Jorge Faljo
Un pensamiento positivo por la mañana puede cambiar tu día. Ve el lado bueno de la vida. Fuera el desaliento, toma un buen café, lee tu horóscopo y aléjate de las malas vibras. Si lo haces, oirás cantar a los pajaritos.
Mensajes similares inundan el Whatsapp, el face y el pizarrón de anuncios de muchas oficinas. No faltan amigos que buscan inspiración, o tranquilidad, en esta línea de pensamiento y los respeto. Pero cuando este enfoque se revela como filosofía presidencial, y del mensaje a la nación, la cosa toma otro cariz.
Hasta hace unos días me inquietaba el posible contenido del Informe Presidencial. La producción total, en particular la agropecuaria e industrial, se redujeron en el segundo trimestre. La deuda pública y el déficit en cuenta corriente se han disparado y ponen en duda tanto la solidez de las finanzas públicas como las del país.
Las promesas públicas de crecimiento económico y bienestar para la población se han hecho polvo. Desde la academia se cuestionan los intentos de maquillar aún más las cifras de pobreza.
La seguridad pública y el combate a la criminalidad no mejoran. A duras penas en el sexenio pasado se aceptó que entre las decenas de miles de muertos había víctimas inocentes. Ahora estamos en el trance de aceptar que el problema de la inseguridad, más allá de la mera incapacidad tiene que ver con pasividad, corrupción e incluso colusión de distintas autoridades.
Los informes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos no dejan duda sobre la gravedad del problema de derechos humanos y la ausencia del imperio de la ley en México.
Del “momento de México” tan pregonado y celebrado hace unos años, cuando el presidente y alguno de sus secretarios aparecían en portadas internacionales, hemos pasado al desprestigio extremo.
Entonces, ¿Qué iba a informar el C. Presidente?
Muchos esperábamos que la ausencia generalizada de buenos datos daría lugar a algunas decisiones espectaculares en esta semana recién pasada. Tal vez hasta cambios de fondo en la conducción económica, la política industrial y agropecuaria; o en los derechos de los trabajadores y el salario mínimo; o en las relaciones comerciales con el exterior con el objetivo de proteger la producción interna.
Oportunidades de cambio abundan cuando casi nada marcha bien. Tal vez un simple cambio de caras en el gabinete presidencial que apuntara a una corrección del rumbo. Algo positivo o esperanzador, pues.
También estaba el temor a un golpe de mano represivo para presumir que se había impuesto la ley y el orden. Lo que afortunadamente queda descartado, creo, ante el anuncio de un encuentro con jóvenes, que no serán los dignos chicos de la Ibero al escuchar la justificación de Atenco, pero igual podrían reaccionar en contra de una mala presunción.
Pero la salida al problema de qué informar es otra, e inesperada. Para el presidente Peña Nieto lo que debe prevalecer son las buenas noticias y no las malas. Buenas noticias hay muchas, dice, y desde la presidencia se ha hecho una cuidadosa selección de ellas que, transformadas en spots publicitarios, se convierten en el eje del mensaje presidencial.
Gracias a la señora que recibió un crédito para vivienda olvidaremos a los 25.4 millones sin servicios básicos en la vivienda y a los 34 millones que viven en condiciones de hacinamiento.
El mensaje de la señora que recibió tratamiento médico apropiado puede hacernos creer que la atención es oportuna, sin largas filas ni meses de espera, con abasto de medicinas, que ninguna mujer muere de parto en el baño o en las puertas del hospital y, sobre todo, perder de vista que hay 22 millones de mexicanos sin acceso a servicios de salud.
La dama que tuvo la fortuna de alimentar a su familia en un comedor comunitario sustituirá en nuestras mentes a los 28 millones en carencia alimentaria. Los magníficos jóvenes campeones mundiales en robótica opacan el hecho de que 90 por ciento de los aspirantes son rechazados en las universidades públicas debido a décadas de abandono del sector.
Por el exitoso compa exportador de aguacate haremos caso omiso al incumplimiento de la promesa presidencial de que en 2018 el 75 por ciento del abasto de los seis principales granos básicos de la dieta nacional se producirían internamente.
La estrategia de difusión del cuarto informe eleva al pensamiento positivo al rango de política pública. Al mismo nivel que la manipulación estadística y las predicciones esperanzadoras, siempre incumplidas. Al tiempo queda si estas cortinas de humo pueden justificar la inacción; la falta de capacidad para corregir el rumbo.
Le atribuyen a Einstein haber dicho que la locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Está en duda que lo haya dicho, pero no por ello la frase es menos cierta. El caso es que esta administración no ha hecho sino repetir llevando al extremo las estrategias de las últimas tres y media décadas. Sus promesas de cambio desembocan a fin de cuentas en no más que el nuevo formato del mensaje a la nación: un encuentro y dialogo con jóvenes para, al parecer, explicarles las bondades del pensamiento positivo.
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