Jorge Faljo
La oferta de coberturas cambiarias por parte del Banco de México ha provocado un inmediato fortalecimiento del peso. He estado razonando el asunto pero se me ha atravesado mi inconsciente que me recuerda una vieja historia; y como lo respeto mucho se las voy a relatar.
Hace dos o tres siglos, en la muy vieja Rusia, una pandilla de bandoleros asaltaba poblados pequeños y aislados, maltratando o asesinando a sus habitantes. Un pueblo atemorizado le encargó a su viejo sabio que encontrara el modo de salvarlos. Así que cuando llegaron los bandidos el viejo salió a su encuentro y le dijo al capo: Si no nos tocas te ofrezco algo muy especial; le enseño a hablar a tu perro, solo necesito dos años.
El jefe de los forajidos se interesó y le dejó al animal. Pero lo amenazo con que a su regreso, si el perro no hablaba, arrasaría con todo.
Quejumbrosos los pobladores le reprocharon el trato porque en dos años morirían. El viejo contestó: pero hoy estamos vivos y en este tiempo pueden pasar muchas cosas: se puede morir el capo, me puedo morir yo, o le enseñamos a hablar al perro.
Regresando al punto inicial: Banco de México ofrece vender coberturas cambiarias por veinte mil millones de dólares, a plazos menores de un año empezando por mil millones en dos semanas. Estas son realmente, en la práctica, un seguro contra la devaluación.
Supongamos que una gran empresa debe pagar una deuda de 100 millones de dólares en diciembre y teme que para entonces la paridad se encuentre a 24 pesos el dólar. Si Banxico con la cobertura cambiaria le garantiza que podrá comprar, en diciembre, esos 100 millones a 22 pesos el dólar, la empresa comprará la cobertura.
En este ejemplo la empresa apuesta a que el dólar subirá de precio y Banxico apuesta a que no mucho. Si en diciembre la empresa tiene que comprar los dólares a un precio superior al asegurado el seguro le paga el diferencial. Si se aseguró a 22 y compra a 24 entonces el seguro cubre dos pesos por dólar.
Si ocurre lo contrario y el peso en diciembre se encuentra a 21.50 entonces la empresa compra a ese precio pero deberá pagarle 50 centavos por dólar al asegurador. Es decir que de cualquier modo el precio que pagará la empresa, inversionista o especulador será el valor al que aseguró el dólar que en este ejemplo es de 22 pesos.
Una medida ingeniosa que otorga certidumbre a las empresas y estabiliza el mercado y, además, Banxico no desembolsa dólares ahora y no se compromete a desembolsarlos después. Pero, ¿Por qué baja el precio del dólar ahora? Porque los compradores de dólares ya no tienen que hacerlo de inmediato; les resulta más conveniente comprar el seguro de momento y dejar la compra para más adelante.
La oferta será intermediada por instituciones financieras que comprarán las coberturas y las revenderán; y el precio será fijado mediante subasta, es decir por oferta y demanda.
De este modo Banxico escapa de lo que parecía un callejón sin salida. No podía incrementar la venta de dólares porque la caída de las reservas generaba preocupación y ya había recibido una advertencia el Fondo Monetario Internacional. Tampoco es conveniente que siga incrementando la tasa de interés de referencia porque encarece el crédito, el consumo y la inversión.
Así que ha logrado patear el problema hacia adelante. No digo que eso este mal. Le da estabilidad al mercado, baja el precio del dólar y esto tiene un impacto político positivo porque podrá reducir el gasolinazo.
Los problemas de fondo no se han resuelto. El déficit de la balanza comercial y de cuenta corriente es excesivo y se está financiando mediante la venta país y la entrada de capital volátil. Pero se acaba el interés por la inversión productiva y los capitales volátiles, incluso los de mexicanos, se mueven hacia el exterior.
Moody’s y otros centros de análisis reducen la proyección de crecimiento para el 2017 a solo el 1.4 por ciento. No hay hacia donde incrementar las exportaciones y el mercado interno se encuentra estancado; a pesar de los insuficientes incrementos del empleo el hecho es que la masa salarial no crece. Hay más empleo pero en su conjunto es cada vez más mal pagado.
