El G-20 y el estancamiento global
Jorge Faljo
La semana pasada se llevó a cabo, en Moscú, una nueva reunión del G-20. Son eventos que reúnen a los ministros de finanzas y gobernadores de los bancos centrales de los países industrializados y también de las principales economías en desarrollo. Estos países concentran el 80 por ciento de la producción y el comercio y dos terceras partes de la población mundial. Incluye a la Unión Europea (que es en realidad un conjunto de países) y a México.
El encuentro estuvo marcado por el deterioro de la economía mundial. La zona euro presentó el año pasado una caída del producto de un 0.6 por ciento; lo que en la práctica significa el cierre de centenares de empresas y el despido de decenas de miles de trabajadores. Por su parte la producción industrial norteamericana continúa por debajo de su nivel del 2007, con tendencia a la desaceleración y con una importante subutilización de capacidad instalada. Japón entró también en franca recesión con una caída de 0.9 por ciento en el último cuatrimestre del 2012.
A la preocupación por la economía se suma crecientemente la de tipo social. Guy Ryder, director general de la Organización Internacional del Trabajo advirtió que los niveles de desempleo amenazan la estabilidad social de la zona euro y que “es necesario actuar antes de que este descontento que se está gestando degenere en episodios de tensión y sublevación que tendrán repercusiones en toda la región.” Para la OIT la crisis ha destruido, en los últimos cinco años, 28 millones de empleos y el planeta se encuentra en un nivel record de 202 millones de desempleados.
Fue Mark Carney, gobernador del banco central de Canadá, quien puso el dedo en la llaga cuando señaló que el riesgo global es de insuficiente demanda.
Este es el punto. Las empresas quiebran, la producción se paraliza, la economía retrocede, se pierden empleos y la población se empobrece. Y el problema es absurdo: sobra producción pero la gente no tiene dinero para comprar la abundancia disponible. Un problema que se agrava en la medida en que cada empresa para sobrevivir despide trabajadores, reduce salarios y prestaciones y por otra parte los gobiernos elevan impuestos al consumo y a las clases medias, no a los sectores que acumulan la riqueza.
Hemos entrado a una tenebrosa espiral negativa que solo puede ser revertida mediante la creación masiva de demanda que ponga en funcionamiento las capacidades ya disponibles (talleres, maquinaria, equipos, trabajadores capacitados).
Pero el G-20 se maneja en otra sintonía. La reunión se caracterizó por el temor a las devaluaciones competitivas por medio de las cuales algunos países podrían adquirir mayor competitividad. El temor tiene bases en la medida en que prevalece la vieja idea neoliberal de que la receta para el crecimiento se basa en conquistar mercados externos, en exportar. Al mismo tiempo se desprecia el consumo interno de la población, el fortalecimiento de los salarios y las transferencias de ingresos por la vía fiscal en favor de los de menos ingresos.
Exportar no es la salida. Comerciar es bueno; pero se cierran las posibilidades de crecer sobre la base de un fuerte superávit comercial porque los mercados del planeta ya han sido conquistados. Todo se ha globalizado. Ahora si Japón devalúa para incrementar sus exportaciones (un fuerte temor de esta cumbre) lo que hace es desplazar a los productores de Alemania, Europa, China o los Estados Unidos de su posición en África o América Latina. Así que cada uno vigila que otro no le gane en competitividad cambiaria.
Los miembros del G-20 acordaron no promover devaluaciones competitivas y se plantearon como estrategia central avanzar por la vía del incremento de las inversiones productivas para incrementar la productividad.
Pero bien mirada esta tampoco es solución de fondo. Tal vez les sirva hasta cierto punto a los países con tecnologías de punta para expandir sus exportaciones de manera aceptable. De este modo pueden conquistar mercados periféricos desplazando a las empresas y trabajadores locales. Podrán exportar su crisis, empeorando las de los demás.
Ya es hora de cambiar de paradigma. Cada país debe generar internamente la suficiente demanda que le permita poner a funcionar de manera eficiente a su propio aparato productivo. Sin embargo esto requiere regular su comercio externo de tal manera que el incremento de la demanda no se fugue a la compra de importaciones. Es decir que debemos avanzar hacia intercambios comerciales equilibrados, equitativos, que eviten la destrucción de las capacidades productivas de los países en desarrollo y que permitan avanzar a los que beneficien a su población mientras se estancan los que no lo hagan.
Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
domingo, 24 de febrero de 2013
domingo, 17 de febrero de 2013
Indigencia en México, Argentina y Ecuador
Indigencia en México, Argentina y Ecuador
Faljoritmo
Jorge Faljo
Me parece de gran interés comparar la evolución de la indigencia y el crecimiento económico en tres países, sobre todo porque han instrumentado estrategias muy diferente en lo que va del presente siglo. México, mi país, dominado por los intereses del capital financiero se ha distinguido por una estrategia neoliberal; Argentina y Ecuador por su enfrentamiento a las recomendaciones ortodoxas de las grandes instituciones financieras internacionales.
Aprovecho dos estudios recientes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –CEPAL- para comparar los resultados obtenidos. Se trata del “Panorama Social de América Latina” y del “Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe”, ambos publicados a finales de 2012 y disponibles en internet.
Los estudios de la CEPAL nos proporcionan la mejor visión de conjunto de la evolución económica y social de la región. Que gusto da saber que esta institución de las Naciones Unidas es dirigida por una brillante mexicana.
Si bien los estudios son de una gran riqueza en información aquí solo expondré datos muy seleccionados. Adelanto que lo importante no es el dato estático sino la evolución a lo largo de varios años. Eso, más allá de un resultado coyuntural es lo que permite observar el impacto de las distintas estrategias de política económica y social.
En septiembre del 2000, México y otros 190 países miembros de las Naciones Unidas acordaron concentrar esfuerzos en la lucha contra la pobreza, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo y otros. El eje de este esfuerzo habría de ser la reducción de la población en pobreza extrema.
Para la CEPAL la indigencia o pobreza extrema se refiere al grupo de la población que no dispone de los recursos que le permitan satisfacer al menos sus necesidades básicas de alimentación. Y es sobre este sector social que me parece interesante una comparación internacional.
Entre 2004 y 2011 Argentina redujo su población en condiciones de indigencia de 14.9 a 1.9 por ciento. De 2002 al 2011 Ecuador la redujo casi a la mitad, de 19.4 a 10.1 por ciento y México la incrementó de 12.6 a 13.3 por ciento. En este último periodo América Latina redujo su promedio de indigencia de 19.3 a 11.5 por ciento.
México marcha claramente a contracorriente del conjunto de América Latina y destaca como el mayor fracaso en materia de reducción de la indigencia. No es un resultado coyuntural, ni el reflejo de una catástrofe particular, como lo sería una sequía, un huracán o algo así. Es la consecuencia de una estrategia económica y social que a diferencia de otros países, de hecho de todo el continente, sume a una importante porción de su población en el extremo inhumano del hambre crónica.
Un factor relevante que podemos asociar a esta incapacidad mexicana para reducir la indigencia es el de su ritmo de crecimiento. Aquí también las comparaciones son brutales.
En los ocho años que van del 2004 al 2011 Argentina tuvo un crecimiento del producto per cápita del 67 por ciento; Ecuador de un 29 por ciento; América Latina de 27 por ciento en promedio. De nuevo llama la atención México con un crecimiento per cápita de tan solo 11 por ciento en ocho años. Asociado al deterioro salarial de la gran mayoría.
No es mala suerte; ha sido, simplemente, mal gobierno. Mala comprensión del funcionamiento de la economía, sumisión a la ortodoxia neoliberal y predominio de los intereses fácticos.
Añado, como un elemento que debe hacernos reflexionar un dato más. En el lapso de alto crecimiento argentino, de 2004 a 2010, redujo su deuda externa en un 69 por ciento; Ecuador la redujo en un 60 por ciento. México la incrementó levemente a pesar de grandes ingresos petroleros, remesas de trabajadores, dólares de procedencia ilícita y la venta de lo mejor de su aparato productivo (bancos, siderurgia, cerveceras y más). Argentina y Ecuador tienen problemas para abastecerse de dólares, aceleran el pago de su deuda histórica y así crecen y elevan el bienestar de su población.
