lunes, 29 de diciembre de 2014

2015, el viraje esperado

Faljoritmo

Jorge Faljo

Las fiestas decembrinas nos han dado algunos días de ilusión. Pero hemos de regresar a la realidad de un pueblo que en su mayoría apenas logra llegar al fin de la quincena, empobrecido, temeroso de las violencias criminal y oficial y, en muchos casos doliente de sus muertos y desaparecidos. No es el regreso a la realidad fantasiosa de hace unos meses sino a la que se abrió paso a empellones en nuestras conciencias en las últimas semanas.

A lo largo del año nos enteramos que somos el país de América Latina con los peores salarios, con la mayor inequidad, el de mayor fracaso en disminución de la pobreza y el hambre. Los dos últimos años, los primeros de esta administración federal, fueron mediocres en lo económico y se marcaron por retrocesos en la capacidad del estado para enfrentar la violencia criminal. Se profundizó el esquema que desde la reforma administrativa panista significó darle la espalda a las organizaciones, comunidades y barrios. El gasto público, más los medios y la violencia como meros mecanismos de control.

Los medios privados que son en realidad oficiales, televisión y radio, sostienen que Ayotzinapa fue un caso aislado y está resuelto. No entienden que para la mayoría lo ocurrido a los muchachos es no solo el símbolo del fracaso en la lucha contra el crimen sino, mucho peor, del outsourcing de la guerra sucia que ejercen algunos niveles del estado para enfrentar algo que les resulta peor que el crimen: grupos sociales excluidos que les piden rendir cuentas.

Por eso es que Ayotzinapa es mucho más que 49 ausentes, relativamente pocos en una guerra que lleva decenas de miles de desaparecidos. Es la gota que derrama el vaso, el símbolo de la exclusión tajante de lo rural, lo campesino y lo indígena; es la peor muestra del abandono de las responsabilidades públicas, en particular en un estado, Guerrero en el que el 17 por ciento de los mayores de quince años son analfabetos. Es la lucha contra los que aún creen importante la educación como vía de superación personal.

No regresaremos a la situación previa a Ayotzinapa y tampoco a la anterior a la licitación del tren rápido, la casa blanca de las lomas, la casita de Malinalco y la exoneración de Raúl Salinas. Símbolos todos del descredito en la justicia, de corrupción e impunidad.

En el pasado se han enfrentado crisis similares con programas sociales, carreteras, promesas, maquillaje e imponiendo el olvido social. Ahora no es tan fácil; en la mente colectiva se han ido sumando todos estos asuntos para construir una sola idea. Que el equipo gobernante no funcionaba bien cuando parecía suficiente dejarse llevar por la corriente y hacer negocios. Ahora estamos ante el fracaso de las expectativas generadas por las reformas laboral, fiscal, educativa, energética. Se impone gobernar de otra manera y no hay señales de que este equipo pueda hacerlo.

Desde todas partes se exige un golpe de timón; unos lo entienden como un cambio de gabinete; otros lo pensamos como algo que debe ir mucho más allá. No es solo cosa de reponer fusibles quemados sino de cambios de fondo orientados por grandes propósitos claramente delineados y decisión para cumplirlos.

Hay incluso espacio para el optimismo; si es que nuestros dirigentes se dan cuenta de la necesidad imperiosa de transformarse para transformar al país.

Será esencial recuperar la credibilidad; ajustar el discurso a los hechos y a las reales intenciones y, sobre todo, actuar de manera tal que efectivamente se haga lo que se propone.

En la perspectiva económica y social el cambio necesario apunta a destapar un fuerte potencial de crecimiento y empleo haciendo uso de capacidades instaladas ya existentes; de uso del potencial agrícola y pecuario en manos campesinas e indígenas; de reactivación de talleres, pequeñas y medianas industrias orilladas al cierre o a operar a solo una porción de su potencial.

Reactivar la economía haciendo uso eficiente de recursos existentes no demandaría atraer capitales externos ni tecnologías de punta; sería una estrategia anti monopólica y altamente generadora de empleo. Implica en cambio favorecer la producción interna mediante el control de importaciones. El objetivo general sería contar un superávit en cuenta corriente; lo que es lo mismo que equilibrar lo que se recibe por exportaciones con lo que se gasta en importaciones más el pago de intereses.

Un elemento clave será reconquistar la seguridad alimentaria del país con apoyos decididos a la producción campesina y del sector social. Es parte de lo comprometido oficialmente pero que tiende a quedarse en palabrería demagógica; igual que la política industrial, el derecho a la alimentación; o la creación de empleos. No hay política industrial que valga si no equilibramos el comercio con China.

Tocar tierra y crecer haciendo buen uso de nuestros recursos y capacidades requiere abandonar las fantasías de modernización importada tipo trenes bala, aeropuertos grandiosos o concesiones enormes a empresas transnacionales.

Lo que se propone implica un cambio de la mentalidad de modernización importada, y a crédito, para ejercer las capacidades del México profundo. Implica repensar décadas de adoctrinamiento neoliberal y de abandono de la solidaridad interna. Lo que solo puede hacerse abriendo paso a las voces de las mayorías en los medios de comunicación. Necesitamos escuchar a los de abajo no como enemigos sino como aquellos de los que pueden salir respuestas, y con los que habrá que negociar en este difícil 2015.

Seamos conscientes de que este país podría quebrarse si permanece la exclusión, la inequidad y la ruptura de la confianza en nuestros dirigentes. Habrá que fortalecernos como nación sobre la base de la solidaridad, la depuración de la clase política, la reafirmación democrática y un modelo económico incluyente, sustentado en la eficiencia y la equidad.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Diques de saliva

Faljoritmo

Jorge Faljo

“Banco de México manifestó que el cambio de administración de ninguna manera provocará riesgos cambiarios, por fuga de capitales o por otros aspectos, porque la situación es de calma en los mercados financieros… Se siente una mayor confianza en el futuro del país”. Esta nota apareció en el periódico El Financiero el 30 de noviembre de 1994. Unos pocos días después ocurrió una tremenda devaluación.

De esto me acordaba hace apenas unos días cuando, en el mismo periódico, leía que tras la decisión de intervenir en el mercado cambiario “durante la actividad de este martes la paridad peso/ dólar se ha estabilizado manifestó el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens”. No sé si se estabilizó el martes; en todo caso sería por apenas unas horas porque el resto de la semana continuó la baja del peso.

En la misma declaración Carstens dijo que a los niveles actuales (los 14.47 pesos por dólar de ese momento) el peso está subvaluado y abundó “yo si vería hacia adelante que el peso se pudiera fortalecer” para ello “lo que tenemos que hacer es simplemente quitarle las asperezas al mercado”. Sencillo, ¿no?

Pues no. Tanto en 1994 como ahora las declaraciones del Banco de México no parecen inspiradas en los hechos sino en sus objetivos; lo que quiere conseguir. Y lo que desea es, obviamente, calmar la inquietud, conseguir que los grandes inversionistas y los de a pie no cambien sus pesos a dólares. Lo cual parece que funciona con los de a pie, pero no con los grandes capitales.

Me parece que este estilo de declaraciones corresponde a una corriente de pensamiento que bien a bien no sé cómo llamar. Tal vez voluntarismo, pensamiento positivo, o buena vibra. La idea de fondo es que las buenas vibras triunfan sobre la realidad. Si todos pensamos positivamente no habrá devaluación, crisis o accidentes. O, tal vez, se piensa que lo mejor de no pensar negativamente es que “ojos que no ven corazón que no siente”. Lo cual está muy bien en la sesión de yoga pero tal vez no sea lo mejor para gobernar la economía o el país.

El pensamiento “buena vibra” funciona un rato pero tarde o temprano aprendemos a desconfiar de lo que dicen nuestros altos funcionarios. Se suponía que los “fundamentales” de la economía eran sólidos y que todo marchaba sobre ruedas. Que íbamos a crecer y se iba a crear empleo; que en el campo se podría vivir con dignidad; que se estaba ganando la lucha contra el crimen.

Cuando se trata de modificar la realidad con castillos en el aire, o de contener la fuga de capitales con diques de saliva, lo más probable es que el problema de fondo sea la impotencia de quien lo propone. Tal vez no se puede o no se quiere hacer otra cosa.

Se ha abandonado la idea de que el gobierno puede y debe incidir sobre lo importante para nuestra sociedad. Hace décadas que parece haber llegado a la conclusión de que esa tarea corresponde al “mercado”, es decir a las decisiones particulares de los agentes privados, en particular los poderosos; o al exterior.

Con ello ha abandonado el cumplimiento de responsabilidades esenciales: conducir el desarrollo económico y social; promover en serio el empleo y la equidad; crear un contexto donde se puedan ejercer las capacidades productivas de la mayoría; brindar seguridad a los ciudadanos.

El nuevo presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Luis Raúl González Pérez acaba de declarar que no hay manera de recuperar la engañosa normalidad que teníamos antes de Iguala o Tlataya, porque “era anómala, estaba sentada en parte en la simulación, la ausencia de información pertinente, la desidia, la indolencia y la falta de responsabilidad pública de quienes propiciaron ese estado de cosas”. No podía ser más claridoso.

No he cambiado el tema de este artículo; creo que sus palabras señalan la urgencia de abandonar la filosofía de la buena vibra para encarar nuestra dura realidad. Son aplicables a todo el actuar público: la conducción de la política macroeconómica, la operación de la administración pública en sus distintos niveles y, por supuesto, la seguridad de los ciudadanos.

En la declaración del “ombudsman” señala la necesidad de conjugar tres dimensiones: ejercicio pleno de las libertades y derechos; la construcción de un piso común de satisfactores materiales y culturales que propicie la inclusión social y el fortalecimiento de un Estado de Derecho que en verdad sea digno de ese nombre.

No juega a construir castillos en el aire; nos señala un plan de acción que incluye lo económico y nos recuerda las responsabilidades del Estado, las que, creo yo, se han abandonado por falta de comprensión y sentido de responsabilidad pública.

Me parece verdadera indolencia que nuestras más altas autoridades financieras se dediquen a intentar predecir lo que va a ocurrir (y que no le atinen), en lugar de plantearnos objetivos precisos para regular de manera efectiva los vaivenes de la economía y conseguir el bienestar de los mexicanos.

En este contexto de crisis que no solo viene de fuera, sino que nos pusimos de pechito, debemos evitar regresar a la engañosa realidad previa y abrir paso a la discusión de fondo sobre cómo recuperar la conducción de este barco a la deriva.

lunes, 8 de diciembre de 2014

El espejismo importado

Jorge Faljo

Faljoritmo

Nos encontramos al final de un ciclo económico que termina de la misma manera en que empezó, con el país en crisis. Se trata de un periodo cuya reseña podríamos iniciar hace unos 35 años.

Tras varias décadas de crecimiento sostenido, sin contratiempos mayores y a un buen ritmo, de alrededor de seis por ciento anual, la población había alcanzado el máximo nivel de bienestar e ingreso de nuestra historia. Esto era en 1978.

No ocurría por casualidad: existía una política de desarrollo rural que incluía al sector campesino e indígena y que era respaldada por una fuerte institucionalidad y empresas del estado que participaban en la comercialización de granos, el crédito agropecuario, la producción y distribución de insumos y la atención a sectores particulares como café, tabaco, zonas áridas.

Había también una estrategia de crecimiento industrial basada en la sustitución de importaciones y en la protección, financiamiento y apoyos a la producción interna. Se había llevado la educación básica al campo y el estado alentaba la formación masiva, prácticamente gratuita, hasta el nivel universitario.

