domingo, 10 de julio de 2016

Zonas Económicas Especiales; una emboscada en el sur

Jorge Faljo

Mientras esperaba mi autobús vi un comercial sobre las zonas económicas especiales, ZEE. De acuerdo al mismo es una nueva estrategia para superar la existencia de dos Méxicos; es decir que llevará las oportunidades de desarrollo, prosperidad y bienestar a las regiones más pobres del país. Se trata, dijo el Presidente Peña, de saldar una deuda histórica con un proyecto de futuro.

Sin embargo, el diseño hace evidente la ignorancia en temas de combate a la pobreza o, de plano, otras intenciones que serían las de implantar en territorios delimitados una visión económica ortodoxa, empresarial, que en nada resultará favorable a los más pobres. Más bien ocurrirá lo contrario.

De acuerdo a la nueva ley la Secretaría de Hacienda -SHCP-, hará un Programa de Desarrollo en consulta con las entidades federativas y autoridades municipales y nombrará un Administrador Integral para cada ZEE. Este podrá ser una persona moral o física privada, (aquí la Ley presenta una discrepancia), o una empresa paraestatal. A su vez el Administrador Integral designado elaborará un Plan Maestro para su aprobación por la Secretaría.

La propuesta se basa en la concentración de recursos para algunas grandes empresas selectas. El gobierno federal aporta inmuebles federales (terrenos, infraestructura y similares) y renuncia a ingresos fiscales, aduaneros y económicos (con precios y tarifas especiales). Por su parte los gobiernos estatales y municipales se comprometen a aportes similares, además del financiamiento de obras públicas y el acceso prioritario a los servicios públicos. Todo para configurar lo que se llama una infraestructura competitiva que atraiga inversión privada. Incluso los programas de desarrollo social que fomenten actividades productivas deberán adecuarse a los requerimientos de las ZEE y de sus zonas de influencia.

En la práctica se han diseñado agujeros negros para chupar el máximo posible de recursos públicos y convertirlos en privilegios de las empresas autorizadas por la SHCP. Justo la estrategia que impulsó el notable crecimiento industrial de Querétaro… e hizo que la población votará por la oposición. Es la estrategia de concentrar el gasto en infraestructura y condonar ingresos públicos a cambio de escaparates de modernidad tecnológica de nivel mundial que reposan en un sindicalismo blanco y en el pago de salarios de tercer mundo para pocos trabajadores.

Las atribuciones de los Administradores nombrados por la SHCP, hasta por cuarenta años renovables, son impresionantes: Podrán construir, desarrollar, administrar y mantener las obras de infraestructura de la Zona y prestar los servicios asociados (electricidad, agua potable, drenaje, saneamiento de aguas residuales, telecomunicaciones y otros); adquirir los inmuebles necesarios, la titularidad de derechos y/o los permisos y autorizaciones necesarios; recibir los beneficios fiscales, facilidades e incentivos; asignar lotes a los inversionistas y recibir las contraprestaciones correspondientes (cobrar); formular las reglas de operación de la Zona; operar los servicios de vigilancia y control de accesos y tránsito de personas y bienes; contratar al personal y lo servicios necesarios; obtener fondos, créditos garantías y otros recursos financieros en el país o en el extranjero.

Se crea una zona de privilegio con mayores atribuciones y capacidades legales que las mismas entidades y municipios. Tres son preocupantes: se pueden endeudar en el extranjero en tanto que entidades y municipios lo tienen prohibido, se hacen cargo de la seguridad pública (una especie de guardias blancas); y se crea un marco normativo específico para la resolución de controversias en tribunales privados.

De este modo la actual administración de la SHCP se hace cargo directo de espacios de dominio territorial en los que coloca alfiles inamovibles, altamente blindados, cuya autoridad y capacidades sustituyen a las de los municipios y entidades. Todo ello sin consulta con sus supuestos beneficiarios, la población indígena, los grupos vulnerables, los pobres extremos; y sin un mínimo de análisis ventilado públicamente.

La propuesta es de tal importancia que debería ser sometida a un referéndum de la población de los municipios y entidades afectados, si no es que de todo el país. Esto me hace recordar que hace dos años más de cinco millones de mexicanos, con datos verificados formalmente, pidieron un referéndum sobre la reforma energética y la Suprema Corte, sumisa, lo negó con el vil pretexto de que eso afectaba el presupuesto público. Ahí fue donde este régimen rompió de manera brutal el dialogo con ciudadanos que fueron colocados en condición de súbditos.

Pero volviendo al tema, hay que subrayar la importancia de la infraestructura de las tres primeras ZEE. Una en el Corredor Industrial Inter-Océano del Istmo de Tehuantepec. Incluye un gasoducto transoceánico, la rehabilitación del ferrocarril del istmo y la carretera transitsmica. La segunda en Puerto Lázaro Cárdenas y municipios colindantes y la tercera en Puerto Chiapas con el gasoducto Salina Cruz- Puerto Chiapas.

O sea que la infraestructura que se transfiere no es menor, sino precisamente estratégica para el futuro de amplias regiones del sur del país. Y las ZEE amarran el futuro de la región a una estrategia en la que la voluntad popular no tendrá influencia. Aún y cuando en el futuro, como lo hizo el pasado cinco de junio, decida expresarse en contra del actual grupo gobernante y sus políticas.

En estas circunstancias lo importante es que las autoridades municipales sean muy transparentes precisamente en donde la SHCP no tiene intenciones de serlo. Esto incluye informar, dialogar y consultar a su propia población, en particular a pobres y vulnerables, en cuanto a las cesiones de ingresos, recursos y soberanía que les habrá de exigir el grupo de tecnócratas que pretende trascender en el tiempo.

Con las Zonas Económicas Especiales tendríamos tres Méxicos, el moderno del norte, el rezagado del sur y nuevas regiones privadas autónomas, con gobiernos autocráticos. Hipotecar el presente es malo; hacerlo con el futuro es falta de ética.

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