la semi destrucción de Siria generadas por las fuerzas occidentales; Francia incluida.

La situación ha cambiado debido a tres factores; la decisión rusa de apoyar al gobierno sirio, la oleada de refugiados que llega a Europa y ahora, los ataques terroristas en París. Son estos últimos los que provocan la reacción de Francia para acrecentar sus bombardeos al EI en una virtual alianza con Rusia, si es que no, indirectamente, con el gobierno Sirio.

Destruir al EI no parece fuera del alcance de los gobiernos occidentales. Ya han destruido otros gobiernos y esto les acarreó los problemas que ahora les llegaron a su propia casa: refugiados y terrorismo. Que no son lo mismo, pero ambos surgen de la misma matriz de violencia y destrucción.

Ahora Europa deberá repensar si una vez destruido el EI sigue adelante en el plan de derrocar a Bashar al Assad. Podrían hacerlo; pero el caos incrementado se traducirá en una mayor oleada de refugiados. Ya este año les llegaron 800 mil y calculan algo más en 2016 y 2017. Un total de tres millones en tres años, por lo menos. Estos desposeídos, inocentes que huyen de la violencia, son una amenaza mayor que los terroristas debido a que Europa no puede decidir cómo tratarlos, como repartirlos entre los distintos países y cómo habrá de integrarlos posteriormente a su sociedad y economía. En una Europa económicamente estancada y con enorme desempleo entrarán a competir con los trabajadores locales y eso provocará un gran rechazo a su presencia.

Europa tiene por delante dos tareas gigantescas; mucho más difíciles y costosas que la mera venganza bélica. Deberá repensar el trato que da a los países de su alrededor, África y el medio oriente para apoyar su viabilidad económica y política hoy en día fuertemente erosionada por la estrategia neoliberal. Pagarles para retener a los refugiados no funciona; es más de lo mismo. Ese dinero los convierte en clientes de Europa, alivia sus carencias con importaciones; pero no fortalece su producción y empleos internos.

Además deberá repensar su estrategia interna; cómo evitar que sus propios marginados se conviertan en sus enemigos mortales.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Jueces "IP"

Faljoritmo

Jorge Faljo

La iniciativa privada norteamericana ha construido un mecanismo de justicia privada, exitoso desde su punto de vista, y en plena expansión. Este es ahora la base conceptual para crear un mecanismo internacional de resolución de conflictos que pone en riesgo la capacidad futura de nuestro país para tomar decisiones democráticas y soberanas. Por ello conviene entender cómo funciona el que ya está en operación.

Imagine que tiene un conflicto laboral y lo despiden, o que su hijo tuvo un accidente en la escuela y Ud. le demanda una compensación, o que el auto que compró le salió defectuoso y quiere devolverlo. Lo sorprendente es que pudiera darse el caso de que estos problemas tengan que arreglarse mediante los servicios de un tribunal privado que, por ejemplo, tome sus decisiones de acuerdo a la Biblia y los “valores cristianos”. Esto ¿es posible? Pues si… en los Estados Unidos.

Allá se expande el arbitraje privado, acordado entre las partes, para resolver todo tipo de conflictos. Laborales y comerciales; pequeños y grandes.

Habría que decir que el arbitraje privado, no necesariamente cristiano sino de todo tipo, tiene importantes atractivos respecto de los tribunales de la justicia institucional. El arbitraje privado puede ser más rápido y más barato si se logra emplear menos tiempo de abogados caros.

En su planteamiento ideal el arbitraje privado, independiente, objetivo e imparcial, puede ser más “humano” y, en lugar de exacerbar el conflicto puede priorizar la conciliación de intereses y acercar a las partes a una solución aceptable para todos. Dicen que más vale un mal acuerdo que un buen pleito.

Pero la realidad puede no responder a estos ideales. El arbitraje privado se implanta en las “letras chiquitas” de los contratos laborales, de servicios y comerciales, que mucha gente firma casi sin darse cuenta o pensando que no tiene mayor importancia. Hasta que la tiene.