Todo parece indicar que contar con dólares en abundancia es en realidad un obstáculo al crecimiento económico y un factor de riesgo creciente. Podríamos crecer mucho más rápidamente y mejorar nuestro bienestar empleando mejor nuestros propios recursos, protegiendo a nuestros productores y no destruyéndolos.
Faljoritmo
Jorge Faljo
Me parece de gran interés comparar la evolución de la indigencia y el crecimiento económico en tres países, sobre todo porque han instrumentado estrategias muy diferente en lo que va del presente siglo. México, mi país, dominado por los intereses del capital financiero se ha distinguido por una estrategia neoliberal; Argentina y Ecuador por su enfrentamiento a las recomendaciones ortodoxas de las grandes instituciones financieras internacionales.
Aprovecho dos estudios recientes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –CEPAL- para comparar los resultados obtenidos. Se trata del “Panorama Social de América Latina” y del “Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe”, ambos publicados a finales de 2012 y disponibles en internet.
Los estudios de la CEPAL nos proporcionan la mejor visión de conjunto de la evolución económica y social de la región. Que gusto da saber que esta institución de las Naciones Unidas es dirigida por una brillante mexicana.
Si bien los estudios son de una gran riqueza en información aquí solo expondré datos muy seleccionados. Adelanto que lo importante no es el dato estático sino la evolución a lo largo de varios años. Eso, más allá de un resultado coyuntural es lo que permite observar el impacto de las distintas estrategias de política económica y social.
En septiembre del 2000, México y otros 190 países miembros de las Naciones Unidas acordaron concentrar esfuerzos en la lucha contra la pobreza, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo y otros. El eje de este esfuerzo habría de ser la reducción de la población en pobreza extrema.
Para la CEPAL la indigencia o pobreza extrema se refiere al grupo de la población que no dispone de los recursos que le permitan satisfacer al menos sus necesidades básicas de alimentación. Y es sobre este sector social que me parece interesante una comparación internacional.
Entre 2004 y 2011 Argentina redujo su población en condiciones de indigencia de 14.9 a 1.9 por ciento. De 2002 al 2011 Ecuador la redujo casi a la mitad, de 19.4 a 10.1 por ciento y México la incrementó de 12.6 a 13.3 por ciento. En este último periodo América Latina redujo su promedio de indigencia de 19.3 a 11.5 por ciento.
México marcha claramente a contracorriente del conjunto de América Latina y destaca como el mayor fracaso en materia de reducción de la indigencia. No es un resultado coyuntural, ni el reflejo de una catástrofe particular, como lo sería una sequía, un huracán o algo así. Es la consecuencia de una estrategia económica y social que a diferencia de otros países, de hecho de todo el continente, sume a una importante porción de su población en el extremo inhumano del hambre crónica.
Un factor relevante que podemos asociar a esta incapacidad mexicana para reducir la indigencia es el de su ritmo de crecimiento. Aquí también las comparaciones son brutales.
En los ocho años que van del 2004 al 2011 Argentina tuvo un crecimiento del producto per cápita del 67 por ciento; Ecuador de un 29 por ciento; América Latina de 27 por ciento en promedio. De nuevo llama la atención México con un crecimiento per cápita de tan solo 11 por ciento en ocho años. Asociado al deterioro salarial de la gran mayoría.
No es mala suerte; ha sido, simplemente, mal gobierno. Mala comprensión del funcionamiento de la economía, sumisión a la ortodoxia neoliberal y predominio de los intereses fácticos.
Añado, como un elemento que debe hacernos reflexionar un dato más. En el lapso de alto crecimiento argentino, de 2004 a 2010, redujo su deuda externa en un 69 por ciento; Ecuador la redujo en un 60 por ciento. México la incrementó levemente a pesar de grandes ingresos petroleros, remesas de trabajadores, dólares de procedencia ilícita y la venta de lo mejor de su aparato productivo (bancos, siderurgia, cerveceras y más). Argentina y Ecuador tienen problemas para abastecerse de dólares, aceleran el pago de su deuda histórica y así crecen y elevan el bienestar de su población.