Y en el horizonte amenazas varias: que Estados Unidos le ponga un impuesto a nuestras exportaciones; que dificulte el envío de remesas e inversiones; o que exija un mayor contenido de componentes nacionales (no chinos), en nuestras exportaciones.
Un respiro financiero no compone la economía real. La demanda de dólares solo se ha pospuesto, pero al igual que en el cuento ruso, el temor al futuro existe y la salida de dólares llegará en su momento. Banxico le ha comprado tiempo a nuestra clase dirigente, y eso es valioso. Ojalá y lo aprovechen no para tratar de eternizarse en el poder, sino para emprender las transformaciones de fondo que requiere el país. Por lo pronto, habrá que enseñarle a hablar al perro.
Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
sábado, 25 de febrero de 2017
sábado, 18 de febrero de 2017
BAT contra IVA
Jorge Faljo
Cuando por primera vez leí que Trump despotricaba en contra del Impuesto al Valor Agregado de México francamente no entendí y lo dejé para más tarde. Solo que me quedó la espinita y gradualmente me he dado cuenta de la enorme importancia del tema. En torno a esto puede darse el cambio más relevante del intercambio comercial entre los dos países y ser el golpe de gracia de nuestra estrategia económica si establecen su propio Impuesto de Ajuste Fronterizo (Border Adjustment Tax- BAT).
Trump acusa al IVA de ser un arancel disimulado con el México hace trampa. Lo cierto es que este tipo de impuesto lo aplican 160 países en el mundo. Es un impuesto que paga el consumidor final. Dado que el impuesto es igual para las mercancías nacionales que para las importadas no favorece a ninguna de las dos y es por lo tanto “neutro”. Por esa razón los neoliberales no lo consideran proteccionista. Pero el nuevo gobierno norteamericano, que es de extrema derecha pero no neoliberal, tiene un punto de vista muy distinto.
En el comercio de dos países con el mismo sistema la situación se equilibra. El país exportador no cobra el IVA pero el importador sí y los dos operan igual. Pero la puerca tuerce el rabo cuando los dos países no tienen el mismo sistema.
El IVA es por definición un impuesto de ajuste fronterizo. Un productor nacional paga el impuesto si su producto se consume dentro del país, pero el impuesto se reduce a cero cuando el producto se exporta. Es distinto para las empresas norteamericanas que pagan impuestos independientemente de si su producción se consume dentro de los Estados Unidos o se exporta. No hay ajuste fronterizo.
Cuando consumimos mercancía norteamericana se paga (con excepciones) un 16 por ciento de IVA al gobierno mexicano. Pero los consumidores norteamericanos no pagan algo similar sobre las mercancías mexicanas que ellos consumen.
La mayor economía de consumo del mundo no tiene IVA y la nueva administración norteamericana dice ahora que existe una inequidad impositiva que van a corregir. No queda claro cómo, pero han expresado dos posibilidades.
Una manera es externa, exigir a México que elimine el IVA sobre las importaciones norteamericanas. Idea simplona e inadmisible pero que aun así podría surgir en la renegociación del TLC como parte de su estrategia de golpear pidiendo lo imposible. Para nuestro gobierno significaría perder un ingreso muy importante y no está el horno para bollos. Implicaría además un trato desigual a las importaciones de distintos países y eso eliminaría el carácter “neutro” del IVA.
Además Estados Unidos tendría que pedirles lo mismo a otros países que cobran este tipo de impuesto. Son poderosos pero no pueden cambiar a todo el mundo.
Lo más viable es que cambien ellos mismos, para lo que se manejan dos ideas. Una es transformar su sistema fiscal y adoptar el IVA, o establecer su propio Impuesto de Ajuste Fronterizo (Border Adjustment Tax- BAT).
