Guerras cambiarias
Jorge Faljo
El departamento del tesoro norteamericano acaba de criticar severamente las políticas monetarias de tres países debido a que se orientan al debilitamiento, es decir al abaratamiento, de sus monedas. La critica lleva incluso al planteamiento de orientaciones alternativas en las estrategias económicas de China, Corea del Sur y Japón.
El reporte de diciembre pasado sobre tasas de cambio señala una encarecimiento relativo del renminbi, la moneda china, que se traduce en un menor superávit comercial; es decir en menores exportaciones y mayores compras. Lo que sin duda conviene a los Estados Unidos en sus propios esfuerzos por dinamizar su aparato productivo exportándole a China y limitando la competencia externa dentro de su mercado.
A pesar de ello el Tesoro norteamericano sostiene que el fortalecimiento de la moneda china sigue siendo insuficiente. Algunos cálculos oficiales norteamericanos sitúan el renminbi como un 25 por ciento más barato de lo que debería estar. Por otro lado las organizaciones industriales norteamericanas consideran esta subvaluación cercana al 40 por ciento.
La disputa entre estas dos potencias debido a la paridad cambiaria es bastante vieja. China ha ido fortaleciendo su moneda muy poco a poco pero continúa siendo el centro de un fuerte desequilibrio comercial mundial que, por cierto le resulta muy conveniente. Es claro que su papel como potencia exportadora, con un acelerado crecimiento industrial, fuerte creación de empleos, y rápida elevación de salarios se sustenta en lo barato, lo “débil” de su moneda. Es como competir otorgando un descuento de 40 por ciento en todo lo que vende.
La crítica norteamericana no se limita al gigante oriental. Se extiende a los esfuerzos de Japón y de Corea por impedir el encarecimiento de sus respectivas monedas. Desde la perspectiva norteamericana las tres monedas deben fortalecerse, hacerse más caras, para disminuir sus exportaciones y aumentar sus compras a los Estados Unidos. El reporte del Tesoro norteamericano los exhorta a incrementar su consumo interno y no sus exportaciones como eje de su futuro crecimiento.
En un planeta crecientemente ahogado por la sobreproducción invendible (por eso cierran las empresas y se deja de crear empleo), el gran tema es cuales economías lograrán preservar sus empresas y cuales las dejarán quebrar. Un factor decisivo es la relación cambiaria entre las distintas monedas; las monedas caras disminuyen la capacidad de exportación de un país y lo convierten en comprador de productos importados. Por lo contrario, se impulsa la producción, el empleo y el crecimiento internos de todo un país cuando este tiene una moneda barata.
Es muy claro el interés norteamericano. Presiona a los demás para que tengan monedas fuertes porque de esa manera consigue una debilidad relativa para su propia moneda. Cuando los demás, en este caso China, Japón y Corea, encarecen su producción los consumidores norteamericanos se orientan a comprar productos nacionales.
México se ve incluso más afectado que los Estados Unidos por la política China debido a que seguimos la política contraria. Nos empecinamos en una moneda “fuerte”, sobrevaluada, que dificulta enormemente a las empresas mexicanas el competir en el mercado internacional e incluso en el mercado interno.
Es difícil competir con monedas que podrían considerarse en situación de equilibrio; Pero realmente es imposible competir con una moneda subvaluada como la de China porque en este caso al encarecimiento de nuestra producción se suma el abaratamiento de la de ellos. Podría ejemplificarse de la siguiente manera: un producto que China vende con 25 por ciento de descuento (por lo menos) México lo vende con 25 por ciento de sobreprecio en función de las paridades de ambas monedas.
En estas condiciones no es sorprendente que nos veamos invadidos de productos chinos y que ellos generen empleo y eleven salarios mientras que nosotros no, ni en cuenta.
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