Son clausulas por las que el nuevo trabajador, o el consumidor, aceptan renunciar a su derecho a demandar por las vías legales institucionales y, en cambio aceptan un mecanismo de arbitraje propuesto por el patrón o por la empresa proveedora.

Además este arbitraje opera en el secreto; no revela sus procedimientos y resultados. Es común que las mismas cláusulas que lo imponen establezcan la prohibición de revelar sus formas de operar y sus resultados.

El caso es que en este sistema el individuo renuncia, de manera supuestamente voluntaria, a la protección de la justicia institucional para someterse a un esquema alternativo, privado y que esto ocurre de manera aceptada y reforzada por el sistema legal institucional.

Pero en realidad se trata de un sistema forzado. El trabajador que necesita un empleo tendrá que aceptar esas cláusulas o simplemente no entrar a trabajar; el consumidor enfrenta machotes de contrato que incluyen esa condición y los firma sin darse bien cuenta de lo que significa en cuanto a renuncia a sus derechos.

En paralelo se ha expandido la oferta de servicios de arbitraje privado; los puede ofrecer una cámara de comercio, un grupo evangélico, un despacho de abogados o un emprendedor que sabe entrarle a este sector de negocios. Lo importante es que a final de cuentas son las empresas o instituciones y no los particulares los que determinan la selección del tipo de arbitraje seleccionado. Podemos decir que ellas compran el servicio que resolverá el conflicto entre ellas y sus clientes, o empleados.

De lo anterior se desprende lo que muchos sospechan, que el sistema de arbitraje supuestamente neutro e imparcial, tiene el interés de fondo de ser competitivo en este mercado y por ello tiende a favorecer a los que deciden su contratación.

A estas alturas, si tengo la suerte de que me sigan leyendo, el lector debe pensar ¿y a mí que me importa? Sin embargo nos importa porque este sistema paralegal de arbitraje privado se está introduciendo en los acuerdos entre países para el arreglo de conflictos entre empresas y gobiernos.

Esa es la forma de resolución de conflictos que propone el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. Muchos señalan que con un lenguaje leguleyo, difícil de interpretar, se ha diseñado un esquema en el que las empresas extranjeras podrán demandar a gobiernos nacionales por cualquier decisión que les implique no obtener las ganancias que habían proyectado. De ese modo se hace irreversible la apertura mercantil, la libertad de flujos financieros y cualquier intento de regulación interna que afecte los intereses de las grandes transnacionales.

Stiglitz, el premio nobel de economía, señala que bajo este tipo de acuerdo no sería posible, o tendría muy alto costo, prohibir hoy en día el uso del asbesto porque la empresa afectada demandaría ser indemnizada ante un arbitraje privado.

Una pregunta de fondo es si acaso nuestro gobierno tiene la facultad de someterse y someter a futuros gobiernos a este tipo de mecanismo de decisión. Es una decisión que vulnera la posibilidad de que en el futuro el congreso emita leyes que afecten los intereses de las transnacionales, cada vez más poderosas y capaces de meter al país en costosos enredos legales.

Me parece que el congreso debería legislar para impedir que sus futuras decisiones puedan ser rebatidas fuera del marco de las leyes e instituciones nacionales. Es una condición esencial del funcionamiento democrático y de las posibilidades del Estado para proteger los derechos de la población. Por eso lo mejor es cerrar la puerta a esa posibilidad.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Un premio totalmente palacio…

Jorge Faljo

El Senado de la República decidió otorgar la medalla “Belisario Domínguez” al empresario Alberto Bailléres. Es una decisión con una fuerte carga de significados que posiblemente escapan al entendimiento de los que tomaron la decisión.

