lunes, 7 de septiembre de 2015

El mismo camino... pero más estrecho

Faljoritmo

Jorge Faljo

“Vamos a ir hacia adelante” dijo el Presidente Peña Nieto en su tercer informe para anunciar la continuidad inamovible. Seguir transformando a México; seguir distinguiéndose por la estabilidad macroeconómica y la disciplina en las finanzas públicas y seguir moviendo a México implementando las reformas transformadoras.

Para los que esperábamos que los cambios de gabinete se tradujeran en modificaciones de estrategia el mensaje fue contundente; siguen aferrados al mismo camino. Solo que ahora más estrecho, con un gobierno presupuestalmente achicado, la población más empobrecida, la economía en turbulencia y el planeta entrando en crisis de sobreproducción (es decir, menos demanda que oferta).

Destacan dos compromisos: no más impuestos y no endeudar más al gobierno.

Acostumbrados a que los impuestos recaen siempre sobre los perros más flacos, trabajadores y consumidores, muchos ven con alivio este anuncio. Solo que hay que ponerlo en contexto. México es un paraíso fiscal donde la gran empresa y la ganancia financiera pagan impuestos muy bajos. En el pasado era la empresa pública, hasta PEMEX, la que le permitía operar al gobierno y hasta subsidiar (con bajos precios y corrupción) al sector privado privilegiado.

Una vez autodestruido el sector público productivo solo quedaba rematar el subsuelo. Pero el precio de los metales y del petróleo está en niveles históricamente bajos debido a la crisis de sobreproducción mundial. (El peor momento para privatizar, por cierto).

El desempleo, y los empleos que ya no dan ni para comer (CONEVAL dixit), así como las caídas del consumo, hacen imposible elevar los impuestos a la mayoría. Solo queda hacer que los sectores privilegiados, es decir los cuates, paguen impuestos al nivel que lo hace el resto del planeta. Es a ellos (podría decirse que a sí mismos) a los que el presidente les garantiza que, pese a todo, seguirán pagando poco, casi nada, en impuestos.

Se ofrece no endeudar más al gobierno. Lo cual es irónico cuando otras de las medidas destacadas son los nuevos instrumentos de endeudamiento. Veamos.

El presidente ofrece que las escuelas tendrán “luz, agua, baños, mobiliario escolar, lo mismo que pisos, muros y techos firmes.” Devastador reconocer que no los tienen, y olvidó incluir condiciones de trabajo dignas para que los maestros puedan cumplir con su tarea.

Pero lo que quiero destacar es que para hacer lo que ya debería haber hecho, anuncia la emisión de Bonos de Infraestructura Educativa en la Bolsa Mexicana de Valores; “un innovador instrumento de ingeniería financiera” para conseguir 50 mil millones de pesos.

Traduzco: eso significa que el gobierno se va a endeudar, y la confianza de los inversionistas no es barata. Habrá que ofrecerles una tasa de interés atractiva en condiciones de turbulencia financiera. Dado que los inversionistas pueden preferir comprar dólares, será sin duda un endeudamiento caro. Ahora cumplir con un derecho constitucional básico dependerá de “la confianza de los inversionistas”; en vez de cobrarles impuestos.

Con más instrumentos financieros, es decir más deuda, se habrá de acelerar el desarrollo de la infraestructura nacional. No nos dice el presidente que tipo de infraestructura (¿hospitales y centros de salud para que la gente no espere horas en las salas de urgencias, o meses para una operación de vida o muerte?).

También habrá coinversiones público privadas para infraestructura que al igual que las anteriores dependerán de la cara confianza de los inversionistas. Deuda, deuda, deuda.

Para mitigar la pobreza se van a crear Zonas Económicas Especiales en las que se ofrecerá un marco regulatorio e incentivos especiales para atraer empresas. Significa ceder territorios aún más neoliberales que el resto del país. ¿Qué incentivos puede ofrecer? Falta conocer la propuesta a detalle pero supongo que el menú será de menos impuestos, infraestructura al gusto de las empresas, servicios públicos subsidiados y comercio externo sin trabas.

Eso para crear una producción moderna que aproveche mano de obra barata y exporte. Porque nada indica que se piense en incrementar el consumo de los mexicanos a pesar de que sobran capacidades productivas subutilizadas por el actual contexto de mercado.

Otra prioridad es mantener la estabilidad macroeconómica y la disciplina en las finanzas públicas. Oferta paradójica cuando precisamente empezamos a sufrir los resultados del desequilibrio externo que nos llevó a pagar al extranjero, en 2014, una renta de 42 mil 192 millones de dólares por pago de intereses y ganancias remitidas.

Situación que empieza a hacer dudar a los inversionistas sobre la futura capacidad de pago de un país que no tiene superávit comercial. Así que la respuesta presidencial es ofrecer más atractivos al capital externo para incrementar el endeudamiento financiero y la desnacionalización de recursos naturales y aparato productivo. Si lo hiciéramos Ud. o yo se le llamaría “pirámide”.

De hecho lo que se ofrece es seguridad al capital de que el gobierno seguirá dependiendo de su buena voluntad y de que no se hará lo que en los Estados Unidos, Europa y Japón, que es emitir más dinero (en este caso pesos) para abaratar el costo del endeudamiento y, en nuestro caso, pagar el Fobaproa.

En suma, el tercer informe insiste en el rumbo de los últimos treinta y cinco años. Embelesado por la modernidad que ofrecen los grandes capitales, continúa despreciando al México que ven como naco, atrasado, en el que produce y vive la mayoría. A cambio de su destrucción planean construir espacios de modernidad para pocos.

A los que no caben en esta utopía neoliberal patito se les ofrecen dadivas; solo que sujetas al achicamiento de un estado que renuncia a cumplir las obligaciones que todavía le impone el pacto social expresado en una Constitución cada vez más agujereada.

Queríamos liebre, nos dieron gato. Otra vez.

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