sábado, 1 de diciembre de 2018

A Trump no lo calienta ni su gobierno

Jorge Faljo

Con una pedantería sin más sustento que su ignorancia Trump dijo que no cree en la evaluación del clima que acaba de publicar el gobierno que encabeza. Su vientre, afirma, le dice más sobre lo que es correcto y lo que no, que los reportes institucionales. Y lo que le dicen sus intestinos es que si acaso hay un cambio climático este no es causado por las actividades humanas. Cada frente frio en los Estados Unidos prueba, dice, que no hay calentamiento global.

De este modo el presidente norteamericano se alinea con una política respaldada por las grandes corporaciones opuestas a toda regulación ambiental que afecte sus negocios. La base social la aportan las nutridas corrientes cristianas evangélicas que hacen una interpretación literal de la biblia para afirmar que dios les dio a los hombres el planeta tierra para usar a su antojo. Una posición muy distinta a la que pregona el Papa católico que insta a que tratemos el planeta como la gran casa de la humanidad de cuyo cuidado somos responsables.

Ya antes, en 2017, Trump le había dado la espalda a la ciencia al romper con el acuerdo de París contra el cambio climático. En ese momento declaró que el problema del calentamiento global es que era una idea que obligaba a desarrollar tecnologías innecesarias. Los otros 195 países que se mantienen dentro del acuerdo consideran al clima como uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad.

En plano interno Trump coloco al frente de la agencia norteamericana de protección ambiental a un decidido defensor de las empresas más contaminantes que después de un corto periodo se vio obligado a renunciar. No por su posición ideológica, sino por múltiples escándalos de corrupción.

La negativa de Trump y allegados a reconocer el grave problema ambiental mundial suena cada vez más hueca en tanto que la población norteamericana ha sufrido consecuencias devastadoras por varios huracanes que rompen records históricos de capacidad destructiva, por tormentas e inundaciones inusitadas, por el crecimiento de masas de algas y por los más destructivos incendios que se han conocido en California. Todos estos fenómenos han tenido un costo muy elevado en vidas humanas, en destrucción de viviendas e infraestructura y en los posteriores procesos de reparación de daños.

Sin embargo, el gobierno federal norteamericano acaba de publicar su Cuarta Evaluación Nacional del Clima en el que enfatiza que el calentamiento global si existe y que constituye una amenaza a la supervivencia de la humanidad. Si bien esto suena extremo el documento precisa los crecientes retos que habrán de enfrentarse para la salud y seguridad de la población, la calidad de vida y el crecimiento económico.

Que esta evaluación sea tan claridosa se debe a que responde a un mandato legal muy preciso que obliga a realizarla apelando a la comunidad científica y a una sólida metodología. En su elaboración participaron más de trescientos científicos y expertos de todos los niveles de gobierno, las empresas, centros académicos y organizaciones sociales. Se sustenta en más de seis mil fuentes científicas.

Entre las afirmaciones de esta Evaluación es que los impactos sociales y económicos del cambio climático no se repartirán de manera equitativa. Los más pobres, con menores capacidades para prepararse y resistir extremos climáticos serán los que más sufran. Por ello es importante promover y apoyar acciones adaptativas que tomen en consideración las diferencias regionales y sociales.

Se hace un llamado global para una substancial y urgente reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. En ausencia de esta reducción y de medidas fuertes el incremento de las temperaturas, la elevación del mar y eventos catastróficos afectarían fuertemente a la agricultura, la pesca, el turismo, la infraestructura, los recursos hidráulicos, el transporte, la salud pública, la productividad laboral, la vitalidad social, el comercio internacional y la seguridad nacional. O sea, según el informe del gobierno federal norteamericano, todo nuestro entorno.

Otro riesgo es que el calentamiento global abrirá nuevas regiones a la proliferación de insectos transmisores de enfermedades.

Uno de los más destacados impactos previsibles se refiere a la producción agropecuaria. Mayores temperaturas, cambios en la disponibilidad de agua, la erosión de los suelos y la expansión de plagas influirían en la productividad, el bienestar de la población rural y finalmente en el precio de los alimentos.

La evaluación climática realizada por el gobierno norteamericano se contrapone directamente a la posición de Trump y sus aliados, pero se encuentra en línea con otros reportes recientes como el de la Agencia Ambiental Europea muy enfocado en explicar las oleadas de calor en el norte de ese continente y el de las Naciones Unidas sobre los océanos en los que destaca su acidificación y la elevación del nivel del mar.

La preocupación por el calentamiento global se extiende en los más altos niveles académicos y políticos y se multiplican los llamados a tomar medidas fuertes e inmediatas. Dicho de manera brutal el consenso científico es que la humanidad está destruyendo su propio planeta en un proceso que pronto será irreversible. El líder de la primera potencia mundial no ayuda y todo indica que no somos capaces de detenernos.

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