Faljoritmo
Jorge Faljo
Año con año la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –CEPAL-, presenta un reporte llamado Panorama Social de América Latina en el que aborda el análisis de la evolución del bienestar en la región. Incluye datos de pobreza e indigencia y otros relativos al mercado laboral, salarios, educación, y las políticas y programas que inciden en los anteriores.
Su último reporte, de hace un par de semanas y con datos hasta el 2014, señala que en el último año de análisis persistieron los mismos niveles generales de pobreza e indigencia de la región que en el 2013. La pobreza alcanza al 28.2 por ciento de la población de América Latina, y la indigencia, que podemos traducir como población con hambre crónica, llega al 11.8 por ciento. Mantener los mismos porcentajes implicó un incremento absoluto de dos millones de personas en esa situación.
A pesar de que no se avanzó en la disminución regional de la pobreza y la indigencia hubo diferencias importantes entre países. Brasil, Colombia y Ecuador redujeron, en conjunto, el número de pobres en 5 millones; solo que en sentido contrario, Guatemala, México y Venezuela lo incrementaron en siete millones.
Entre 2010 y 2014 Brasil disminuyó su tasa de pobreza a un ritmo de -7.9 por ciento anual; en ese mismo periodo México la incrementó a un 2.9 por ciento. Otro indicador de la CEPAL señala que los que siguieron siendo pobres en Brasil tuvieron, a pesar de ello, cierta mejoría en sus condiciones de vida. No fue así en el caso de México.
Interesa en particular esta comparación porque México invitó al lanzamiento de su programa de lucha contra el hambre a Lula, expresidente de Brasil y la propaganda gubernamental dio a entender que estaba inspirado en el muy exitoso programa brasileño. Evidentemente no se supo copiar bien, o adaptar a nuestras circunstancias, porque el fracaso es evidente.
Otros países, además de Brasil, destacan en la reducción de su tasa de pobreza: Uruguay, Perú, Chile, Colombia y Bolivia. De hecho, la mayoría lo logró y las piedritas en el arroz son Venezuela, México y Honduras.
De acuerdo al estudio el factor principal que explica el incremento o disminución de la pobreza ha sido el comportamiento del mercado laboral y solo en segundo término los programas públicos redistributivos. El ingreso laboral promedio creció de forma relevante en Brasil, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay. No fue así en el caso de México en el que el principal factor de empobrecimiento fue la caída de la media de ingreso laboral.
Si adoptamos una visión de más largo plazo, que abarque la mayor parte de este siglo, podemos notar que, en general, las tendencias recientes no son coyunturales sino expresión de procesos de mayor continuidad. Entre los países que redujeron su población indigente se encuentran: Argentina que la disminuyó del 14.9 al 1.7 por ciento del 2004 al 2012; Brasil del 13.2 al 4.6 por ciento entre 2001 y 2014; Ecuador del 19.4 al 9.9 por ciento en las mismas fechas; Bolivia del 37.1 al 16.8 por ciento de 2002 al 2013.
Frente a los avances positivos de la mayor parte de América Latina, México destaca por el incremento de la indigencia del 12.6 al 16.3 por ciento entre 2002 y 2014. Aquí habría que añadir dos reflexiones que le añaden agua y tierra al lodazal. Una es que el comportamiento neoliberal de México ha sido, supuestamente, ejemplar y acorde a la ortodoxia, cargado de promesas de inminente beneficio colectivo. Pero las promesas no crean bienestar.
La segunda reflexión es que estas cifras se ven notablemente favorecidas por la emigración de unos seis millones de trabajadores mexicanos en ese periodo. Si se hubieran quedado en el país ellos y sus familias engrosarían las cifras de la pobreza y la indigencia.
De acuerdo al análisis de la CEPAL el motor principal para la superación de la pobreza es el trabajo. Es eje de la integración social y económica, y mecanismo fundamental de construcción de autonomía, identidad, dignidad personal y ampliación de la ciudadanía. Dicho en otras palabras, es factor de inclusión, equidad, democracia y gobernabilidad.
Sin embargo el trabajo no es respetado en México. Se le considera una simple mercancía cuyo precio es fijado por el mercado, aun cuando ese precio no alcance ni siquiera para la alimentación de una pequeña familia. Todo intento de organización de los trabajadores es visto como un serio peligro para la estrategia económica y, en consecuencia, para la estabilidad política.
Durante décadas se ha obstruido toda mejora laboral. El empobrecimiento se expande en el campo y la ciudad y nos revira en fracaso económico, desintegración social, ausencia de perspectivas para las mayorías, violencia y, en algunos espacios de la geografía nacional, en franca ingobernabilidad.
La superficialidad del mercado interno es hoy en día el principal obstáculo al incremento de la producción. No encontraremos la salida buscando riquezas bajo tierra; ni atrayendo capitales del exterior para crear una estructura exportadora. El mundo ha cambiado y esas opciones se cierran.
