Seguridad, soberanía y autosuficiencia alimentarias
Jorge Faljo
El informe del relator especial de la Organización de las Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, Olivier De Schutter, aporta elementos a una polémica internacional sobre las actuales reglas de la Organización Internacional del Comercio –OMC- referidas a la producción y comercialización agroalimentaria. Es un debate de gran importancia por sus consecuencias prácticas sobre la alimentación de miles de millones de seres humanos subnutridos en el mundo.
Para México, cuya población en pobreza alimentaria se elevó de poco menos de 14 millones en el año 2006 a cerca de 22 millones en el 2011, el informe y sus propuestas tienen una particular relevancia. Merece ser leído y estudiado por todos los interesados en abatir la más cruel de las carencias, mejorar la producción, el bienestar de la población rural y recuperar a la agricultura como un factor del desarrollo nacional.
Desde las primeras oleadas neoliberales las grandes instituciones financieras internacionales impulsaron el uso del concepto “seguridad alimentaria” dado que podía emplearse de una manera laxa. Desde esta perspectiva la seguridad alimentaria reside en la posibilidad de comprar alimentos disponibles en el mercado internacional, para ello bastaba, por una parte, con contar con los ingresos suficientes en dólares (así fueran préstamos) y con que en el mercado internacional se ofertarán alimentos suficientes para responder a esta demanda.
El concepto de seguridad alimentaria derrotó en el plano ideológico a las demandas de autosuficiencia alimentaria; es decir a los intereses por producir internamente los alimentos necesarios para el consumo nacional, regional o incluso local. También logró desbancar algo de tal vez mayor fondo, a la soberanía alimentaria; es decir, la capacidad de decisión nacional sobre el diseño y aplicación de estrategias de producción y comercialización de alimentos. La afiliación de cada país a la Organización Mundial del Comercio ha implicado aceptar tratados y reglas internacionales que limitan lo que cada país puede o no puede hacer para producir y comercializar en beneficio de su población subalimentada.
Ahora, desde una posición estratégica, el informe del relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, considera que las reglas de la OMC entran en conflicto directo con las necesidades de incrementar la producción mundial y hacerla accesible a los mil millones de personas con hambre en el mundo.
Su informe coincide con el diagnóstico de la FAO, la organización de la ONU para la agricultura y la alimentación: los precios de los alimentos se han elevado y no se vislumbra que vayan a bajar, las reservas mundiales son bajas y continuará la volatilidad de precios.
Diversos factores afectan las perspectivas de una producción mundial suficiente de granos básicos. Por una parte la modificación de la dieta de alrededor de mil millones de personas que en la próxima década ingresarán a las clases medias y transformarán su dieta de vegetariana a carnívora. Recordemos que para producir un kilo de carne se requieren unos 7 kilos de granos. Este cambio ya está ocurriendo en particular en China, la India y otros del sureste asiático con una estrategia económica exitosa.
Tenemos además la decisión norteamericana de continuar impulsando la producción de etanol, a base de maíz, como un componente de su seguridad energética. Finalmente habría que mencionar los efectos del calentamiento y cambio climático global que se traduce en sequías, heladas y otras causas de deterioro y/o incertidumbre productiva en diversas regiones agrícolas del planeta.
El informe del relator del derecho a la alimentación (http://www.srfood.org/) coincide con la FAO en que es fundamental promover la producción alimentaria haciendo uso de todas las capacidades productivas disponibles; incluyendo en particular la producción agrícola de los pequeños productores.
Afortunadamente el relator va mucho más allá en sus precisiones al plantear la prioridad del derecho a la alimentación sobre las reglas de la OMC. Incluso señala que la organización del comercio se obstina en incrementar el comercio mundial a cualquier costo cuando esto debería hacerse tan solo cuando contribuye al bienestar humano. Finalmente considera que deben levantarse todas las restricciones que vayan en contra del derecho a la alimentación, en particular las que dificultan la promoción de la pequeña producción.
Desde la perspectiva del informe conviene a los países deficitarios y con población vulnerable disminuir su dependencia del mercado mundial para, en cambio, elevar sus niveles de autosuficiencia alimentaria. Sin embargo lograrlo no es fácil. Lo más probable es que los productores modernos, con tecnologías avanzadas, en buenas tierras, competitivos en el mercado internacional, ya se encuentren produciendo. Por lo tanto la clave de una elevación de la producción reside en el fortalecimiento de los pequeños productores, que no cuentan con técnicas avanzadas, ubicados en tierras marginales.
Existen las tecnologías apropiadas para el fortalecimiento productivo en prácticamente cualquier condición de la naturaleza. La condición fundamental para lograrlo es un ritmo sostenido de inversión en manos de los propios productores; derivado no de su endeudamiento sino de su rentabilidad. Invertir en la agricultura marginal requiere diseñar y poner en práctica estrategias institucionales de apoyo pero sobre todo mucha organización y capacidad de regulación social del mercado. El informe menciona, por ejemplo, compras públicas de granos, establecimiento de reservas alimentarias, enfrentar la volatilidad de precios y asegurar la rentabilidad de los pequeños productores.
Nuestro país, anteriormente avanzado en sus apoyos a los pequeños productores, no solo destruyó instituciones como la CONASUPO sino que renunció en tratados internacionales a la intervención gubernamental en la asistencia técnica directa y en la comercialización agropecuaria, descuidando un aspecto fundamental de nuestra soberanía nacional.
El informe de De Schutter coloca en primer plano una polémica en la que los interesados en la lucha contra el hambre, el bienestar social y el desarrollo rural, deberán apoyarse para promover la reconquista de la soberanía alimentaria y elevar los niveles de autosuficiencia. Ahí reside la verdadera seguridad alimentaria.
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