Hacia 1970 el país tenía autosuficiencia alimentaria, en la producción de acero y en la mayor parte del consumo doméstico. Sus importaciones eran sobre todo de maquinaria y equipos para la producción interna.

Imposible decir que todo era defendible. Hacia fines de los años sesenta el modelo parecía agotarse. La conducción política era autoritaria, con duras expresiones de violencia del estado; y sobre extendido en su participación en la economía. En buena parte por la adquisición de empresas privadas en quiebra con objetivos de salvaguardar empleos. Lo cual implicaba aceptar condiciones particulares de baja productividad. La confrontación entre el estado populista y el gran empresariado cada vez más poderoso daba pie a un ambiente de tensión sociopolítica constante.

No obstante el fortalecimiento del mercado interno, es decir el incremento de los ingresos de la población, actuaba como un potente motor del crecimiento de la producción. Se había configurado una extensa clase de pequeños y medianos empresarios en vías de aprendizaje.

Luego nos ocurrió lo que terminó siendo una desgracia: se descubrieron vastas reservas petroleras en momentos en los que el petróleo se encontraba a buen precio. A fines de los años setenta el país se endeudó para explotarlas y para entrar en lo que podríamos llamar la estrategia de modernización importada.

Los altos precios del petróleo nos convirtieron en nuevos ricos convencidos de que nuestro problema era administrar la abundancia. No nos dimos cuenta de que el sistema financiero mundial y la lógica del mercado impulsaban decididamente la explotación de nuevos yacimientos, no solo en México sino en todo el mundo, hasta generar sobreproducción y, en 1981, una abrupta caída de precios.

Para ese momento era demasiado tarde. La riqueza del subsuelo, más el endeudamiento sustentado en ella, nos había traído abundancia de dólares baratos y nos metió en el camino de la dependencia de importaciones y el descuido de la producción interna. Peor aún; la nueva riqueza no era generada por todos, sino por unos pocos. Y sus beneficiarios eran también pocos, el gobierno, sus clientelas privilegiadas y sus funcionarios.

Hace 32 años la caída del petróleo nos sorprendió muy endeudados, tanto en el sector público como en el privado, y generó fuga de capitales. Así llegamos al famoso “ya nos saquearon, no nos volverán a saquear” del 1 de septiembre de 1982 y a la nacionalización de la banca. López Portillo dijo que él era “el responsable del timón, no de la tormenta”; mostrando así su total incomprensión de lo ocurrido.

La crisis obligaba a una estrategia de estabilización y nuevos equilibrios interno y externo. Pero no se intentó conseguirlo mediante la reactivación de la producción interna, sino con un apretón de cinturón; se redujo el consumo de la población y del Estado. El resultado fue que de 1983 a 1988 el país creció al 0.1 por ciento anual, con altísima inflación y se redujo el ingreso de la población a un ritmo de menos 5 por ciento anual.

La destrucción del mercado interno se acompañó por la destrucción del sector social de la economía y otros segmentos productivos. Un ejemplo aislado: de acuerdo a cifras oficiales de 1982 a 1991 el país perdió 13.9 millones de reses; 7.8 millones de cerdos; 3.5 millones de cabras y 2.7 millones de borregos. La pérdida fue mucho mayor en el sector social puesto que estas cifras consideran incrementos en el sector más moderno. En 1992 se dejaron de producir estas “feas” estadísticas como parte del maquillaje modernizador.

Lo mismo ocurrió en buena parte de la manufactura y en general en toda la producción convencional. Parecía que la salida de la crisis requería destruir construido en los anteriores 40 años. Habría sido posible evitarlo pero la ideología de la modernización importada hacía despreciable la producción y el consumo mayoritarios.

La administración de Salinas de Gortari se decidió por una estrategia favorable al capital privado y a la inversión externa. Sus ejes fueron el remate de activos del aparato productivo de la nación a los amigos, la atracción de inversión externa y la substitución de la regulación económica por la operación sin cortapisas del mercado.

Se remataron las empresas públicas, telefonía, mineras, bodegas rurales, empresas de fertilizantes, petroquímica y de todo tipo. Peor, se cambió el sentido de la función pública; CONASUPO haciendo importaciones, por medio de agentes privados, altamente destructivas de la producción interna. Por ejemplo llevando arroz filipino de segunda clase para competir con el excelente arroz del estado de Morelos.

Incluso se cambió la legislación agraria para impulsar la privatización de la propiedad social. Solo que el 95 por ciento de ejidatarios y comuneros se opusieron.

Se aprovechó el abaratamiento brutal de la mano de obra ocurrido en los años anteriores como sustento de la competitividad exportadora al mismo tiempo que se abría la puerta a las importaciones indiscriminadas.

Si sabemos sumar dos más dos lo que eso significa es que se configuró una vía de crecimiento maquilador. No me refiero a las maquiladoras formales; sino a que todo el aparato productivo exportador se orientó al re-empacamiento de importaciones.

El resultado es que el indudable auge exportador inaugurado con el tratado de libre comercio no se convirtió en impulsor de la producción interna. Es por ello que, a pesar de la imagen exportadora, en los hechos la economía nacional ha sido por décadas fundamentalmente importadora.

La venta del aparato productivo y financiero, tanto el del estado como el privado, atrajo grandes inversiones externas (y desinversiones internas) en un proceso que más tarde el Plan Nacional de Desarrollo de Zedillo definió como de substitución de la producción convencional.

La venta país asociada a la atracción de capital especulativo volvió a crear abundancia de dólares y reafirmó nuestra condición de importadores. Lo cual se tradujo en adicción a los dólares para cubrir, o provocar, una avalancha de importaciones. Esto se convirtió en política permanente del modelo y llevó a la desnacionalización del sector bancario, la producción de acero, las cerveceras y tequileras, la minería, las cadenas comerciales, la petroquímica, electrodomésticos. De 1988 en adelante casi como regla general solo hubo tres opciones: desnacionalizar, monopolizar o quebrar.

Regreso a la secuencia histórica: 1994 se caracterizó por la inquietud política, social y financiera que llevó a una nueva fuga masiva de capitales financieros hacia finales de ese año y a una fuerte devaluación del peso.

No obstante y de manera paradójica la devaluación se tradujo, a contrapelo de las intenciones de la clase dirigente, en una fuerte competitividad del aparato productivo. De 1994 a 1996, en solo dos años, las exportaciones manufactureras se incrementaron en un 80 por ciento. Algo absolutamente sorprendente si no se entiende que el aparato productivo convencional aprovechó con gran agilidad y eficacia el encarecimiento de las importaciones para substituirlas. Y lo hizo en condiciones muy adversas: ausencia de financiamiento externo e interno; sin inversiones nuevas y en un contexto de dislocamiento masivo de cadenas productivas. Pero pudo, gracias a la debilidad de la moneda, emplear las capacidades instaladas existentes.

Lamentablemente este crecimiento no fue aprovechado para el fortalecimiento del mercado interno. Por lo contrario, se redujo el gasto público y los ingresos salariales. Se pudo crecer hacia afuera pero la política pública impidió hacerlo hacia adentro.

Zedillo faltó a una promesa fundamental de su Plan Nacional de Desarrollo: mantener una paridad competitiva. A resultas de la crisis se siguió una estrategia de salvamento corrupto de grandes deudas privadas, pero no de defensa del patrimonio familiar. Por ello las empresas orientadas al mercado interno no tuvieron un comportamiento similar a las exportadoras.

Prevaleció el interés financiero, el de la bolsa de valores, y como parte de la estrategia de recuperación se mantuvo la apertura indiscriminada al financiamiento externo: el especulativo y el de inversión substitutiva del capital nacional. A estas entradas se sumaron las remesas de trabajadores en crecimiento y el dinero criminal. El país volvió a inundarse de dólares baratos.

Pero en la medida en que el peso se fortalecía se perdía la ventaja competitiva y se reducía el ritmo de crecimiento. Es decir que la recuperación de la crisis se dio como regreso al modelo de modernización importada.

Se perdió la oportunidad de sostener la competitividad ganada en 1995 y 1996 al no proteger el mercado interno y la producción convencional.

A cambio de ello Fox pudo presumir que la bolsa de valores de México era la que daba mayores ganancias en el mundo; era la beneficiaria de las entradas de capital especulativo internacional que tanto daño hacían al aparato productivo. En contraste continuaba la inutilización de la producción histórica: el sector social del campo y la ciudad; la industria textil, de electrodomésticos, muebles y de hecho todo lo demás.

Impera, desde la época de Salinas y hasta la fecha, una visión de que la economía está compuesta por pedazos disfuncionales en los que una parte puede crecer y ser saludable mientras otras se deterioran sin mayor problema. Algo así como celebrar el tener bien los pies aunque se este pudriendo el hígado.

La estrategia de economía maquiladora solo podía avanzar mediante la continuación del empobrecimiento de la mano de obra para compensar el fortalecimiento del peso. Se apostó a construir una modernidad importada substitutiva, y no aliada, a la producción histórica. Así que nos modernizamos, pero crecer, lo que se dice crecer, no lo logramos. Una modernidad de pocos basada en el empobrecimiento mayoritario.

La crisis norteamericana del 2008 y las crisis europeas de deuda soberana mostraron la fragilidad del modelo y empezó, a fines del 2008, a gestarse una nueva fuga de capitales. Sin embargo se le pudo atajar con éxito mediante la firme promesa de que Banxico estaba dispuesto no solo a emplear las reservas internacionales, sino a endeudar al país (el famoso blindaje), para cubrir cualquier demanda eventual de dólares. Para ello teníamos el apoyo total del Fondo Monetario Internacional y el Tesoro Norteamericano.

La estrategia funcionó, se calmó el desasosiego de los grandes inversionistas. Visto en otra óptica, en 2009 se desaprovechó la oportunidad para establecer una paridad competitiva que permitiera reactivar la producción interna y elevar los ingresos de la población.

Insisto en lo fundamental: se puede competir con una moneda débil (como China) y elevar los salarios porque en ese caso el incremento de la demanda se asocia a la producción interna. Pero si se tiene una moneda fuerte la elevación salarial se traduce en consumo importado y no en reactivación interna, lo que eleva la fragilidad financiera del modelo. En China, por ejemplo, no puede devaluarse la moneda porque crece aceleradamente gracias a una moneda que ya está permanentemente devaluada.

El blindaje y una buena internacional de promoción del país nos volvieron a dar a partir del 2009 varios años de fuerte atracción de capital especulativo, de grandes ganancias en la bolsa de valores y de venta país. Al reverso de esta moneda continuó la destrucción del aparato productivo convencional, el desempleo y el empobrecimiento.

A principios del 2013 publiqué (Faljo, “El error de diciembre”, en internet) que la nueva administración desaprovechó la oportunidad de cambiar de rumbo económico restableciendo una paridad competitiva. Afirmaba que en lugar de una devaluación administrada, lo más probable es que a lo largo de este sexenio ocurriera una devaluación sin control.Sostener la paridad sobrevaluada requiere ingresos crecientes de capital especulativo y de venta de empresas; lo cual por varios años ha sido posible debido a que los Estados Unidos han seguido una estrategia de abundante creación de dólares.

Al momento de entrar la nueva administración del Presidente Peña la perspectiva de un desequilibrio financiero se justificaba por la caída de la producción petrolera, estancamiento de las remesas, una posible reducción de las exportaciones ilegales y bajo crecimiento mundial.

Contrario a aquella predicción la estrategia de reformas estructurales, un nuevo empuje a la desnacionalización del aparato productivo, le dio un aire al modelo mediante la atracción de grandes volúmenes de capital especulativo en 2013 y 2014. Solo que estos capitales han llegado bajo la promesa implícita de que más adelante se haría efectivas las grandes inversiones para extraer la gran riqueza energética y recuperar altos niveles de exportación de petróleo.