Crear su propio IVA es políticamente inviable para un gobierno republicano. La población lo entendería como un nuevo impuesto y teme que, como en casi todo el mundo, empiece con una tasa relativamente baja que luego se hace fácil ir subiendo.
Lo que queda para Estados Unidos es el BAT. En este caso la idea es exentar de impuestos a las exportaciones norteamericanas y poner impuestos a las importaciones. Sería en los hechos un arancel con una tasa similar a la del impuesto corporativo, para poder decir que pagan lo mismo las mercancías producidas internamente que las importadas.
Dentro de Estados Unidos la discusión es muy fuerte; tal impuesto elevaría el precio de las importaciones en, digamos, 20 por ciento; lo tendrían que pagar los consumidores y tendría un efecto inflacionario.
Los que están a favor argumentan que en lo inmediato incrementaría la recaudación en 100 mil millones de dólares que se podrían destinar a diferentes causas, algunas favorables a la población, como el fortalecimiento de programas sociales o quitarles impuestos a los de menos ingresos. Sin embargo en el contexto político norteamericano ganarían los que proponen que a cambio de ese ingreso se reduzcan los impuestos a las empresas para hacerlas más competitivas.
Cierto que habría un costo para los consumidores pero sería compensado, dicen, por una importante generación de empleos debido a que la producción interna sería más competitiva y por la elevación de salarios. En poco tiempo se habría de reducir, incluso acabar el déficit comercial norteamericano con el resto del mundo. El gran objetivo de la nueva administración.
Para el modelo neoliberal mexicano la imposición de un BAT sería desastrosa. Elevaría el precio de las mercancías mexicanas en los Estados Unidos y, tal vez más importante, al exportar con deducción de impuestos les reduce en mucho el incentivo de colocar sus fábricas en el exterior. Ahora podrían ser más rentables y competitivos produciendo dentro de su país.
En suma, se impactaría fuertemente el atractivo para colocar inversión extranjera productiva en México, que es un factor fundamental del financiamiento nacional que de por si tiende a la baja. Más vale ir revisando este modelito económico patito.
Cuando por primera vez leí que Trump despotricaba en contra del Impuesto al Valor Agregado de México francamente no entendí y lo dejé para más tarde. Solo que me quedó la espinita y gradualmente me he dado cuenta de la enorme importancia del tema. En torno a esto puede darse el cambio más relevante del intercambio comercial entre los dos países y ser el golpe de gracia de nuestra estrategia económica si establecen su propio Impuesto de Ajuste Fronterizo (Border Adjustment Tax- BAT).
Trump acusa al IVA de ser un arancel disimulado con el México hace trampa. Lo cierto es que este tipo de impuesto lo aplican 160 países en el mundo. Es un impuesto que paga el consumidor final. Dado que el impuesto es igual para las mercancías nacionales que para las importadas no favorece a ninguna de las dos y es por lo tanto “neutro”. Por esa razón los neoliberales no lo consideran proteccionista. Pero el nuevo gobierno norteamericano, que es de extrema derecha pero no neoliberal, tiene un punto de vista muy distinto.
En el comercio de dos países con el mismo sistema la situación se equilibra. El país exportador no cobra el IVA pero el importador sí y los dos operan igual. Pero la puerca tuerce el rabo cuando los dos países no tienen el mismo sistema.
El IVA es por definición un impuesto de ajuste fronterizo. Un productor nacional paga el impuesto si su producto se consume dentro del país, pero el impuesto se reduce a cero cuando el producto se exporta. Es distinto para las empresas norteamericanas que pagan impuestos independientemente de si su producción se consume dentro de los Estados Unidos o se exporta. No hay ajuste fronterizo.
Cuando consumimos mercancía norteamericana se paga (con excepciones) un 16 por ciento de IVA al gobierno mexicano. Pero los consumidores norteamericanos no pagan algo similar sobre las mercancías mexicanas que ellos consumen.
La mayor economía de consumo del mundo no tiene IVA y la nueva administración norteamericana dice ahora que existe una inequidad impositiva que van a corregir. No queda claro cómo, pero han expresado dos posibilidades.
