domingo, 9 de febrero de 2014

Voto de desconfianza

Faljoritmo

Jorge Faljo

El índice de Confianza del Consumidor se ubicó en enero de 2014 un 15.5 por ciento por abajo del nivel que tenía un año antes. Es un indicador oficial, generado por el INEGI, que presenta una caída persistente desde enero del 2013, al inicio de la actual administración. Además la baja se agudiza a partir de noviembre del año pasado y llega a su peor momento en enero de este año cuando en un solo mes se reduce en un 6.2 por ciento.

Lo llaman de confianza del consumidor porque de las cinco variables que lo integran la de mayor interés práctico son los planes de compra en los hogares. Concretamente se pregunta sobre las posibilidades actuales, comparadas con las de hace un año, de hacer compras de bienes duraderos (muebles, televisores, lavadoras y electrodomésticos). En este punto la baja es del 19.0 por ciento respecto a enero del 2013. Lo cual pone los pelos de punta al comercio.

El dato se confirma en otras fuentes. Waltmart reporta una caída de 3.8 por ciento en sus ventas en tiendas comparables, a pesar de que ha crecido su tajada del mercado. Es decir que a otros comercios les va peor.

Desde el sector empresarial distintas voces destacan la necesidad de reactivar el mercado interno. Todo un contrasentido porque mientras al comercio en su conjunto le interesa que los consumidores compren a cada empresa en particular le interesa pagar menos a sus empleados, despedir a otros y disminuir prestaciones y seguridad en el empleo. Aquí el enfrentamiento entre el interés general y el particular de los empresarios solo podría ser resuelto mediante la rectoría y liderazgo del gobierno para elevar los salarios de manera generalizada.

En mi opinión las variables más relevantes del Índice son las dos que muestran las peores caídas. Una es cómo se compara la situación económica del país hoy en día con la de hace doce meses; aquí la baja es de 20.3 por ciento. Otra es cómo se piensa que será la situación económica del país dentro de 12 meses, respecto a la situación actual; con una reducción de 19.3 por ciento.

Los resultados del Índice rebasan una mera percepción de consumidores para confrontarnos con lo que en el fondo es la tajante descalificación ciudadana del rumbo económico del país. Situación que creo que es entendida por nuestras elites que prontamente nos plantean soluciones (más de lo mismo), o nos piden paciencia (hasta que lleguen los supuestos efectos positivos de las reformas). Es decir que no saben qué hacer.

Salta al ruedo la subsecretaria de normatividad y competitividad de la Secretaría de Economía, Rocío Ruiz, para decir que el consumidor es errático, poco confiable. Lo importante, para ella, es que la inversión extranjera directa tendrá sus mejores años impulsada por las reformas estructurales. Es la misma señora que presume que la venta de la cervecería modelo y otras empresas superó la suma de 30 mil millones de dólares. Con ello alcanzó en un año el objetivo de todo un sexenio, y va por más. Pero, ¿acaso la venta del país crea empleos?

Otros se entusiasman con la actualización y ampliación del TLC por la vía del acuerdo transpacífico. Pero esos son acuerdos de elites en las que las grandes compañías de todos los países (aquí transnacionales y maquiladoras) se benefician a costa de la destrucción de las pequeñas y medianas empresas. Por ahí tampoco avanzará la creación de empleos y la recuperación de la dignidad laboral con ingresos adecuados y seguridad en el futuro.

A propósito de seguridad futura, resulta que los ahorros de los trabajadores en el Sistema de Ahorro para el Retiro tuvieron una caída “debido a la volatilidad de los mercados financieros”. Pocas cosas parecen más perversas que meter el ahorro de los trabajadores a la especulación financiera para el doble beneficio de los tiburones de las finanzas. Doble porque en lugar de que se empleen en desarrollo económico y social, y cuenten con la garantía del estado, el gobierno debe financiarse a altas tasas de interés. Pierden los trabajadores y el gobierno; ganan los intermediarios financieros.

Este pastel tiene dos cerezas. Por una parte la muy baja creación de empleo, en particular en el medio juvenil. Nuestros millones de “ninis” tienen cada vez menos posibilidades de empleo. En 2013, según el INEGI, se integraron al empleo formal 56.6 por ciento menos jóvenes que en el 2012.

La segunda cereza, tal vez ligada a la anterior, es que de acuerdo a un sondeo realizado por Banxico la inseguridad y situaciones como la de Michoacán han ascendido al primer lugar como factor limitante del desarrollo del país.

Aunque habría que preguntarse qué es primero, la gallina o el huevo. La inseguridad no se acabará sin empleo digno para todos. Y eso requiere un cambio fundamental de estrategia. Dejemos de competir con los que nos llevan enorme ventaja y de vender la casa para irla malpasando. Lo que hay que hacer es poner a producir a plena capacidad todos nuestros recursos y potencialidades; bastaría para ello darle plena prioridad a lo nuestro sobre lo extranjero.

Nuestras elites deben entender que el mensaje de desconfianza ciudadana va muy en serio y que son ellos los que tienen que cambiar.

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