Faljoritmo
Jorge Faljo
¿Sobre qué escribir? Esta es la parte difícil de hacer esta columna. Reviso los titulares y lo que veo son notas “rojas” o “amarillas”. Noticias de impacto, coyunturales, con muertos y escándalo, pero sin real asunto de fondo.
Esta la tremenda explosión de Pajaritos, una tragedia con 28 muertos, numerosos heridos, ventanas destruidas a kilómetros alrededor. Podría pensar que de poco sirvió en cuanto a prevención de accidentes el haberla privatizado. O que el padrón electoral de México, con los nombres y direcciones de todos nosotros, aparezcan en un sitio de internet norteamericano. O el encuentro de más fosas y restos humanos enfrentado a la indiferencia habitual.
Estamos ya en campañas políticas en una docena de estados y 955 municipios y sorprende que nadie traspase la raya de lo que no puede hablar, que son prácticamente todos los asuntos de fondo y de verdadera importancia para millones de mexicanos.
Se discuten fortunas personales, posibles hechos delictivos o no éticos, chismes personales. El mecanismo preferido son las filtraciones indiscretas para remover el lodo. Se trata de la política vista como asunto de espionaje y revelaciones sensacionalistas. No como reflexión y discusión de fondo de los grandes problemas nacionales.
El Sistema Nacional Anticorrupción perdió empuje, al grado de que parece congelado. Al parecer se salió del cauce pre programado y apuntó a la posibilidad de llegar a cuestionar la figura presidencial. Tal vez los sucesos en Guatemala, Brasil, Perú y Argentina han exacerbado la preocupación de la elite y han decidido poner freno.
Se asemeja a lo ocurrido con la reforma del campo a la que convocó el presidente Peña en el 2014. Un asunto de enorme importancia que estaba levantando entusiasmo y participación de las organizaciones campesinas, cuando se decidió frenarla. La razón es que precisamente se tomaron en serio la posibilidad de discutir y proponer y el asunto se salió del limitado cauce.
La crisis cafetalera ha reducido a la tercera parte la producción de lo que fue un importante producto de exportación. El descuido gubernamental a la producción y los productores ha desembocado en una situación catastrófica que hunde a la miseria a cientos de miles de familias. Hay también una crisis cañera. Pero son temas que ni siquiera se tocan en Veracruz.
Claro que la crisis del campo rebasa a ese estado y aflora en otros lados. Los productores de leche de los Altos de Jalisco están tirando miles de litros tratando de obtener que se les compre a ellos a un precio que les permita sobrevivir en lugar de que México sea el principal importador de leche en polvo del planeta. Pero importar es mejor negocio que el trabajo y bienestar de los productores.
El gobierno federal, lo que queda de PEMEX y muchos gobiernos estatales y municipios no están pagando a sus proveedores. La ausencia de gasto público paraliza a numerosas empresas. Es evidente que el gobierno necesita incrementar sus ingresos como un asunto de interés nacional que incide en la operación de toda la economía.
Debatir en serio la necesidad de un estado funcional implicaría cuestionar el hecho de que somos el que menos ingresos fiscales tiene entre los 34 países de la OCDE. Necesitamos una reforma fiscal que traslade parte de los vastos atesoramientos en Panamá, Florida o las bóvedas bancarias, hacia actividades productivas y, por medio del estado, al consumo mayoritario.
Convendría repensar la conveniencia de continuar en plena apertura mercantil, en la que somos campeones mundiales, sin que se pueda presumir de sus resultados. Aceptar, como lo hacemos, destruir la producción lechera o la de caña y azúcar es tan malo, aunque a menor escala, como lo ha sido la autodestrucción de la industria manufacturera. En estos casos ha sido evidente el papel de las importaciones financiadas mediante la venta país.
El modelo que se nos ha impuesto desprecia al mercado interno para centrarse en la exportación a otros consumidores. Pero ya no da para más y lo que tenemos es un juego en materia de crecimiento económico que va de las altas expectativas a los pobres rendimientos; sea que hablemos del sexenio o de cada año.
No hay debate de fondo sobre seguridad y derechos humanos y la impresión internacional es que no se quiere resolver estos problemas. También reina el silencio sobre la impunidad, el desarrollo rural, el rumbo industrial, el apretón presupuestal, el sistema impositivo y demás.
Es agudo el contraste con la campaña pre electoral norteamericana donde se discuten temas de fondo sin que sus estructuras políticas e institucionales se cimbren, o pretendan impedirlo. Allá se cuestiona a su banco central, la estrategia de salvamentos financieros, los impuestos a los ricos, el sistema de salud, el educativo, los tratados de libre comercio, la desindustrialización y el empleo, etc.
Acá pareciera que nuestros candidatos están en concurso para elegir a la flor más bella de cada ejido. No parecen tener temas que discutir y cuidadosamente evitan opinar sobre lo importante para centrarse en sus atributos personales y los de sus adversarios.
Salvador García Soto, un destacado columnista, reseño que hace unos días el presidente Peña convocó a su gabinete ampliado para lanzarles un mensaje contundente: “no se confundan, ninguno de ustedes puede decidir por su cuenta y sin consultarme. Yo soy el único que puede tomar decisiones”. El mensaje no tenía destinatario preciso y todos se preguntan ¿a quién iba dirigido y por qué?
Pero lo importante del mensaje tal vez sea la ausencia de destinatario y de concreción. De ese modo todos se ven obligados a hacer examen de conciencia. Me recuerda un falso proverbio árabe, en realidad un chiste incorrecto, pero que viene al caso. “Cuando llegues a casa pégale a tu mujer. Tu no sabrás porque pero ella sí”.
Eso parece ser lo que hizo el presidente, mandar un mensaje a su gabinete, extensivo a toda la clase política, de no hacer olas. Agobiados por la crítica externa, cada vez más incisiva y amenazante, nuestra elite política parece estar agotando su paciencia y no encuentra la salida para los problemas que enfrenta. Así que la consigna es todos calladitos. Pero sin participación ciudadana y libre expresión política no encontraremos las salidas. Y, yo ¿cómo voy a tener tema para esta columna?
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