Es un problema de ingeniería de mercado. Hemos seguido la que no nos conviene cegados por una ilusión de modernidad importada. Con otros arreglos de mercado podríamos desatar el enorme potencial productivo existente, que es la verdadera riqueza no aprovechada de este país.
Ahora que los pueblos de Europa y Estados Unidos cuestionan de manera creciente el modelo global, es el momento de reconocer que el nuestro es de lo peorcito y debemos cambiar de rumbo.
Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
domingo, 27 de marzo de 2016
domingo, 20 de marzo de 2016
El dinero inútil
Faljoritmo
Jorge Faljo
Imagine que tiene y deposita 100 mil pesos en el banco para dentro de un año cobrar solo 99 mil 900 pesos, 100 menos de los que le dio a guardar. Puesto en otras palabras el banco le va a cobrar el 0.1 por ciento de interés por guardarle su dinero. Esto es lo que se llama una tasa de interés negativa. Y más vale que no rezongue porque posiblemente el banco de enfrente este cobrando 0.2 por ciento por guardarles dinero a los inversionistas.
Esto que parece una locura es la nueva tendencia que se extiende por toda la economía mundial.
El banco central norteamericano bajó sus tasas de interés de niveles superiores al 5 por ciento en el 2007 a niveles históricamente bajos, de solo 0.25 por ciento, desde el 2009. Durante años se pensó que estas eran tasas demasiado bajas y que en todo caso el límite inferior de la tasa de interés era cero; simple y sencillamente no se pensaba que pudiera bajar más que eso.
Sin embargo los bancos centrales de Dinamarca desde el 2012 y de Suiza desde el 2014 establecieron tasas negativas para algunos de los capitales que se resguardan en su banco central. Su objetivo era ahuyentar a los inversionistas, revertir el fortalecimiento de sus monedas y el consecuente encarecimiento de sus exportaciones. Al conseguir devaluar sus monedas conseguían hacer más competitiva su economía.
La semana pasada Noruega bajó su tasa de interés, sin entrar en terreno negativo, de 0.75 a 0.50 por ciento anual. Lo hizo con el propósito de seguir presionando a la baja el valor de su moneda que desde el 2013 ha logrado reducir en 20 por ciento en relación al euro. En general bajar tasas y devaluar es una medida que le permite a estos países sostener salarios internos más altos que en el resto de Europa sin perder competitividad.
Las tasas tienen que ver con el nivel de riesgo; se le presta caro al que podría ser un mal pagador y se cobra menos cuando el retorno se considera seguro. Y hoy en día son muchos los muy endeudados que se van convirtiendo en riesgos crecientes. Por ejemplo, los hogares de Noruega están endeudados a un 225 por ciento de sus ingresos anuales en promedio.
El caso es que en un mundo de crecientes incertidumbres los deudores más seguros son los gobiernos de los países industrializados. Hay muchos inversionistas que prefieren los bonos de deuda pública a invertir en el tercer mundo, tampoco quieren prestarles a los consumidores o invertir en verdaderas fábricas, producción y empleos.
En febrero de este año más de 7 billones (siete millones de millones) de dólares de bonos de deuda gubernamental de todo el mundo recibían tasas negativas de interés; nada menos que el 40 por ciento de la deuda gubernamental del planeta. Es decir que hay gobiernos que cobran por recibir préstamos.
En general la deuda de corto plazo tiene tasas más negativas que la de largo plazo. Por ejemplo, Alemania paga tasas positivas solo en los préstamos que recibe a más de ocho años. Francia paga tasas negativas en préstamos a cuatro años o menos y Suiza lo hace a 10 años o menos.
Pero no solo estos gobiernos pueden considerarse inversiones seguras. Algunas grandes empresas se endeudan a tasas negativas. Es el caso de la multinacional Nestlé que ofrece rendimientos de -0.29 por ciento anual en su endeudamiento a tres años. Si le prestan 100, tres años después devolverá 99.
A esta situación contribuyeron las políticas de creación de dinero de los grandes bancos centrales en Japón, Estados Unidos y Europa. No es sin embargo la causa principal. El problema es de oferta y demanda. Abundan los capitales generados por décadas de ganancias extraordinarias y escasean las oportunidades de inversión que garantice su rentabilidad.
Desde el 2014 se ha acentuado la caída de los precios de los energéticos, de todos los metales, de los alimentos y de numerosas manufacturas como calzado, vestido y más. El problema de fondo es la escasez de la demanda; es sencillamente la otra cara de la moneda de las grandes ganancias. Estas ocurrieron gracias a regatear los aumentos salariales a pesar de los grandes incrementos de productividad de las últimas décadas.
La baja demanda provoca caídas de precios. Lo absurdo es que sobra de todo porque la gente no tiene dinero para comprar. Y gran cantidad de empresas, las que no tienen tecnología de punta, quiebran. Es un contexto en el que no conviene invertir.
Prestar es un negocio arriesgado en el que se puede perder mucho; así que los grandes capitales prefieren perder poco prestando a clientes seguros. Lo importante es que no se ve una real solución en el camino y las tasas de interés van adentrándose cada vez más en terreno negativo. O sea que se podrá cobrar cada vez más por guardar tu dinero.