Todo parece indicar que contar con dólares en abundancia es en realidad un obstáculo al crecimiento económico y un factor de riesgo creciente. Podríamos crecer mucho más rápidamente y mejorar nuestro bienestar empleando mejor nuestros propios recursos, protegiendo a nuestros productores y no destruyéndolos.
miércoles, 13 de febrero de 2013
Crisis: El Diagnóstico Francés
Crisis: El Diagnóstico Francés
Jorge Faljo
La crisis sigue su marcha en todo el planeta destruyendo producción y empleos, reduciendo los niveles de consumo y empobreciendo a las mayorías. Lo hace en México y en Francia, en todo el mundo, y el problema es, en el fondo, el mismo en todos lados. Aquí debemos dejar de pensar que somos una especie de isla distinta a los demás. Tenemos, por el contrario una de las economías más abiertas, más globalizadas del planeta. Así que nos conviene seguirle la pista a la evolución del pensamiento de los demás para aprenderles algo.
En la última semana se ha acentuado en Francia la discusión de fondo sobre su economía. Para empezar se llegó a una cifra simbólica: se rebasó a principios de este año el cierre de más de mil industrias desde el inicio del año de crisis de 2009. Con ello se perdieron más de 120 mil puestos de trabajo industriales.
Es un proceso que se acelera: en 2012 hubo un 42 por ciento más de cierres y pérdida de empleo industrial que en el año anterior. Se trata de un problema generalizado y no de unos cuantos sectores. Se destruyen fábricas lo mismo siderúrgicas y automovilísticas, que de productos farmacéuticos, muebles, gráficas y agroalimentarias.
Los problemas de fondo son dos; por una parte la reducción de la demanda originada en el mayor desempleo, la pérdida de poder adquisitivo (se pagan más impuestos, se reducen servicios públicos) y la mayor precaución de los consumidores inquietos por sus propios empleos e ingresos futuros.
Por otro lado también se señala que Francia lleva diez años de déficits comerciales. Es decir que compra en el exterior bastante más de lo que vende. Parte del problema es que muchas de sus ventas se orientan a la misma Europa, donde el consumo se encuentra estancado. Ejemplo: hace seis años tenía un superávit de 9 mil millones de euros con España, ahora tiene un déficit de 1.7 mil millones. Y es que los españoles se han empobrecido notablemente y le compran mucho menos.
Así que la respuesta para Francia es encontrar otros mercados. Exportar hacia otros continentes. Lo que se encuentra en gran medida determinado por el valor de su moneda. Cuando menos así lo ha dicho su más alto dirigente.
De manera sorpresiva François Hollande, el presidente de Francia, aprovechó su reciente discurso ante el parlamento europeo para señalar que un euro caro está obstaculizando la salida de la crisis del continente y va en contra de los esfuerzos por elevar la competitividad de la producción europea y exportar. Para él “los gobiernos de la zona euro deben darse un objetivo de paridad cambiaria de mediano plazo que nos parezca más compatible con el estado de nuestra economía real”.
De este modo se inclina por una intervención concertada que le dé a Europa competitividad cambiaria y con ello se enfrenta directamente a la posición alemana. El gobierno francés representa en esta confrontación los intereses del aparato productivo y el empleo.
Alemania es una gran potencia exportadora sustentada en un modelo de contención salarial y altas ganancias traducidas en empréstitos a las periferias (te presto para que me compres). De ninguna manera quiere entrar a lo que más critica a los otros (por ejemplo a Brasil): el manejo de la paridad para lograr competitividad. Eso podría desatar lo que acaba de predecir Soros en la reunión de Davos: guerras cambiarias.
Les Echos, el principal periódico de economía y finanzas de Francia publicó la opinión de un analista que dice que “todo el mundo manipula el valor de su moneda, con excepción de la zona euro con sus veinte millones de desempleados. Es necesario hacer del euro un instrumento al servicio de nuestras economías y nuestros empleos.”
Todo el mundo maneja su paridad; pero mientras otros países buscan tener una moneda competitiva aquí en México la encarecemos y perdemos competitividad, producción y empleos. ¿Cuándo nos vamos a ocupar de la economía real?
Jorge Faljo
La crisis sigue su marcha en todo el planeta destruyendo producción y empleos, reduciendo los niveles de consumo y empobreciendo a las mayorías. Lo hace en México y en Francia, en todo el mundo, y el problema es, en el fondo, el mismo en todos lados. Aquí debemos dejar de pensar que somos una especie de isla distinta a los demás. Tenemos, por el contrario una de las economías más abiertas, más globalizadas del planeta. Así que nos conviene seguirle la pista a la evolución del pensamiento de los demás para aprenderles algo.