Sin embargo, en otra vuelta de tornillo, esta administración no previó que los altos precios de los energéticos sumados al desarrollo de nuevas tecnologías, habrían de impulsar el aprovechamiento de nuevos yacimientos.

Los Estados Unidos en los últimos años elevaron su producción en más de cuatro millones de barriles de petróleo al día gracias a las nuevas tecnologías. Solo que esta carrera desbocada para producir más resultó suicida; numerosas empresas se endeudaron para extraer el petróleo y la reducción de precios ahora pone en riesgo su capacidad para pagarle al sistema bancario.

Así que a las debilidades existentes hace un par de años se suman ahora la reducción de la creación de dólares en los Estados Unidos, una nueva imagen internacional de inseguridad, de debilidad del estado de derecho y el derrumbe de la ilusión energética. Se agota el petróleo convencional en México y no resultan tan convenientes la extracción en mares profundos o las técnicas de fracturación del subsuelo.

La situación obliga a un replanteamiento de la estrategia de país; no porque lo pidan en las calles los chavos que exigen ser incluidos en vez de asesinados, sino porque lo imponen los intereses geoestratégicos de Arabia Saudita y los Estados Unidos.

Enfrentamos una disyuntiva en la que ninguna opción es buena para todos.

La peor opción sería, de nueva cuenta, amarrarse el cinturón, el gobierno, las empresas, las clases medias y los trabajadores. Reducir el consumo y golpear el mercado interno y la producción histórica; como en los periodos de De la Madrid; Salinas, Zedillo, Fox, Calderón. ¿Cuando no?

Solo que hemos llegado al fondo del barril en cuanto a deterioro del ingreso de las mayorías. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social –CONEVAL- el 54 por ciento de los trabajadores asalariados no pueden pagarse una canasta básica de consumo alimentario. Y el Centro de Estudios Estratégicos del Sector Privado afirma que en los últimos siete años se han perdido un millón 800 mil empleos que pagaban más de cinco salarios mínimos.

La reforma laboral legalizó no solo la tercerización del empleo sino que en la práctica abrió paso al empleo seudo formal, sin prestaciones ni seguridad alguna, bajo una careta de modernización. A cambio de ello no cumplió lo ofrecido: crear empleo en abundancia.

Habría que preguntarse si en las actuales condiciones de deterioro del ingreso e inquietud social será posible plantearse un nuevo apretón de cinturones. Creo que no.

En caso de que en 2015 siga avanzando la devaluación, como es probable, la única salida posible para evitar una explosión social será un nuevo proyecto de nación que defienda el consumo mayoritario mediante la reactivación de las capacidades productivas que hasta ahora hemos despreciado.

Ojalá y este régimen entienda que su reciente ilusión energética y el espejismo de la modernización importada se han hecho humo. Solo queda la reintegración acelerada de la producción y el consumo bajo una formula sencilla: producir todo lo que somos capaces y consumir prioritariamente lo que nosotros producimos. Emplear los dólares escasos para importaciones estratégicas y no para garantizar la toma de utilidades financieras.

La ventaja que podemos aprovechar en tiempos difíciles será la existencia de grandes capacidades productivas instaladas que, como gran parte de la población, se encuentran subempleadas. Habría que, con mayor determinación, incrementar la producción como en el 94 – 96 incluso en condiciones de ausencia de inversión y crédito.

Ese es el camino de un posible Proyecto Nacional sustentado en un empresariado con incentivos para ser nacionalista y productivo; un sector social en reactivación y un Estado fuerte, muy fuerte. No es una revolución; es el viejo proyecto constitucional.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Derrumbe de ilusiones

Faljoritmo

Jorge Faljo

En los últimos cinco meses ha caído en más de un treinta y cinco por ciento el precio del petróleo en el mundo. La mezcla mexicana bajó de más de 100 a menos de 70 dólares. Con ello se abre un boquete abajo de la línea de flotación de la estrategia financiera del régimen.

La baja de los energéticos no ocurre de un día para otro. La nueva tecnología del “fracking” permite extraer petróleo y gas de zonas que antes se consideraban inaprovechables. Se basa en inyectar agua y minerales en el subsuelo a muy alta presión para fracturarlos. Por esas rupturas y por la presión a que se ven sometidos se obliga a salir a los aceites y gases incrustrados en algunos suelos.

Es un método muy criticado porque emplea gran cantidad de agua y porque la fracturación del subsuelo, sumada a lo que se les inyecta, contamina los mantos freáticos y puede provocar temblores. Inglaterra suspendió el fracking después de varios temblores; Alemania, Bulgaria, Francia, Polonia, y la mayor parte de Europa lo prohíben para evitar la contaminación del agua del subsuelo. También se ha prohibido en algunos municipios de los Estados Unidos.

No obstante, el hecho es que con las nuevas tecnologías se incrementó fuertemente la producción de energéticos de norteamericanos y canadienses. Lo cual al principio no causó sobreproducción debido a la reducción de las exportaciones de Libia e Irak y al crecimiento de la demanda en China. Pero ahora que los primeros regresan a exportar y que todo el planeta enfrenta una desaceleración económica, el petróleo abunda.

Lo previsible es que si no se reduce la producción el precio seguirá cayendo hasta los 60 o los 50 dólares.

México y Rusia fueron a la reciente reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y se sumaron a Venezuela y Ecuador para impulsar acuerdos para controlar la oferta y defender los precios.

Los grandes productores del mundo son Arabia, los Estados Unidos y Rusia. No obstantes sus condiciones son muy distintas. Estados Unidos no exporta petróleo crudo. Rusia, un gran exportador, tiene gran necesidad de ese ingreso. Arabia, un exportador similar a Rusia, tiene fuertes reservas financieras y bien puede soportar una baja de precios o una reducción de producción.

Así que en la reunión de países exportadores todo dependía de Arabia, y se negó a bajar su producción. Dijo que el mercado se estabilizaría por sí solo. Con lo que dio a entender que no hará nada y los bajos precios van para largo.

Para entender su posición y muy posiblemente la de su gran aliado y protector, los Estados Unidos, es necesario superponer la visión geopolítica a este asunto.

Pero antes conviene recordar algo. Las caídas del precio del petróleo orquestadas por Ronald Reagan (Presidente de los Estados Unidos de 1981 a 1989) y Arabia en 1981 y 1986 fueron decisivas en el colapso de la Unión Soviética.

Tal es la razón por la que diversos analistas se preguntan si la historia se repite. Rusia dice que hay un complot entre Arabia y los Estados Unidos para bajar los precios. Eso no se puede demostrar; pero no cabe duda que la baja de precios los fortalece o, por lo menos debilita fuertemente a sus rivales.

Las ventajas son en primer lugar para los Estados Unidos y Europa: la baja de los energéticos abaratará el transporte de mercancías y personas, favorecerá el aumento del consumo y le va muy bien a la imagen de sus gobiernos. A Arabia le interesa debilitar la producción norteamericana de petróleo y continuar siendo su proveedor estratégico, así sea a un precio mucho más bajo. Esto les da la seguridad de que se mantendría una alianza política y militar que ha sido fundamental para la supervivencia de su monarquia fundamentalista.

Por otro lado Rusia, Irán (y su protegida Siria), Venezuela y Ecuador serán golpeados muy duramente. Podría llevar incluso a la desestabilización de algunos gobiernos.

México también sufrirá las consecuencias. Se acaba la fantasía de un repunte económico basado en la producción energética. Tal expectativa atrajo un gran flujo de capital volátil y ha contribuido a una aparente fortaleza del peso que no tiene bases en la economía real.

El derrumbe de las fantasías es positivo en algunos casos. El presidente de México se ha visto forzado a plantear la reconstrucción del estado de derecho. Espero que pronto consulte fuera de su equipo acerca de alternativas para reconstruir la economía nacional.

domingo, 23 de noviembre de 2014

¿Proyecto de Nación?

Jorge Faljo

Faljoritmo

Hace 104 años el pueblo de México se levantó en contra de un proyecto de país que no era el suyo. Era de un grupito que se apodaban a sí mismos “científicos” y que mezclaban una modernización de maquillaje y su profundo desprecio a la “indiada”, con una violenta rapiña de la riqueza nacional.

La expansión de las haciendas sobre las tierras de los pueblos despojó a buena parte de la población de la posibilidad de producir sus propios alimentos y medios de vida. En contrapartida las haciendas dejaban enormes superficies ociosas y descuidaba la producción de la alimentación popular. La producción de maíz se redujo en 30 por ciento durante el porfiriato y el pueblo pasaba hambre.

Bajo la visión “científica” se privilegiaron las actividades primarias y extractivas; con una minería cedida a empresas extranjeras. La huelga en contra de la “Cananea Copper Company” fue reprimida a sangre y fuego por “rangers” norteamericanos. La protección de los intereses extranjeros y elitistas llegó al extremo de dejarse en manos de extranjeros y guardias blancas.

Aquel no era un proyecto de nación por dos razones evidentes. Lejos de incluir a todos despojaba a muchos de la posibilidad de trabajar y a otros los sometía a condiciones de deterioro brutal de sus condiciones de vida. Se basaba en el despojo de la mayoría e impulsaba una estrategia sustentada en la expansión de los ferrocarriles, la minería y la agricultura de plantación. Prácticamente todo se transfería a manos de extranjeros con una minoría de cómplices privilegiados.

Había violencia en contra de las organizaciones sindicales, populares, los pueblos, los grupos indígenas y las organizaciones políticas que demandaban cambios. No existía un sistema político que escuchara los intereses de la mayoría. La estrategia electoral del sistema incluía de manera notoria el reparto aparatoso de bolillos a la población.

Cerrados todos los caminos, acorralado, el pueblo se levantó en contra de la arbitrariedad. Esto es lo que recordamos el 20 de noviembre, día de la Revolución.

Fue la revolución la que nos dio un proyecto de nación, orientado a la inclusión, a la equidad y al fortalecimiento de la capacidad de los mexicanos para decidir su propio destino. Dos artículos de nuestra Constitución Política expresan lo fundamental de esta herencia. Uno, el 25 dice que corresponde al Estado (no a la industria financiera ni al mercado) la rectoría del desarrollo nacional de manera que fortalezca la soberanía de la nación y su régimen democrático mediante, entre otros elementos, la competitividad, el fomento del crecimiento económico y el empleo, y una más justa distribución del ingreso y la riqueza. Otro, el 39, dice que el pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.

Hoy más que nunca la paz que todos deseamos debe sustentarse en recuperar las condiciones fundamentales de un verdadero proyecto nacional. En primer lugar que sea de todos, incluyente; que a todos garantice un espacio para, con su trabajo, gozar de una vida digna y segura. En segundo lugar que el Estado reasuma sus responsabilidades fundamentales en relación al desarrollo nacional.

Muchos expresan la necesidad de un golpe de timón. Un cambio que reconstruya nuestro pacto social en torno a un gobierno que con celeridad fortalezca sus raíces sociales.

En lo político convendría revertir el fiasco de las consultas creando rápidamente el sustento legal de un uso amplio del referéndum. Para julio próximo la ciudadanía debe poder expresarse sobre temas de importancia nacional, estatal e incluso municipal.

La voluntad popular debe fortalecerse mediante una ley de revocación de mandato que permita echar a la calle a cualquier elegido por votación, y a otros en posiciones clave, si a los dos años de iniciada su gestión no cumplen con las expectativas de la mayoría.

¿Qué mas beneficio para México que impulsar la estrategia rural solicitada por 40 organizaciones campesinas? Garantizar un precio rentable a la producción agropecuaria mediante aranceles a las importaciones, reserva nacional de alimentos, adquisiciones directas de producción nacional y programas asistenciales amarrados al consumo de productos locales, regionales y nacionales.