Hasta que desde el horizonte de las conmociones sociopolíticas se logre modificar un orden perverso en el que el empobrecimiento de las mayorías se traduce en la mayor abundancia de capitales inútiles de nuestra historia.
Jorge Faljo
Imagine que tiene y deposita 100 mil pesos en el banco para dentro de un año cobrar solo 99 mil 900 pesos, 100 menos de los que le dio a guardar. Puesto en otras palabras el banco le va a cobrar el 0.1 por ciento de interés por guardarle su dinero. Esto es lo que se llama una tasa de interés negativa. Y más vale que no rezongue porque posiblemente el banco de enfrente este cobrando 0.2 por ciento por guardarles dinero a los inversionistas.
Esto que parece una locura es la nueva tendencia que se extiende por toda la economía mundial.
El banco central norteamericano bajó sus tasas de interés de niveles superiores al 5 por ciento en el 2007 a niveles históricamente bajos, de solo 0.25 por ciento, desde el 2009. Durante años se pensó que estas eran tasas demasiado bajas y que en todo caso el límite inferior de la tasa de interés era cero; simple y sencillamente no se pensaba que pudiera bajar más que eso.
Sin embargo los bancos centrales de Dinamarca desde el 2012 y de Suiza desde el 2014 establecieron tasas negativas para algunos de los capitales que se resguardan en su banco central. Su objetivo era ahuyentar a los inversionistas, revertir el fortalecimiento de sus monedas y el consecuente encarecimiento de sus exportaciones. Al conseguir devaluar sus monedas conseguían hacer más competitiva su economía.
La semana pasada Noruega bajó su tasa de interés, sin entrar en terreno negativo, de 0.75 a 0.50 por ciento anual. Lo hizo con el propósito de seguir presionando a la baja el valor de su moneda que desde el 2013 ha logrado reducir en 20 por ciento en relación al euro. En general bajar tasas y devaluar es una medida que le permite a estos países sostener salarios internos más altos que en el resto de Europa sin perder competitividad.
Las tasas tienen que ver con el nivel de riesgo; se le presta caro al que podría ser un mal pagador y se cobra menos cuando el retorno se considera seguro. Y hoy en día son muchos los muy endeudados que se van convirtiendo en riesgos crecientes. Por ejemplo, los hogares de Noruega están endeudados a un 225 por ciento de sus ingresos anuales en promedio.
El caso es que en un mundo de crecientes incertidumbres los deudores más seguros son los gobiernos de los países industrializados. Hay muchos inversionistas que prefieren los bonos de deuda pública a invertir en el tercer mundo, tampoco quieren prestarles a los consumidores o invertir en verdaderas fábricas, producción y empleos.
En febrero de este año más de 7 billones (siete millones de millones) de dólares de bonos de deuda gubernamental de todo el mundo recibían tasas negativas de interés; nada menos que el 40 por ciento de la deuda gubernamental del planeta. Es decir que hay gobiernos que cobran por recibir préstamos.
En general la deuda de corto plazo tiene tasas más negativas que la de largo plazo. Por ejemplo, Alemania paga tasas positivas solo en los préstamos que recibe a más de ocho años. Francia paga tasas negativas en préstamos a cuatro años o menos y Suiza lo hace a 10 años o menos.
Pero no solo estos gobiernos pueden considerarse inversiones seguras. Algunas grandes empresas se endeudan a tasas negativas. Es el caso de la multinacional Nestlé que ofrece rendimientos de -0.29 por ciento anual en su endeudamiento a tres años. Si le prestan 100, tres años después devolverá 99.
A esta situación contribuyeron las políticas de creación de dinero de los grandes bancos centrales en Japón, Estados Unidos y Europa. No es sin embargo la causa principal. El problema es de oferta y demanda. Abundan los capitales generados por décadas de ganancias extraordinarias y escasean las oportunidades de inversión que garantice su rentabilidad.
Desde el 2014 se ha acentuado la caída de los precios de los energéticos, de todos los metales, de los alimentos y de numerosas manufacturas como calzado, vestido y más. El problema de fondo es la escasez de la demanda; es sencillamente la otra cara de la moneda de las grandes ganancias. Estas ocurrieron gracias a regatear los aumentos salariales a pesar de los grandes incrementos de productividad de las últimas décadas.
La baja demanda provoca caídas de precios. Lo absurdo es que sobra de todo porque la gente no tiene dinero para comprar. Y gran cantidad de empresas, las que no tienen tecnología de punta, quiebran. Es un contexto en el que no conviene invertir.
Prestar es un negocio arriesgado en el que se puede perder mucho; así que los grandes capitales prefieren perder poco prestando a clientes seguros. Lo importante es que no se ve una real solución en el camino y las tasas de interés van adentrándose cada vez más en terreno negativo. O sea que se podrá cobrar cada vez más por guardar tu dinero.
