Política Industrial Europea
Jorge Faljo
Una
carta abierta titulada “Una Nueva Política Industrial para Europa” aborda, con
argumentos sencillos pero contundentes, la necesidad de dar a la industria un
papel fundamental en el crecimiento económico del viejo continente.
Lo
importante del documento es que fue firmado por los ministros europeos
responsables del tema en cinco países. Estos “amigos de la industrialización”,
como se les ha bautizado, son el ministro español de industria, el portugués de
economía y empleo, el italiano de desarrollo económico, el francés de
renovación industrial y el alemán de economía y tecnología.
Voy
a transcribir lo esencial de la carta en los siguientes tres párrafos:
“Nos
encontramos en un momento decisivo para Europa. Los patrones de crecimiento y
competitividad están cambiando dramáticamente en todo el mundo. Las economías
emergentes se vuelven actores claves cambiando la estructura de producción
global y modificando la distribución del poder económico.
“Esta
situación plantea retos y oportunidades para adaptarse a los cambios del
mercado. Infortunadamente Europa, limitada por la crisis financiera, no está
reaccionando con la rapidez adecuada. A pesar de nuestra diversidad, los
resultados de conjunto señalan un sector industrial estancado, lo que limita
nuestra habilidad para retomar un desarrollo sostenido. Aunque Europa sigue
siendo un gran poder industrial se han perdido tres millones de empleos
industriales desde el 2008 y la producción del sector se encuentra 10 por
ciento debajo del nivel previo a la crisis.
“Necesitamos
un modelo de crecimiento fuerte y diversificado en el que la industria juegue
un papel clave como generadora de empleos, campo de inversión, de innovación y de
capital humano. Una base industrial fuerte, renovada y moderna permitirá que
sea la economía real la tenga el liderazgo de la recuperación de Europa.”
La
preocupación de estos ministros tiene razón de ser; la pérdida de millones de
empleos y la caída absoluta de la producción son impactantes. Han cerrado decenas
de miles de líneas de producción que eran parte sustantiva de un gran número de
empresas. En otros casos el cierre de la planta es total e incluso se llega a
la desaparición de la empresa. Una destrucción que en una perspectiva diferente
a la neoliberal es no solo absurda sino carente de ética.
En
los años noventa el pensamiento europeo, sobre todo el patronal, promovía la
salida de la producción industrial hacia el tercer mundo con la idea de conservar
únicamente la investigación y su aplicación al diseño de nuevos productos. Se
decía entonces que esa tendencia era parte del paso a una sociedad
pos-industrial. Un grave error que ahora se intenta revertir.
Los
ministros apoyan el reciente comunicado de la Comisión Europea (el más alto
órgano ejecutivo del continente) sobre política industrial donde propone
medidas para que el componente industrial del Producto Interno Bruto se eleve del
actual 16 por ciento al 20 por ciento para el 2020. Lo cual implica que la
producción industrial deberá ser el sector de crecimiento más acelerado en el
conjunto de la economía.
En
lo esencial la estrategia se orienta a elevar la competitividad. Más allá de esa
plataforma básica se hacen evidentes las diferencias. Por ejemplo Francia y
otros países señalan que la producción europea debe cumplir con regulaciones
estrictas que limitan la emisión de carbono y otros contaminantes y que por lo
tanto es injusto que deba competir con países que no tienen reglas similares
(como China). Propone limitar las importaciones de países altamente
contaminadores, lo que sería una buena estrategia defensiva de su industria. Pero
Alemania, un exportador neto, se opone a medidas de regulación del mercado
(“proteccionistas” dicen), por temor a represalias comerciales contra sus
exportaciones.
Las
organizaciones de trabajadores y los partidos de izquierda dan un apoyo crítico
a la propuesta. Están de acuerdo con la prioridad al crecimiento industrial,
pero consideran que las medidas para instrumentarlo son insuficientes. Para
ellos la actual política de austeridad es incompatible con el relanzamiento
industrial y quieren mejores medidas de alivio social y empleo sobre todo
cuando las nuevas tecnologías desplazan a las anteriores, líneas de producción
y trabajadores incluidos.
Algunos
representantes sindicales demandan acuerdos para el intercambio comercial
“simétrico” entre países europeos y con otras regiones. Pero de nueva cuenta lo
que conviene para la defensa de los países deficitarios va en contra de los
intereses de los exportadores netos. Y lo que conviene a la pequeña y mediana
empresa no es lo que desea la gran empresa.
No
creo que la vía de la competitividad sea la salida. En la perspectiva de cada
empresa eso en estos momentos significa producir más pero despidiendo
trabajadores y reduciendo salarios. Producir más creando menos demanda es bueno
para cada empresa individual pero agrava el problema del conjunto económico y
social.
Mal
que bien Europa redefine a la industria como una vertiente esencial para su
crecimiento económico y discute abiertamente las medidas para impulsarla. Es
difícil porque se trata de un muégano de 27 países.
Sería más fácil en México. Pero aquí seguimos
pensando que lo mejor es no tener política industrial.