miércoles, 21 de septiembre de 2022

La real coreografía británica

Jorge Faljo

Los funerales de la recién fallecida reina Elizabeth segunda bien podrían ser considerados los más fastuosos, aparatosos, ceremoniosos y complicados de la historia moderna.

La reina falleció en su castillo de Balmoral, un conjunto de unos 150 edificios construidos en 20 mil hectáreas, el jueves 8 de septiembre y en ese lugar permaneció su ataúd hasta su traslado el domingo 10 al palacio de Holyroodhouse, la residencia oficial de los reyes en Escocia, donde fue exhibido durante un día. Este último palacio es una impresionante construcción de 289 habitaciones.

El lunes el féretro fue llevado a la catedral de Saint Giles donde estuvo otras 24 horas. Posteriormente se le llevó en avión a Londres para permanecer en un gran salón del Parlamento británico durante cinco días y el próximo lunes 19 se le llevará a la Abadía de Westminster donde finalmente se le dará sepultura.

En cada uno de los anteriores sitios el ataúd fue colocado en una plataforma elevada, cubierto con el estándar real, la corona, el orbe y el cetro y rodeado de miembros de la guarda real. En cada sitio hubo ceremonias solemnes, guardias de honor y la visita de miles de personas. Cada traslado fue una solemne procesión con el ataúd llevado en brazos de militares con vistosos uniformes modernos, medievales o con el kilt escoces.

Los impresionantes salones, el desfilar de centenares de soldados, las bandas de música militar, el féretro llevado en hombros o en el real carruaje funerario, las avenidas repletas de banderas, las miles de personas saludando el paso del cortejo, han configurado un grandioso homenaje a la reina fallecida.

Algo que por otra parte bien puede llamarse un gran espectáculo que ha sido televisado y monitoreado por los medios para llevarlo a las pantallas de cientos de millones de personas, sea en vivo, en documentales o noticieros.

Estos funerales son una impresionante operación planificada a detalle, minuto a minuto desde los años sesenta del siglo pasado y actualizada cada año con planes secundarios para cada posible contingencia.

No podía faltar dentro de la planeación la uniformidad de los mensajes de la familia real, de los funcionarios públicos, de los ministros religiosos y de los medios en torno a la personalidad y funciones de la reina a lo largo de sus setenta años de reinado.

Se insiste en su profundo sentido del deber, en su afán de servicio y devoción hacia su pueblo, en su comportamiento siempre digno, en su decencia personal. Se le describe también como una persona que estuvo en la primera fila de la historia, que conoció a múltiples primeros ministros, gobernantes de otros países, reyes, papas.

Su trabajo fue ser la cabeza visible del Estado, de la Comunidad de Naciones, de la Iglesia de Inglaterra y de las fuerzas armadas. En estas funciones durante sus 70 años de reinado recibió al primer ministro en funciones una vez a la semana para que le informara de la situación del país y ella le pudiera hacer preguntas sobre el funcionamiento del gobierno. Eso lo suponemos porque esas conversaciones no se registran, no se dan a conocer al público y nunca se ha filtrado su contenido.

Otra de sus tareas fue presidir la apertura y cierre del parlamento y hacer declaraciones gubernamentales importantes. En todos estos casos sentada con gran majestad recibía el escrito elaborado por el gobierno y que ella simplemente debía leer. Su primer mensaje navideño fue elaborado por un célebre escritor inglés, Rudyard Kipling y más adelante con el apoyo de su personal. En general le desea una feliz navidad y le declara su amor al pueblo, y expresa su simpatía por los que sufren.

Que buen detalle en una reina que deja como fortuna personal unos 500 millones de dólares. La fortuna de la familia real se calcula en 28 mil millones de dólares y el costo de su mantenimiento por el pueblo inglés es algo más de 100 millones de dólares anuales. Sin tomar en consideración las exenciones de impuestos de las que gozan.

Algunos señalan que Elizabeth II fue una reina revolucionaria. En sus fiestas de jardín y en la inauguración de hospitales y eventos de caridad se codeó con plebeyos más que ningún otro rey antes que ella. Tal vez incluso tenga un teléfono celular.

