lunes, 28 de octubre de 2013

Desaceleramiento, recesión y prioridades

Jorge Faljo

Preocupan los datos relativos a la desaceleración, que ya pinta para recesión, de la economía mexicana. La recaudación del IVA entre enero y agosto, respecto del mismo periodo en el año anterior, se redujo en un 7.9 por ciento. Refleja una fuerte caída en el consumo mayoritario y nos señala el empobrecimiento de amplios sectores que ya se encontraban al borde de la supervivencia. Recordemos que estamos en un país donde la mayoría es pobre y millones pasan hambre.

Otras fuentes de información confirman la caída del consumo, aunque por razones metodológicas aparezcan diferencias. INEGI, encargado de las estadísticas oficiales señala una reducción de las ventas al menudeo de 2.2 por ciento en agosto. La Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales reporta una caída real de sus ventas de un 6.4 por ciento respecto del 2012; para Wal-Mart la baja fue de 7.8 por ciento.

Alarma en particular la caída de 4.5 por ciento en las ventas de alimentos, bebidas y tabaco; un rubro que usualmente es de los menos afectados incluso en situaciones recesivas. Ya que los últimos gastos que reduce la población son precisamente estos. Por otro lado en rubros más prescindibles como la venta de artículos de esparcimiento (digamos televisiones, por ejemplo) la caída fue de 7.6 por ciento.

Desde los sectores productivos y las organizaciones empresariales se corroboran estas señales y nos recuerdan que la baja del consumo se traduce en baja de la producción y del empleo de manera tal que se agrava la caída. Es decir que estamos entramos en una espiral negativa que golpea con múltiples rebotes las insuficiencias de consumo, producción y empleo.

Uno de los sectores más afectados es la producción de materiales de construcción donde las organizaciones empresariales hablan de una reducción de 25 a 30 por ciento en la venta de tabiques; de 30 a 40 por ciento en las de cemento y acero; de parálisis de la producción de las elaboradoras de concreto y de pérdidas de decenas de miles de empleos.

Lo cual sin duda se relaciona con las pésimas políticas de vivienda que han provocado que existan centenares de miles de viviendas no ocupadas y enormes problemas de infraestructura y calidad, asociados a corrupción, que se hicieron evidentes con las recientes lluvias torrenciales. Aun así lo que importa destacar es que las capacidades de producción existen y que con otras estrategias serían pudieran ser aprovechables.

Hay sectores importantes por su impacto en el empleo, la producción y el consumo en los que es difícil saber lo que ocurre. La industria textil, del vestido y confección es en buena parte informal y se constituye de un gran número de pequeños y micro talleres dispersos. Fuentes de información locales señalan el impacto negativo del cierre de centenares, tal vez miles, de estos talleres en varias zonas del país. Su impacto no se capta en las estadísticas oficiales; pero es muy real y afecta el empleo, la producción y el consumo de muchos mexicanos.

No cabría duda, en mi opinión, de que el problema fundamental del país es la caída del consumo mayoritario, la consecuente parálisis de capacidades productivas y de la ocupación. Urge romper el círculo vicioso que se empieza a configurar y que puede instalarse durante largo plazo.

Necesitamos, con urgencia, elevar las capacidades de compra de la población y que las empresas, sobre todo medianas y pequeñas (que son las mayores generadoras de empleo,) puedan vender. Lo anterior para levantar el consumo y la producción, haciendo uso de lo que ya tenemos; inactivo pero funcional.

Instrumentada en la magnitud necesaria la propuesta implica una seria modificación a la estrategia de modernización basada en importaciones, desnacionalización del aparato productivo, concesión de privilegios a unos cuantos y gobierno enano. Una política que anquilosa y empobrece al país.

Las capacidades de producción existentes son enormes y aprovecharlas nos puede permitir escapar del chantaje de los grandes capitales y su exigencia de privilegios. Se trata, en otras palabras, de reactivar la economía popular en lugar de denigrarla, con efectos inmediatos en empleo y bienestar.

Pero esto no será posible sin antes equilibrar las relaciones comerciales con el exterior y reconstruir un estado fuerte, a la altura de sus deberes constitucionales o, por lo menos, de un tamaño similar al de otras economías, sea que pensemos en América Latina o en los países de la OCDE.

No obstante lo más preocupante de la situación actual es la insuficiencia de atención a lo básico. Estamos más preocupados en las finanzas del gobierno que en la economía del país; más en preservar privilegios que en sostener el precario bienestar de la población; más en quedar bien con China que en reactivar nuestra industria.

Lo que urge es cambiar prioridades.

1 comentario:

  1. Estimado Sr. Faljo.
    Recibí su invitación y la atendí con diligencia.
    He leído sus últimos dos escritos y me permito comentar este último.
    Entiendo algunos de sus argumentos y los comparto, pero hay otros que me confunden.
    Por ejemplo, en el 4o párrafo comenta usted que el bajo consumo hace descender la producción y que ello trasciende a una caída del empleo, lo cual sugiere que el principio y origen del problema es el bajo consumo. A mi me parece que el bajo consumo es consecuencia de algo más elemental y anterior y probablemente si definimos como problema el bajo consumo, tendríamos que atacar sus causas para resolverlo.
    En el 6o párrafo usted comenta que "las capacidades de producción existen y con otras estrategias pudieran ser aprovechables." Por un lado, parece que eso ya había quedado entendido, que el problema no es incapacidad de producción sino baja productividad como respuesta a la caída en el consumo. Por otro lado no comenta usted esas "otras estrategias" que podrían revertir el problema. Estoy sinceramente curioso por conocer esas otras estrategias.
    En el 9o párrafo advierte usted la urgencia de incrementar la capacidad de gasto de la población, pero nuevamente nos deja con las ganas de saber cómo propone usted hacer eso. Supongo que tendrá algo en mente. En el 10 párrafo incluso apunta hacia la aplicación de es propuesta (para mí todavía críptica) en la magnitud necesaria, y entonces sugiere hacer algunos cambios en las estrategias que interpreto de la siguiente manera (honestamente no me queda muy claro si lo que está listado es lo que hay que hacer o es lo que no hay que hacer, pero comento bajo el segundo supuesto): 1) Dejar de importar, 2) Nacionalizar el aparato productivo, 3) Suspender privilegios y 4) Hacer crecer al gobierno (para que deje de ser enano, supongo).
    De verdad me pierdo en esta pequeña lista de sugerencias.
    Tres párrafos antes de terminar dice con mucha contundencia que hay que reactivar la economía popular. Eso suena bien, pero nuevamente me pregunto ¿cómo lo haría usted?
    En el penúltimo párrafo habla ahora de algo más macro. De "equilibrar las relaciones comerciales con el exterior". ¿en qué sentido están desequilibradas? Supongo que sugiere exportar más e importar menos, pero nuevamente no ataca las causas del supuesto desequilibrio. Luego es más claro al sugerir hacer crecer el gobierno o al menos aumentar su fuerza (supongo que está hablando de darle más recursos económicos, o sea, más dinero, o sea, más impuestos). Y, si esto es lo que sugiere, entonces ¿qué efecto tendría en la economía popular aumentar los impuestos?
    Y al final sale el As bajo la manga. Ahora resulta que el trato con China es un factor que genera pérdida de consumo de la población. Es posible que así sea, pero usted no me ha ayudado a entender cómo es así.
    Espero que no tome a mal mi interés en sus opiniones.
    Quedo a sus órdenes.
    Atentamente Polo Sánchez Cantú

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