Hasta que desde el horizonte de las conmociones sociopolíticas se logre modificar un orden perverso en el que el empobrecimiento de las mayorías se traduce en la mayor abundancia de capitales inútiles de nuestra historia.
domingo, 13 de marzo de 2016
Los esqueletos de Trump
Jorge Faljo
Faljoritmo
Sí, Trump es un patán. Un ex secretario de estado norteamericano en un detallado análisis lo define como fascista. El presidente Peña Nieto lo comparó con Hitler y Mussolini. Noticia que dio la vuelta al mundo y solo en México los periódicos no la reprodujeron.
No obstante, más allá de las descalificaciones personales, para las que Trump se pone de pechito, importa entender por qué una parte importante de la sociedad norteamericana se ve bien representada en su discurso y en sus modales y se acerca a convertirlo en el candidato presidencial republicano. Esta posibilidad ha desatado el horror de incluso buena parte de los republicanos, el repudio de gran parte de la población norteamericana y empieza a crear temor aquí en México.
Un serio y reciente trabajo estadístico indica que existe una fuerte correlación entre los condados y ciudades donde ha triunfado Trump con… la muerte. Para ser más precisos, con el incremento de la mortalidad de la población blanca de entre 40 y 64 años, de clase media baja y pobre. Es una población, dice el estudio, a la que le ha ocurrido algo terriblemente malo en sus vidas.
Mientras la población negra e hispana ha visto mejoras relativas en sus niveles de vida, pues antes eran más pobres, muchos blancos se han empobrecido. Esto se refleja en las tasas de mortalidad por grupo racial.
De 1999 a 2013, el periodo que cubre el estudio, la población negra redujo su tasa de mortalidad en 215 por cada 100 mil personas al año; los llamados hispanos la redujeron en 64 personas. Pero los blancos incrementaron su mortalidad en 34 personas. Este grupo debe subdividirse en dos: los blancos con estudios universitarios también redujeron su mortalidad, en 54 personas al año. Pero los blancos sin estudios universitarios elevaron su mortalidad en 134 personas al año.
Se trata de un hecho sorprendente porque en todo el mundo, y en los Estados Unidos, la tendencia es a la reducción de la mortalidad. Así los blancos de más de 40 años que no llegaron a la universidad son una piedra en el arroz. En este sector confluyen la pérdida de empleos manufactureros, el deterioro salarial y el desempleo.
Es un grupo que en su infancia, antes de los años ochenta vivió y disfrutó el ascenso del nivel de vida de sus padres; en aquel entonces el famoso “sueño americano” era todavía alcanzable. Sin embargo sus propias aspiraciones han sido arrancadas de cuajo y llevan décadas, de mediados de los setenta a la fecha, en vías de empobrecimiento. Se ven rezagados respecto al resto de los blancos y ven con impotencia que mientras ellos se deterioran buena parte de los hispanos y negros los alcanzan y rebasan.
El incremento de la mortalidad de este grupo se origina en fuertes incrementos en el abuso de drogas, alcoholismo, enfermedades del hígado y suicidio. Se ven golpeados por el cierre de miles de empresas de manufactura, el deterioro de los servicios de su entorno y han llegado a una edad madura sin estar económicamente preparados para la vejez y el retiro.
La base dura del apoyo a Trump se localiza entre los blancos en vías de empobrecimiento y frustración de expectativas. Entre ellos resuena no solo la furia y los desplantes del candidato, sino su diagnóstico. En primer lugar que los grandes empresarios exportaron los empleos y ahora los Estados Unidos tienen un déficit comercial con México de 58.4 mil millones de dólares al año. Es mucho menor al que tienen con China, pero Trump considera que ambos son inaceptables. Por cierto que nuestro propio déficit con China es más o menos del mismo tamaño.
Lo segundo es que millones de inmigrantes, legales e ilegales, la mayoría mexicanos, le han deteriorado el mercado laboral a su mano de obra de baja calificación. Hay que señalar que los empresarios norteamericanos sobre todo agrícolas y del sector servicios prefieren a los mexicanos, sobre todo a los indocumentados porque son más explotables.
Alrededor de 15 millones de mexicanos se han visto forzados a emigrar. Son mano de obra joven, trabajadora, honesta y explotable. No cabe duda de que han contribuido, sin ser esa su intención, al empobrecimiento de alrededor de la tercera parte de la población norteamericana.
Trump avanza porque sacó del closet los esqueletos que evidencian el fracaso de la globalización en los Estados Unidos. Es el candidato más extremista en su manera de expresarlo y en sus propuestas: acabar con el déficit si es necesario mediante una guerra comercial; colocar una muralla en la frontera sur y expulsar a millones de inmigrantes indocumentados.
Al otro extremo del espectro político Sanders presume que siempre se opuso a los tratados de libre comercio y a que los trabajadores norteamericanos compitan con los trabajadores mexicanos y chinos que, dice, reciben salario esclavo. Clinton ha tenido que generar propuestas para que las empresas norteamericanas no saquen los empleos fuera del país y ahora se declara abiertamente en contra de la firma del TPP, el acuerdo transpacífico. De hecho está a la defensiva por haber apoyado al TLC, ahora vilipendiado.
