Jorge Faljo
Se aprobó el paquete presupuestario público para el 2017 con un fuerte recorte al gasto público. Se responde así, lo dijo Hacienda, a la perspectiva negativa que le asestaron las calificadoras Moody´s y Fitch a la evolución de las finanzas públicas. Había que frenar el acelerado ritmo de endeudamiento de los primeros años de esta administración de manera que no se amenazara, ni con el pétalo de una rosa, pagarlo en el futuro.
El costo para los mexicanos será bastante alto. El deterioro en los servicios de salud, educación, transporte y otros básicos bajan los niveles de vida y empujan, a los que pueden, a servicios por su cuenta. Más allá de renglones específicos, el sector público es el principal generador de demanda de la economía y apretar sus inversiones, consumo y los salarios que paga tiene un efecto negativo en toda la economía. Al ajustarse el cinturón aprieta el de todos los demás.
La caída en la inversión pública desalienta a la privada. Esto en un contexto de larga y desesperante debilidad del mercado interno. Se han perdido millones de puestos de trabajo que pagan más de cinco salarios mínimos para ser substituidos, si bien nos va, por otros que pagan menos.
Por todos lados se contrae la demanda y esto es precisamente lo que en el mundo y en México está obstruyendo el funcionamiento de la producción. Cuando teníamos un estado fuerte crecíamos al seis o siete por ciento anual; en las últimas décadas, con un estado semiderruido apenas nos arrastramos.
El paquete fiscal se aprobó sin discusión. El mayoriteo progubernamental impidió revisar más de un centenar de propuestas. Tenemos un congreso sin la altura necesaria para darse el tiempo de reflexionar y analizar. ¿Importa que México tenga una captación fiscal de apenas la mitad del promedio de los países de la OCDE? Este país es, como lo dijo Alicia Barcena, mexicana dirigente de la CEPAL, un paraíso fiscal.
Lejos de lo relevante, los medios y parte de la oposición destacan que al presupuesto se le añadieron, de último minuto, 51 mil millones de pesos originados en modificaciones al cálculo del precio del dólar, la producción petrolera y la eficiencia recaudatoria. Pero el paquete económico establece ingresos por cuatro billones 888 mil 892 millones de pesos y en esa perspectiva el añadido no es más que un miserable 1.04 por ciento del total. Pero, sacado de la manga, consigue distraer del asunto de fondo: si el otro 99 por ciento es un presupuesto adecuado a los requerimientos del país en esta coyuntura.
Todas las voces parecen opinar que no; que el presupuesto no basta. Lo dicen los gobernadores estatales, las universidades, lo murmuran las distintas secretarías y entidades públicas. Lamentablemente cada uno de ellos se refiere a su propio sector y no asciende a la visión de conjunto. La Secretaría de Hacienda logró dividir a sus opositores y convertir la negociación, si así se le puede llamar, en un pleito de cobijas en el que cada uno jala para su lado y no logra ver lo evidente: que a todos les falta y que el presupuesto es insuficiente en su conjunto.
Si se unificaran en la discusión tendrían que haber derivado a ¿cómo elevar los ingresos públicos? Y al gran asunto de eliminar la opacidad y alta discrecionalidad con la que se maneja Hacienda. Recordemos que, contra la práctica habitual, este asunto fundamental es responsabilidad de la Cámara de Diputados. Función que rehúye y nos condena a una democracia de utilería.
Compararnos con otros países permitiría identificar lo que aquí no se grava y nos debilita. Es posible incrementar el ingreso sin disminuir el consumo de la población; eso solo endurecerá el estancamiento económico y el empobrecimiento mayoritario. En lugar de ello, cobrar, con estándares internacionales impuestos a la riqueza no productiva, la producción monopólica y las importaciones destructivas de la producción interna. Romper tabús. ¿Ignoran nuestros legisladores que Francia acaba de imponer altos aranceles a las importaciones de acero chino con la finalidad explicita de proteger su producción?
Otros países, y hablo de Estados Unidos, Japón y Europa, han sido pragmáticos y han seguido políticas monetarias de creación de dinero que han atenuado el yugo de la deuda pública y el pago de intereses.
Pero en esta discusión presupuestal no hubo visión crítica sobre un presupuesto en el que el ingreso gubernamental se salva por la vía del diferencial del precio de las gasolinas importadas y el precio al público. Si hemos llegado a esto, por qué no fincar impuestos a otras importaciones. No para seguir como estamos, sino para levantar a producción manufacturera interna.
El sabor amargo que deja este paquete económico, y los estragos que habrá de causar podrían, ojalá, acelerar el ambiente de transformación política que se empieza a respirar. Tenemos ya sobre la mesa propuestas concretas para encaminarnos hacia un sistema político parlamentario que elimine el autoritarismo de quienes no logran más de la tercera parte de los votos. Hay que obligar a los actores políticos a la negociación y la búsqueda de consensos, sobre todo cuando nos encaminamos al 2018 con un desprestigio masivo de los partidos y sus candidatos.
Por otra parte la decisión del EZLN de llevar a cabo una consulta indígena y popular para, posiblemente, presentar una candidata indígena en las presidenciales del 2018 es muy importante. Hace dos aportaciones al contexto político nacional: su vinculación indisoluble con los intereses de los marginados, y la experiencia del exitoso duelo de ingenio y substancia que le permitió sobrevivir y adquirir presencia internacional. Es desde abajo que puede surgir calidad en la discusión pública y en el proceso de selección de candidatos de los otros partidos. ¡Bienvenidos!
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