No todo han sido elogios para la reina con motivo de su deceso. Muchos recuerdan los horrores del imperialismo británico, la explotación inmisericorde de los pueblos, el saqueo de sus recursos naturales, la esclavización de millones, las hambrunas provocadas, las innumerables guerras de conquista, los campos de concentración, la imposición del tráfico de opio, los campos de concentración, la muerte de también, millones. Sobre estas bases se creó el imperio y se enriqueció la corona británica.

Así que muchos reclaman que la reina nunca mostró arrepentimiento por el pasado imperial y el papel de su propia familia. Le piden peras al olmo. La reina nunca dijo, o hizo, nada relevante. Su gran cualidad es haber sabido estar callada, leer lo que se le dijo que leyera, ser siempre digna y comportarse decentemente con pequeñas conversaciones banales con sus inferiores. El mejor ejemplo de que en boca cerrada y sonriente no entran moscas.

En la familia real destaca la formación militar y religiosa. Fuerza y poder combinadas con la afirmación, en miles de millones de monedas de uso corriente, de que fue reina por la gracia de dios, como todos los reyes británicos. Lo que tiende a ser algo anquilosado en un imperio que ya prácticamente no existe y ante una población en que ya la mayoría es atea.

Pero esto importa poco ante la enorme simpatía que supo suscitar la reina. Una de sus apariciones que con más cariño recuerda el pueblo inglés fue cuando con motivo de su jubileo de platino, a los setenta años de reinado, la reina tomó el té con un popular osito de cuentos infantiles. Con esa caricatura la reina platicó del gusto de ambos, ella y el osito, por los sándwiches de mermelada.

Así que ahora las autoridades británicas piden a los dolientes que en los múltiples sitios en los que se rinde homenaje a la reina ya no coloquen ositos de peluche y sándwiches de mermelada. Pero en resumidas cuentas es el mejor homenaje para una reina que encarnó un cuento de hadas y así representó el lado amable, fantasioso y disimulador de la dura realidad histórica.

viernes, 9 de septiembre de 2022

Retroceso productivo

 Jorge Faljo

Salir de compras es hoy en día una de las mayores fuentes de disgusto y tensión de los mexicanos; cuando no subió el precio del huevo subió el de las tortillas, el aceite, o el pan. Sin excluir la ropa, el calzado o la renta.

Vivimos la definición de la inflación del Banco de México – Banxico: el aumento sostenido y generalizado de los precios de los bienes y servicios de una economía a lo largo del tiempo. Es lo evidente, falta saber cómo defendernos.

La inflación no viene sola sino acompañada de una caída de la producción que amenaza con prolongarse tanto a nivel global como en México.

La pandemia dislocó al mercado globalizado; se paralizó la producción de insumos estratégicos y se quintuplicó el precio del transporte marítimo. No bien empezábamos a salir de este golpe cuando ocurrió la invasión de Ucrania seguida de fuertes sanciones financieras y mercantiles impuestas por la alianza occidental a Rusia, lo que provocó sobre todo un desabasto de energéticos que ha hecho brincar sus precios a niveles nunca antes vistos y, con ellos, los de casi todo lo demás.

Esa guerra también paralizó las exportaciones de granos, aceite comestible y fertilizantes de los dos más grandes exportadores del mundo, Ucrania y Rusia. Afortunadamente ahora se está recuperando el flujo de esas exportaciones y eso alivia en alguna medida el nivel de precios.

Un tercer factor de desabasto es el cambio climático. Las oleadas de calor, sequías, incendios, tormentas e inundaciones afectan severamente la producción de cada vez más países.

México cuyos gobiernos presumieron durante décadas de ser uno de los países más globalizados del mundo, es particularmente vulnerable a lo que ocurre en su entorno.

En nuestro país no se ha recuperado el nivel de producción de 2018. Recordemos que en 2019 la producción cayó en O.2 por ciento; en 2020, debido a la pandemia se redujo en otro 8.5 por ciento. La recuperación parcial, de 5 por ciento, en 2021 y el crecimiento esperado de alrededor de 2 por ciento este año no alcanzan a compensar lo retrocedido. Y si consideramos el crecimiento de la población resulta que el producto per cápita se encuentra al nivel de hace ocho años.

