viernes, 27 de septiembre de 2013

Inequidad y estancamiento en los Estados Unidos

Jorge Faljo

Las últimas estadísticas en Los Estados Unidos de Norte América muestran que la familia promedio de hoy en día gana menos que en 1989. Cierto que prácticamente todas redujeron su ingreso con la crisis hipotecaria. Pero para la mayoría el estancamiento venía desde antes y en la crisis del 2008 el ingreso del 99 por ciento de la población se redujo en un 11.6 por ciento.

Ahora lo que existe es una recuperación muy desigual. El uno por ciento más rico ha elevado sus ingresos en los últimos tres años en un 31.4 por ciento. El 99 por ciento restante en tan solo un 0.4 por ciento y mal distribuido. Los primeros se quedaron con el 95 por ciento de todo el aumento del ingreso; la gran mayoría, casi todos se repartieron las migajas sobrantes.

Esta tendencia es encabezada por un grupo aún más pequeño de la población: los 400 norteamericanos de mayor fortuna. Para pertenecer a este selecto club se requiere tener de mil trescientos millones de dólares para arriba. Bill Gates, el más rico de todos, cuenta con 72 mil millones. La suma de las fortunas de este grupo equivale al total de la producción anual de Rusia y es superior a la de Canadá.

Por vez primera en su historia el 10 por ciento más rico se queda con más de la mitad de todo el ingreso norteamericano. Lo que acerca a los Estados Unidos a los índices de inequidad de las economías subdesarrolladas. La inequidad por sí sola no sería tan grave si no fuera porque en este caso se asocia al empobrecimiento de buena parte de la población.

Hay dos razones principales para la mayor concentración del ingreso. Por un lado un mercado laboral en el que los trabajadores se encuentran desorganizados y no tienen capacidad de negociación. La “flexibilización” los empuja a aceptar menos salario, más horas de trabajo, un ritmo más acelerado en su quehacer y ausencia de seguridad. Las recientes crisis financieras de las grandes ciudades incluso ponen en riesgo sus sistemas de pensiones.

Por otro lado se encuentra una estrategia de salida de la crisis que consiste en crear, de la nada, enormes riquezas financieras a partir de la impresión de moneda. Decenas de miles de millones de dólares se inyectan a la economía cada mes con el argumento de que la abundancia de crédito impulsaría el consumo. Lo ha hecho en poca medida; pero ha elevado notablemente los precios de las acciones, valores y bienes financieros en general.

Es paradójico que precisamente la ausencia de una buena recuperación y creación de empleos sea el argumento para que el sistema de la reserva federal norteamericana siga emitiendo moneda.

Muy distinto sería si la creación de riqueza financiera se destinara directamente a los bolsillos de la población, de manera tal que pudieran consumir el enorme potencial de producción de sus empresas subutilizadas.

El enorme incremento de la riqueza nominal de la minoría es una fantasía que terminará costando mucho. Se está creando una burbuja de incremento de precios que no tiene relación con la fortaleza de la economía real.

No se entiende aún que la crisis hipotecaria marcó un cambio de fondo. El crecimiento económico de las últimas tres décadas se fincó en el endeudamiento de las familias y del gobierno. En 2008 explotó esa burbuja, muchos de los endeudados eran insolventes y no pudieron seguir pagando sus casas, autos, tarjetas y más. Con ello arrastraron a toda la economía a la recesión.

Ahora la concentración de la riqueza se manifiesta más improductiva que nunca. Los muy ricos no consumen más; no invierten en la producción porque no hay demanda y no pueden prestarle a una población y a un gobierno que se encuentran, ambos, al límite de su capacidad de pago.

La estrategia de creación de demanda crediticia se ha agotado y para crecer hay que crear demanda real, sólida y sustentable. Lo que significa pagar impuestos y salarios de manera que el consumo generado ponga en marcha la producción y el empleo.

Mientras no se haga este gran cambio seguirán en una economía gran cangrejo. Nosotros estamos en lo mismo, la economía cangrejito.

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