Ya es claro que el debate electoral norteamericano declara social y políticamente inviable continuar con un modelo económico que genera enorme inequidad y empobrecimiento.
Al proponer cambiar su estrategia económica, abandonando el neoliberalismo extremo, los candidatos norteamericanos están también, sin proponérselo, preparando un golpe mortal a la cara mexicana del mismo modelo.
Nuestra estrategia ha sido la inutilización de las capacidades productivas históricas orientadas al abasto interno para substituirlas con importaciones y una manufactura de ensamble destinada a la exportación. Fue viable mediante la expulsión de millones de mexicanos. De ese modo se creó una importante fuente de financiamiento externo, las remesas de los trabajadores mexicanos en el exterior. La expulsión de la crema y nata de los trabajadores mexicanos y la entrada de ingresos a sus millones de familiares han sido contribuciones fundamentales a la gobernabilidad del país bajo un modelo depredador.
Hace unos días muy serios analistas resaltaban que México cuenta con reservas de gasolina para solo dos días y proponían crear reservas estratégicas, para bastantes más días, en caso de que gane Trump y nos quiera extorsionar. Es una señal de reconocimiento de la posibilidad de que ese güero siga adelante. Y de temor.
Sí tomamos en serio el argumento, habría que pensar en otros preparativos de similar importancia. Tales como medidas para el eventual regreso de varios millones de mexicanos; una estrategia de autosuficiencia alimentaria centrada en el fomento serio de la pequeña agricultura familiar; una política industrial centrada en la reactivación de la mediana, pequeña y micro industria. Lo que solo es posible si eliminamos el gigantesco déficit comercial con China. Es decir que habría que pensar en una estrategia espejo, que refleje la que se discute en Estados Unidos, adaptada a nuestras condiciones.
Eso por si gana Trump. O Sanders. O Clinton.
Faljoritmo
Sí, Trump es un patán. Un ex secretario de estado norteamericano en un detallado análisis lo define como fascista. El presidente Peña Nieto lo comparó con Hitler y Mussolini. Noticia que dio la vuelta al mundo y solo en México los periódicos no la reprodujeron.
No obstante, más allá de las descalificaciones personales, para las que Trump se pone de pechito, importa entender por qué una parte importante de la sociedad norteamericana se ve bien representada en su discurso y en sus modales y se acerca a convertirlo en el candidato presidencial republicano. Esta posibilidad ha desatado el horror de incluso buena parte de los republicanos, el repudio de gran parte de la población norteamericana y empieza a crear temor aquí en México.
Un serio y reciente trabajo estadístico indica que existe una fuerte correlación entre los condados y ciudades donde ha triunfado Trump con… la muerte. Para ser más precisos, con el incremento de la mortalidad de la población blanca de entre 40 y 64 años, de clase media baja y pobre. Es una población, dice el estudio, a la que le ha ocurrido algo terriblemente malo en sus vidas.
Mientras la población negra e hispana ha visto mejoras relativas en sus niveles de vida, pues antes eran más pobres, muchos blancos se han empobrecido. Esto se refleja en las tasas de mortalidad por grupo racial.
De 1999 a 2013, el periodo que cubre el estudio, la población negra redujo su tasa de mortalidad en 215 por cada 100 mil personas al año; los llamados hispanos la redujeron en 64 personas. Pero los blancos incrementaron su mortalidad en 34 personas. Este grupo debe subdividirse en dos: los blancos con estudios universitarios también redujeron su mortalidad, en 54 personas al año. Pero los blancos sin estudios universitarios elevaron su mortalidad en 134 personas al año.
Se trata de un hecho sorprendente porque en todo el mundo, y en los Estados Unidos, la tendencia es a la reducción de la mortalidad. Así los blancos de más de 40 años que no llegaron a la universidad son una piedra en el arroz. En este sector confluyen la pérdida de empleos manufactureros, el deterioro salarial y el desempleo.
Es un grupo que en su infancia, antes de los años ochenta vivió y disfrutó el ascenso del nivel de vida de sus padres; en aquel entonces el famoso “sueño americano” era todavía alcanzable. Sin embargo sus propias aspiraciones han sido arrancadas de cuajo y llevan décadas, de mediados de los setenta a la fecha, en vías de empobrecimiento. Se ven rezagados respecto al resto de los blancos y ven con impotencia que mientras ellos se deterioran buena parte de los hispanos y negros los alcanzan y rebasan.
El incremento de la mortalidad de este grupo se origina en fuertes incrementos en el abuso de drogas, alcoholismo, enfermedades del hígado y suicidio. Se ven golpeados por el cierre de miles de empresas de manufactura, el deterioro de los servicios de su entorno y han llegado a una edad madura sin estar económicamente preparados para la vejez y el retiro.
La base dura del apoyo a Trump se localiza entre los blancos en vías de empobrecimiento y frustración de expectativas. Entre ellos resuena no solo la furia y los desplantes del candidato, sino su diagnóstico. En primer lugar que los grandes empresarios exportaron los empleos y ahora los Estados Unidos tienen un déficit comercial con México de 58.4 mil millones de dólares al año. Es mucho menor al que tienen con China, pero Trump considera que ambos son inaceptables. Por cierto que nuestro propio déficit con China es más o menos del mismo tamaño.
