sábado, 2 de abril de 2016

Y la puerca torció el rabo

Faljoritmo

Jorge Faljo

Hace unos añitos supervisaba la operación de cursos de capacitación en comunidades rurales marginadas. Platicando con señoras de Zimapán, Oaxaca, que habían tomado un curso para la cría de cerdos hice la pregunta de cajón. ¿Qué les había parecido el curso? ¡Muy bueno!, fue la respuesta. Todas tenían entre dos y cuatro cerdos y el curso les ayudaría a manejarlos mejor. Pero se me ocurrió preguntar cuántos cerdos tenían hace veinticinco años y los buenos recuerdos dieron lugar a una respuesta entusiasta; en aquellos tiempos en sus traspatios criaban de 15 a 40 cerdos cada una.

Las que tomaron el curso de fabricación de mermeladas, sobre todo con piña de la región, opinaron igual de bien del curso. ¿Y les servía para mejorar sus ingresos? Pues no, dijeron, porque todo mundo sabe hacer mermelada.

Estos y otros cursos eran buenos porque iban acompañados de una pequeña beca de capacitación. Son, como toda la siembra de “proyectos productivos” en el campo, una pequeña farsa que permite a los políticos lucirse en la foto con marginados sonrientes al momento de la entrega. Permiten ocultar el gran despojo de que ha sido objeto el campo, porque los políticos no lo recorren visitando algunos de los miles de proyectos fracasados.

El Plan Nacional de Desarrollo de Zedillo (1995 – 2000) expresó lo ocurrido de manera más elegante e institucional; se substituyó un aparato productivo obsoleto (el campesino) por otro moderno sin que se consiguiera elevar la producción. Visto en otra perspectiva se elevó la productividad de enclaves globalizados, mientras que la productividad campesina (y la de todo el aparato productivo “histórico”) se fue a pique. El resultado fue el estancamiento prolongado de la economía nacional.

Fue el costo de la globalización y nuestros dirigentes lo pagaron con entusiasmo. A ellos no les dolió. Esos dictados, los del mercado globalizado (porque el nacional fue sacrificado) han sido palabra sagrada en la conducción del país.

Pero ahora la globalización muestra otra cara, más bien una mueca desagradable, a nuestra elites al exigirles mucho más que el mero cumplimiento de sus dictados económicos. El mundo les demanda que el México globalizado sea un estado de derecho, de respeto a los derechos humanos, de ejercicio eficaz de las funciones de gobierno, de transparencia, rendición de cuentas, honestidad, democracia efectiva, de no colusión entre autoridades y criminales, de no impunidad, y demás.

Es aquí donde la puerca tuerce el rabo y nuestros globalizadores económicos empiezan a entrar en creciente conflicto con las exigencias de una gobernanza de calidad globalizada. Las señales del descontento de la clase dirigente empiezan a saltar, como la mítica liebre, por dondequiera.

La negativa del Papa a pisar la alfombra roja a su descenso del avión y a darle su bendición a las elites fue ampliamente correspondida por la intención gubernamental de limitarlo al contacto con marginados de utilería. Con pretextos de seguridad se desquició a la Ciudad de México y se le impidió el contacto con la mayoría de los que deseaban acercársele. Algunos mensajes de fondo merecieron lagrimitas de cocodrilo y otros, como su referencia a los esclavistas modernos, oídos sordos.

En las cortes norteamericanas se dirimen delitos cometidos en México, como las acusaciones de lavado de dinero por un importante banco internacional, o la expansión de la mayor cadena comercial mediante sobornos. En España se detiene por varios días a un importante político mexicano y, pocos días después se acusa formalmente a uno de sus allegados. Todas son notas de relevancia internacional y de todas se desprende la impresión, ahora del dominio público mundial, de que en este país reina la impunidad.

El gobierno de México solicitó la llegada al país del grupo de forenses argentinos y del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes –GIEI-, para colaborar en el esclarecimiento de la colusión de autoridades públicas en los hechos brutales de Ayotzinapa. Lo que solo puede explicarse por la evidente incapacidad interna y el deseo de justificarse ante el resto del planeta. Pero el asunto no ha funcionado como se deseaba. Se ha evidenciado la falta de interés interno en el esclarecimiento de los hechos y acabamos de llegar a un punto de ruptura.

El gobierno se apresuró a informar que en el basurero de Cocula si se incineraron algunos cuerpos (¿de los 43?) mientras que el GIEI dice que se rompieron acuerdos, la información es parcial y no corresponde al consenso de los expertos.

Independientemente de lo realmente ocurrido en el basurero, hay una grave ruptura con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos -CIDH. De forma inaudita la PGR abrió una investigación por fraude al secretario ejecutivo de la CIDH, Emilio Álvarez Icaza, y este ha dicho que México está en una regresión autoritaria. El subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Roberto Campa, declaró que la demanda no es seria; pero el daño está hecho.

Hace unos días el Secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade, salió al ruedo para decir que el reporte de la Comisión Económica para la América Latina –CEPAL-, tiene equivocadas las cifras sobre el incremento de la pobreza y la indigencia en México. Según él la metodología de la CEPAL es obsoleta; los datos mexicanos mostrarían que la pobreza extrema ha disminuido durante la administración de Peña Nieto.

En estos y otros casos de conflicto entre las posiciones del gobierno mexicano y las de entidades internacionales hay dos campos de batalla mediáticos: el interno y el internacional. Podría darse la impresión de que nuestro gobierno gana la batalla interna pero no cabe duda de que pierde la internacional. Diferir de los tribunales internacionales o enfrentar a organismos de las Naciones Unidas es como enfrentar a Goliat sin saber usar la honda: el resto del mundo ve que nos damos en la cara.

Las exigencias de la globalización son crecientes y dobles: sumisión a sus dictados económicos y con buen modo. Nuestros dirigentes aceptan con entusiasmo el lado económico de la globalización económica pero están entrando en un creciente conflicto con el exterior en el plano de la gobernanza ética y eficaz.

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