Una manera es externa, exigir a México que elimine el IVA sobre las importaciones norteamericanas. Idea simplona e inadmisible pero que aun así podría surgir en la renegociación del TLC como parte de su estrategia de golpear pidiendo lo imposible. Para nuestro gobierno significaría perder un ingreso muy importante y no está el horno para bollos. Implicaría además un trato desigual a las importaciones de distintos países y eso eliminaría el carácter “neutro” del IVA.
Además Estados Unidos tendría que pedirles lo mismo a otros países que cobran este tipo de impuesto. Son poderosos pero no pueden cambiar a todo el mundo.
Lo más viable es que cambien ellos mismos, para lo que se manejan dos ideas. Una es transformar su sistema fiscal y adoptar el IVA, o establecer su propio Impuesto de Ajuste Fronterizo (Border Adjustment Tax- BAT).
Crear su propio IVA es políticamente inviable para un gobierno republicano. La población lo entendería como un nuevo impuesto y teme que, como en casi todo el mundo, empiece con una tasa relativamente baja que luego se hace fácil ir subiendo.
Lo que queda para Estados Unidos es el BAT. En este caso la idea es exentar de impuestos a las exportaciones norteamericanas y poner impuestos a las importaciones. Sería en los hechos un arancel con una tasa similar a la del impuesto corporativo, para poder decir que pagan lo mismo las mercancías producidas internamente que las importadas.
Dentro de Estados Unidos la discusión es muy fuerte; tal impuesto elevaría el precio de las importaciones en, digamos, 20 por ciento; lo tendrían que pagar los consumidores y tendría un efecto inflacionario.
Los que están a favor argumentan que en lo inmediato incrementaría la recaudación en 100 mil millones de dólares que se podrían destinar a diferentes causas, algunas favorables a la población, como el fortalecimiento de programas sociales o quitarles impuestos a los de menos ingresos. Sin embargo en el contexto político norteamericano ganarían los que proponen que a cambio de ese ingreso se reduzcan los impuestos a las empresas para hacerlas más competitivas.
Cierto que habría un costo para los consumidores pero sería compensado, dicen, por una importante generación de empleos debido a que la producción interna sería más competitiva y por la elevación de salarios. En poco tiempo se habría de reducir, incluso acabar el déficit comercial norteamericano con el resto del mundo. El gran objetivo de la nueva administración.
Para el modelo neoliberal mexicano la imposición de un BAT sería desastrosa. Elevaría el precio de las mercancías mexicanas en los Estados Unidos y, tal vez más importante, al exportar con deducción de impuestos les reduce en mucho el incentivo de colocar sus fábricas en el exterior. Ahora podrían ser más rentables y competitivos produciendo dentro de su país.
En suma, se impactaría fuertemente el atractivo para colocar inversión extranjera productiva en México, que es un factor fundamental del financiamiento nacional que de por si tiende a la baja. Más vale ir revisando este modelito económico patito.
viernes, 17 de febrero de 2017
Rahid y la víbora
Jorge Franco
Tengo por cierto que si hubierais visto y oído lo que os voy a relatar vuestros ojos y manos hubierais elevado en señal de cierta incredulidad. Cuantimás si estos hechos no fueron agraciados por vuestra personal presencia y de ellos solo podéis obtener el relato que os ofrezco.
Siendo así, resignado, no me cabe sino pediros que toméis este relato no tanto como el hecho cierto que es, sino como fantasía que apela a vuestra benevolencia y a la que cabe aplicar no el escrutinio de la razón, sino el beneplácito que reserváis al divertimento.
Venga pues la acción porque es de justicia entender que acción no es solo el movimiento físico del cuerpo sino también el empeño de transmitiros en palabra escrita lo acontecido. Entended esto sea como lo que vos y el mundo llamáis realidad, o, por lo contrario, como elaboración de la imaginación. En tal caso, sin demerito de vuestro parecer, debe a mi ver ser comprendida como un también valioso esfuerzo de la mente, tan loable como el que hace sudar al cuerpo. Y lo digo porque también de sudar trata esta historia.