Lo segundo es que millones de inmigrantes, legales e ilegales, la mayoría mexicanos, le han deteriorado el mercado laboral a su mano de obra de baja calificación. Hay que señalar que los empresarios norteamericanos sobre todo agrícolas y del sector servicios prefieren a los mexicanos, sobre todo a los indocumentados porque son más explotables.
Alrededor de 15 millones de mexicanos se han visto forzados a emigrar. Son mano de obra joven, trabajadora, honesta y explotable. No cabe duda de que han contribuido, sin ser esa su intención, al empobrecimiento de alrededor de la tercera parte de la población norteamericana.
Trump avanza porque sacó del closet los esqueletos que evidencian el fracaso de la globalización en los Estados Unidos. Es el candidato más extremista en su manera de expresarlo y en sus propuestas: acabar con el déficit si es necesario mediante una guerra comercial; colocar una muralla en la frontera sur y expulsar a millones de inmigrantes indocumentados.
Al otro extremo del espectro político Sanders presume que siempre se opuso a los tratados de libre comercio y a que los trabajadores norteamericanos compitan con los trabajadores mexicanos y chinos que, dice, reciben salario esclavo. Clinton ha tenido que generar propuestas para que las empresas norteamericanas no saquen los empleos fuera del país y ahora se declara abiertamente en contra de la firma del TPP, el acuerdo transpacífico. De hecho está a la defensiva por haber apoyado al TLC, ahora vilipendiado.
Ya es claro que el debate electoral norteamericano declara social y políticamente inviable continuar con un modelo económico que genera enorme inequidad y empobrecimiento.
Al proponer cambiar su estrategia económica, abandonando el neoliberalismo extremo, los candidatos norteamericanos están también, sin proponérselo, preparando un golpe mortal a la cara mexicana del mismo modelo.
Nuestra estrategia ha sido la inutilización de las capacidades productivas históricas orientadas al abasto interno para substituirlas con importaciones y una manufactura de ensamble destinada a la exportación. Fue viable mediante la expulsión de millones de mexicanos. De ese modo se creó una importante fuente de financiamiento externo, las remesas de los trabajadores mexicanos en el exterior. La expulsión de la crema y nata de los trabajadores mexicanos y la entrada de ingresos a sus millones de familiares han sido contribuciones fundamentales a la gobernabilidad del país bajo un modelo depredador.
Hace unos días muy serios analistas resaltaban que México cuenta con reservas de gasolina para solo dos días y proponían crear reservas estratégicas, para bastantes más días, en caso de que gane Trump y nos quiera extorsionar. Es una señal de reconocimiento de la posibilidad de que ese güero siga adelante. Y de temor.
Sí tomamos en serio el argumento, habría que pensar en otros preparativos de similar importancia. Tales como medidas para el eventual regreso de varios millones de mexicanos; una estrategia de autosuficiencia alimentaria centrada en el fomento serio de la pequeña agricultura familiar; una política industrial centrada en la reactivación de la mediana, pequeña y micro industria. Lo que solo es posible si eliminamos el gigantesco déficit comercial con China. Es decir que habría que pensar en una estrategia espejo, que refleje la que se discute en Estados Unidos, adaptada a nuestras condiciones.
Eso por si gana Trump. O Sanders. O Clinton.
domingo, 6 de marzo de 2016
Economía; optimismo cauto
Faljoritmo
Jorge Faljo
Banco de México acaba de presentar su informe trimestral que cierra el 2015 y las noticias no son buenas; ni para México ni para el mundo.
Destacan en el ámbito nacional los recortes a las previsiones de crecimiento económico y de creación de empleos formales esperados para el 2016, y el pronóstico de mayor déficit comercial y de la cuenta corriente. Ahora, tras un tercer ajuste a la baja, ubicó el posible rango de crecimiento de la economía nacional entre un 2 y un 3 por ciento; el que se encuentra dentro del ritmo histórico y desastroso que Videgaray prometía corregir y elevar al principio del sexenio.
El ajuste a únicamente entre 610 y 710 mil nuevos puestos de trabajo afiliados al IMSS, o sea 20 mil menos que lo anteriormente esperado, es irrelevante. Tanto las cifras anteriores como las nuevas muestran una grave insuficiencia para acomodar a los nuevos entrantes al mercado laboral y muestra la incapacidad de fondo para disminuir la enorme acumulación de trabajadores informales en condiciones precarias. No olvidemos que de acuerdo a datos oficiales el 42 por ciento de los trabajadores ocupados no ganan lo suficiente para comprar una canasta alimentaria básica.
Finalmente Banxico incrementó al doble su pronóstico de déficit comercial respecto de su anterior informe trimestral; de 6 a 12 mil millones de dólares en 2016. Al final de este año el déficit en cuenta corriente sería de 30 mil millones de dólares. Es decir que, como de costumbre, no vamos a vender lo suficiente para pagar lo que compramos; lo que augura la continuidad de la venta país, pagar con patrimonio y endeudamiento las importaciones.
