lunes, 4 de junio de 2012

La voz de las comunidades rurales


La Voz de las Comunidades Rurales
Jorge Faljo
La Coordinadora Nacional de los Consejos Comunitarios de Abasto, A.C., posiblemente la voz más autentica de las comunidades rurales de México, recién se ha manifestado, con gran profundidad analítica, para plantear la necesidad de cambiar la política rural y alimentaria del país.
Es una vasta organización ocupada en el intenso trabajo cotidiano y que rara vez aparece en los medios. Lo que contrasta con su enorme y profunda presencia en el campo. Hablo de las tiendas DICONSA para las que las comunidades aportan el local, el mobiliario, los servicios, el capital inicial y el trabajo. Para supervisar su buen funcionamiento eligen de manera democrática a los integrantes de 25 mil Comités Rurales de Abasto, uno por tienda; 273 Consejos Comunitarios de Abasto, uno por Almacén Rural y la Coordinadora mencionada. Todos son puestos honorarios, es decir, sin paga.
Esta gran organización decidió expresarse en este momento crítico con la voz de decenas de miles de comunidades y millones de campesinos.
A continuación presento lo fundamental de su mensaje.
El abasto rural debe permitir a todas las familias rurales el acceso a una alimentación suficiente, sana y de calidad. Evitemos caer en una modernidad basada en alimentos de apariencia atractiva pero de bajo valor nutricional y asociados a problemas de salud como la obesidad, la diabetes y deficiencias de proteínas y vitaminas. La red de abasto no está guiada por el interés unilateral de la ganancia, sino por valores como el bienestar de las familias y el desarrollo económico y social de las comunidades.
Con apoyo institucional numerosas tiendas incluyen ahora servicios de venta de leche LICONSA y medicamentos básicos, correo, telefonía rural, servicios bancarios básicos y el pago de transferencias a las beneficiarias de OPORTUNIDADES, entre otros.
Todo ello no ha bastado para avanzar hacia la seguridad alimentaria debido al retiro del Estado de las tareas de promoción del crédito, la creación de infraestructura y la transferencia tecnológica y capacitación. La política pública privilegió a los productores definidos como viables y, en paralelo, abandonó al resto de los productores en manos de un mercado dominado por las transnacionales y la intermediación local ineficiente. El resultado ha sido pobreza y emigración.
Entre los hechos que han recibido menos atención de esta estrategia, pero de indudable profundidad, se encuentra el carácter brutalmente agresivo a la integridad familiar y a las estructuras sociales comunitarias. Una nueva generación ha crecido emocional, e incluso materialmente, relegada por las familias y por las comunidades. Se resquebrajó así la transmisión intergeneracional de los valores tradicionales, sobre todo de trabajo duro y honestidad, de la población rural. Hoy pagamos con creces esta pérdida de valores en descomposición social y hasta con hechos de sangre e inseguridad.
Existe un nuevo contexto alimentario internacional de altos precios y bajas reservas. A ello contribuye el mejoramiento de la dieta, de granos a carne, de los habitantes de China e India; el cambio climático; los biocombustibles y la especulación financiera con alimentos.
Las políticas y tratados impulsados por la Organización Internacional del Comercio impiden la aplicación de estrategias adecuadas a cada país y a los pequeños y medianos productores. La pérdida de soberanía se asocia a la pérdida de autosuficiencia alimentaria.
El 60 por ciento de nuestras comunidades se encuentran en situación deficitaria, el 20 por ciento alcanzan cierto equilibrio y solo el resto son superavitarias. Para una  verdadera seguridad alimentaria y bienestar de la población más pobre no basta la disponibilidad en el mercado; solo ocurre con el fortalecimiento de las  capacidades productivas y al autoabasto comunitario.
Requerimos una estrategia de creciente autosuficiencia alimentaria en el plano nacional y en las comunidades. La alimentación y la nutrición son derechos fundamentales de los que dependen la vida y la salud. Estos derechos humanos requieren el establecimiento de políticas de estado.
Hay que abandonar visiones dogmáticas y, sobre todo, recuperar la soberanía nacional en la definición de políticas y programas de promoción de la producción. Habrá también que recuperar a los pequeños y medianos productores, a los campesinos, como actores centrales de una política de autosuficiencia, soberanía y seguridad alimentarías. Un cambio de la política agrícola, de comercio exterior y de comercialización interna generaría un importante impacto productivo positivo en tan solo un par de ciclos agrícolas.
Las comunidades rurales y sus regiones tienen organización, experiencia y voluntad para la renegociación de las políticas a convenir con el campo. Se trata de fortalecer nuestras capacidades para responsabilizarnos del fortalecimiento de la autosuficiencia y la seguridad alimentaría de los mexicanos, a contrapelo de las tendencias del mercado mundial y el deterioro rural de las últimas tres décadas.  Para ello hay que empezar con el reconocimiento del valor social que, además del económico, representa la producción del campo.
El Programa de Abasto Rural se encuentra bien posicionado para crecer como instrumento de una nueva política agropecuaria y de fortalecimiento del mercado interno, a la que se sume una estrategia de política industrial orientada a la reindustrialización nacional. El campo y la industria potenciarán su crecimiento en una estrategia que los contemple conjuntamente.
La situación alimentaria mundial, el cierre de la alta migración hacia los Estados Unidos, la necesidad de fortalecer el mercado interno y, sobre todo, el derrumbe de los dogmas neoliberales, ubican al campo como un actor estratégico. Redefinir las nuevas funciones del campo mexicano no se puede hacer al margen de los campesinos, los productores y consumidores del campo. Sólo con una voluntad política incluyente y democrática, y con políticas de Estado concertadas con todos los actores del agro, habremos de reconstruirlo para bien de los habitantes del campo y para bien del país.
Hasta aquí he transcrito la posición de los Consejos Comunitarios de Abasto. Nos hacía falta la voz campesina en el nuevo y maravilloso coro que abre paso a la verdadera política, la que discute a fondo el destino nacional. Bienvenida la voz de las víctimas de la violencia; Bienvenida la voz de la juventud; Bienvenida la voz de los campesinos.




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