Sin más preámbulos os digo que fue en una mañana, casi madrugada, calurosa y seca; como son todas en Rajasthán, al noreste de la India, cuando Rahid aceptó mi propuesta de salir, acompañado de mi menda, en busca de una serpiente cobra.
No creáis que mi petición estaba fuera de lugar y lo exponía, más a el que a vuestro humilde narrador, a un peligro innecesario. Rahid es un kalbelia, es decir miembro de una de las cerca de 500 tribus nomádicas de la India, integradas por 80 millones de personas, que son genéricamente conocidas en idioma inglés como “gypsies”, es decir gitanos.
Pero me apresuro a adelantarme a vuestras objeciones para concordar en que es falso de toda falsedad que sean gitanos. Esa palabra alude al origen mítico que se inventaron los que de estas tribus llegaron, por su voluntad o por la fuerza, a Europa. Ya estando en ese continente prefirieron decir que venían de Egipto, al extremo de emparentarse con los faraones. De lo cual, como sé que no ignoráis, derivó la palabra “gipsies” que en nuestro castellano evolucionó a gitanos.
Así que si gitanos se nombran los descendientes de estos pueblos en Europa, en su lugar de origen merecen otro nombre; tal vez, espero que concordéis, el de nómadas.
Estos kalbelias, que considero un apelativo de mayor dignidad y precisión para nuestro caso, viven errando de pueblo en pueblo dedicados a dar espectáculos de danza y música, actividades que parecen parte de su naturaleza puesto que prácticamente todo lo que hacen es acompañado de las mismas. Son a mí parecer uno de los pueblos más alegres de la tierra.
En sus espectáculos, cuyo secreto no es más que el mostrar parte de lo que hacen en su vida cotidiana, incluyen el manejo de serpientes, en particular cobras, que además de esta utilidad tienen otra; su veneno es un cotizado remedio que se vende a los médicos ayur-vedas.
Así que dejad de preocuparos o de enfadaros por mi insolencia puesto que para ellos atrapar una cobra es parte de su forma de vida. Al grado de que en este empeño nos habría de acompañar el hijo de Rahid, de tan solo once años de existencia. Eso sin discutir si su alma tiene la misma edad o es eterna, cuestión que vosotros concordareis, no viene al caso.
Nuestra labor, porque para ellos eso era, y no infructuosa holgazanería, estuvo llena de eventualidades. La primera es cuando Rahid exclamo, “¡mirad! una tortuga”. Y cierto, ahí estaba, y ahí la dejamos seguir estando, encerrada en su caparazón a la sombra de un matorral. Menuda sorpresa para mí y tal vez para vosotros dada la creencia de que son seres mucho más afines a la abundancia de agua que a la sequedad del desierto.
Topamos, sabed, con un par de serpientes, una de ellas venenosa, pero no eran de la especie que buscábamos. Más tarde el jovencito descubrió un puercoespín. De todos nos alejamos sin molestia o daño para ninguna de las partes.
Para esos esos momentos, ya a media mañana, me atrevo a confiaros que envidiaba los turbantes en las cabezas de Rahid y su hijo; y lo mismo podría deciros de las telas que enrolladas en torno a su cintura y muslos dejaban al aire buena parte de las piernas. Lo que a 40 grados de temperatura era una ropa mucho más adecuada que mis pantalones y gorra.
Mucho me sorprendió que Rahid escarbara con las manos en diversos agujeros, de los que en un caso salió una gran lagartija. Después vine a enterarme que la mordida de estos bichos puede provocar una septicemia mortal.
La penosa búsqueda, bajo el inclemente sol, no logró el resultado deseado; ninguna cobra se dignó hacerse presente. Quien diría, pensarán vuestras mercedes, que tres días después habríamos de repetir el viaje, impulsados por un motivo precisamente contrario al del primero.