Como se acerca navidad, ¿porque no soñar con una decidida reindustrialización cuyo eje inicial se base (al igual que en el campo) en la reactivación de capacidades productivas existentes? Esto requiere un renovado control de importaciones y aplicación de aranceles, sobre todo a productos de países con los que no tenemos tratados de libre comercio y con los que somos deficitarios.

Y de moño para esta caja de deseos ¿qué tal un cambio en la estructura y reglamento del Banco de México? Para incluir representantes del aparato productivo (manufactura, campo y trabajadores) en su gobierno y ampliar sus objetivos al uso pleno del potencial productivo, al equilibrio en cuenta corriente y a la competitividad del aparato productivo.

Para seguir exprimiendo la lámpara de Aladino ¿qué tal si se habilitan tiempos de primera audiencia a la expresión directa de representantes de los más diversos intereses económicos y sociales? Llevaría la confrontación de la calle al debate público para depurar expresiones y afinar propuestas.

Lo que se lograría es reconfigurar un real Proyecto de Nación, incluyente, equitativo, democrático, nacionalista; constitucional pues.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Entre Ayotzinapa y China

Faljoritmo

Jorge Faljo

Numerosas voces le expusieron al Presidente Peña Nieto que la atención que requiere la tragedia de Iguala y la inquietud social desatada no hacían oportuno su viaje al extranjero. Esto configuró una disyuntiva política que a muchos hizo pensar hasta el último momento que el Presidente suspendería su viaje. No fue así y eso se relaciona con una difícil coyuntura económica.

Ayotzinapa y China son polos opuestos en las perspectivas del modelo económico. La primera nos remite a un tema de inseguridad que es denunciado en, por ejemplo, el sondeo de directivos de empresas que realiza Banco de México, como el principal riesgo para la economía mexicana. Desde las cámaras empresariales se afirma que ya obstruye la inversión productiva en amplias regiones.

El nombre con que mejor se conoce a la escuela normal de Guerrero también se asocia ahora al abrupto deterioro de la imagen de México en exterior. Esto en un mundo en creciente incertidumbre financiera contribuye a se nos perciba como en una situación social y económicamente frágil.

A diferencia de los cantos celebratorios que acostumbraba, ahora Banco de México no deja de curarse en salud advirtiéndonos sobre los riesgos de la inseguridad, la morosidad crediticia, el endeudamiento externo de las empresas privadas y el estancamiento global.

China en este momento representa una especie de clavo ardiente al cual aferrarse. ¿A que fue el Presidente a China? Dicho en tres palabras: a pedir dinero.

La necesidad política de descarrilar el tren bala, con su cauda de inversión china, hizo aún más urgente atemperar su disgusto, indemnizarlos, convencerlos de que habría una segunda oportunidad y… pedirles préstamos e inversiones. Dos cosas que en el fondo vienen a ser lo mismo.

Otro elemento en el tablero estratégico parece haber sido el enfriamiento del entusiasmo de las grandes empresas petroleras occidentales por invertir en México; lo cual elevó la importancia de atraer inversión china.

Para empezar, Pemex obtuvo una primera línea de crédito por hasta 10 mil millones de dólares para proyectos propios y privados en el sector privado. Otro banco chino ofreció acceso por montos aún no especificados para inversiones en infraestructura, exploración, producción y transformación industrial de hidrocarburos. Con la petrolera estatal china se suscribió un memorándum de entendimiento para la cooperación tecnológica, el análisis de oportunidades de negocios y más.

También se conformó con empresas chinas el Fondo de Energía Sino – Mexicano con cinco mil millones de dólares para financiar grandes proyectos en el sector energético de México. Además va a operar en México el banco más grande del mundo, que es chino, para facilitar las transacciones de las empresas de su país.

Así que se han obtenido los dólares que, sumados a las ventas de la Comex, el tequila Don Julio y alguna que otra empresa, permiten respaldar la actual paridad cambiaria y disminuir el nerviosismo en torno a la volatilidad financiera. El peso resiste y hasta se fortalece.

El acuerdo responde plenamente a los modelos económicos contrarios y complementarios de México y China. Nosotros nos endeudamos y vendemos patrimonio productivo; destruimos el aparato productivo y nos olvidamos del empleo. Esto nos obliga a endeudarnos cada vez más para mantener la paridad cambiaria, seguir importando y sostener la ilusión de modernidad en medio del empobrecimiento general.

Ellos aunque son estadísticamente más pobres, nos prestan, exportan sus productos, crean empleos, elevan sus salarios y nivel de vida. Como nos venden mucho más de lo que nos compran terminan apropiándose de los dólares que México consigue en otros lados y ahora, con ellos, nos van a dar financiamiento y van a comprar nuestros recursos productivos.

Bueno, no debería olvidar que el Presidente Peña Nieto declaró en su discurso en la capital china que se ha ampliado la posibilidad de exportar tequila, zarzamoras, frambuesas y carne de res.

¿Había alguna alternativa al financiamiento chino? Creo que sí: exigir a China que nos compre 60 mil millones de dólares más o imponer aranceles a sus productos. Buscar de una u otra manera equilibrar el comercio entre los dos países. En cualquiera de las dos opciones el gobierno habría obtenido los recursos que fue a buscar, solo que estos habrían sido generados por el trabajo de los mexicanos, sin endeudamiento y elevando los niveles de empleo y de vida dentro del país.

Y ahora una adivinanza, ¿para qué va el señor Presidente, en diciembre, a Kuwait y Arabia Saudita?

lunes, 10 de noviembre de 2014

Referéndums

Faljoritmo

Jorge Faljo

Para la mayoría de los analistas políticos la votación para renovar el congreso norteamericano se convirtió de hecho en una consulta sobre la administración del presidente Obama. Esto haría que más que hablar de victorias de los candidatos republicanos particulares lo que ocurrió fue un rechazo al gobierno federal. Todo un desastre para el partido demócrata y un triunfo para los republicanos que ahora controlan las dos cámaras del congreso norteamericano.

Este presidente pasará a la historia como alguien tibio que, pese a su discurso social progresista, desaprovechó importantes oportunidades para hacer avanzar su programa de manera unilateral. Cuando pudo hacerlo no impulsó de manera decidida el incremento de los salarios mínimos, la reforma migratoria y un sistema de salud universal. Tampoco pudo cerrar el campo de concentración de Guantánamo ni reducir o eliminar la participación norteamericana en conflictos bélicos.

Obama quiso ser un presidente conciliador que, lejos del autoritarismo, pretendió gobernar por consenso con sus adversarios. Tal vez este fue su mayor error porque sus enemigos no se lo agradecen y en cambio perdió la fidelidad de su base social, muy desalentada por el inmovilismo.

En estas elecciones la participación ciudadana fue menor al 40 por ciento; pero fue la ausencia de los votantes hispanos, los trabajadores de bajos ingresos y los empobrecidos en general lo que lo llevo a la derrota.

No obstante estas elecciones fueron acompañadas de referéndums que muestran avances importantes para la agenda liberal, digamos progresista, de la sociedad norteamericana.

En Arkansas, Alaska, Dakota del Sur y Nebraska los votantes elevaron el salario mínimo. En el estado de Washington decidieron incrementar la información obligatoria sobre todos los que adquieren armas de fuego, incluyendo traspasos, regalos y préstamos entre particulares.

Se fortaleció la libertad para consumir, producir en casa y poseer marihuana en Alaska, Guam, Oregón y la ciudad de Washington. En California se modificaron las penas por consumo de drogas y alrededor de 10 mil presos podrán ser liberados y el ahorro será dirigido a educación y programas de desintoxicación.

En Florida no se aprobó el uso médico de la marihuana porque “solamente” un 58 por ciento votó a favor y se requería el 60 por ciento. El análisis por grupo de edad es revelador: alrededor del 83 por ciento de los jóvenes entre 18 y 24 años piden eliminar la prohibición. La tendencia es irreversible; cada día serán más los jóvenes a favor y menos lo viejos en contra.

Las contiendas más reñidas y costosas se dieron entre grupos ambientalistas y de consumidores opuestos y las grandes transnacionales en torno a los alimentos genéticamente modificados. Los primeros consiguieron victorias municipales en Mawi, Hawái y Humboldt, California, para prohibir la siembra local de transgénicos.

Sin embargo la lucha por conseguir que las etiquetas de alimentos simplemente informen sobre el contenido de transgénicos se perdió en Colorado y Oregón. Las grandes empresas Monsanto, DuPont, Pepsi y otras gastaron 15 millones de dólares en Colorado y 18 millones en Oregón en campañas contra el etiquetado.

Aún así los resultados muestran un mayor interés ciudadano por controlar o, por lo menos recibir información sobre lo que consumen. Lo cual se empieza a traducir en cambios; el cereal Cheerios, por ejemplo, dejó ya de usar ingredientes transgénicos y algunas cadenas comerciales se preparan para informar al público cuales alimentos contienen ese tipo de ingredientes.

Un impuesto a las bebidas azucaradas se aceptó en Berkeley y fue rechazado en la vecina ciudad de San Francisco. En Maine la población no aceptó prohibir la cacería de osos usando perros, trampas y carnadas (usualmente donas azucaradas). Colorado y Dakota del norte se negaron a restringir el derecho al aborto. En Oregón se negaron a darles licencias de manejo a los indocumentados y en numerosos lugares se votó, con distintos resultados, en torno al “fracking”, los juegos de azar y la existencia de casinos.

Los resultados de las elecciones intermedias norteamericanas pueden ser vistos en dos planos divergentes. Por una parte la elección de un mayor número de congresistas norteamericanos asegura que seguirá el embrollo de la clase política y la incapacidad de la administración de Obama para empujar cambios relevantes.

Sin embargo, en otro nivel, se ha fortalecido el sistema de referéndums y la posibilidad de que la población tome decisiones que se traducen en cambios legales inmediatos. Eso está creando un importante entusiasmo que hace previsible que en las siguientes elecciones la población logrará que se hagan más referéndums que les permitirán no simplemente opinar, sino francamente decidir en temas como la elevación de salarios mínimos, la despenalización de la mariguana, los matrimonios gay, el fracking y muchos otros.

En los Estados Unidos se ha fortalecido el referéndum como un efectivo mecanismo democrático. Aquí, tan necesitados como estamos de fortalecer la confianza ciudadana en nuestro sistema político, se ha negado a la población el derecho incluso a la pinche consulta. Con ello la Suprema Corte de la Nación, y toda la clase política, van rumbo a ser percibidas como accesorios irrelevantes.

martes, 4 de noviembre de 2014

Importaciones subvaluadas y estrategia económica

Faljoritmo

Jorge Faljo

Hace unos días se detectó y desmanteló una red delincuencial de importaciones textiles subvaluadas, lo que legalmente es equiparable a contrabando técnico. Luis Videgaray, Secretario de Hacienda, dijo señaló que esta red involucraba a 113 empresas fachada, 22 agentes aduanales, 31 importadores y 53 proveedores en el exterior, entre otros.

Para desmantelar esas operaciones se retiró el registro a los agentes aduanales y se congelaron cuentas de empresas en tanto se investiga su situación fiscal. Las medidas son inéditas y van en serio.

Videgaray, como de costumbre, le dio el crédito al presidente Peña Nieto. Lo más interesante es que su justificación incluyó la mención de criterios económicos y sociales como el hecho de la industria textil representa el 10 por ciento de la industria de transformación y emplea a más de 420 mil personas.