Este galardón fue creado en 1953 en memoria y homenaje a un senador destacado por su valentía en defensa de la democracia y por denunciar los asesinatos del entonces presidente Madero y vicepresidente Pino Suarez. Hoy en día es la mayor distinción que otorga el Estado mexicano “para premiar a los hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguido por su ciencia o su virtud en grado eminente, como servidores de nuestra Patria o de la Humanidad."

Belisario Domínguez nació en Comitán, Chiapas, en 1863; se formó como médico cirujano, especializado en oftalmología y con un doctorado en medicina. De regresó en su pueblo natal se hizo de buena fama y a insistencia de sus vecinos aceptó ser candidato a la presidencia municipal; ganó e hizo una gestión honesta y destacada. También por un breve periodo fue periodista.

Más tarde aceptó también de manera reticente, ser candidato a senador suplente. Quiso el destino que el senador propietario falleciera y eso lo convirtió en senador en 1913. Un año aciago en el que Victoriano Huerta traicionó sus juramentos y aplastó una incipiente democracia para autonombrarse presidente. El costo fue terrible; hizo necesaria la Revolución Mexicana. Huerta fue presidente tan solo dos años y poco después habría de morir de cirrosis coñaquera.

El caso es que Belisario Domínguez escribió en contra de lo que afirmaba Huerta en un Informe presidencial el país no se pacificaba, la economía iba mal, la prensa estaba bajo censura y se violaba la soberanía de los estados. Más tarde lo acuso de magnicidio y propuso su destitución en el senado.

Este claridoso senador chiapaneco moriría de lo que hoy se llama desaparición forzada; fue arrestado por la policía y no se supo más de él hasta que su cadáver fue encontrado en una fosa común casi un año después.

Cuando se instituyó la medalla que lo honra, en 1953, este país todavía tenía raíces revolucionarias y un rumbo exitoso, decidido internamente. La economía crecía a más del seis por ciento anual; el consumo alimenticio se había duplicado, el empleo y los salarios crecían y se formaba masivamente a profesionistas que integraban una nueva clase media educada. La medalla encarnaba los valores ideales de honestidad, conciencia cívica y valentía, aplicados en su caso a una representación digna de la ciudadanía que lo había elegido.

Hoy la medalla de honor se otorga a Alberto Bailléres, un empresario acrecentó la fortuna de su padre a los más de 18 mil millones de dólares que tiene hoy en día. Su fortuna está basado en los más de dos y cuarto de millones de hectáreas que ha recibido en concesión para su explotación minera a lo largo de muchos sexenios, pero en particular, con más de dos millones de hectáreas, de Fox y Calderón. Es también dueño del ITAM, del Palacio de Hierro, de la aseguradora Grupo Nacional Provincial, de una administradora de fondos de retiro, una casa de bolsa y más.

No intento una descalificación del empresario; vería como lo más natural que una organización de empresarios, nacional o internacional, lo premiara; o que el ITAM le diera un segundo doctorado honoris causa. Pero otorgarle la medalla de honor por excelencia, entregada en el recinto del senado por el C. Presidente de la República, expresa un fuerte trastrocamiento de los valores republicanos. Los cargos de representación popular están ahora en manos de una elite que no entiende lo fundamental.

Por cierto que de los cuatro senadores chiapanecos que hicieron la preselección tres son egresados del ITAM.

El premio puede ser interpretado como una exaltación del enriquecimiento extremo; uno basado en la concesión de propiedades sociales o de la nación. Un caso de éxito en buena medida atribuible a una mínima retribución al Estado, a las comunidades de su entorno y a sus trabajadores.

Pero el real asunto no es a quien se da sino a quienes se ignora o francamente se desprecia.

Somos una sociedad desgarrada por la desaparición forzada. Hay grupos y personas destacadas por haberla sufrido en sus familias y haberse convertido en voceros de los dolientes; hay quienes con valentía le hicieron saber a Calderón que no solo eran pleitos entre pandillas, sino que existían las víctimas inocentes. Y no solo de criminales sino, ahora sabemos, de las fuerzas del Estado. No faltan en este campo personajes que, de ser premiados, simbolizarían un mensaje de conciliación e interés por instrumentar una justicia eficiente y, sobre todo, justa.