Y es que los designios de Alá son inescrutables, por lo menos tanto, me afirmaba Rahid, como los de cualquier otro dios digno de su nombre.
El caso es que un par de noches más tarde el campamento de los kalbelias fue despertado inopinadamente por sus temporales vecinos sedentarios que, a voces, clamaban que una temible cobra se paseaba por las calles de su pueblo.
Y en efecto una cobra, que si no fuera por el capuchón creedme que sería mucho menos respetada, se movía por las calles. Agradeced conmigo la suerte que tuve de estar presente y poder contaros el buen final de esta historia.
Un par de kalbelias adultos, uno de ellos Rahid, armados de largas varas lograron, no sin habilidad y esfuerzo, inmovilizarle el cuerpo y la cabeza a la serpiente. Lo que Rahid aprovecho para tomarla de la cabeza, porque no me atrevería a deciros que del cuello por temor a vuestras risas.
Ya firme pero gentilmente agarrada del extremo colmilludo, el resto del cuerpo simplemente se enrollaba alrededor del brazo de Rahid. Este la colocó en un cesto que además envolvió en una tela a la que anudó como cualquiera de vosotros y vuestro relator lo podríamos haber hecho.
Todo ello para la paz de cuerpo y alma de los habitantes del poblado que por fin respiraron aliviados. No hubo por otra parte oferta de remuneración para los Kalbelias en el entendido de que atrapar la víbora ya era para ellos una forma de recompensa.
A la mañana siguiente Rahid le extrajo el veneno al reptil que, como ya os dije sería vendido como remedio. Por cierto que interesado en esta materia fui a ver a un médico local que me aplicó un poco de veneno seco en los ojos y me provocó un gran ardor que se disipó en uno o dos minutos. Ha de ser una medicina de excelencia porque lo cierto es que sigo viendo bien.
Más tarde, os cuento y estoy seguro de que esperáis el desenlace con prudente expectación, salí con Rahid para ya lejos del pueblo dejar a la serpiente, en perfecto estado de salud, en pleno desierto.
Con cuidado Rahid destapó la cesta y dejó que la víbora saliera, lo que hizo con cierta lentitud. Esta especie, aprendí, se mueve conforme a su temperatura corporal y esta depende de la temperatura externa. Por ello fue más fácil atraparla en la noche de lo que habría sido de día y por la misma razón no parecía apresurarse en huir, no antes de tomar el sol durante unos pocos minutos. Algunos en su ignorancia, que no la vuestra, podrían haber pensado que meditaba indecisa si escapar o no. Pero ya calentada por el sol no tuvo dudas y se alejó presurosa.
Hasta aquí este relato que espero os haya meramente entretenido, pues lejos me encuentro de pensar que en algo pudiera haber acrecentado vuestro ya inmenso saber.
Es cuanto y beso a vuesas señorías las manos.
Tengo por cierto que si hubierais visto y oído lo que os voy a relatar vuestros ojos y manos hubierais elevado en señal de cierta incredulidad. Cuantimás si estos hechos no fueron agraciados por vuestra personal presencia y de ellos solo podéis obtener el relato que os ofrezco.
Siendo así, resignado, no me cabe sino pediros que toméis este relato no tanto como el hecho cierto que es, sino como fantasía que apela a vuestra benevolencia y a la que cabe aplicar no el escrutinio de la razón, sino el beneplácito que reserváis al divertimento.
Venga pues la acción porque es de justicia entender que acción no es solo el movimiento físico del cuerpo sino también el empeño de transmitiros en palabra escrita lo acontecido. Entended esto sea como lo que vos y el mundo llamáis realidad, o, por lo contrario, como elaboración de la imaginación. En tal caso, sin demerito de vuestro parecer, debe a mi ver ser comprendida como un también valioso esfuerzo de la mente, tan loable como el que hace sudar al cuerpo. Y lo digo porque también de sudar trata esta historia.
Sin más preámbulos os digo que fue en una mañana, casi madrugada, calurosa y seca; como son todas en Rajasthán, al noreste de la India, cuando Rahid aceptó mi propuesta de salir, acompañado de mi menda, en busca de una serpiente cobra.