El problema viene de muy atrás. En el 2011 la Cámara Nacional de la Industria del Vestido denunció, por ejemplo, la entrada de 76 mil brasieres a un valor declarado de menos de dos centavos de dólar por unidad. El presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido, Marcos Cherem, dijo que ese precio no cubría ni los ganchitos con que se cierra la prenda. Denuncias de ese tipo no han faltado desde hace años.

En diciembre del 2011, bajo la administración de Calderón, se hablo de una estrategia de combate a las importaciones subvaluadas que pareció diseñada para no ser efectiva. Hace unos meses el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Textil declaró: ““El estado mexicano no ha logrado dar los resultados que se esperan”.

Algunas complicaciones legales, como los amparos otorgados a los importadores, han retrasado la solución. No obstante, lo recién anunciado muestra que lo faltaba era la comprensión oficial de la magnitud del problema y las ganas de resolverlo.

A fines del 2012 México planteó una controversia comercial con China ante la Organización Mundial del Comercio por los subsidios que otorga a sus empresas textiles. Estos se dan por la via de exenciones fiscales, precios preferenciales en servicios públicos, créditos de privilegio, condonaciones de adeudos y hasta donaciones. Nada positivo se ha obtenido por ese camino.

De acuerdo al Presidente de la Cámara Nacional de la Industria Textil, Moisés Kalach, en los últimos 18 meses entraron al país 1,200 millones de prendas de vestir subvaluadas. El valor total declarado fue de solo 226 millones de pesos, basado en facturas apócrifas.

Lo importante de las últimas medidas es que muestran una nueva voluntad de cooperación de Hacienda con el aparato productivo del país y la decisión de iniciar una estrategia defensiva en lugar de simplemente andar de quejicas internacionales. Para defender el aparato productivo hay que empezar por sanear la casa; Videgaray señaló que le compete al Poder Judicial de la Federación tomar medidas de revisión y corrección en los casos de los jueces que ampararon a importadores y agentes aduanales.

Es un paso positivo, sobre todo porque surge de una estrategia acordada con la industria textil y del vestido y que avanza en el mismo carril de los acuerdos recientes con la industria del calzado. El instrumento fundamental deberá ser que expertos de estos sectores industriales determinen el valor real de las importaciones.

Sin embargo eso podría tan solo sustentar una declaración fiscal más correcta y, no obstante, entrar al mercado nacional manteniendo características de subvaluación originada en la política económica china. Debería, en mi opinión, darle seguimiento al precio de venta de estas importaciones y establecerles impuestos que igualen su precio de venta con el determinado por los expertos de la industria.

Para Videgaray la magnitud del problema se expresa al decir que hubo un daño al fisco por mil 500 millones de pesos en doce meses. Según la Cámara de la Industrial Textil la evasión sería más bien del orden de los 10 mil millones de pesos.

Cualquiera de los dos cálculos anteriores es incompleto. No basta saber que estas importaciones afectan los ingresos del gobierno; lo importante es entender cómo afectan a las empresas y al empleo. Tan solo en Jalisco este año cerraron 90 empresas de la industria del vestido. Pero en todo el país son miles las que han quebrado en los últimos años mientras otras funcionan muy por debajo de su capacidad de producción.

Tal vez lo que decidió a la SHCP a moverse es que en el segundo trimestre de este año el Producto de la industria textil se redujo en 8.6 por ciento y el de la industria del vestido en 7.4 por ciento.

Estamos ante un problema que impacta a toda la manufactura. La medida de la eficacia de las acciones que se están tomando debería ser la disminución efectiva del déficit comercial con Asia. En 2013 exportamos a esta región mercancías por 18,511 miles de millones de dólares –mmd-, y le compramos 119.4 miles de millones. Es decir que tuvimos un déficit de 101 mmd. Con China en particular el déficit fue de 55 mmd. Algo que simplemente no deberíamos aceptar por su impacto destructor del empleo y la producción nacionales.

Hay que entender que la tecnología china no es superior a la mexicana en el grueso de las manufacturas. Tampoco son ellos más trabajadores y sus obreros si son mejor pagados que los mexicanos. Así que su competitividad arrolladora proviene enteramente de su política industrial; lo que aquí no tenemos.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Carstens, nerviosón

Faljoritmo

Jorge Faljo

El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, recién señaló que cuatro de cada diez dólares de deuda del gobierno federal en el mercado interno se encuentra en manos de extranjeros “lo que en principio es bueno, pero el problema es qué va a suceder” cuando la reserva federal norteamericana cambie su política de bajas tasas de interés. Lo que puede ocurrir, declaró, es que haya una reversión de capitales; “uno se pone nervioso cuando ve esas gráficas” dijo mientras hacia su presentación en el foro “México Cumbre de Negocios”.

Carstens tiene razón en ponerse nervioso y su mensaje bien merece un análisis algo más detallado de lo que el mismo presentó.

La estrategia norteamericana para amortiguar su crisis iniciada a fines del 2007 se basó en imprimir grandes cantidades de dinero con los que inundó sus mercados financieros, bajó las tasas de interés y de ese modo facilitó el pago de las deudas de la clase media, de las empresas y del gobierno. Así se fortaleció también el consumo, la producción y el empleo.

Solo que un efecto adicional, tal vez colateral, tal vez intencionado, es que decenas de miles de millones de dólares salieron de los Estados Unidos en busca de oportunidades de inversión en el exterior y se lanzaron a comprar empresas en el tercer mundo, a realizar inversiones especulativas, y a aprovechar el que otros países ofrecían mayores tasas de interés.

Algunos países, siguiendo el consejo del Fondo Monetario Internacional, pusieron algunas barreras para defenderse de la entrada de esta avalancha de capital financiero cuyos efectos inmediatos eran inflacionarios, fortalecían su moneda y convertían al país en consumidor de importaciones al tiempo que reducían la competitividad de su propia producción.

México hizo lo contrario, campañas para atraer capitales debido a que la inflación que provoca el capital externo es muy conveniente para las elites. Es una inflación que se genera en la punta de la pirámide económica: eleva los precios de las acciones en la bolsa de valores; los de las empresas; los del sector inmobiliario de altos ingresos y de los bienes que ofrecen las empresas de punta. Para colmo esta inflación generada desde arriba se combate abajo, abatiendo salarios. Por eso hoy en día tenemos los más bajos del continente, incluidos Haití, Honduras, Nicaragua y demás.

La estrategia mexicana de atracción de capitales externos ha capturado grandes cantidades de capital externo en inversión de cartera y en inversión directa. En 2012 como en 2013 la suma de estas entradas superó los 85 mil millones de dólares. Tenemos un modelo económico adicto a la entrada de grandes cantidades de dólares para sostener el peso, pagar los intereses de la deuda acumulada, elevar los valores de los activos para beneficio de los grandes inversionistas y darnos un maquillaje de modernidad.

Pero la suerte se nos acaba. Las entradas de remesas familiares se comportan de manera tambaleante, las exportaciones se debilitan (excepto la maquila automovilística) y, lo peor, el superávit petrolero se reduce a la mitad en este año.

Desde hace varios años era previsible una situación “volátil”; de dificultades crecientes para atraer dólares. Por ello, casi con desesperación se le apostó con fuerza a la reforma energética que habría de cumplir este objetivo de atraer grandes montos de inversión y fortalecer las exportaciones energéticas.

Pero con Tlatlaya y Ayotzinapan se nos corrió el rímel y el resto del planeta se encuentra azorado al descubrir una descarnada imagen de violencia e inseguridad generalizadas, de incapacidad institucional, de inequidad extrema. Incluso de un descontento social que empieza a amalgamarse para exigir cambios de fondo y que tendrá que ser atendido con máxima habilidad para no echarle gasolina al fuego.

Ahora nos observa el mundo y nuestros problemas ya no podrán taparse con manejo mediático; habrá que hacer algo en serio, diría yo que integral. Sobre todo porque nuestra historia cuenta que cada tanto y tanto las entradas de dólares se revierten y el esfuerzo de estabilización superficial, basado en la atracción de capitales especulativos se viene al suelo.

Carstens debería recordar que las anteriores estampidas de compra de dólares fueron iniciadas por el capital financiero nacional exigiendo que las reservas internacionales sean puestas a su disposición. Pero venderles las reservas bajo el pretexto de la defensa a ultranza del peso sería un gigantesco error que podría dejarnos como en 1994, con una mano adelante y otra atrás.

En un país que importa el 43 por ciento de sus alimentos las reservas, si ocurre la reversión que teme Carstens, deben preservarse para las importaciones estratégicas y no venderse a los cuates.

lunes, 27 de octubre de 2014

Evo, el que supuestamente no sabe de economía.

Faljoritmo

Jorge Faljo

Evo Morales, el presidente de Bolivia, acaba de ser reelecto para un siguiente periodo presidencial que habrá de durar hasta el 2020. Consiguió un triunfo indiscutible con el 61 por ciento de los votos mientras que su competidor más cercano obtuvo el 25 por ciento.

Evo es un indígena cuya lengua materna es el Aymara y proveniente de una familia de campesinos, jornaleros y criadores de llamas muy pobres. Desde los seis años de edad acompañaba a su padre a la zafra en el norte argentino y se dedicaba a pastorear llamas. Cuatro de sus siete hermanos fallecieron antes de los dos años de edad y señala que esa es la suerte de la mayoría de los niños indígenas; considera que él y otros dos hermanos tuvieron suerte y sobrevivieron.

A los doce años acompañó a su padre en una caminata de un mes para llevar las llamas a otra zona. Parte del camino se hizo a lo largo de una carretera donde pasaban autobuses repletos de gentes que por las ventanas arrojaban cascaras de naranjas y plátanos que él recogía para comer. Una de sus aspiraciones de la infancia era algún día poder viajar en uno de esos autobuses.

Desde la adolescencia Evo empezó a destacar como organizador de equipos deportivos primero en su escuela y luego en todas las de la región. Para poder estudiar trabajó como ladrillero, panadero y trompetero.

Poco después su familia emigró para ser colonos en otra región de Bolivia donde gradualmente se convirtió en organizador de los cultivadores de coca. Este es un cultivo milenario en la tradición indígena y muy importante en la dieta andina. De acuerdo a un estudio de la universidad de Harvard es una de las plantas más nutritivas del mundo. Además de ser fuente de proteínas y minerales es un estimulante importante para soportar los rigores de la altura y la escasez de oxigeno del país, además de que es analgésico y calma el hambre y la sed.

Lo anterior explica que alrededor de ocho millones de personas la consuman diariamente. A los turistas que llegan a La Paz (capital de Bolivia) se les ofrece en forma de té para su adaptación a la altura.

Evo se convirtió en el más importante activista cocalero y todavía es coordinador de las seis federaciones de productores de coca del país. La lucha por la defensa de este cultivo indígena fue muy dura. Desde los años noventa los Estados Unidos le exigían al gobierno de Bolivia seguir una política de “coca cero”, es decir destruir los plantíos, mientras que las organizaciones indígenas demandaban que la estrategia fuera de “cocaína cero” para combatir solo su refinamiento y exportación. En estas luchas Evo fue encarcelado y hubo varios intentos para asesinarlo.

Fue candidato presidencial en las elecciones del 2002 y cuatro días antes de la elección el embajador norteamericano declaró que si los bolivianos elegían a los que quieren que Bolivia sea un exportador de cocaína importante la ayuda norteamericana estaría en riesgo. Evo le agradeció el exhorto porque aumentó su popularidad. Años después llegaría a la presidencia con mayoría absoluta de votos, algo inusitado, sobre todo por ser el primer presidente indígena de su país.

Pero Evo no fue reelecto de manera abrumadora por su defensa de la cultura, la nutrición y el bienestar indígena; sino porque ha sabido conducir la economía del país y conseguir un muy importante incremento del bienestar de la mayoría.

