Terrorismo anglosajón en los Estados Unidos
Jorge
Faljo
Para empezar un par de definiciones. Terrorismo es lo que provoca
terror y ciertamente las noticias de tiroteos, muertos y heridos en oficinas
públicas, plazas, escuelas, cines e iglesias de los Estados Unidos ha creado
una situación de angustia entre buena parte de su población.
Llamarle “anglosajón”, tal vez no sea muy afortunado; aunque
de momento no se me ocurre otro adjetivo. Me refiero a la identificación
cultural anglosajona, de matriz cristiana y ultrapatriotica (aunque suene
extraño) de ciertos terroristas. Sirva para diferenciar su violencia de, por
ejemplo, los ataques de quienes se definen como integristas musulmanes. Claro
que no tengo nada en contra de anglosajones o musulmanes en general.
Planteo este asunto en dos niveles; primero el de la venta de
armas y, segundo, el del terrorismo.
El veinte de julio pasado Holmes, un estudiante destacado, de
24 años de edad, vestido de Batman, entró a un cine, al parecer solo, arrojó un
par de latas de gas y disparó a la gente que intentaba huir. Mató a 12 personas
e hirió a otras 58, veinte con lesiones serias. En los últimos meses Holmes
había comprado dos pistolas y tres mil balas, una escopeta y 350 cartuchos y un
fusil semiautomático con otras tres mil balas. Además de explosivos, latas de
gas, chaleco de combate y demás. Todo ello de manera legal y sin problemas.
Su acción destruyó familias y dejó a docenas con problemas
médicos permanentes. Aparte del enorme sufrimiento inmediato las victimas,
parientes y heridos, habrán de sobrellevar enormes costos médicos durante el
resto de sus vidas. Aunque se ha dado una respuesta inmediata de ayudas
solidarias la experiencia de otros sobrevivientes a ataques similares señala
que estas ayudas no cubren más allá de los gastos de un par de años y el
resultado es un fuerte empobrecimiento permanente.
Algo que me llama la atención es que el ataque elevó la
compra de armas en todo el país y en particular en el estado y poblaciones
cercanas al lugar de estos hechos. Una armería reporta que al día siguiente
había una fila de veinte personas esperando la apertura de la tienda.
El razonamiento de los nuevos compradores es que necesitan
tener con qué defenderse ante hechos similares. Viene al caso recordar que en
cincuenta estados norteamericanos es legal, además de tener armas, portarlas a
escondidas. Así que pensemos, sí en ese cine semioscuro otras cinco personas
hubieran sacado sus propias armas ¿habría habido menos muertos y heridos?
¿habrían sabido a quien dispararle, o se habrían matado entre si?
Curiosamente el ataque no elevó particularmente el nivel de
la discusión norteamericana sobre la libre venta de armas. Una de las razones
es que se encuentran en un proceso electoral y ningún político se atreve a
proponer limitaciones que le harían perder votos y con ello la elección. Así de
fuerte es la opinión del 30 por ciento de la población que tiene armas (dato
del 2005), y de sus simpatizantes.
Poseer armas en los Estados Unidos se considera un derecho
patriotico que se defiende con vehemencia. Un ejemplo de argumento es el
siguiente:
“¡No al registro de armas largas! No más
restricciones a la posesión de armas por ciudadanos obedientes de la ley. Estas
restricciones no afectan a los criminales. ¿Porqué castigar y hacer indefensa a
la gente que merece ser protegida mientras se ayuda a los criminales con esas
leyes? El único objetivo de esas leyes es que el gobierno controle a la gente.
Esta es América y yo soy el gobierno, no ustedes. Recuerden para quien
trabajan. No sigan atando las manos de las buenas gentes.”
El mensaje anterior fue enviado al departamento norteamericano
de armas y explosivos por el ciudadano Wade
Page un año antes de que entrara a un templo Sikh donde asesinó a 6 personas e
hirió a otros tres de gravedad. De acuerdo a la información oficial un policía
lo hirió, sin matarlo y entonces Page se apuntó a sí mismo y se mató.
Son grotescos los mensajes de apoyo
al asesino por parte de organizaciones supremacistas blancas. El policía que lo
hirió tuvo que salir de esa ciudad y ocultarse, con su familia, en algún otro
lado.
Este último evento ha contribuido a
difundir otro asunto igual o más controvertido que la mera venta de armas. Se
trata de la manera en que, según varios analistas y sus libros, el gobierno
norteamericano se hace de la vista gorda ante el terrorismo anglosajón. Los
mencionaré sintéticamente.
Daryl Johnson escribió (traduzco los
títulos) El Resurgimiento de la Derecha:
Cómo es que se Ignora una Amenaza Terrorista. Este ex analista del
departamento de seguridad norteamericano sostiene que después del ataque a las
torres gemelas el gobierno de Bush se concentró en las amenazas islámicas y
disolvió el departamento que daba seguimiento al terrorismo de los grupos de derecha
anglosajones. De acuerdo al autor, con la llegada de un afroamericano a la
presidencia, estos grupos se fortalecen con gente muy disgustada.
Pete Simi y Robert Futrell, en su
libro, La Suástica Americana, describen
a movimientos como el Kukuxklán, Nación Aria, Skinheads, Neo Nazis y otros
asociados al supremacismo blanco. De acuerdo a ellos el internet les ha
permitido crear comunidades virtuales, se encuentran en conciertos de música y
en clases de biblia, especializados en los dos casos, sus tatuajes demuestran
su grado de adhesion a una cultura de odio racial y agresividad.
Tal vez más impactante es el libro
de Matt Kennard, Ejercito Irregular,
sobre el reclutamiento de neonazis, pandilleros y criminales en los ejércitos
norteamericanos; el oficial y los privados. De acuerdo a este autor estos
reclutas destacan por su agresividad y dedicación y configuran un núcleo
fundamental de las milicias norteamericanas. En Irak y Afganistán su desprecio
a la población local los hace incluso más eficientes. Para Kennard el ejército
se hace de la vista gorda. Ahí fortalecen su ideología y crean contactos. El
regreso a la vida civil y al caldo de cultivo del odio supremacista los
convierte en un factor de riesgo.
Los tres libros analizan el riesgo
creciente generado por un sector de la población ultrapatriotico, con derechos
constitucionales a la posesión de armas, entrenado militarmente y que crea
grupos cohesionados por la frustración y el odio. Saben que sus padres tuvieron
mejor calidad de vida y seguridad económica y ellos, por el contrario, se
hunden en el desempleo y el empobrecimiento. En su desesperanza culpan a otros
grupos raciales y al gobierno.