Jorge Faljo
Salir de compras es hoy en día una de las mayores fuentes de disgusto y tensión de los mexicanos; cuando no subió el precio del huevo subió el de las tortillas, el aceite, o el pan. Sin excluir la ropa, el calzado o la renta.
Vivimos la definición de la inflación del Banco de México – Banxico: el aumento sostenido y generalizado de los precios de los bienes y servicios de una economía a lo largo del tiempo. Es lo evidente, falta saber cómo defendernos.
La inflación no viene sola sino acompañada de una caída de la producción que amenaza con prolongarse tanto a nivel global como en México.
La pandemia dislocó al mercado globalizado; se paralizó la producción de insumos estratégicos y se quintuplicó el precio del transporte marítimo. No bien empezábamos a salir de este golpe cuando ocurrió la invasión de Ucrania seguida de fuertes sanciones financieras y mercantiles impuestas por la alianza occidental a Rusia, lo que provocó sobre todo un desabasto de energéticos que ha hecho brincar sus precios a niveles nunca antes vistos y, con ellos, los de casi todo lo demás.
Esa guerra también paralizó las exportaciones de granos, aceite comestible y fertilizantes de los dos más grandes exportadores del mundo, Ucrania y Rusia. Afortunadamente ahora se está recuperando el flujo de esas exportaciones y eso alivia en alguna medida el nivel de precios.
Un tercer factor de desabasto es el cambio climático. Las oleadas de calor, sequías, incendios, tormentas e inundaciones afectan severamente la producción de cada vez más países.
México cuyos gobiernos presumieron durante décadas de ser uno de los países más globalizados del mundo, es particularmente vulnerable a lo que ocurre en su entorno.
En nuestro país no se ha recuperado el nivel de producción de 2018. Recordemos que en 2019 la producción cayó en O.2 por ciento; en 2020, debido a la pandemia se redujo en otro 8.5 por ciento. La recuperación parcial, de 5 por ciento, en 2021 y el crecimiento esperado de alrededor de 2 por ciento este año no alcanzan a compensar lo retrocedido. Y si consideramos el crecimiento de la población resulta que el producto per cápita se encuentra al nivel de hace ocho años.
Con un importante agravante; que la caída de la producción y del empleo golpearon sobre todo a la población más pobre y ubicada en la informalidad. Existe algún alivio reciente de esa situación sustentado en el incremento del salario real por vez primera tras décadas de empobrecimiento, pero la recuperación del empleo ocurre solo en los puestos que pagan menos de dos salarios mínimos mientras que se sigue reduciendo en los de mayor ingreso.
Del Informe Presidencial se desprende que los pilares del alivio a la pobreza son básicamente los programas de transferencias sociales y el incremento de las remesas que los trabajadores mexicanos en los Estados Unidos mandan a sus familias en México ante su mayor pedido de ayuda.
Los programas de transferencias han sido bastante exitosos, económica y políticamente, en cuanto al alivio de la pobreza. No muestran el mismo grado de éxito en términos de incremento de la producción. No sobre todo cuando ante las mayores dificultades provocadas por la pandemia Segalmex se encontraba en manos de facinerosos. Ahora, en alguna medida recuperada, no parece remontar la herencia de una estrategia que no respondía a la gran promesa incumplida de conseguir la autosuficiencia alimentaria.
Se presume que tenemos una balanza agropecuaria superavitaria. Si, porque exportamos frutas, hortalizas, aguacate, tomate, cerveza, tequila, todos ellos generando empleo e ingresos en un sector muy reducido del campo. En cambio nos convertimos en el principal importador de maíz del mundo y hemos profundizado nuestra dependencia alimentaria en el peor momento posible.
Ante el problema de la inflación se han dado dos respuestas inmediatas. La primera, que el cuarto Informe de Gobierno del pasado 1 de septiembre llama “potenciar el libre flujo de productos agrícolas sin barreras”. Lo que constituye un alivio inmediato a contener la elevación de precios, pero ciertamente no promueve el incremento de la producción interna.
La segunda respuesta es la estrategia ortodoxa de prácticamente todos los bancos centrales, elevar las tasas de interés con el objetivo explicito de contener la demanda, lo que nos acerca al riesgo de recesión y otra oleada de empobrecimiento.
El último informe trimestral de Banxico señala los riesgos para el crecimiento económico y estos son prácticamente todos (excepto el meteorológico) de origen externo: recesión en Estados Unidos; intensificación de desabastos internacionales por un repunte de la pandemia o conflictos geopolíticos; encarecimiento del financiamiento internacional o que llegue menor inversión externa. Riesgos todos ciertos y asociados a una estrategia que malamente dejó la ruta de crecimiento en manos del libre mercado internacional.
Solo que el mundo entero ahora si está repensando en los riesgos que induce el libre mercado, agravados no solo por el conflicto en Ucrania, sino por la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China y por el cambio climático. Incluso los lideres de la globalización ahora señalan la necesidad de administrar su comercio internacional de manera tal que incrementen su seguridad interna en rubros estratégicos.
Es el momento de repensar la estrategia económica de México. No para sacrificar el aparato productivo construido sobre la plataforma globalizadora sino para fortalecerlo aprovechando la oportunidad que crea el diferendo entre Estados Unidos y China. Pero eso está muy lejos de ser lo más importante.
Necesitamos que se cumpla lo prometido: Autosuficiencia alimentaria como eje de una estrategia amplia de revitalización del medio rural y de todos los espacios de ocupación de la población ubicada en la informalidad. Es decir, aquella mayoría de los mexicanos que no han podido ser integrados a la economía formal globalizada y que no existe ninguna esperanza de que lleguen a serlo en el futuro.
Para ellos es necesario no pensar en que es posible darles una mayor tajada del pastel globalizado, sino que requieren de otro pastel en paralelo. Se necesita crear un mercado social protegido en el que puedan producir, intercambiar y consumir, superar la pobreza y prosperar. De otro modo seguiremos en la vía de un retroceso para todos.
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