Juan Antonio Morales, que fue presidente del Banco Central de Bolivia de 1995 a 2006, dijo que toda la política económica de Evo va en contra del crecimiento económico y sin embargo los resultados son extraordinarios.

Efectivamente, en 2013 la economía boliviana creció un 6.8 por ciento; mientras la de México rengueaba al 1.1 por ciento. En 2010, después de cinco años de gobierno de Evo el Banco Mundial ascendió a Bolivia de ser un país de bajos ingresos a uno de ingresos medios. Al mismo tiempo elogió la política fiscal y monetaria del país aunque criticó la falta de un clima adecuado a la inversión externa.

Y es que Evo ha sido un nacionalizador de los recursos naturales del país, en particular los yacimientos de gas; lo que le ha permitido reorientar esos ingresos hacia las mayorías y disminuir notablemente la pobreza. Alrededor del 34 por ciento de la economía es controlada directamente por el gobierno.

Su política nacionalizadora se ha traducido en desinversión externa lo cual hace que los dólares sean escasos y caros y orienta el consumo a los bienes y servicios generados internamente. Así que el crecimiento del ingreso mayoritario impulsa la producción y el empleo internos, y crea las bases para una alianza con los empresarios productivos nacionales. Bolivia, a diferencia de México no tiene una economía importadora, en la que sus empresarios medianos y pequeños no serían competitivos, sino una estrategia de fortalecimiento de su propio aparato productivo.

El Banco Central de Bolivia otorga crédito directamente a las empresas públicas; lo que lo abarata y libra al gobierno del chantaje de los financieros. Aquí no se permite que el Banco de México otorgue crédito al sector público.

Lo más notable e importante, el verdadero motor de la economía boliviana es el fortalecimiento del mercado interno. Bolivia es mucho más pobre que México y sin embargo tiene un salario mínimo mucho más alto. De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo el salario mínimo visto en términos de poder de compra creció de 142 a 242.7 dólares entre el 2000 y el 2011. El de México es hoy en día muy inferior al boliviano, de solo 173.9 dólares, ni la mitad del promedio de América Latina que es de 365.9 dólares.

Un salario mínimo boliviano equivale al 60 por ciento de su producto interno per cápita, que es exactamente el promedio en América Latina. El mínimo mexicano es de solo el 15 por ciento. Si México estuviera a la altura de Bolivia nuestro salario mínimo sería cuatro veces más alto; como hace más de treinta años, antes de la estrategia empobrecedora.

Las claves del éxito en Bolivia son un salario mínimo fuerte y en crecimiento, una estrategia no importadora; combate efectivo a la pobreza, políticas de apoyo a la producción interna y bajo financiamiento externo (sin remesas, ni venta de empresas, ni atracción de capital especulativo). Por eso ganó Evo, el que supuestamente no sabe de economía.

Hay mucho que aprenderle antes de que aquí terminemos en estado fallido.

A otra cosa.

¿Por qué Banco de México dejó de hacer su informe anual? Es una ausencia que contribuye a la opacidad sobre nuestra situación económica.

lunes, 20 de octubre de 2014

Europa: la pesadilla interminable

Faljoritmo

Jorge Faljo

De nuevo, como en una pesadilla interminable, hay barruntos de crisis en Europa. No la mera continuación de la que arrastran desde hace cinco años y que nunca superaron.

Recordemos que España y Grecia siguen con un desempleo del 25 por ciento, Portugal del 15 por ciento y el conjunto de la eurozona del 11.5 por ciento. Son 18.5 millones que buscan empleo sin encontrarlo, millones llevan años en esa situación. Lo peor es para los jóvenes muchos de los cuales serán parte de una generación jamás empleada.

Ante el empobrecimiento masivo, la exclusión social y la inequidad las elites ponen cara compungida; pero lo que verdaderamente les asusta es la caída en estos días en las bolsas de valores y la volatilidad financiera.

Se han reducido las expectativas de crecimiento de la economía mundial y en Europa en particular se teme una recesión. Una fuerte señal en este sentido es la baja de las exportaciones de Alemania en un 5.8 por ciento en el mes de agosto pasado. Lo que se asocia a una caída de su producción industrial del 2.8 por ciento respecto del mismo mes de agosto del año anterior. Su economía ya se había reducido en un 0.2 por ciento en el segundo trimestre; si las próximas cifras muestran una contracción en el tercer trimestre se consideraría en recesión.

Los alemanes culpan de su bajo crecimiento a la debilidad económica del resto del mundo. En eso se parecen a nosotros, solo que ellos si son una gran potencia exportadora y si venden menos es porque efectivamente hay menor crecimiento en el resto de Europa y del planeta.

Una baja del crecimiento implica menores ganancias y quiebra de empresas. Por eso los capitales financieros se inquietan y empiezan a vender acciones en busca de inversiones más seguras.

Esta movilización del capital afecta también a las deudas soberanas. Se ha generado una fuerte disparidad en los costos de la deuda entre Grecia que ahora tiene que pagar casi 9 por ciento a los inversionistas financieros mientras que Alemania paga menos del uno por ciento. También se están elevando fuertemente los costos del financiamiento para Italia, España y, en general para los países del sur de Europa.

Grecia es uno de los talones de Aquiles de la unión monetaria. Con esa tasa de interés no podrá financiarse en el sector privado y seguirá bajo el programa de austeridad que le imponen Alemania y el FMI; lo que podría llevar a que en las próximas elecciones gane la izquierda independentista, que quiere escapar del euro.

El crecimiento del costo del financiamiento es también preocupante para Italia; solo que es una economía mucho más grande y “salvarla” sería prácticamente imposible.

Se trata en ambos casos de profecías de auto cumplimiento; si los capitales creen que la situación de Grecia, Italia o algún otro país va a empeorar escapan o exigen mayores tasas de interés y eso hace realidad el vaticinio.

Otra señal preocupante es la muy baja inflación que podría llegar a deflación en Europa. Los precios están estancados o cayendo. Una situación en la que la población retrasa sus compras en espera de ofertas y las empresas posponen sus inversiones debido a la saturación del mercado. Hay exceso de oferta y poca capacidad de compra de la población.

También hay que recordar que las deudas privadas, no la de los gobiernos, de España, Grecia, Irlanda, Italia y Portugal superan al 100 por ciento de su producto anual. Ahora intentan desendeudarse, pero pagar estas deudas tiene el mismo efecto que tuvo el esfuerzo de pagar las deudas gubernamentales: reduce el consumo y por ende aumenta el riesgo de recesión.

Ante esta situación se deslindan dos posiciones encontradas. Christine Lagarde al frente del FMI llama a que los gobiernos y los bancos centrales prioricen a la economía real, es decir la producción y el empleo. Esto suena extraño, pero si, el Fondo ha modificado lo que era su posición tradicional.

Puede hacerse de dos maneras. Una es que los bancos emitan más dinero, que inunden de dinero la economía de manera que bajen las tasas de interés y parte de ese dinero (después de enriquecer más a los inversionistas financieros) se convierta en demanda de bienes y servicios. La segunda es que los gobiernos gasten más, por ejemplo en una gran renovación de la infraestructura; aunque se endeuden más. La prioridad es evitar la recesión.

En la posición contraria esta la canciller alemana, Ángela Merkel. Ella exige austeridad a los gobiernos para que paguen sus deudas e impide que el banco central europeo emita más dinero (como en Estados Unidos y Japón). Para ella la salida se encuentra en incrementar la competitividad de la producción europea bajando costos (salarios, por ejemplo). Solo que no todos en el mundo pueden ser más competitivos. Por definición si unos son más competitivos el resto lo son menos. Así que la solución de Merkel empeora la situación de los demás.

El problema central del planeta es que no se genera demanda efectiva acorde al enorme incremento del potencial de producción. El crecimiento de las últimas décadas se basó en el endeudamiento masivo de gobiernos, empresas y clases medias. Al agotarse esta ruta e iniciar procesos de desendeudamiento todo entra en crisis, se reduce la demanda, la inversión, el empleo, el gasto público y entramos en el camino del empobrecimiento masivo.

La solución de fondo es decidirnos a incrementar la demanda de la población transfiriéndole parte de la enorme riqueza que se acumula en el uno por ciento de la población.

lunes, 13 de octubre de 2014

Ébola, tragedia premoderna

Faljoritmo

Jorge Faljo

Llegó el ébola de manera brutal y amenaza con ser una enfermedad devastadora. Es un virus asesino que provoca hasta el 90 por ciento de fallecimientos en sus infectados y aun no existe una vacuna para prevenirlo o tratamiento para curarlo.

Dijo el presidente de Sierra Leona que es “una tragedia imprevista en tiempos modernos”. Solo es comparable al sida, pero se expande mucho más rápido. En pocas semanas ha habido más de ocho mil contagios y cerca de la mitad de muertos. Pero lo que preocupa es su crecimiento exponencial y, seamos cínicos, que puede salir de África y llegar al primer mundo; de hecho a todos lados.

Imposible medir el sufrimiento humano pero, sin ignorarlo, también podemos decir que está provocando un desastre económico. En Guinea, Sierra Leona y Liberia cerca de la mitad de las parcelas agrícolas (café, mandioca, arroz) han sido abandonadas. Las cadenas de transporte y los puertos están semiparalizados. Las compañías extranjeras retiran a su personal externo y congelan sus actividades. Las exportaciones caen, los compradores internacionales desaparecen y los precios de los alimentos básicos se disparan en países cuya población ya sufre hambre.

La mayor parte de las compañías aéreas han suspendido sus vuelos a esta región del África occidental. Una muestra del impacto global de la enfermedad la da la huelga de trabajadores de limpieza en los aeropuertos de Nueva York debido al peligro de contagio y a su carencia de equipo y capacitación. Tal vez no exagera la secretaria de salud de los Estados Unidos, Sylvia Burwell, cuando dice que “el país está asustado por esta enfermedad”.

El tratamiento hospitalario del enfermo llegado de Liberia fue de alrededor de 20 mil dólares diarios. Aparte los costos de poner en cuarentena en una casa especial y bajo vigilancia a sus familiares, desinfectar el departamento en que vivió (ninguna empresa lo quería hacer), investigar y dar seguimiento a todos sus posibles contactos; hospitalizar en zonas de alta seguridad a simples sospechosos. Esto requiere no solo dinero sino capacidad institucional.

El primer caso de contagio fuera de África fue el de una enfermera en un hospital de alta seguridad de Madrid. Así que el resto de Europa le exige a España que explique cómo pudo ocurrir. Al parecer la enfermera al quitarse el traje de protección se tocó la cara con la mano enguantada con la que había tocado a un enfermo. Muchos piden la renuncia de la ministra de salud debido al deterioro en que se dejó caer al sistema de salud español.

El ébola pone a prueba la capacidad del sistema de salud de cada país y del mundo en general. Tanto en Estados Unidos como en España se mandó a su casa a dos enfermos contagiosos, y solo días después, ya graves, se les admitió. Lo que ocurre es que la enfermedad empieza con una ligera fiebre y dolor de cabeza, como otras enfermedades poco graves. Lo malo es que el enfermo es altamente contagioso desde los primeros síntomas y no hay disponible una forma rápida de hacer el diagnóstico.

El mundo está a prueba; hay sospechosos de tener la enfermedad en Australia, Francia, Macedonia, República Checa y seguramente los habrá en más lugares. La mayoría han sido falsas alarmas.

