Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
domingo, 28 de febrero de 2021
La vacuna es patrimonio de la humanidad
domingo, 21 de febrero de 2021
Apagones; los límites del Mercado
Jorge Faljo
La reciente tormenta invernal cubrió de nieve cerca del 75 por ciento del territorio norteamericano y afectó a más de 120 millones de personas para convertirse en una de las mayores catástrofes climáticas en lo que va del siglo. Peor que los huracanes, tornados e incendios que han asolado antes a los Estados Unidos. Y ahora esta catástrofe nos pegó de refilón a los mexicanos.
Millones fueron afectados por la tormenta. Pero donde verdaderamente se exacerbó fue en el estado de Texas donde cerca de 3 y medio millones de personas quedaron sin electricidad, en su mayor parte durante varios días.
La tormenta congeló desde los instrumentos de control a las tuberías de distribución del gas. Sin gas dejaron de operar las termoeléctricas. Sin electricidad ya no se pudo potabilizar el agua y a unos siete millones de personas se les dijo que deberían hervir el agua. Eso si acaso tenían agua porque también dejaron de funcionar las estaciones de bombeo y muchas de las tuberías explotaron por congelamiento del agua que quedaba en su interior. Los comercios cerraron o agotaron sus existencias de alimentos y agua embotellada.
Sin electricidad, gas, agua simple o potable, con escasos alimentos, sobrevivir se volvió el desafío de millones. Más adelante conoceremos mejor sus estrategias de sobrevivencia. Entre ellas la solidaridad fue una de las más importantes. Pero también hubo lo contrario; los incrementos desproporcionados de precios por agua, alimentos, o una habitación tibia y que ahora las autoridades amenazan con castigar.
Pero el control de precios no se aplica a los grandes. El precio de la energía subió gradualmente a partir del 10 de febrero de los 26 dólares habituales del mega watt por hora hasta 8,800 dólares para el 15 de febrero. Familias que se consideraron con suerte porque tenían electricidad ahora encuentran que su recibo de luz puede llegar a los 450 dólares por día.
La tormenta se ensañó en los estados del más al norte; pero en ninguno sufrió tanto la población como en Tejas. Y la razón es que ningún otro estado operó con tanta libertad el mercado; es decir las empresas energéticas. Su estrategia de libre competencia y mínima regulación se tradujo durante años en los precios más bajos de la energía dentro de los Estados Unidos.
Solo que sin la regulación apropiada se sacrificaron medidas de seguridad como el aislamiento térmico de las instalaciones. Si acaso una empresa lo hubiera hecho por su propia voluntad habría tenido que elevar sus precios y habría quedado fuera de competencia.
La estrategia tejana falló porque el mercado por sí mismo no es capaz de tomar las precauciones adecuadas para el futuro previsible. Es como comprar un seguro contra accidentes; como individuos no nos gusta hacerlo para no gastar en lo inmediato. Solo que sin esa protección un accidente nos puede arruinar.
Para no cumplir con las reglas de seguridad federales Texas no se integró a las redes de energía interestatales que cubren a todos los demás estados. Por eso no pudo importar energía de otros estados.
Ahora Texas requiere a gritos el apoyo federal que ya empieza a llegar en forma de millones de botellas de agua, cientos de miles de comidas preparadas y cobijas, y docenas de generadores eléctricos para suministrar a instalaciones criticas
El costo de las reparaciones será mucho mayor a lo que habría costado la prevención. Y aquí habrá una importante batalla política. La población exige rendición de cuentas. Los republicanos intentan culpar a las fuentes de energía renovables y dicen que los grandes ventiladores eólicos se congelaron. Algo doblemente absurdo porque el grueso de la energía de Texas proviene de hidrocarburos y no del viento; y porque esos ventiladores no se congelan en los estados del norte, que son más fríos.