En la última semana se ha acentuado en Francia la discusión de fondo sobre su economía. Para empezar se llegó a una cifra simbólica: se rebasó a principios de este año el cierre de más de mil industrias desde el inicio del año de crisis de 2009. Con ello se perdieron más de 120 mil puestos de trabajo industriales.
Es un proceso que se acelera: en 2012 hubo un 42 por ciento más de cierres y pérdida de empleo industrial que en el año anterior. Se trata de un problema generalizado y no de unos cuantos sectores. Se destruyen fábricas lo mismo siderúrgicas y automovilísticas, que de productos farmacéuticos, muebles, gráficas y agroalimentarias.
Los problemas de fondo son dos; por una parte la reducción de la demanda originada en el mayor desempleo, la pérdida de poder adquisitivo (se pagan más impuestos, se reducen servicios públicos) y la mayor precaución de los consumidores inquietos por sus propios empleos e ingresos futuros.
Por otro lado también se señala que Francia lleva diez años de déficits comerciales. Es decir que compra en el exterior bastante más de lo que vende. Parte del problema es que muchas de sus ventas se orientan a la misma Europa, donde el consumo se encuentra estancado. Ejemplo: hace seis años tenía un superávit de 9 mil millones de euros con España, ahora tiene un déficit de 1.7 mil millones. Y es que los españoles se han empobrecido notablemente y le compran mucho menos.
Así que la respuesta para Francia es encontrar otros mercados. Exportar hacia otros continentes. Lo que se encuentra en gran medida determinado por el valor de su moneda. Cuando menos así lo ha dicho su más alto dirigente.
De manera sorpresiva François Hollande, el presidente de Francia, aprovechó su reciente discurso ante el parlamento europeo para señalar que un euro caro está obstaculizando la salida de la crisis del continente y va en contra de los esfuerzos por elevar la competitividad de la producción europea y exportar. Para él “los gobiernos de la zona euro deben darse un objetivo de paridad cambiaria de mediano plazo que nos parezca más compatible con el estado de nuestra economía real”.
De este modo se inclina por una intervención concertada que le dé a Europa competitividad cambiaria y con ello se enfrenta directamente a la posición alemana. El gobierno francés representa en esta confrontación los intereses del aparato productivo y el empleo.
Alemania es una gran potencia exportadora sustentada en un modelo de contención salarial y altas ganancias traducidas en empréstitos a las periferias (te presto para que me compres). De ninguna manera quiere entrar a lo que más critica a los otros (por ejemplo a Brasil): el manejo de la paridad para lograr competitividad. Eso podría desatar lo que acaba de predecir Soros en la reunión de Davos: guerras cambiarias.
Les Echos, el principal periódico de economía y finanzas de Francia publicó la opinión de un analista que dice que “todo el mundo manipula el valor de su moneda, con excepción de la zona euro con sus veinte millones de desempleados. Es necesario hacer del euro un instrumento al servicio de nuestras economías y nuestros empleos.”
Todo el mundo maneja su paridad; pero mientras otros países buscan tener una moneda competitiva aquí en México la encarecemos y perdemos competitividad, producción y empleos. ¿Cuándo nos vamos a ocupar de la economía real?
jueves, 7 de febrero de 2013
Tarjeta roja para Argentina
Tarjeta roja para Argentina
Jorge Faljo
El pasado viernes el Fondo Monetario Internacional –FMI-, emitió, por primera vez en su historia, una “moción de censura” en contra de Argentina, a la que emplazó a reformar sus estadísticas. Se trata, en la perspectiva del organismo internacional, de incrementar la fiabilidad de sus datos sobre inflación y Producción. Se hace así efectiva la amenaza de hace unos meses hecha por la señora Christian Lagarde, la directora gerente del FMI, de sacarle una “tarjeta roja” a ese país.
Estamos ante otro escalón de un fuerte agarrón entre las dos doñas. Recordemos (para eso tenemos al internet) que el 25 de septiembre de 2012 la señora Cristina Fernández, presidente de la República Argentina, le respondió nada menos que ante la asamblea general de las Naciones Unidas en Nueva York.
