lunes, 3 de agosto de 2015

Soluciones mágicas… y fracasos reales

Faljoritmo

Jorge Faljo

Los últimos datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social son contundentes: el número de pobres se incrementó en dos millones entre 2012 y 2014. No es únicamente un incremento cuantitativo sino incluso un incremento del porcentaje de la población en esta condición.

CONEVAL también revela que en estos dos primeros años de la actual administración federal el poder de compra de las familias promedio se redujo en un 3.5 por ciento. Lo que es congruente con el hecho de que disminuyó el ingreso laboral real per cápita y que se elevó el porcentaje de trabajadores cuyos ingresos laborales no son suficientes para adquirir una canasta alimentaria.

Los datos revelan no solo condiciones de pobreza sino algo peor; sino algo peor, una evolución hacia el empobrecimiento masivo de la población.

La única excepción es una pequeña disminución de la población en condiciones de pobreza extrema. Estos disminuyeron de 11 millones 529 mil a 11 millones 442 mil. Algo así como 86 mil personas.

De lo anterior se pueden resaltar dos cosas. La disminución de la pobreza extrema se debe a un gasto social poco eficiente pero que a fin de cuentas algo consigue. Lo segundo es que el funcionamiento de la economía está empobreciendo a la población en su conjunto, incluso a aquellos que tienen la “fortuna” de contar con trabajo.

Muchas voces han señalado los escasos, decepcionantes resultados de la política social. Por mi parte prefiero resaltar el fracaso de la estrategia económica. Mientras que la política social ayuda a salir de la pobreza extrema a unos cuantos; la estrategia económica hunde a la mayoría.

Una buena estrategia económica debería por si misma eliminar la mayor parte de la pobreza extrema (hablo de millones y no de unas decenas de miles) y elevar el bienestar general.

La coyuntura macro, con caída brutal de los ingresos petroleros, devaluación en marcha del peso, recortes fuertes al gasto público y soluciones mágicas que simplemente no dan los resultados ofrecidos me hace recordar el mensaje que vi en la camiseta de un desconocido: “por mal que estén las cosas siempre pueden empeorar”.

Esto puede ser lo que ocurra si como muestra la evidencia la cosa no ha funcionado y ahora, sin lana, menos. Pero queda una alternativa y esa es cambiar de rumbo. Modificar a fondo la estrategia económica.

En los últimos años los Estados Unidos imprimieron literalmente centenas de miles de millones de dólares con los que inundaron al mundo; de ese modo se crearon demanda, compraron empresas y medianamente están superando su crisis.

Nosotros “logramos” atraer en los últimos cinco años 315 mil millones de dólares de capitales volátiles y con ellos tuvimos moneda fuerte y una estrategia de importaciones baratas favorables a los consumidores. Pero golpeamos a nuestros productores insistiendo en que no son competitivos.

Ahora que el capital volátil amenaza volar en busca de mejores horizontes, la estabilidad macroeconómica se desmorona y habremos de enfrentar una ruda escasez de dólares habría que pedirles perdón a los empresarios que quebraron, a los campesinos que no pudieron seguir cultivando, a los que perdieron sus empleos o no encuentran trabajo. Los necesitamos para poner en marcha a la brevedad una estrategia de substitución de importaciones.

Con dólares escasos habrá que decidir que si es importante seguir importando, y que es lo que podemos producir adentro. Esto significa que las importaciones respondan a decisiones de interés colectivo y no a los de los que más dinero tienen. En una sociedad tan inequitativa como la nuestra sería riesgoso permitir que los de mayor poder económico acaparen las importaciones. Sobre todo mientras no logremos levantar la producción interna de alimentos y bienes básicos.

El esfuerzo debe ser doble. Hay que exportar y los exportadores recibirán amplios beneficios de la devaluación; más pesos por cada dólar que vendan. Pero eso no debe llevar a olvidarnos de la producción para nosotros que substituya buena parte, todo lo que se pueda, de lo que importamos. Y son estos productores los que deben recibir el apoyo del estado en términos de organización, transferencia tecnológica y, sobre todo, canales de comercialización que conecten producción y demanda en el espacio local, regional y nacional.

Hace un par de días el sr. Presidente se lanzó en contra de aquellos que prometen soluciones mágicas que terminan mal. En estos días se nos hacen evidentes muchos fracasos mágicos; los del discurso dogmático; los de reformas sin democracia; los de planes hechos sobre las rodillas y sin dialogo con los interesados.

Lo que va mal puede empeorar; o podríamos cambiar el rumbo.

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