lunes, 31 de agosto de 2015

Cambios... ¿de fotografía?

Faljoritmo

Jorge Faljo

El Presidente Peña Nieto acaba de recomponer su gabinete; algunos salieron, algunos se movieron lateralmente y otros ascendieron. La mayoría de los analistas les dan una interpretación política a los cambios; y la principal es que se definieron un par de nuevos presidenciables. Eso ampliaría el número de elegibles cuando decida a quien heredarle la silla; si para entonces no ha surgido alguna otra fuerza que le arrebate la decisión o que lleve a la derrota de su partido. Lo que no es una posibilidad tan lejana.

Otra manera de verlo, también política, es que los fracasos evidentes exigían cambio de colaboradores o, yendo más a fondo, incluso de estructuras institucionales y maneras de hacer las cosas. Es decir que algunos piensan que el Presidente respondió a las exigencias crecientes del esperado golpe de timón que permitiera darle rumbo a esta nave.

Esta última explicación, la de la respuesta a presiones de la opinión pública, sería en todo caso parcial. Y la razón es evidente; la opinión pública pedía otras salidas, más importantes que las que se dieron. Porque si los fracasos en materia agropecuaria, en bienestar social y seguridad pública son evidentes, también lo es el de la economía en general.

Desde mi particular perspectiva tiendo a pensar que el carácter político de los cambios es, hasta el momento, irrelevante. Porque cambiar la foto y el nombre que lleva abajo no basta para indicar una verdadera modificación de la estrategia. Habrá que esperar a que el Presidente en el nuevo Plan Trienal que nos presentará el 1 de septiembre anuncie algo más substancial.

No se apresure amigo lector a corregirme y a decirme que lo que se presenta el próximo martes es un Informe Presidencial. Eso porque ya desde el año pasado no hubo tal. Un informe nos habla del pasado para decir que ocurrió y evaluarlo. Cuando la cosa no marcha lo que se prefiere es hablar del futuro y contarnos lo bien que nos irá después. Así que apuesto doble contra sencillo que tendremos un Plan lleno de futuros prometedores y no un informe cargado de malas noticias.

No me molestan los cambios del gabinete. Abren posibilidades. En las dos áreas que más me interesan, el campo y el bienestar social (no digo producción, empleo, economía real, porque ahí no hubo cambio), entran dos personajes con impecables antecedentes. En agricultura el gobernador que más ha destacado en crecimiento económico de su estado; en desarrollo social alguien de variada y destacable experiencia y, dicen, accesible y sensible al interés de la mayoría.

Ambos sin antecedentes precisos en sus áreas pero con capacidades para configurar equipos de trabajos y, posiblemente, llevar nuevas perspectivas y orientaciones. Cruzo los dedos porque estén a la altura de los retos de siempre y de un contexto novedoso en México y el mundo que exige cambios de fondo.

En agricultura los recursos se han volcado a favor de los que tienen “potencial productivo”; es decir la minoría exportadora, los productores de riego y en general los productores con recursos y acceso a insumos modernos. La misma definición sirvió para no atender a los que implícitamente se define como sin potencial.

Ahora el encarecimiento del dólar hace que los exportadores obtengan un 30 por ciento más de ingreso y sean más competitivos frente a los de tierras más alejadas de los Estados Unidos. Es un grupo al que ya podría dejarse en manos del mercado; es decir sin apoyos públicos. Pueden nadar por sí mismos.

El índice de precios de cereales de la FAO indica una baja promedio de algo más de 10 por ciento en el último año. Pero la devaluación ha sido de más de 25 por ciento. Así que los productores de cereales se verán beneficiados por el aumento de precios interno asociado a las altas importaciones. Es también la oportunidad de recalibrar los apoyos a este sector.

Conviene pensar en controles a la exportación; lo mejor sería un impuesto variable de acuerdo a los cambios del mercado. Los argumentos son varios. Los pocos que se verán beneficiados porque ganan en dólares y pagan en pesos deben compartir su ganancia. Los dólares que ganan deben entrar al país y evitar la tentación de dejarlos fuera. También servirá para evitar las exportaciones de producción que es necesario retener y que ahora conviene más vender en dólares así se descobije al mercado interno. Y además porque si no lo hacemos nosotros los gringos encontrarán la manera de hacerlo.

Recalibrar a la baja los apoyos a los agricultores “con potencial” debe permitir atender a los hasta ahora excluidos. En la agricultura hay que caminar con los dos pies. Solo un cambio radical de estrategia puede acercarnos a la meta oficial de seguridad alimentaria. Lo que es urgente.

En cuanto al desarrollo social es fundamental integrar los objetivos de disminución del hambre y la pobreza extrema con los de fortalecimiento de la producción local y regional. Las transferencias deben darse en derechos de compra sobre la red de abasto de Diconsa y está ser habilitada para hacer compras locales y regionales en lugar de seguir vendiendo importaciones.

Hay que eliminar el negocio de los comedores comunitarios para permitir que las familias vuelvan a prepararse sus propios alimentos y comer en familia. Este es un derecho esencial.

Sobre todo, urge fortalecer las organizaciones rurales de productores para la comercialización consolidada de ventas y compras de insumos. Las cooperativas de productores de Canadá, Estados Unidos y Europa pueden inspirarnos.

Así como hasta ahora se ha gastado en apoyos a los que tienen potencial y a las transnacionales, en adelante deberá el estado encontrar a medio camino a los productores campesinos en sus esfuerzos de comercialización local, regional y nacional y en la compra de insumos productivos y bienes de consumo. Esto no puede dejarse a los intermediarios privados.

La situación social y del campo es mala, ha empeorado y ahora el cambio del contexto plantea un reto mayor. Esperemos que los cambios no sean solo de fotografía.

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