Con un importante agravante; que la caída de la producción y del empleo golpearon sobre todo a la población más pobre y ubicada en la informalidad. Existe algún alivio reciente de esa situación sustentado en el incremento del salario real por vez primera tras décadas de empobrecimiento, pero la recuperación del empleo ocurre solo en los puestos que pagan menos de dos salarios mínimos mientras que se sigue reduciendo en los de mayor ingreso.

Del Informe Presidencial se desprende que los pilares del alivio a la pobreza son básicamente los programas de transferencias sociales y el incremento de las remesas que los trabajadores mexicanos en los Estados Unidos mandan a sus familias en México ante su mayor pedido de ayuda.

Los programas de transferencias han sido bastante exitosos, económica y políticamente, en cuanto al alivio de la pobreza. No muestran el mismo grado de éxito en términos de incremento de la producción. No sobre todo cuando ante las mayores dificultades provocadas por la pandemia Segalmex se encontraba en manos de facinerosos. Ahora, en alguna medida recuperada, no parece remontar la herencia de una estrategia que no respondía a la gran promesa incumplida de conseguir la autosuficiencia alimentaria.

Se presume que tenemos una balanza agropecuaria superavitaria. Si, porque exportamos frutas, hortalizas, aguacate, tomate, cerveza, tequila, todos ellos generando empleo e ingresos en un sector muy reducido del campo. En cambio nos convertimos en el principal importador de maíz del mundo y hemos profundizado nuestra dependencia alimentaria en el peor momento posible.

Ante el problema de la inflación se han dado dos respuestas inmediatas. La primera, que el cuarto Informe de Gobierno del pasado 1 de septiembre llama “potenciar el libre flujo de productos agrícolas sin barreras”. Lo que constituye un alivio inmediato a contener la elevación de precios, pero ciertamente no promueve el incremento de la producción interna.

La segunda respuesta es la estrategia ortodoxa de prácticamente todos los bancos centrales, elevar las tasas de interés con el objetivo explicito de contener la demanda, lo que nos acerca al riesgo de recesión y otra oleada de empobrecimiento. 

El último informe trimestral de Banxico señala los riesgos para el crecimiento económico y estos son prácticamente todos (excepto el meteorológico) de origen externo: recesión en Estados Unidos; intensificación de desabastos internacionales por un repunte de la pandemia o conflictos geopolíticos; encarecimiento del financiamiento internacional o que llegue menor inversión externa. Riesgos todos ciertos y asociados a una estrategia que malamente dejó la ruta de crecimiento en manos del libre mercado internacional.

Solo que el mundo entero ahora si está repensando en los riesgos que induce el libre mercado, agravados no solo por el conflicto en Ucrania, sino por la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China y por el cambio climático. Incluso los lideres de la globalización ahora señalan la necesidad de administrar su comercio internacional de manera tal que incrementen su seguridad interna en rubros estratégicos.

Es el momento de repensar la estrategia económica de México. No para sacrificar el aparato productivo construido sobre la plataforma globalizadora sino para fortalecerlo aprovechando la oportunidad que crea el diferendo entre Estados Unidos y China. Pero eso está muy lejos de ser lo más importante.

Necesitamos que se cumpla lo prometido: Autosuficiencia alimentaria como eje de una estrategia amplia de revitalización del medio rural y de todos los espacios de ocupación de la población ubicada en la informalidad. Es decir, aquella mayoría de los mexicanos que no han podido ser integrados a la economía formal globalizada y que no existe ninguna esperanza de que lleguen a serlo en el futuro.

Para ellos es necesario no pensar en que es posible darles una mayor tajada del pastel globalizado, sino que requieren de otro pastel en paralelo. Se necesita crear un mercado social protegido en el que puedan producir, intercambiar y consumir, superar la pobreza y prosperar. De otro modo seguiremos en la vía de un retroceso para todos.