En la madre patria
Jorge Faljo
Al parecer Grecia ha conseguido el día de hoy, en la fecha límite, la aprobación de una mayoría holgada de sus acreedores al plan de canje de sus bonos de deuda. Los nuevos títulos de deuda tendrán un valor nominal de la mitad de los anteriores, lo que se traduce en fuertes pérdidas para los acreedores que, no obstante, comprendieron que la alternativa era peor. Este acuerdo abre la puerta al desembolso del rescate financiero acordado con el resto de Europa. El rescate posibilitará el pago de vencimientos inmediatos y sumado al plan de austeridad y a la deuda reducida significa que el país podrá recomponer sus finanzas y seguir, durante años, pagando su deuda.
El arreglo, con sus bemoles, de la situación griega hace que ahora el foco de atención se vuelva hacia la siguiente ficha de dominó que podría tambalearse.
España, por boca de su nuevo presidente de gobierno, Mariano Rajoy, acaba de anunciar al resto de Europa que no cumplirá el compromiso previo de reducir su déficit público a un 4.4 por ciento para el 2012 y 3 por ciento para el 2013. En lugar de ello calcula un déficit de 5.6 por ciento para el 2012 y lo justifica señalando que en el 2011 el déficit fue de 8.5 por ciento y no de seis como se pensaba antes.
De cualquier manera esa reducción del déficit implica una fuerte reducción del gasto público central y un creciente jaloneo con los gobiernos regionales para que también reduzcan de manera substancial su déficit. Parte del problema es que la mayor parte del gasto público de los gobiernos regionales es para servicios de salud, educación y protección social. En todo caso la reducción del gasto público es dolorosa en ambos niveles.
A nivel federal el gobierno español reducirá su gasto en inversión en 40 por ciento y las regiones se plantean el cobro parcial de servicios públicos hasta ahora gratuitos como salud y medicinas. También se habla de elevar los costos de la educación pública de nivel superior, establecer el pago de costos judiciales, cuotas por circular en carreteras, nuevos impuestos a las herencias, flexibilizar el mercado laboral reduciendo la capacidad de negociación de los trabajadores, congelar la contratación de funcionarios públicos, vender propiedades y empresas públicas a nivel central y de las regiones.
Medidas orientadas a solucionar lo que se ve como un mero problema financiero. Hay que cobrarle más a la población y gastar menos. Mientras tanto seguramente la dirigencia política española seguramente se repite a sí misma “no pienses en el elefante”. Es decir no pienses en lo obvio, en la posibilidad de tocar las ganancias de las grandes finanzas.
Lo que parecían derechos adquiridos a la salud, la educación y al bienestar en general se muestran ahora como dependientes de las capacidades financieras del estado y de la voluntad de los prestamistas. La economía española ha entrado en lo que podría ser una espiral negativa de crecimiento e ingresos de la población. No hay dinero para comprar y el aparato productivo se paraliza.
A manera de indicador de la gravedad de la situación podemos considerar la situación de la venta de viviendas. Esta se desplomó en un 29.3 por ciento del 2010 al 2012. Pero la tendencia preexistente y que habrá de continuar es mucho más importante. En el 2006 se vendieron alrededor de un millón de viviendas; en el 2011 tan solo 347 mil; un descenso de 63.6 por ciento.
Lo que verdaderamente desconcierta es que hoy en día España ha paralizado las dos terceras partes de sus capacidades de construcción de viviendas y con ello multitud de otras capacidades productivas asociadas: pisos, herrería, tuberías, alfombras, electrodomésticos y más, más, más.
En febrero pasado 112 mil personas perdieron sus puestos de trabajo. Calcula el gobierno español que en el 2012 un total de 630 mil personas sufrirán esta situación. No es un asunto menor en un país donde 5 millones 273 mil personas con capacidades y deseos de trabajar no encuentran empleo. Hablamos del 24.3 por ciento de la población activa y del mayor nivel de desempleo de Europa. Con excepción de Grecia.
La actual organización de la economía, es decir del poder económico y político, para que los prestamistas puedan recuperar sus capitales y obtener ganancias será necesario seguir arrojando a los trabajadores al desempleo, paralizando la producción y empobreciendo a todos. Es la consecuencia inevitable de un esquema en que por un lado hay abundancia de producción y por otro escasez de ingresos de los trabajadores y del gobierno.
Hay tanto en las vitrinas y tan poco en los bolsillos que los prestamistas se ofrecieron a prestarles a todos, redondeando así su estrategia de ganancias. Al prestar el gobierno y los trabajadores compran y así ganan las grandes empresas globalizadas; cuando ya no están dispuestos a prestar más no hay capacidad de compra y se destruyen las pequeñas y medianas empresas de la competencia y de los países periféricos. Y España es, respecto a Alemania y los países prestamistas, un país periférico.
Cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar. Los grandes capitales financieros entraron a España prestando a diestra y siniestra, hasta que llegaron al límite de la capacidad de endeudamiento de los españoles. Un límite que tiene que ver con los salarios insuficientes y la baja recaudación de su gobierno. El caso es que prestando ganaron de dos maneras; ganancias de la gran producción central (en este caso de Alemania) y ganancias financieras. Ahora exprimirán al máximo al pueblo español… y al griego, portugués, irlandés, británico y otros.
Los capitales que ya no se colocan en Europa ahora vagan por el resto del planeta buscando repetir el negocio. Ya entran a México y al abaratar el dólar nos crean una ilusión de bonanza. Se ha abaratado el dólar, importamos más y ganan sus empresas, y obtienen una buena ganancia financiera. De nueva cuenta el “doble ponch”. No nos consideremos afortunados; la senda de Grecia, España, Irlanda, Portugal y otros, es la misma en la que estamos, solo que un poco más atrás.
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