lunes, 21 de septiembre de 2015

Liebres izquierdistas

Faljoritmo

Jorge Faljo

Dicen que de donde menos se espera salta la liebre. Esto acaba de ocurrir con Jeremy Corbyn, recién electo líder del Partido Laborista británico y por lo tanto líder de la oposición política al actual primer ministro Cameron, del Partido Conservador.

Desde 1982 ha sido representante en siete ocasiones de un pequeño distrito electoral del centro de Londres; Islington North, un barrio transformado por la salida de la vieja población y la llegada de inmigrantes pluriétnicos.

Corbyn ha destacado por abanderar causas minoritarias que más tarde terminaron por triunfar. Fue a la cárcel por protestar contra el apartheid y años después esa ignominia fue rechazada por todo el mundo. Hoy en día apoya la causa palestina y se opuso y sigue oponiendo a las guerras de intervención de su gobierno en Afganistán, Irak, Siria y otros lados. Es antiimperialista de corazón siendo que vive en el centro de lo que fue el mayor imperio del mundo.

Propone renacionalizar los ferrocarriles y el sector de energía, fortalecer los sindicatos; elevar el salario mínimo y los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas; se opone a los proyectos público – privados por ser una forma de privatización. También denuncia el TTIP, el nuevo tratado de libre comercio que su gobierno negocia en secreto con los Estados Unidos (similar al TTP que se negocia con México en secreto). Esos tratados dejan en manos de tribunales privados la resolución de conflictos comerciales e incluso obligan a someter a su escrutinio toda modificación de leyes nacionales que pueda afectar la economía y el comercio.

Además es vegetariano, no creyente en ninguna religión y a favor de la educación laica (la pública y la privada) pero no es antirreligioso. También es republicano y en una reciente ceremonia oficial guardó un respetuoso silencio pero no cantó “dios salve a la reina”, el himno nacional británico. Lógico por no ser creyente ni monarquista; pero eso molestó a muchos.

Corbyn llama la atención por su frugalidad; en medio de los escándalos de gastos excesivos de los demás representantes causó sensación por presentar las menores listas de gastos; en una ocasión solo pidió se le pagara un cartucho de tinta para la impresora de su oficina. No tiene carro y anda en bicicleta.

Apenas en junio pasado entró a ser candidato a la dirección de su partido porque no había nadie más en contra de la política de austeridad. Su candidatura fue el hazmerreír de los demás; daban 200 contra uno a su posibilidad de ganar hace tres meses.

Para sorpresa de todos, y de él mismo, su triunfo de la semana pasada fue arrollador. Obtuvo el 59.5 por ciento de los votos. Al principio dijeron que lo impulsaron los jóvenes recién ingresados al partido; pronto se mostró que lo votaron todos, también los más viejos y tradicionales laboristas.

En su primer debate parlamentario con el primer ministro le presentó preguntas elegidas entre las que le enviaron los ciudadanos. Fue la sesión más amable y comedida de mucho tiempo, pero señaló, por ejemplo, el deterioro del gasto público en bienestar social y la escasez de vivienda a precios accesibles.

De inmediato el gobierno conservador lo ha calificado de peligro para la seguridad nacional (se opone a gastar en más submarinos nucleares carísimos, al armamento nuclear en general y a la pertenencia a la OTAN por provocadora). También es, según el gobierno, un peligro para la economía por su franca posición anti neoliberal.

Jeremy Corbyn sorprendió por el gran apoyo popular que recibió. Ganó de calle la votación de los miembros de su partido; el método por el cual los partidos democráticos del mundo eligen a sus candidatos. La mayoría de sus compañeros de bancada no lo quieren. Jeremy representa el repudio a la “izquierda leve” que ha venido administrando la crisis de la globalización con ligeros toques sociales pero sin proponer cambios de fondo.

Corbyn en Inglaterra se suma a Syriza en Grecia y a Podemos en España para darnos la señal de un cambio importante: el creciente repudio al “neoliberalismo social” representado por una izquierda leve, superficial. Los que eran movimientos en la calle se han sabido convertir en expresiones políticas formales y exigen mucho más. Cierto que la prepotencia financiera de Alemania y Europa derrotaron al movimiento popular griego; pero eso no quiere decir que deje de existir. Y cuando se ve el panorama de conjunto resulta que estas liebres izquierdista, que brincan de donde menos se espera, empiezan a proliferar.

Tal vez, solo tal vez, Bernie Sanders un candidato que busca la candidatura demócrata a la presidencia norteamericana dé una sorpresa. No destaca en los medios porque solo acepta contribuciones individuales de cuarenta dólares o menos. Se proclama socialista, lo que para la política norteamericana ya es muy radical. Lo que llama la atención es que su campaña tiene los mítines más numerosos que los de cualquier otro candidato.

En Uruguay las manifestaciones populares obligaron al actual gobierno de izquierda leve a abandonar las negociaciones de otro tratado de libre comercio con los Estados Unidos. En Brasil el gobierno de Dilma Rousseff se ve duramente cuestionado por corrupción y gastos absurdos (estadios deportivos por ejemplo) mientras los sindicatos y los manifestantes piden que los ricos paguen la crisis.

La percepción popular parece estar cambiando en el mundo y en muchos lados ya no se aceptan izquierdas de pacotilla. Los movimientos que exigen cambios de fondo avanzan penosamente; pero de repente dan la sorpresa con un gran salto. No parecen todavía lo suficientemente fuertes para modificar el modelo globalizador de cada país; pero van madurando y se extienden al amparo de la democracia. Donde la hay.

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