Para el gobierno estatal republicano bastaría hacer reparaciones para regresar a la situación anterior. Para el gobierno federal liderado por Biden la tormenta es otra señal del cambio climático y frente a este habrá que renovar la estructura energética a un nivel superior de resistencia. Este asunto incidirá en las próximas decisiones electorales en que se enfrentarán la visión de corto plazo, con las propuestas de enfrentar el cambio climático en su raíz y en sus consecuencias.
México sufrió el impacto de la tormenta invernal sobre todo de manera indirecta. El presidente López Obrador dijo que el apagón es un recordatorio de que México debe volverse independiente en energía ya que los precios del gas importado se dispararon en 5 mil por ciento en medio de la crisis. El hecho es que fueron afectados cerca de cinco millones de personas y miles de empresas. El Consejo de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación declara que desde el lunes 15 de febrero han perdido 200 millones de dólares por hora.
La idea presidencial de que México debe ser independiente en materia energética suena bien; casi también como la de la autosuficiencia alimentaria. Ambas dependencias tienen una larga cola que les pisen de descuido, desinterés y sobreexplotación de los recursos y de los trabajadores para beneficio de pocos. No se resuelven en poco tiempo y menos con un gobierno pobre y austero.
Los retos del presente y del futuro requieren un gobierno con mucha mayor capacidad de acción, y de inversión en infraestructura y en el bienestar de la población. Heredamos la condición de paraíso fiscal y la estrategia de austeridad no da para que las grandes propuestas de transformación puedan ocurrir.
domingo, 14 de febrero de 2021
Vacunas. Una decisión toral.
domingo, 7 de febrero de 2021
De vacunas y la reina roja
Jorge Faljo
Las epidemias y pandemias (de mayor extensión geográfica) han atacado de manera recurrente a la humanidad. Son la expresión más cruel de un combate de millones de años, entre los seres humanos y los patógenos que nos causan las enfermedades transmisibles.
Hay registros de epidemias desde antes de nuestra era. Tal vez la más importante y conocida fue la peste negra que asoló a Europa durante la segunda mitad del siglo XIV. En ella murieron entre la tercera parte y la mitad de la población.
Lo mismo ocurrió en el continente americano con la llegada de europeos, especies domesticadas (caballos, vacas, cabras, cerdos) … y microorganismos de enfermedades que matarían a entre el 80 y el 95 por ciento de la población de Mesoamérica y, más al sur, del Imperio Inca.
El sarampión, la varicela, viruela y paperas mataban o, tras sufrir la enfermedad inmunizaban al individuo.
Una diferencia biológica invisible entre los recién llegados de Europa y los nativos de América resultó ser abismal. Los primeros descendían de generaciones de sobrevivientes de estas enfermedades y estaban en buena medida inmunizados. En contraste ni los indígenas ni sus antepasados habían tenido contacto con esos microorganismos y no habían desarrollado resistencia ante ellos. Así que lo que para los europeos podía ser no más que una molestia, para la población local llevaba casi siempre a una muerte fulminante.
En esta gran tragedia se expresó de manera concentrada una lucha de millones de años entre humanos y patógenos y de las que los mejor librados salían con una inmunidad que, al menos parcialmente, transmitían a su descendencia. Es decir que el ser humano mismo, su organismo, evolucionaba.
Pero el problema de fondo es que estos combates son interminables porque los atacantes también evolucionan continuamente. Los microorganismos tienen mutaciones genéticas, que los perfeccionan en su habilidad para reproducirse, transmitirse, infectar y, en muchos casos causar enfermedad y muerte.
Cada enfermo libra esa lucha en lo personal. En una epidemia o pandemia, el combate es entre toda una sociedad o civilización.
El ser humano ha estado cada vez mejor preparado y ha salido mejor librado de estas luchas. No solo por la evolución de su propio organismo que desarrolla inmunidades específicas. Sino del cambio de toda la sociedad que adquiere mayores conocimientos; adopta mejores prácticas de higiene urbana, doméstica y personal; y descubre o inventa medicamentos. Un punto culminante de estos duelos fue el desarrollo de las vacunas.