Sus palabras fueron fuertes. Fernández le dijo a Lagarde que esto no era un partido de futbol sino la crisis económica y política más grave desde los años treinta. Que su país era una nación soberana que no se sometería a presiones. Al seguir a Lagarde en su comparación del futbol con la política señaló que el papel de presidente de la FIFA ha sido bastante más satisfactorio organizando torneos de futbol que el de los directores del FMI organizando la economía mundial.
Dijo también que no ha escuchado ninguna autocritica del FMI en relación a las estadísticas de España, Grecia, Italia, Irlanda y Portugal que les permitieron emitir bonos sin ningún tipo de control y sobreendeudarse. Preguntó porqué se controlan a unos y a otros no.
Si esto fuera “comic book” (cuento de monitos decíamos en mi infancia) los dos últimos dos párrafos habrían incluido recuadros que dijeran “pácatelas”, “puff”, “bum” y “zape”. La disputa entre Argentina y el FMI se remonta al 2007, tomó vuelo en el 2012 y este primero de Febrero de 2013 se agravó con la moción de censura. En septiembre próximo podría llegarse a una “declaración de descalificación” que suspendiera el derecho de Argentina a votar en el organismo y al acceso a sus créditos. Sin embargo puesto que Argentina no le debe al FMI y no sigue sus recomendaciones el impacto sería muy limitado.
Confieso que este problema me parecía absurdo. ¿Pelearse por estadísticas en los más altos foros del planeta? Hasta que… me cayó el veinte.
Resulta que el tema no es banal. Las estadísticas de inflación tocan algo de la mayor importancia: el valor del dinero y el modelo económico de un país. Sabemos que Argentina sigue una estrategia contraria a la que recomienda el neoliberalismo. Eso le permitió muy altas tasas de crecimiento desde el 2003 (exceptuando al 2009). De acuerdo a la CIA (la agencia norteamericana) en el 2010 creció en 7.5 por ciento y en 2011 un 8.9 por ciento. Pero en 2012 tuvo un bajo crecimiento, parecido al mexicano, debido a la crisis mundial que ha hecho caer sus exportaciones industriales.
El modelo argentino privilegia la ganancia productiva y castiga al capital financiero al grado de pagarle una tasa de interés negativa. Comparemos. La tasa interbancaria norteamericana es de 0.25 por ciento que, con una inflación baja se ubica en una tasa de interés real cercana a cero. México con una tasa de 4.5 por ciento paga una tasa de interés positiva, incluso generosa en términos internacionales. Argentina tiene una tasa de 9 por ciento y “dice” que su inflación fue de 10.8 por ciento en 2012; lo que daría una tasa de interés ligeramente negativa.
Pero si lo que dice el FMI es cierto y su nivel de inflación se encuentra entre el 20 y el 25 por ciento anual entonces resulta que a la deuda financiera le está pagando muy por abajo de la tasa de inflación. Y eso si calienta… al FMI. Una inflación disimulada indicaría dos cosas; una, que el gobierno emite mucha moneda para financiarse a tasas de interés real negativas. Recordemos que allá el gobierno tiene acceso al crédito y a las reservas del Banco Central (lo que en México está prohibido). La otra es que las empresas están elevando sus precios.
La crítica del FMI internacional no es por meras estadísticas. Ataca al corazón de una política anti neoliberal desarrollista, de alta intervención estatal en la macroeconomía, de reindustrialización y crecimiento acelerado. Su nivel de inflación con baja tasa de interés, castiga al capital financiero y le ha permitido al gobierno salir de su alto endeudamiento para encabezar la dinámica económica.
Digamos que Argentina sigue una vía que en el pasado dio buen resultado, incluso en México, y que podríamos llamar de capitalismo productivo. El FMI la ataca desde la perspectiva del modelo económico globalizado caracterizado por el privilegio total a la ganancia financiera.
lunes, 4 de febrero de 2013
Davos
Davos
Jorge Faljo
Davos es una
tranquila población de once mil habitantes ubicada en un pequeño valle de los
Alpes suizos. Ha saltado a la fama mundial debido a que cada año es el
escenario del Foro Económico Mundial. Un momento y lugar donde se encuentra la
elite, la verdadera crema y nata de los líderes financieros, empresariales y políticos
del planeta. Ahí pueden dialogar y establecer las bases de acuerdos que habrán
de incidir fuertemente en el rumbo del planeta. Porque lo que es control,
control, este se les escapa cada vez más de las manos.