Los ajustes obligados, que empeoran de manera recurrente las expectativas económicas y sociales, son parte inherente de la metodología adivinatoria que permite colocar el énfasis mediático en pronósticos optimistas que substituyen el análisis de fondo de lo que realmente ocurre.
Del lado del optimisto cauto, o tal vez no muy convencido, Banxico dice que, de implementarse adecuadamente, las reformas estructurales permitirían distinguir a la economía mexicana de otros países emergentes y consolidar un mayor ritmo de crecimiento en el mediano plazo. Con ello parece ubicarse en la idea de que la estrategia de atracción de inversión y financiamiento externos sigue siendo la vía de salida del país. Sin embargo las cifras del comportamiento de la inversión externa, que básicamente ha sido venta país, y del financiamiento muestran un serio debilitamiento del atractivo del país en el corto y largo plazo. Al mismo tiempo los costos de la estrategia se reflejan en el fuerte incremento del pago que debe hacerse por los intereses y la repatriación de ganancias de esos capitales en México.
El déficit en cuenta corriente de 30 mil millones de dólares, a pesar de los dólares que siguen enviando los paisanos en los Estados Unidos a sus familias, se origina sobre todo en el pago de renta al exterior que en 2014 fue de algo más de 34 mil millones de dólares y cabe suponer que se elevó en 2015 (no encuentro el dato para ese año en los informes de Banxico).
En este contexto el incremento del déficit comercial y de cuenta corriente manda señales de riesgo incrementado a los inversionistas que no harán sino elevar la volatilidad del tipo de cambio. Afirmación que se contrapone al fortalecimiento del peso que hemos visto en los últimos días. La pregunta obligada es si este fortalecimiento se origina en una visión distinta en el mercado cambiario, o si se debe a una venta discrecional de dólares sobre la que Banxico aún no está presentando información. Estrategia que ha tenido el efecto positivo de contener la estampida pero que difícilmente puede, y sería un error intentarlo, fortalecer el peso a contracorriente de los indicadores negativos de la economía real.
El informe señala la gran debilidad de la economía internacional. Lo que más nos afecta es la desaceleración del crecimiento de la economía norteamericana a solo un 1.0 por ciento en el cuarto trimestre del 2015. Su producción manufacturera, la que más impacto tiene en nuestras exportaciones, se redujo a tan solo un 0.1 por ciento anualizado.
Por su parte la actividad económica de la zona euro cerró el 2015 con un crecimiento del 1.1 por ciento anualizado y en Japón con una caída del 1.4 por ciento. China creció al 6.8 por ciento, lo que parece alto pero es su menor crecimiento desde el 2009. El comercio internacional se encuentra estancado y continúa la caída de los precios de las materias primas; lo que lleva a problemas económicos en la mayoría de las economías emergentes, como en Brasil, Rusia, Chile, Colombia y Perú.
Banxico concluye su informe con una recomendación atinada y que debiera tomarse muy en cuenta para una redefinición de la estrategia económica de México. Recalca, dice, la importancia de contar con fuentes de crecimiento internas, particularmente en un contexto de debilidad económica mundial y bajo volumen de comercio global.
Esto de las fuentes de crecimiento internas no puede referirse, creo, más que a una estrategia de reconexión activa entre la producción con el mercado interno para un fortalecimiento interconectado y paralelo de oferta y capacidad de demanda. Urge priorizar la economía real y dentro de esto fortalecer los ingresos de la mayoría como eje del incremento de la demanda y, por tanto, de la producción interna.
No podemos seguir centrando la perspectiva de crecimiento en inversiones altamente concentradas que no generan empleo e ingresos; hay que aprovechar la enorme y desdeñada riqueza en capacidades y recursos existentes mediante esquemas de administración del comercio externo y regulación del interno. Hay que substituir importaciones con producción interna, sobre todo en lo que atañe al consumo mayoritario que no demanda tecnologías de punta para elevar los niveles de bienestar.
Esta sería la mejor manera de prevenir la posibilidad de que en los Estados Unidos triunfen las propuestas de Trump de castigar nuestras exportaciones y de cerrar la puerta a los trabajadores mexicanos.
Jorge Faljo
Banco de México acaba de presentar su informe trimestral que cierra el 2015 y las noticias no son buenas; ni para México ni para el mundo.
Destacan en el ámbito nacional los recortes a las previsiones de crecimiento económico y de creación de empleos formales esperados para el 2016, y el pronóstico de mayor déficit comercial y de la cuenta corriente. Ahora, tras un tercer ajuste a la baja, ubicó el posible rango de crecimiento de la economía nacional entre un 2 y un 3 por ciento; el que se encuentra dentro del ritmo histórico y desastroso que Videgaray prometía corregir y elevar al principio del sexenio.
