miércoles, 4 de noviembre de 2015

Crecer hacia adentro

Faljoritmo

Jorge Faljo

La globalización se encuentra en una fase crítica que más tarde o más temprano obligarán a redefinir las relaciones comerciales entre México y el mundo. Según la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe -CEPAL-, “la demanda mundial deprimida se ha traducido en importantes caídas de precios de los productos primarios, especialmente el petróleo, el carbón, el cobre, el hierro, el zinc, la plata, el níquel, el oro, la soja, el maíz, el algodón, el azúcar, el café y los productos pesqueros.”

En pocas palabras casi todo se abarata por la falta de compradores. Los vendedores están rematando existencias, reduciendo ganancias y rentabilidad y muchos tendrán que cerrar. El valor de las exportaciones de América Latina se reducirá en un 14 por ciento pero los productos manufacturados que importa resistirán mejor la caída de precios; es una alteración de los precios que definitivamente no conviene a los exportadores de productos agrícolas y mineros, incluyendo por supuesto al petróleo.

México se verá menos afectado porque no somos exportadores sino importadores agropecuarios. La exportación de petróleo baja mucho pero la de manufacturas no tanto y en total lo que vendemos bajará de precio en 4.1 por ciento y lo que compramos en un 1.0 por ciento. Salimos perdiendo, lo suficiente para multiplicar por seis el déficit comercial del 2014 y acentuar la necesidad de financiarnos con capitales externos. Justo en el mal momento en que existe la amenaza de que los Estados Unidos eleve sus tasas de interés y se provoque una salida de capitales volátiles.

Si la coyuntura no es buena el problema de fondo es más grave y preocupante; el abaratamiento se origina en una demanda mundial deprimida y esto genera un desequilibrio cada vez mayor entre la producción existente y potencial (es decir la oferta) y una demanda que se debilita sobre todo por el deterioro salarial y del empleo.

El libre mercado tiende a equilibrar oferta y demanda mediante la destrucción de la oferta y no mediante la elevación de la demanda. Pero lo que necesitamos para vivir con dignidad y en una sana convivencia social es precisamente lo contrario: elevar la demanda para inducir un mejor aprovechamiento del enorme potencial productivo que se ha desarrollado en las últimas décadas y mucho del cual se encuentra subutilizado.

Elevar la demanda requiere, como lo recomienda la Organización Internacional del Trabajo, subir de manera substancial la porción de la riqueza que se distribuye en forma de salarios y servicios públicos de excelencia en salud, educación, cuidado infantil e infraestructura urbana (agua realmente potable, transporte y demás).

Todo esto es posible pero no lo hace el mercado porque lo que conviene a cada empresa, para competir y sobrevivir pagar los menores salarios e impuestos posibles. Así que equilibrar lo oferta y la demanda por la vía de subir la demanda, solo es posible como decisión colectiva, obligatoria para todos.

Si se hace a nivel mundial, bueno. Pero si no, entonces hay que hacerlo país por país. Elevar la demanda de la población en México requiere que esa capacidad de compra no se escape para beneficiar a otros. Solo podemos elevar los salarios e impuestos a las grandes riquezas no productivas de manera unilateral si al mismo tiempo protegemos la producción y el mercado internos.

No es una propuesta descabellada. Los hechos empujan hacia allá.

El periodo exitoso de la globalización se caracterizó por el acelerado crecimiento del comercio internacional. Los sectores globalizados de cada país, las grandes empresas que más rápidamente crecían, se enfocaron en producir para el mercado mundial, es decir para la exportación. Durante décadas el comercio internacional creció a un ritmo que duplicaba el crecimiento de la producción mundial.

Eso ya se acabó, 2015 será el tercer año en el que el crecimiento del comercio internacional estará por debajo del crecimiento del producto mundial. Eso significa que las exportaciones ya no son las que “jalan” el crecimiento de las economías.

Las causas son varias: haber llegado a los límites del endeudamiento en muchos países; la misma caída de precios de productos primarios (agrícolas y minerales) que limita que los países en desarrollo compren.

Pero entre las causas que resaltan nuevas tendencias se encuentra el hecho de que China ha instrumentado una exitosa estrategia de substitución de importaciones. Sigue una política de integración de sus cadenas productivas que le permite reducir el componente importado tanto de su consumo interno como el de sus exportaciones. Profundiza su modelo de globalización unilateral: vende cada vez más pero procura comprar cada vez menos; y lo que compra son materias primas, no productos procesados.
México se precia de seguir siendo un país atractivo al capital externo y abierto, cada vez más, al comercio mundial. Esto es precisamente lo que puede convertirse en nuestro talón de Aquiles en condiciones de sobreproducción mundial. Podemos hacernos más consumidores de importaciones malbaratadas que destruirán empresas internas al mismo tiempo que nuestras exportaciones deterioran su valor. Una situación que ya ha venido sucediendo, pero falta lo peor.

El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, declaró que la economía norteamericana no crecerá lo suficiente para “jalar” a nuestras exportaciones y empleo. Por ahí no va la posibilidad de crecer. El sector globalizado del país ya no crecerá al ritmo de los últimos años, y cuando lo hizo no benefició a la mayoría de los mexicanos.

Ha llegado el momento de plantearnos en serio la posibilidad de crecer hacia adentro, hacia un mercado interno en fortalecimiento acelerado. Hay que dejar atrás el espejismo de la globalización, sin darle la espalda. Lo que significa priorizar el crecimiento de la producción para nosotros mismos.

Esto podría hacerse de inmediato; sobran recursos y capacidades solo que están subutilizados. Una nueva configuración del mercado podría reconectar el crecimiento de los salarios y de los servicios públicos con una pronta reactivación de capacidades.

Es posible que en este mismo sexenio este país entre en crisis; dejemos que sea una crisis del sector globalizado solamente para, al mismo tiempo aprovecharla como oportunidad para reintegrar un mercado interno con producción y demanda vigorosas. .

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