Hoy en día el país se distingue como uno de los más violentos en contra de los periodistas. Hacer periodismo es colocarse a dos o más fuegos y arriesgar la vida. Ya ni huyendo al Distrito Federal se logra ponerse a salvo. Pero el problema no es solo este extremo sino la mera posibilidad de hacer análisis crítico o un periodismo de investigación que destape los actos dudosos de los poderosos. Una buena selección en este campo podría haber dado un mensaje de aceptación del escrutinio público, o por lo menos del necesario respeto a la vida de los periodistas que debiera imperar en algunos estados.

Pero en lugar de ello la cúpula política parece reafirmar su desafiante ¡ya basta! ¡Ya chole con sus críticas! ¡Estamos cansados de escucharlos!

Es una elite que se siente incomprendida, acorralada por la crítica interior que cada vez controlan menos y por los cuestionamientos internacionales al incumplimiento de compromisos también internacionales en materia de derechos humanos y gestión de la justicia. Recién se empiezan a dar cuenta que su globalización los compromete a presentar una cara limpia ante el mundo.

Como en la película de Almodóvar, están en riesgo de un ataque de nervios. Pero su mensaje no es de paz sino de provocación; así se entiende adentro y afuera. Lejos de tender puentes, así sea simbólicos, con las demandas sociales reaccionan, de buena o mala fe, como chicos Totalmente Palacio.

Estoy convencido de que al Presidente de la República le conviene reflexionar sobre el riesgo de asociarse personalmente a esta postura. Lo mejor sería enviar a alguien más a otorgar la medalla, con un discurso digno sobre el tipo de sociedad que queremos construir.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Crecer hacia adentro

Faljoritmo

Jorge Faljo

La globalización se encuentra en una fase crítica que más tarde o más temprano obligarán a redefinir las relaciones comerciales entre México y el mundo. Según la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe -CEPAL-, “la demanda mundial deprimida se ha traducido en importantes caídas de precios de los productos primarios, especialmente el petróleo, el carbón, el cobre, el hierro, el zinc, la plata, el níquel, el oro, la soja, el maíz, el algodón, el azúcar, el café y los productos pesqueros.”

En pocas palabras casi todo se abarata por la falta de compradores. Los vendedores están rematando existencias, reduciendo ganancias y rentabilidad y muchos tendrán que cerrar. El valor de las exportaciones de América Latina se reducirá en un 14 por ciento pero los productos manufacturados que importa resistirán mejor la caída de precios; es una alteración de los precios que definitivamente no conviene a los exportadores de productos agrícolas y mineros, incluyendo por supuesto al petróleo.

México se verá menos afectado porque no somos exportadores sino importadores agropecuarios. La exportación de petróleo baja mucho pero la de manufacturas no tanto y en total lo que vendemos bajará de precio en 4.1 por ciento y lo que compramos en un 1.0 por ciento. Salimos perdiendo, lo suficiente para multiplicar por seis el déficit comercial del 2014 y acentuar la necesidad de financiarnos con capitales externos. Justo en el mal momento en que existe la amenaza de que los Estados Unidos eleve sus tasas de interés y se provoque una salida de capitales volátiles.

Si la coyuntura no es buena el problema de fondo es más grave y preocupante; el abaratamiento se origina en una demanda mundial deprimida y esto genera un desequilibrio cada vez mayor entre la producción existente y potencial (es decir la oferta) y una demanda que se debilita sobre todo por el deterioro salarial y del empleo.

El libre mercado tiende a equilibrar oferta y demanda mediante la destrucción de la oferta y no mediante la elevación de la demanda. Pero lo que necesitamos para vivir con dignidad y en una sana convivencia social es precisamente lo contrario: elevar la demanda para inducir un mejor aprovechamiento del enorme potencial productivo que se ha desarrollado en las últimas décadas y mucho del cual se encuentra subutilizado.