Guinea, Liberia y Sierra Leona son los más afectados y los más impreparados; tienen un promedio de dos médicos por 100 mil habitantes. Su estructura institucional es muy pobre, tardan semanas en trámites burocráticos para desembarcar la ayuda internacional en los puertos; hasta hace poco su población no comprendía el peligro y en algún caso llegó a darse el pillaje de… sabanas infectadas en un hospital.

La ayuda internacional empieza a llegar. Los Estados Unidos destacan como país donante con el envío de cuatro mil militares y unos 400 millones de dólares para la construcción de 17 clínicas, más de 270 mil trajes de protección y más de 500 toneladas de productos diversos y un equipo de epidemiólogos que, con personal de apoyo suma 140 personas en campo.

Japón ha comprometido 40 millones de dólares; China otros 3 millones en efectivo, tiene ya instalada una clínica con 58 trabajadores y planea enviar otros 170, incluido personal médico. India se comprometió con 12.5 millones de dólares y Rusia envió un equipo de 8 virólogos y ropa de protección. Otros países africanos envían personal médico y ayuda diversa. Inglaterra manda 750 personas a construir clínicas y Francia una clínica con 15 doctores.

De América Latina destacan los 413 mil dólares de Brasil y el reciente anuncio de Argentina de que trabajando con muestras enviadas por la Organización Mundial de la Salud ha desarrollado una nueva manera de detectar la enfermedad en 24 horas.

Sobre todo llama la atención Cuba que de todo el mundo es el país que más personal médico ha enviado para la atención directa a los enfermos de Sierra Leona; unos 50 doctores y 115 enfermeros. Además ha instalado un campamento de entrenamiento en la isla para reproducir las condiciones africanas y preparar equipos similares para Guinea y Liberia.

La Organización de las Naciones Unidas calcula que se necesitan mil millones de dólares y multiplicar por veinte la ayuda actual. Al parecer el elemento crítico es el personal médico de campo. Así que si los más ricos ponen sobre todo clínicas, suministros y dinero y los cubanos al personal mejor entrenado del mundo para estos tipos de emergencia tal vez pronto tengamos la buena noticia de una verdadera integración de esfuerzos entre unos y otros.

lunes, 6 de octubre de 2014

Argentina enfrenta a la tienda de raya global

Faljoritmo

Jorge Faljo

Hay deudas que no se pagan. Vivimos en un planeta endeudado; ese es el resultado de un modelo económico en el que el capital financiero es rey y nos presta para vivir, para gobernar, para invertir, para todo. Esta es una gran tienda de raya, como aquellas de las haciendas porfiristas, diseñadas para prestar y mantener permanentemente endeudados a sus peones.

Argentina es un país que se portó bien; que le apostó a atraer capital extranjero para que invirtiera y creara empleos. Que para darles seguridad a los inversionistas quiso tener una moneda fuerte a toda costa. Pero encontró que ese era un camino sin salida porque al crecer su deuda y al vender sus empresas se incrementó el pago de intereses y la repatriación de ganancias. Así que cada vez necesitaba más capitales externos para mantener esa falsa apariencia de desarrollo.

En el camino la moneda fuerte y la atracción de capitales la convirtieron en una nación importadora que destruyó su industria, generando desempleo y empobrecimiento.

Hasta que tronó el modelo por insuficiencia de dólares, y lo hizo con graves traspiés políticos y sociales. A lo largo del 2001 ese país tuvo cinco presidentes, millones de argentinos perdieron sus medios de vida y muchos pasaron hambre. Hasta que llegó un gobierno decidido a instrumentar la única solución posible: negarse a pagar la deuda acumulada y salir adelante con una estrategia basada en el uso de sus propios recursos.

En el 2002 Argentina debía 100 mil millones de dólares que no podía pagar. Suspendió pagos y renegoció con los acreedores externos. Eran inversionistas que recibían altas tasas de interés a cambio del mayor riesgo; pero no creían realmente que habría un problema serio porque todos se empeñaban en decir que la situación estaba controlada.

La negociación fue dura pero el país consiguió una quita del 70 por ciento. Es decir que solo pagaría el 30 por ciento de lo adeudado. El 92 por ciento de los inversionistas externos aceptaron el trato y hubo un canje por nuevos bonos, en dólares y pagaderos por intermediación de un banco norteamericano en Nueva York aunque también se pagara a inversionistas de Inglaterra y Londres.

El ocho por ciento de inversionistas que no aceptaron el arreglo vendieron su deuda en alrededor del 40 por ciento (algo más de lo que ofrecía el gobierno argentino) a fondos financieros especializados en comprar deuda a solo una parte del valor nominal para luego demandar legalmente por el pago total. A esos fondos los argentinos los llaman buitres; que equivale, en México, a zopilotes.

Los buitres demandaron al gobierno argentino, en los Estados Unidos, y hace un par de meses obtuvieron un triunfo resonante. Un juez norteamericano, Thomas P. Griesa, (ahora mundialmente famoso) determinó que el gobierno Argentino no podría pagar los bonos canjeados si antes no pagaba de manera inmediata la deuda no canjeada, al 100 por ciento de su valor nominal más intereses.

Solo que cumplir esta orden desataría un problema muy grave. El canje de bonos con quita del 70 por ciento establece que habrá un trato parejo para todos los acreedores y que si con alguno se establece un mejor acuerdo este deberá aplicarse a todos los demás. Así que pagar el 100 por ciento, de inmediato, más intereses, llevaría a que el 92 por ciento pueda demandar lo mismo. Lo cual es materialmente imposible de pagar.

Así que Argentina ofreció a los buitres el mismo trato que a los que si canjearon y depositó el pago de los intereses de su plan de pagos en Nueva York conforme a sus acuerdos previos. Pero Griesa le prohibió al banco pagar a los acreedores y cumplir su contrato.

Buscando una manera de pagar el gobierno argentino creó un mecanismo para pagar en Buenos Aires, en un banco del país y en dólares. Lo que tiene que ser aceptado por los inversionistas que se sentían protegidos por las leyes norteamericanas. Hasta que paradójicamente el sistema legal de los Estados Unidos prohíbe que se les pague hasta no pagar a la minoría.

Griesa ha ido más allá y ha declarado a la Argentina en desacato al mismo tiempo que provoca que las calificadoras financieras internacionales declaren que Argentina entró en cesación parcial de pagos. Lo cual le impide obtener financiamiento internacional.

Solo que el golpe no solo es para el país del sur. Al Fondo Monetario Internacional, a otros organismos internacionales, a gobiernos y a muchos economistas el asunto les preocupa y le han pedido al Griesa y al gobierno norteamericano que reconsidere.

Eso porque las últimas graves crisis financieras en los Estados Unidos y Europa han obligado a muchas renegociaciones colectivas de deuda en las que los acreedores se han visto presionados a aceptar quitas al capital, reducción de las tasas de interés y recalendarización de los pagos. Pero no todos han aceptado y en las nuevas condiciones jurídicas que ha creado Griesa pueden demandar y ganar. Pero, como dije al principio, hay deudas que no se pagan, se tienen que renegociar y el juez norteamericano ha hecho casi imposible esa opción.

Argentina ha planteado que la Organización de las Naciones Unidas construya una nueva legalidad internacional para estos casos. Lo hizo con éxito, con el apoyo de la gran mayoría de los países.

Tal vez Griesa se ha dado cuenta de que ha llevado las cosas demasiado lejos. Declaró a Argentina en desacato, como si no se tratara de una nación soberana pero hace un par de días dijo que levantaba el desacato si ese país se comprometía a seguir pagando por medio de un banco norteamericano en Nueva York.

Habrá que ver si Argentina retrocede en su decisión de afirmar su soberanía y escapa de la jurisdicción norteamericana. Muchos de sus acreedores están de acuerdo; pero no se sabe si la mayoría lo aceptará.

Se trata de una verdadera batalla financiera y legal de orden internacional de gran interés para todo el planeta. Para Argentina el costo puede ser muy alto; hoy en día su presidente no puede viajar en avión oficial porque corre el riesgo de que se lo embarguen. La situación puede empeorar.

Pero tal vez pronto el mundo pueda agradecerle a la firmeza de Cristina Fernández de Kirchner, su presidente, el reconocimiento internacional y legal de que la prioridad es el bienestar de los pueblos y de que las ambiciones del capital deben ser controladas.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Lección japonesa

Jorge Faljo

Faljoritmo

En una reciente reunión de dirigentes de bancos centrales de todo el mundo, el gobernador del Banco Central de Japón, Haruhiko Kuroda, explicó las causas del estancamiento económico, el deterioro salarial y la deflación en su país. Su planteamiento llamó la atención porque contraviene los razonamientos de aquellos que todavía pregonan que los trabajadores y el gobierno se amarren el cinturón para beneficio de las empresas.

También es notable porque, a la manera de los grandes economistas, su explicación es sencilla, comprensible y breve. En tan solo cinco cuartillas (más un anexo de gráficas) y sin recurrir a complejos modelos matemáticos lanza un mensaje de importancia no solo para Japón; bien podríamos decir que para el mundo. Para México.

Kuroda inicia su explicación con la ruptura de la burbuja financiera que ocurrió en Japón a principios de los años noventa. No muy distinta a lo que habría de ocurrir en los Estados Unidos en 2008, en este segundo caso con un impacto mundial.

En los años ochenta los precios de la propiedad inmobiliaria y de las acciones en la bolsa de valores de Japón se elevaron demasiado, sin sustento en la economía real. Al romperse aquella burbuja especulativa se produjo una contracción del mercado; es decir que se redujo la demanda de la población. La reducción de las ventas en un mercado mucho más competido generó excesos de oferta que presionaron a la reducción de los precios de los bienes y servicios.

Ante esa situación las empresas reaccionaron intentando elevar su competitividad y mantener su rentabilidad mediante el castigo a los ingresos de sus trabajadores permanentes. Estos últimos se vieron obligados a aceptar fuertes reducciones salariales a cambio de no perder sus empleos.

Además de lo anterior la creación de nuevos puestos de trabajo se caracterizó por nuevas condiciones laborales que no ofrecían permanencia en el empleo, ni las prestaciones o ingresos de los trabajadores regulares. Es decir que se amplió notablemente el estrato de trabajadores que podrían considerarse marginales o irregulares. Los trabajadores de tiempo parcial se incrementaron de un 15 por ciento en 1990 a casi el doble en 2014.

El deterioro de la masa salarial (el conjunto de los ingresos de los trabajadores) continuó obligando a la reducción de los precios y se generó una carrera a la baja en la que se reducían precios y salarios. Sin embargo en esta espiral negativa los salarios cayeron más que los precios.

Aun así podría considerarse que la estrategia seguida por las empresas fue aparentemente exitosa, para ellas pero no para el conjunto de la economía del país. Consiguieron sostener sus márgenes de rentabilidad o incluso elevarlos.

Si las empresas hubieran empleado sus ganancias en inversión productiva esta habría sido una fuente de demanda que posiblemente habría sacado al país del estancamiento y la deflación. Pero no fue así.

Ubicadas ante un mercado en contracción las empresas prefirieron no invertir. En lugar de ello crearon un importante ahorro financiero que, incluso en condiciones de bajas tasas de interés, les ofrecía la seguridad de una ganancia moderada.

Kuroda describe esta situación como la “paradoja del ahorro”. El notable ahorro financiero de las firmas japonesas, sumado a la reducción de la demanda de la población, se tradujo en un mercado más rudamente competido, bajas de precios y ganancias. Lo que llevó a las empresas a continuar su estrategia de reducción de salarios y, en consecuencia de contracción del mercado. A final de cuentas el incremento del ahorro significó menores ganancias.

El gobernador del Banco Central de Japón emplea otra frase de economistas para caracterizar lo ocurrido, habla de una “falacia de composición”. Lo cual ocurre cuando cada empresa reacciona de la manera que más le conviene en una perspectiva individual pero el efecto agregado de que todas hagan lo mismo es negativo para ellas. Y también para toda la población.

