Faljoritmo
Jorge Faljo
“Cómo mentir con estadísticas” es el nombre de un libro de divulgación que leí hace décadas y me resultó iluminador. No habla de México, sino de metodología estadística elemental. Tras este comercial, abordemos el tema.
En un año, el último con información estadística, los hogares más pobres del país elevaron en 33.6 por ciento sus ingresos. Es una noticia de la mayor importancia, que acaba de dar a conocer el Instituto Nacional de Estadística y Geografía –INEGI-, y que puede tener importantes repercusiones en la política de desarrollo social, laboral y económico en general. A este paso el problema de la pobreza en México estaría prácticamente solucionado para el final del sexenio.
¿Y cómo se consiguió este notable avance? Mediante la aplicación de lo mejor de la vieja tradición estadística: la manipulación metodológica. Por lo menos eso es lo que señala el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social –CONEVAL-,cuando señala que cualquier cambio para captar adecuadamente las variables económicas y sociales “debe ser realizado con transparencia y planeación, permitiendo generar certidumbre a los usuarios; sin embargo, este “no fue el proceso que siguió el INEGI en esta ocasión”.
CONEVAL abunda en que los cambios que hizo el INEGI carecen de documentos públicos de carácter técnico que los justifiquen; fueron su decisión exclusiva y al margen del convenio de colaboración con el primero.
Que se lo diga en la cara un organismo oficial a otro es un hecho inusitado que en este caso señala la profundidad de la discrepancia. Lo menos que puede decirse es que, independientemente de que toda estadística es una aproximación a la realidad, una de sus características de mayor importancia es su capacidad para medir tendencias. Esto se ha roto para dar lugar a la nueva metodología de la no transparencia.
En los últimos quince años el notorio estancamiento, o empeoramiento, de las condiciones de pobreza de la población mexicana ha contrastado con la eficaz reducción de la pobreza ocurrida en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y otros países. Cabría pensar que este terrible fracaso es lo que lleva a una modificación metodológica que permita taparle el ojo al macho.
No sería la primera vez. Recuerdo que en los años ochenta la información sobre el hato ganadero en manos campesinas reflejaba cifras terribles. Este se había disminuido en millones de reses, cerdos, cabras y aves. Los datos reflejaban una profunda crisis en el medio rural y, en particular el deterioro de las fuentes de alimentación de la población campesina.
Lo cual fue decisivo para un cambio “metodológico” al final de los años ochenta: se substituyó la información de hato ganadero por la de la producción de los nuevos y modernos rastros TIF (tipo inspección federal). Y claro, las nuevas cifras mostraban importantes incrementos en la producción de carne TIF, es decir no campesina. El cambio metodológico sustentó una reorientación de la política rural que se olvidó de los campesinos, del alivio a la pobreza y de lo que ahora es, de palabra al menos, un derecho humano básico, el de la alimentación.
En el mismo sentido puede apuntarse que hasta los primeros años de este siglo, la encuesta industrial mensual permitía, así fuera de manera imperfecta, darse cuenta de la quiebra de centenares de destacadas empresas industriales. Proteger el modelo de transnacionalización monopólica podría ser la causa del cambio metodológico del 2009 que ya no nos permitió enterarnos de los detalles de la desindustrialización en marcha.
Con estos antecedentes hay motivo para desconfiar. ¿Acaso este cambio metodológico está hecho a modo para cambiar la política social? Si así fuera la dirección a la que apunta es a seguirla debilitando.
Hay que señalar que la discrepancia, para decirlo suavecito, entre INEGI y CONEVAL, es un asunto mayor. El primero es una dependencia directa del ejecutivo en la que el presidente Peña nombró hace relativamente poco al nuevo titular que impulsa estos cambios. El segundo es un organismo público descentralizado con autonomía y capacidad técnica para generar información objetiva sobre la pobreza que permita mejorar la política social.
CONEVAL nació en 2004 por una decisión del legislativo originada en la desconfianza de la información oficial sobre aspectos sociales y de bienestar. Por ello nació con autonomía técnica. Se trató de un arreglo a medias en el que habrían de coexistir la entidad controlada por el ejecutivo y el nuevo organismo.
Lo que es indudable es que la generación de estadísticas es un elemento fundamental para saber cuáles son las tendencias de nuestra evolución en aspectos fundamentales del bienestar social, del empleo e ingresos, de escolaridad y acceso a servicios públicos, derechos humanos básicos, entre otros datos. Conocernos a detalle, objetivamente, debe ser la base del diseño de políticas y programas públicos que incidan y modifiquen la realidad económica y social.
La crítica al INEGI nos retrae a la situación previa al 2004; desconfianza de las cifras oficiales. Solucionarlo en serio requiere revisar un arreglo institucional que en el pasado, y el presente, nos deja en manos de intereses sesgados. Por México, lléguenle señores diputados.
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