lunes, 17 de agosto de 2015

La devaluación del yuan

Faljoritmo

Jorge Faljo

China cimbró los mercados del mundo con tres devaluaciones consecutivas que bajaron el precio en dólares de su moneda en un total de 4.66 por ciento. No parece mucho, sobre todo si lo comparamos con la devaluación acumulada en México en el último año, algo así como un 27 por ciento. Pero hay factores que le dan un gran peso a ese movimiento del yuan.

Para empezar China es en muchos sentidos un país enorme. Por superficie terrestre (sin contar la marítima) es el segundo país más grande del mundo con 9.36 millones de kilómetros cuadrados. Es el primero en población con 1,350 millones de habitantes, algo más del 18 por ciento de la humanidad.

Destaca sobre todo porque desde 1978 es el país de mayor crecimiento del mundo; entre 2001 y 2010 su producción creció al 10.5 por ciento anual y en muchos de los últimos años creció más que las siete mayores potencias del planeta juntas.

Con esa base territorial, población y dinámica económica sostenida China es hoy en día la segunda potencia productiva del planeta, solo después de los Estados Unidos. Sin embargo esta medición se basa en una moneda barata y competitiva por lo que la misma medición está sesgada. Otra manera de medir el producto interno bruto, por paridad de poder adquisitivo, la ubica como primera potencia económica del mundo.

No quiere decir que los chinos sean ricos; su enorme producción se reparte entre una población también muy grande. Pero si quiere decir que la población del mundo es menos pobre gracias a que China elevó el bienestar de su propia población. Si quitamos a China de las estadísticas mundiales resulta que el resto del mundo se ha hecho más pobre en las últimas décadas.

La estrategia económica de esta potencia oriental se ha basado en el incremento acelerado de la exportación. No destaca en productividad y de hecho buena parte de su producción sigue siendo ineficiente en términos energéticos y tecnológicos. Sin embargo es altamente competitiva porque contra todas las presiones internacionales ha mantenido una moneda muy barata. De este modo no solo sus crecientes sectores de tecnología de punta son exportadores exitosos, sino que incluso su aparato productivo rezagado y hasta la producción de baratijas son competitivos, si no en el exterior por lo menos en el mercado interno.

Lo que ha hecho China es que los dólares que consigue exportando los presta al resto del mundo, sobre todo a los Estados Unidos. Lo cual hace que los chinos no tengan acceso a dólares baratos y el mejor ingreso de la población se destina a la compra de su propia producción. De este modo crearon una espiral positiva de crecimiento exportador a la vez que de fortalecimiento de su mercado interno.

Otro elemento clave de su economía, cada vez más privada y capitalista, es un estado fuerte que regula los aspectos macroeconómicos y que ha mantenido a raya la inversión y la ganancia meramente financiera, para favorecer la inversión y la ganancia productivas.

Sin embargo China cojea del mismo pie que el resto del planeta; el incremento de su producción y productividad han sido muy superiores al incremento del consumo de su población. Es decir que su propia población, aunque ha elevado sus niveles de vida, no tiene la capacidad de demanda suficiente para convertirse en el motor central de su producción. En paralelo en los últimos siete años incluso en los países centrales (Estados Unidos, Europa, Japón) ha crecido el desempleo y se han deteriorado salarios y condiciones de trabajo; y los gobiernos se aprietan el cinturón (el suyo y el de sus pueblos).

El resultado es una enorme sobreproducción, originada en la baja demanda, que ha hecho que se reduzcan los precios del petróleo, del acero y otros metales, de los cereales y que haya grandes cantidades de mercancías que muchos intentan vender subvaluadas; miles de empresas están cerrando y despidiendo empleados en todo el mundo (como la industria siderúrgica de México).

Lo cual explica el estancamiento o baja del comercio chino. El superávit comercial de China fue de cerca de 61 mil millones de dólares en el mes de febrero (¡en un mes!) y bajó a “solo” 43 mil millones de dólares en julio pasado.

Así que China, el país con las mayores reservas internacionales del planeta, devaluó porque así lo quiso su gobierno. De ese modo bajó todos sus precios y encareció para su población las importaciones. Parecía el inicio de una guerra comercial devaluatoria que asustó a muchos y que causó inmediatas devaluaciones en sus principales proveedores (Taiwán, Corea del Sur, Tailandia y otros).

No se sabe lo que la gran potencia hará más adelante; de momento dice que no seguirá devaluando; tal vez porque podría provocar reacciones proteccionistas incluso en los Estados Unidos (donde una parte importante de la población duda de las ventajas del libre comercio y se ha iniciado el proceso electoral).

Por otro lado la devaluación del yuan fue otra señal de lo mal que van las cosas incluso en el país más exitoso del planeta. Y también el más decidido, al parecer, a proteger su producción y bienestar, así sea a costa de los demás.

1 comentario:

  1. Excelente su artículo, nos ilustra más de que debemos en México fortalecer nuestro mercado e inversión nacional, no estar dando tanta cabida a las inversiones "golondrinas" del exterior. Ya con nuestra reforma energética hemos vendido hasta los "calzones", no quieran posteriormente empinarnos o como quien dice entreguemos la "honra". Antes la devaluacion del peso se realizaba al final de los sexenios de gobierno, hoy la modalidad se viene dando en los procesos electorales, así que al termino de este gobierno, considero, tendremos al menos otros dos más devaluaciones, hay que estar preparados.

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