Una vacuna es esencialmente un simulacro de infección que le manda una señal a nuestros cuerpos de que se preparen para enfrentar un microorganismo. Esta falsa infección induce la respuesta inmunitaria que antes se conseguía a un altísimo costo en muertes y a lo largo de generaciones.
Ahora, frente al Covid -19, la humanidad fue tomada sin la preparación adecuada a pesar de hubo las advertencias necesarias. Solo que esa preparación habría sido costosa, no era rentable y habría requerido de decisiones políticas, es decir gubernamentales, de gran calado. Esa preparación habría sido costosa, decenas de miles de millones de dólares, pero nunca tanto como el mucho mayor costo de la destrucción económica y social que origina esta pandemia.
Cierto que la respuesta frente al Covid – 19 ha demostrado que es posible desarrollar vacunas en mucho menos tiempo de lo que se pensaba cuando se movilizan los recursos necesarios. Esfuerzos que no se quisieron hacer cuando se trató de enfermedades de países y poblaciones pobres, o de minorías.
Existen ya vacunas prometedoras, eficaces y que se podrán producir por cientos de millones de dosis para, idealmente, inmunizar en el curso de, tal vez, un par de años, a la mayoría de la humanidad. Esta sería la versión simplona del mayor combate simultaneo que ha existido entre la humanidad y un microorganismo. Según esto, triunfaremos a pesar de los conflictos geopolíticos, el desorden y egoísmos imperantes y el dominio del mercado, que es inherentemente cruel e inequitativo.
Pero hay una posibilidad más ominosa que obliga a, si, esperar lo mejor, pero prepararnos para lo peor.
Estamos entrando a una versión concentrada de la paradoja de la Reina Roja. Este nombre peculiar fue adoptado por expertos en evolución biológica del cuento “A través del espejo”, secuela de “Alicia en el país de las maravillas”, ambos de Lewis Carroll. En un momento dado la Reina Roja le explica a Alicia que el mundo se mueve tan rápido bajo sus pies que ella debe correr lo más aprisa que pueda tan solo para permanecer en el mismo sitio.
Parece que ha empezado una carrera de ese tipo. Resulta que el SARS-COV-2 está evolucionando, tiene mutaciones adaptativas, como las surgidas en Inglaterra, Brasil y Sudáfrica, que aumentan su transmisibilidad y su virulencia y frente a las que las vacunas pierden eficacia.
Como lo advirtió el presidente de Pfizer, Albert Bourla, es muy posible que las vacunas sean inefectivas ante nuevas variantes que surjan más adelante.
Hemos entrado a una carrera entre el desarrollo, producción y distribución de vacunas y, por otra parte, un virus que se transforma y puede generar nuevas oleadas de infecciones. En unos meses la nueva cepa sudafricana le ganará la carrera al virus original y será predominante en los Estados Unidos.
Así que habrá que correr más aprisa. No trata simplemente de desarrollar más vacunas. Se requieren otras transformaciones más profundas.
Contar con una población sana, bien alimentada y en su gran mayoría libre de sobrepeso y obesidad, de diabetes, enfermedades cardiovasculares y canceres asociados a la mala nutrición, una vida estresante, empleos, transporte y viviendas poco dignos.
Un sistema de salud pública mundial eficiente y equitativo; no uno regido por el egoísmo geopolítico y un libre mercado que prioriza la ganancia y, para taparle el ojo al macho, se adereza con la filantropía de los beneficiarios de la inequidad extrema. Las dadivas no resolverán la injusticia económica, social y sanitaria.
Adquirir un renovado respeto a la naturaleza y modificar los sistemas de producción de cárnicos de hoy en día son espacios ideales para generar mutaciones de microorganismos potencialmente peligrosos.
Y como cereza del pastel, contar con gobiernos fuertes y democráticos que asuman la responsabilidad del problema de salud de manera integral y se aseguren de contar con los recursos necesarios para liderar las anteriores transformaciones.
Tenemos que evolucionar más rápido que el atacante.