El ajuste a únicamente entre 610 y 710 mil nuevos puestos de trabajo afiliados al IMSS, o sea 20 mil menos que lo anteriormente esperado, es irrelevante. Tanto las cifras anteriores como las nuevas muestran una grave insuficiencia para acomodar a los nuevos entrantes al mercado laboral y muestra la incapacidad de fondo para disminuir la enorme acumulación de trabajadores informales en condiciones precarias. No olvidemos que de acuerdo a datos oficiales el 42 por ciento de los trabajadores ocupados no ganan lo suficiente para comprar una canasta alimentaria básica.
Finalmente Banxico incrementó al doble su pronóstico de déficit comercial respecto de su anterior informe trimestral; de 6 a 12 mil millones de dólares en 2016. Al final de este año el déficit en cuenta corriente sería de 30 mil millones de dólares. Es decir que, como de costumbre, no vamos a vender lo suficiente para pagar lo que compramos; lo que augura la continuidad de la venta país, pagar con patrimonio y endeudamiento las importaciones.
Los ajustes obligados, que empeoran de manera recurrente las expectativas económicas y sociales, son parte inherente de la metodología adivinatoria que permite colocar el énfasis mediático en pronósticos optimistas que substituyen el análisis de fondo de lo que realmente ocurre.
Del lado del optimisto cauto, o tal vez no muy convencido, Banxico dice que, de implementarse adecuadamente, las reformas estructurales permitirían distinguir a la economía mexicana de otros países emergentes y consolidar un mayor ritmo de crecimiento en el mediano plazo. Con ello parece ubicarse en la idea de que la estrategia de atracción de inversión y financiamiento externos sigue siendo la vía de salida del país. Sin embargo las cifras del comportamiento de la inversión externa, que básicamente ha sido venta país, y del financiamiento muestran un serio debilitamiento del atractivo del país en el corto y largo plazo. Al mismo tiempo los costos de la estrategia se reflejan en el fuerte incremento del pago que debe hacerse por los intereses y la repatriación de ganancias de esos capitales en México.
El déficit en cuenta corriente de 30 mil millones de dólares, a pesar de los dólares que siguen enviando los paisanos en los Estados Unidos a sus familias, se origina sobre todo en el pago de renta al exterior que en 2014 fue de algo más de 34 mil millones de dólares y cabe suponer que se elevó en 2015 (no encuentro el dato para ese año en los informes de Banxico).
En este contexto el incremento del déficit comercial y de cuenta corriente manda señales de riesgo incrementado a los inversionistas que no harán sino elevar la volatilidad del tipo de cambio. Afirmación que se contrapone al fortalecimiento del peso que hemos visto en los últimos días. La pregunta obligada es si este fortalecimiento se origina en una visión distinta en el mercado cambiario, o si se debe a una venta discrecional de dólares sobre la que Banxico aún no está presentando información. Estrategia que ha tenido el efecto positivo de contener la estampida pero que difícilmente puede, y sería un error intentarlo, fortalecer el peso a contracorriente de los indicadores negativos de la economía real.
El informe señala la gran debilidad de la economía internacional. Lo que más nos afecta es la desaceleración del crecimiento de la economía norteamericana a solo un 1.0 por ciento en el cuarto trimestre del 2015. Su producción manufacturera, la que más impacto tiene en nuestras exportaciones, se redujo a tan solo un 0.1 por ciento anualizado.
Por su parte la actividad económica de la zona euro cerró el 2015 con un crecimiento del 1.1 por ciento anualizado y en Japón con una caída del 1.4 por ciento. China creció al 6.8 por ciento, lo que parece alto pero es su menor crecimiento desde el 2009. El comercio internacional se encuentra estancado y continúa la caída de los precios de las materias primas; lo que lleva a problemas económicos en la mayoría de las economías emergentes, como en Brasil, Rusia, Chile, Colombia y Perú.
Banxico concluye su informe con una recomendación atinada y que debiera tomarse muy en cuenta para una redefinición de la estrategia económica de México. Recalca, dice, la importancia de contar con fuentes de crecimiento internas, particularmente en un contexto de debilidad económica mundial y bajo volumen de comercio global.
Esto de las fuentes de crecimiento internas no puede referirse, creo, más que a una estrategia de reconexión activa entre la producción con el mercado interno para un fortalecimiento interconectado y paralelo de oferta y capacidad de demanda. Urge priorizar la economía real y dentro de esto fortalecer los ingresos de la mayoría como eje del incremento de la demanda y, por tanto, de la producción interna.
No podemos seguir centrando la perspectiva de crecimiento en inversiones altamente concentradas que no generan empleo e ingresos; hay que aprovechar la enorme y desdeñada riqueza en capacidades y recursos existentes mediante esquemas de administración del comercio externo y regulación del interno. Hay que substituir importaciones con producción interna, sobre todo en lo que atañe al consumo mayoritario que no demanda tecnologías de punta para elevar los niveles de bienestar.
Esta sería la mejor manera de prevenir la posibilidad de que en los Estados Unidos triunfen las propuestas de Trump de castigar nuestras exportaciones y de cerrar la puerta a los trabajadores mexicanos.
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