domingo, 20 de marzo de 2016

El dinero inútil

Faljoritmo

Jorge Faljo


Imagine que tiene y deposita 100 mil pesos en el banco para dentro de un año cobrar solo 99 mil 900 pesos, 100 menos de los que le dio a guardar. Puesto en otras palabras el banco le va a cobrar el 0.1 por ciento de interés por guardarle su dinero. Esto es lo que se llama una tasa de interés negativa. Y más vale que no rezongue porque posiblemente el banco de enfrente este cobrando 0.2 por ciento por guardarles dinero a los inversionistas.

Esto que parece una locura es la nueva tendencia que se extiende por toda la economía mundial.

El banco central norteamericano bajó sus tasas de interés de niveles superiores al 5 por ciento en el 2007 a niveles históricamente bajos, de solo 0.25 por ciento, desde el 2009. Durante años se pensó que estas eran tasas demasiado bajas y que en todo caso el límite inferior de la tasa de interés era cero; simple y sencillamente no se pensaba que pudiera bajar más que eso.

Sin embargo los bancos centrales de Dinamarca desde el 2012 y de Suiza desde el 2014 establecieron tasas negativas para algunos de los capitales que se resguardan en su banco central. Su objetivo era ahuyentar a los inversionistas, revertir el fortalecimiento de sus monedas y el consecuente encarecimiento de sus exportaciones. Al conseguir devaluar sus monedas conseguían hacer más competitiva su economía.

La semana pasada Noruega bajó su tasa de interés, sin entrar en terreno negativo, de 0.75 a 0.50 por ciento anual. Lo hizo con el propósito de seguir presionando a la baja el valor de su moneda que desde el 2013 ha logrado reducir en 20 por ciento en relación al euro. En general bajar tasas y devaluar es una medida que le permite a estos países sostener salarios internos más altos que en el resto de Europa sin perder competitividad.

Las tasas tienen que ver con el nivel de riesgo; se le presta caro al que podría ser un mal pagador y se cobra menos cuando el retorno se considera seguro. Y hoy en día son muchos los muy endeudados que se van convirtiendo en riesgos crecientes. Por ejemplo, los hogares de Noruega están endeudados a un 225 por ciento de sus ingresos anuales en promedio.

El caso es que en un mundo de crecientes incertidumbres los deudores más seguros son los gobiernos de los países industrializados. Hay muchos inversionistas que prefieren los bonos de deuda pública a invertir en el tercer mundo, tampoco quieren prestarles a los consumidores o invertir en verdaderas fábricas, producción y empleos.

En febrero de este año más de 7 billones (siete millones de millones) de dólares de bonos de deuda gubernamental de todo el mundo recibían tasas negativas de interés; nada menos que el 40 por ciento de la deuda gubernamental del planeta. Es decir que hay gobiernos que cobran por recibir préstamos.

En general la deuda de corto plazo tiene tasas más negativas que la de largo plazo. Por ejemplo, Alemania paga tasas positivas solo en los préstamos que recibe a más de ocho años. Francia paga tasas negativas en préstamos a cuatro años o menos y Suiza lo hace a 10 años o menos.

Pero no solo estos gobiernos pueden considerarse inversiones seguras. Algunas grandes empresas se endeudan a tasas negativas. Es el caso de la multinacional Nestlé que ofrece rendimientos de -0.29 por ciento anual en su endeudamiento a tres años. Si le prestan 100, tres años después devolverá 99.

A esta situación contribuyeron las políticas de creación de dinero de los grandes bancos centrales en Japón, Estados Unidos y Europa. No es sin embargo la causa principal. El problema es de oferta y demanda. Abundan los capitales generados por décadas de ganancias extraordinarias y escasean las oportunidades de inversión que garantice su rentabilidad.

Desde el 2014 se ha acentuado la caída de los precios de los energéticos, de todos los metales, de los alimentos y de numerosas manufacturas como calzado, vestido y más. El problema de fondo es la escasez de la demanda; es sencillamente la otra cara de la moneda de las grandes ganancias. Estas ocurrieron gracias a regatear los aumentos salariales a pesar de los grandes incrementos de productividad de las últimas décadas.

La baja demanda provoca caídas de precios. Lo absurdo es que sobra de todo porque la gente no tiene dinero para comprar. Y gran cantidad de empresas, las que no tienen tecnología de punta, quiebran. Es un contexto en el que no conviene invertir.

Prestar es un negocio arriesgado en el que se puede perder mucho; así que los grandes capitales prefieren perder poco prestando a clientes seguros. Lo importante es que no se ve una real solución en el camino y las tasas de interés van adentrándose cada vez más en terreno negativo. O sea que se podrá cobrar cada vez más por guardar tu dinero.

Hasta que desde el horizonte de las conmociones sociopolíticas se logre modificar un orden perverso en el que el empobrecimiento de las mayorías se traduce en la mayor abundancia de capitales inútiles de nuestra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario