lunes, 20 de octubre de 2014

Europa: la pesadilla interminable

Faljoritmo

Jorge Faljo

De nuevo, como en una pesadilla interminable, hay barruntos de crisis en Europa. No la mera continuación de la que arrastran desde hace cinco años y que nunca superaron.

Recordemos que España y Grecia siguen con un desempleo del 25 por ciento, Portugal del 15 por ciento y el conjunto de la eurozona del 11.5 por ciento. Son 18.5 millones que buscan empleo sin encontrarlo, millones llevan años en esa situación. Lo peor es para los jóvenes muchos de los cuales serán parte de una generación jamás empleada.

Ante el empobrecimiento masivo, la exclusión social y la inequidad las elites ponen cara compungida; pero lo que verdaderamente les asusta es la caída en estos días en las bolsas de valores y la volatilidad financiera.

Se han reducido las expectativas de crecimiento de la economía mundial y en Europa en particular se teme una recesión. Una fuerte señal en este sentido es la baja de las exportaciones de Alemania en un 5.8 por ciento en el mes de agosto pasado. Lo que se asocia a una caída de su producción industrial del 2.8 por ciento respecto del mismo mes de agosto del año anterior. Su economía ya se había reducido en un 0.2 por ciento en el segundo trimestre; si las próximas cifras muestran una contracción en el tercer trimestre se consideraría en recesión.

Los alemanes culpan de su bajo crecimiento a la debilidad económica del resto del mundo. En eso se parecen a nosotros, solo que ellos si son una gran potencia exportadora y si venden menos es porque efectivamente hay menor crecimiento en el resto de Europa y del planeta.

Una baja del crecimiento implica menores ganancias y quiebra de empresas. Por eso los capitales financieros se inquietan y empiezan a vender acciones en busca de inversiones más seguras.

Esta movilización del capital afecta también a las deudas soberanas. Se ha generado una fuerte disparidad en los costos de la deuda entre Grecia que ahora tiene que pagar casi 9 por ciento a los inversionistas financieros mientras que Alemania paga menos del uno por ciento. También se están elevando fuertemente los costos del financiamiento para Italia, España y, en general para los países del sur de Europa.

Grecia es uno de los talones de Aquiles de la unión monetaria. Con esa tasa de interés no podrá financiarse en el sector privado y seguirá bajo el programa de austeridad que le imponen Alemania y el FMI; lo que podría llevar a que en las próximas elecciones gane la izquierda independentista, que quiere escapar del euro.

El crecimiento del costo del financiamiento es también preocupante para Italia; solo que es una economía mucho más grande y “salvarla” sería prácticamente imposible.

Se trata en ambos casos de profecías de auto cumplimiento; si los capitales creen que la situación de Grecia, Italia o algún otro país va a empeorar escapan o exigen mayores tasas de interés y eso hace realidad el vaticinio.

Otra señal preocupante es la muy baja inflación que podría llegar a deflación en Europa. Los precios están estancados o cayendo. Una situación en la que la población retrasa sus compras en espera de ofertas y las empresas posponen sus inversiones debido a la saturación del mercado. Hay exceso de oferta y poca capacidad de compra de la población.

También hay que recordar que las deudas privadas, no la de los gobiernos, de España, Grecia, Irlanda, Italia y Portugal superan al 100 por ciento de su producto anual. Ahora intentan desendeudarse, pero pagar estas deudas tiene el mismo efecto que tuvo el esfuerzo de pagar las deudas gubernamentales: reduce el consumo y por ende aumenta el riesgo de recesión.

Ante esta situación se deslindan dos posiciones encontradas. Christine Lagarde al frente del FMI llama a que los gobiernos y los bancos centrales prioricen a la economía real, es decir la producción y el empleo. Esto suena extraño, pero si, el Fondo ha modificado lo que era su posición tradicional.

Puede hacerse de dos maneras. Una es que los bancos emitan más dinero, que inunden de dinero la economía de manera que bajen las tasas de interés y parte de ese dinero (después de enriquecer más a los inversionistas financieros) se convierta en demanda de bienes y servicios. La segunda es que los gobiernos gasten más, por ejemplo en una gran renovación de la infraestructura; aunque se endeuden más. La prioridad es evitar la recesión.

En la posición contraria esta la canciller alemana, Ángela Merkel. Ella exige austeridad a los gobiernos para que paguen sus deudas e impide que el banco central europeo emita más dinero (como en Estados Unidos y Japón). Para ella la salida se encuentra en incrementar la competitividad de la producción europea bajando costos (salarios, por ejemplo). Solo que no todos en el mundo pueden ser más competitivos. Por definición si unos son más competitivos el resto lo son menos. Así que la solución de Merkel empeora la situación de los demás.

El problema central del planeta es que no se genera demanda efectiva acorde al enorme incremento del potencial de producción. El crecimiento de las últimas décadas se basó en el endeudamiento masivo de gobiernos, empresas y clases medias. Al agotarse esta ruta e iniciar procesos de desendeudamiento todo entra en crisis, se reduce la demanda, la inversión, el empleo, el gasto público y entramos en el camino del empobrecimiento masivo.

La solución de fondo es decidirnos a incrementar la demanda de la población transfiriéndole parte de la enorme riqueza que se acumula en el uno por ciento de la población.

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