El Foro lo organiza
una empresa privada pero cuenta con apoyo gubernamental. Unos cuatro mil
agentes suizos se encargan de la seguridad. No es nada barato ir al evento. La
entrada cuesta unos 20 mil dólares y aparte está el viaje, alojamiento, comidas
y ropa de invierno. Todo a precios de magnate.
La reunión de este
año se caracterizó por su “optimismo cauto”. Optimismo porque los temores de
desmembramiento de la Unión Europea, de catástrofe financiera o movimientos
sociales fuera de control, no se tradujeron en hechos. Cauto porque los
problemas de fondo no se han resuelto.
Christine Lagarde,
directora gerente del Fondo Monetario Internacional y uno de los focos de
atracción dijo que la presión a corto plazo ha disminuido pero persiste a largo
plazo. Enfatizó la necesidad de incrementar la regulación del sistema
financiero y lamentó que esa prioridad este siendo
abandonada debido a un respiro que puede ser momentáneo. También dijo que hay
el riesgo de que se incremente la desigualdad y eso afecte el crecimiento y al
conjunto social.
Monti, presidente de Italia habló de distribuir los impactos
negativos para aliviar el sentimiento de injusticia social. También hubo voces,
como la del presidente de la mayor compañía británica que de plano dijo que era
totalmente inevitable una nueva crisis.
La perspectiva
financiera es sombría. Muchos deben haber estado pensando en la situación de
Chipre, en quiebra financiera, necesitado de un rescate y apretando el cinturón
de su población con bajas salariales e incremento de impuestos. Es decir que
sigue el mismo caminito de Grecia y otros más. Seguro que lo que más les duele
es que el rescate tendrá que incluir recortes de deuda; es decir pérdidas para
los inversionistas financieros. Pero eso sí, hay que evitar que se salga de la
Unión Europea porque eso desataría la gran crisis.
Pero lo que nos importa
a los de a pie es la economía real: producción, empleo, ingresos y bienestar de
las mayorías. Aquí la situación es mala con vistas a empeorar.
El problema es que no
hay demanda y sobran capacidades productivas. La enorme acumulación de riqueza
en el uno por ciento de la población ha despojado a la mayoría de poder de
compra. Mientras hubo crédito a las clases medias, a los gobiernos y empresas
la cosa funcionó. Había consumo así fuera de prestado.
Pero ya se agotó la
capacidad de endeudamiento de los distintos niveles de gobierno y de las clases
medias de los países centrales. Ahora el gran capital tiene dificultades
crecientes para poder cobrar y anda en busca de a quien prestarle. Con la
condición, claro está, de que parezca que más adelante podrá pagar.
Así que el problema
tiene dos caras que se correlacionan. Por un lado quienes pueden y aceptan
endeudarse más y por otro lado quienes pueden consumir la enorme producción
central que ya no consumen los que se están amarrando el cinturón. De hecho
todas las clases medias centrales en vías de empobrecimiento.
Por eso Ángela
Merkel, la canciller alemana, advirtió severamente en contra de manipulaciones
cambiarias e incluso mencionó a Japón acusándolo de excesiva creación de dinero
para abaratar el yen. Es que Japón en vez de aceptar capital externo ha
decidido incrementar la emisión de su propia moneda. Medida que se traduce en
abundancia de yenes que se abaratan y eso lleva a su población a consumir mayor
producto nacional en vez de importado. También hace más competitiva a su
industria que puede vender más barato en el exterior y competir con Alemania.
Soros, el magnate
financiero (con unos 20 mil millones de dólares de fortuna personal) dijo que
estamos a la puerta de una guerra de devaluaciones en busca de competitividad.
Todo indica que se
aproxima otra oleada de destrucción de aparato productivo que recaerá sobre
todo en los países que reciben grandes volúmenes de capital financiero externo
y aprecian su moneda. Para ellos se abaratan las importaciones y se encarece la
producción interna llevando a sus empresas a la quiebra.
México es el primero
de esa lista.
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