Elevar la demanda requiere, como lo recomienda la Organización Internacional del Trabajo, subir de manera substancial la porción de la riqueza que se distribuye en forma de salarios y servicios públicos de excelencia en salud, educación, cuidado infantil e infraestructura urbana (agua realmente potable, transporte y demás).

Todo esto es posible pero no lo hace el mercado porque lo que conviene a cada empresa, para competir y sobrevivir pagar los menores salarios e impuestos posibles. Así que equilibrar lo oferta y la demanda por la vía de subir la demanda, solo es posible como decisión colectiva, obligatoria para todos.

Si se hace a nivel mundial, bueno. Pero si no, entonces hay que hacerlo país por país. Elevar la demanda de la población en México requiere que esa capacidad de compra no se escape para beneficiar a otros. Solo podemos elevar los salarios e impuestos a las grandes riquezas no productivas de manera unilateral si al mismo tiempo protegemos la producción y el mercado internos.

No es una propuesta descabellada. Los hechos empujan hacia allá.

El periodo exitoso de la globalización se caracterizó por el acelerado crecimiento del comercio internacional. Los sectores globalizados de cada país, las grandes empresas que más rápidamente crecían, se enfocaron en producir para el mercado mundial, es decir para la exportación. Durante décadas el comercio internacional creció a un ritmo que duplicaba el crecimiento de la producción mundial.

Eso ya se acabó, 2015 será el tercer año en el que el crecimiento del comercio internacional estará por debajo del crecimiento del producto mundial. Eso significa que las exportaciones ya no son las que “jalan” el crecimiento de las economías.

Las causas son varias: haber llegado a los límites del endeudamiento en muchos países; la misma caída de precios de productos primarios (agrícolas y minerales) que limita que los países en desarrollo compren.

Pero entre las causas que resaltan nuevas tendencias se encuentra el hecho de que China ha instrumentado una exitosa estrategia de substitución de importaciones. Sigue una política de integración de sus cadenas productivas que le permite reducir el componente importado tanto de su consumo interno como el de sus exportaciones. Profundiza su modelo de globalización unilateral: vende cada vez más pero procura comprar cada vez menos; y lo que compra son materias primas, no productos procesados.
México se precia de seguir siendo un país atractivo al capital externo y abierto, cada vez más, al comercio mundial. Esto es precisamente lo que puede convertirse en nuestro talón de Aquiles en condiciones de sobreproducción mundial. Podemos hacernos más consumidores de importaciones malbaratadas que destruirán empresas internas al mismo tiempo que nuestras exportaciones deterioran su valor. Una situación que ya ha venido sucediendo, pero falta lo peor.

El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, declaró que la economía norteamericana no crecerá lo suficiente para “jalar” a nuestras exportaciones y empleo. Por ahí no va la posibilidad de crecer. El sector globalizado del país ya no crecerá al ritmo de los últimos años, y cuando lo hizo no benefició a la mayoría de los mexicanos.

Ha llegado el momento de plantearnos en serio la posibilidad de crecer hacia adentro, hacia un mercado interno en fortalecimiento acelerado. Hay que dejar atrás el espejismo de la globalización, sin darle la espalda. Lo que significa priorizar el crecimiento de la producción para nosotros mismos.

Esto podría hacerse de inmediato; sobran recursos y capacidades solo que están subutilizados. Una nueva configuración del mercado podría reconectar el crecimiento de los salarios y de los servicios públicos con una pronta reactivación de capacidades.

Es posible que en este mismo sexenio este país entre en crisis; dejemos que sea una crisis del sector globalizado solamente para, al mismo tiempo aprovecharla como oportunidad para reintegrar un mercado interno con producción y demanda vigorosas. .