Para el señor Kuroda una parte importante del problema es que en estos últimos 25 años se ha modificado la manera en que se negocian y se fijan los salarios. Los trabajadores han perdido capacidad de negociación y se ha implantado una expectativa de estancamiento o incluso de reducciones salariales y deterioro de las condiciones laborales. Para este gobernador del Banco Central de Japón se requiere una “mano visible” (es decir contraria a la “mano invisible” del mercado) que impulse incrementos salariales generalizados.

Haruhiko Kuroda, gobernador de uno de los Bancos Centrales más importantes del planeta da un buen ejemplo al centrar su interés en la salud de la economía real, el empleo y el bienestar de los trabajadores. Señala que las empresas han descuidado su papel productor para convertirse en rentistas financieras. No duda en afirmar que la búsqueda del interés particular de cada empresa no es lo que les conviene como conjunto, ni a ellas, ni al país.

Finalmente señala claramente que no es la operación del mercado, ni las negociaciones salariales particulares las que lograrán resolver el problema de fondo. Se requiere una gran negociación de conjunto, liderada e impulsada por el estado, para el fortalecimiento del mercado interno.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Globalización y ruptura de naciones

Jorge Faljo

Faljoritmo

La globalización se impulsó como una gran transformación económica que generaría crecimiento y bienestar para todos. Sin embargo favoreció a pocos, empobreció a las periferias y ahora empobrece incluso a la población de los países industrializados.

Una parte importante de la oferta globalizadora es que generaría procesos de igualación de las condiciones económicas entre los distintos países y de equidad dentro de cada uno de ellos. Con ello se avanzaría hacia un planeta sin conflictos y donde predominarían las sociedades en paz consigo mismas, democráticas y estables.

Sin embargo el final de los buenos tiempos de la globalización parece caracterizarse cada vez más por sociedades inestables en busca de cambios de rumbo. Lo cual puede darse de varias maneras: aprovechando vías democráticas ya existentes; mediante movilizaciones amplias que logran cambiar el encuadre institucional a un costo humano relativamente bajo, como en las primaveras árabes de Tunes y Egipto (no así la de Libia). En otros casos, infortunadamente, mediante expresiones de violencia creciente, sea organizada y con metas de cambio institucional, o mera descomposición criminal, desorganizada y brutalmente antisocial.

Llaman la atención las presiones en favor de la ruptura de varios estados nación; que puede hacernos sospechar de un problema de fondo y una tendencia en crecimiento.

Este pasado jueves se llevó a cabo un referéndum en Escocia donde la población habría de contestar a la pregunta ¿Debe Escocia ser un país independiente? No se trataba de una pregunta retórica sino de profundas consecuencias. En caso de que ganara el “si” se habría roto de manera efectiva la unión de 307 años con Inglaterra.

Un 55 por ciento de la población votó en contra de la independencia y 45 por ciento a favor. Este resultado final fue de película, no por lo estrecho del margen sino porque un par de semanas antes las encuestas señalaban una ligera mayoría para los independentistas. Si no ganaron fue porque a final de cuentas el sector de los que se declaraban indecisos terminó inclinándose por el “no”.

Hay que señalar que en el último minuto el primer ministro británico ofreció a Escocia “amplios poderes nuevos” entre los que destacan el decidir de forma autónoma sobre sus gastos de salud. Este era un asunto fundamental debido al temor de la población a la privatización y deterioro del sistema de salud con el que cuentan actualmente. Lo que ocurre es que el gobierno británico ha seguido políticas de austeridad, reducción del gasto público y privatizaciones bastante impopulares y los escoceses se distinguen por un voto político más hacia la izquierda que el de los ingleses.

Ahora sigue España. El gobierno catalán planea llevar a cabo un referéndum sobre la posible independencia de Cataluña el próximo 9 de noviembre. El gobierno español declara que es ilegal e intenta suspenderlo pero el parlamento regional acaba de aprobar de manera abrumadora una ley que autoriza realizar consultas populares no vinculantes. Es decir que incluso si la población vota a favor de la independencia no se procede de inmediato a la separación, pero si sería un paso enorme en esa dirección.

No solo España vio con alivio la decisión de los escoceses. También Bélgica, que se creó como un “país colchón” entre Francia y Holanda se encuentra desde hace años al borde de la ruptura entre los valones, los que hablan francés y los flamencos, los que hablan neerlandés. Son casos en los que la posible escisión se procesa de manera pacífica. Ucrania tal vez podría procesar algo similar sino fuera porque es un campo de lucha de las grandes potencias.

Las presiones separatistas en el Reino Unido (Escocia), España (Cataluña), Bélgica (Flandes) y Ucrania (las regiones de habla rusa) se originan en consideraciones económicas y de bienestar en un contexto en el que se han deteriorado los servicios públicos y los niveles de vida. En Escocia es relevante el sistema de salud y la riqueza petrolera; en Cataluña y Flandes el reparto de los costos de la crisis; en el sur de Ucrania la preservación de la estructura industrial asociada a la economía rusa.

Más allá de lo particular existe una tendencia generalizada que es determinante. La globalización ha implicado una creciente integración a la economía mundial que opera a contraflujo de la integración interna. Dentro de cada país las distintas regiones comercian cada vez más con el exterior y menos entre ellas mismas. La disminución del intercambio interno hace menos necesario y atractivo permanecer dentro del mismo país. Sobre todo en el caso europeo donde Escocia, Cataluña y Flandes esperarían seguir siendo parte de Europa.

Esto lleva a la situación históricamente paradójica de que ya no sean los países colonizados, pobres, explotados y oprimidos los que luchan por su independencia. Ahora les conviene separarse a los más globalizados, los más prósperos o menos pobres y que consideran que el resto de su país es un lastre para ellos. Caricaturizando podríamos decir que ahora son los exitosos los que buscan su independencia rompiendo los anteriores lazos de solidaridad nacional que, seamos prácticos, estaba asociada a una economía nacional que rápidamente deja de existir.

Triunfó el movimiento contra la independencia en Escocia. Pero podemos suponer que los procesos de desintegración nacional que induce la globalización permanecerán. Si dentro de cada país los ricos ya no les compran a los pobres y prefieren vender y comprar en el exterior; si los pobres no tienen donde vender y si el empobrecimiento de los excluidos de la globalización hace incomoda la convivencia o requiere fuertes gastos asistencialistas; entonces lo que empezamos a ver es la fuga de los exitosos.

La ruptura de un país es una etapa final de un proceso con múltiples pasos previos pero lo que resulta evidente es que integrarse al mundo y cohesión nacional son cada vez menos compatibles.

lunes, 15 de septiembre de 2014

La Reforma Olvidada

Faljoritmo

Jorge Faljo

El mensaje presidencial de principios de mes estuvo dedicado a celebrar las reformas estructurales que, a decir del gobierno, sientan las bases para cambios profundos y positivos. Destacan entre las reformas la laboral, la fiscal y la energética que serían las puntas de lanza de la creación de empleos, inversión productiva y, en general, crecimiento económico.

Gracias al Pacto por México fue posible hacer esas reformas. Esa alianza entre los principales partidos políticos propuesta y armada desde el primer día de la actual administración ciertamente permitió dejar atrás el marasmo legislativo que caracterizó a las administraciones panistas. Ello permitió “concretar en tan solo 20 meses las reformas transformadoras que México necesitaba.” De esta manera el Presidente Peña Nieto cerró el ciclo transformador con declaraciones de triunfo político y legislativo.

Sin embargo hubo una reforma que no se concretó y para millones de mexicanos habría sido la principal de todas porque, bien llevada tendría un fuerte impacto positivo en generación de empleo, en la disminución del hambre y la miseria, en fortalecimiento de la cohesión social y la disminución de la violencia. Asuntos en los que no han logrado avanzar la reforma laboral, los programas asistencialistas ni la lucha contra el crimen.

Estoy hablando de la reforma del campo. Se empezó a hablar de ella con la publicación del programa sectorial agropecuario donde el gobierno se compromete a conseguir la seguridad alimentaria del país para el final de la actual administración. Esa seguridad se entiende como el conseguir que el 75 por ciento del consumo de los granos básicos de consumo humano y forrajero provengan del abasto interno. Es una meta ambiciosa que deriva de recomendaciones de la Organización Mundial de la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés).

Tal compromiso alimentó el debate interno sobre cómo lograr cumplir con ese compromiso. Para la SAGARPA el esfuerzo consistiría en organizar a los productores en “clusters” agroindustriales y empresas privadas distribuidoras de insumos donde se volcarían los recursos públicos. Se trataba de otra vuelta de rosca a la privatización de la tierra, la desaparición de la propiedad social y el apoyo a la minoría de productores que considera “con potencial productivo”.

Sin embargo la respuesta campesina, en voz de líderes y organizaciones, fue prácticamente unánime. La producción agropecuaria del país creció notablemente en las décadas en las que el país crecía. Y creció gracias a la propiedad social, ejidos, comunidades y minifundio. El problema no es la forma de propiedad o su tamaño. Hay países del sureste asiático muy exitosos en la producción agropecuaria minifundista.

El problema, visto por los campesinos, ha sido el abandono del campo por parte del gobierno, la ausencia de una política de producción agropecuaria incluyente y dejar el mercado en manos de transnacionales y de los vaivenes del comercio y los precios mundiales.

Así que los campesinos elaboraron su propia propuesta. Esa fue también un notable triunfo político: cuarenta organizaciones de productores rurales presentaron el 23 de julio pasado una propuesta unificada ante cinco secretarios de Estado.

Dado que el Presidente de la República había convocado a la elaboración de la Reforma del Campo con amplia participación de todos los interesados, de manera democrática y buscando la construcción de consensos, todo parecía ir viento en popa. Pero en lugar de ello se le dejó de lado. Tal vez debido a que la propuesta de las organizaciones afecta profundamente a la operación burocrática actual, tan lejana del interés mayoritario.

¿Qué piden los campesinos? Presentan una visión muy distinta a la que impera actualmente; basada en dos conceptos clave: reactivación productiva y rentabilidad generalizada.

Por reactivación productiva se entiende el uso eficiente de los recursos que ya existen, los que tienen los productores y que hoy en día están subutilizados. Son recursos probados; generaban una producción importante hasta hace unos años.

Es posible reactivar la producción campesina mediante una política de rentabilidad generalizada. Lo cual requiere intervenciones directas del gobierno en apoyo a la producción y comercialización de los pequeños productores. Como en Europa, en Japón, en el sureste asiático.

Entre las demandas se encuentra crear una reserva nacional estratégica alimentaria mediante compras del gobierno a los productores sociales. Tendría una función reguladora; comprar en momentos de precios bajos y vender a los consumidores cuando los precios sean excesivos. De ese modo se controlaría el margen de intermediación excesivo y perjudicial para productores y consumidores.

Pidieron también que todas las compras públicas de productos agropecuarios y los apoyos alimentarios a millones de familias provengan de los pequeños productores organizados.

En paralelo habría supervisión de las importaciones y manejo de aranceles, en asociación con las organizaciones de productores. Justo como el acuerdo recientemente anunciado por el secretario de hacienda, Videgaray, para la industria del calzado. Si Estados Unidos impone aranceles a las importaciones de azúcar para defender su propia producción nuestras razones para hacerlo con los granos básicos son aún más contundentes.

No son medidas del otro mundo, sino aquellas que a muchos países les permiten contar con seguridad alimentaria y una evolución social armónica. Así que de momento quedamos en espera de esta la verdadera gran reforma, la del campo.