No creáis que mi petición estaba fuera de lugar y lo exponía, más a el que a vuestro humilde narrador, a un peligro innecesario. Rahid es un kalbelia, es decir miembro de una de las cerca de 500 tribus nomádicas de la India, integradas por 80 millones de personas, que son genéricamente conocidas en idioma inglés como “gypsies”, es decir gitanos.
Pero me apresuro a adelantarme a vuestras objeciones para concordar en que es falso de toda falsedad que sean gitanos. Esa palabra alude al origen mítico que se inventaron los que de estas tribus llegaron, por su voluntad o por la fuerza, a Europa. Ya estando en ese continente prefirieron decir que venían de Egipto, al extremo de emparentarse con los faraones. De lo cual, como sé que no ignoráis, derivó la palabra “gipsies” que en nuestro castellano evolucionó a gitanos.
Así que si gitanos se nombran los descendientes de estos pueblos en Europa, en su lugar de origen merecen otro nombre; tal vez, espero que concordéis, el de nómadas.
Estos kalbelias, que considero un apelativo de mayor dignidad y precisión para nuestro caso, viven errando de pueblo en pueblo dedicados a dar espectáculos de danza y música, actividades que parecen parte de su naturaleza puesto que prácticamente todo lo que hacen es acompañado de las mismas. Son a mí parecer uno de los pueblos más alegres de la tierra.
En sus espectáculos, cuyo secreto no es más que el mostrar parte de lo que hacen en su vida cotidiana, incluyen el manejo de serpientes, en particular cobras, que además de esta utilidad tienen otra; su veneno es un cotizado remedio que se vende a los médicos ayur-vedas.
Así que dejad de preocuparos o de enfadaros por mi insolencia puesto que para ellos atrapar una cobra es parte de su forma de vida. Al grado de que en este empeño nos habría de acompañar el hijo de Rahid, de tan solo once años de existencia. Eso sin discutir si su alma tiene la misma edad o es eterna, cuestión que vosotros concordareis, no viene al caso.
Nuestra labor, porque para ellos eso era, y no infructuosa holgazanería, estuvo llena de eventualidades. La primera es cuando Rahid exclamo, “¡mirad! una tortuga”. Y cierto, ahí estaba, y ahí la dejamos seguir estando, encerrada en su caparazón a la sombra de un matorral. Menuda sorpresa para mí y tal vez para vosotros dada la creencia de que son seres mucho más afines a la abundancia de agua que a la sequedad del desierto.
Topamos, sabed, con un par de serpientes, una de ellas venenosa, pero no eran de la especie que buscábamos. Más tarde el jovencito descubrió un puercoespín. De todos nos alejamos sin molestia o daño para ninguna de las partes.
Para esos esos momentos, ya a media mañana, me atrevo a confiaros que envidiaba los turbantes en las cabezas de Rahid y su hijo; y lo mismo podría deciros de las telas que enrolladas en torno a su cintura y muslos dejaban al aire buena parte de las piernas. Lo que a 40 grados de temperatura era una ropa mucho más adecuada que mis pantalones y gorra.
Mucho me sorprendió que Rahid escarbara con las manos en diversos agujeros, de los que en un caso salió una gran lagartija. Después vine a enterarme que la mordida de estos bichos puede provocar una septicemia mortal.
La penosa búsqueda, bajo el inclemente sol, no logró el resultado deseado; ninguna cobra se dignó hacerse presente. Quien diría, pensarán vuestras mercedes, que tres días después habríamos de repetir el viaje, impulsados por un motivo precisamente contrario al del primero.
Y es que los designios de Alá son inescrutables, por lo menos tanto, me afirmaba Rahid, como los de cualquier otro dios digno de su nombre.
El caso es que un par de noches más tarde el campamento de los kalbelias fue despertado inopinadamente por sus temporales vecinos sedentarios que, a voces, clamaban que una temible cobra se paseaba por las calles de su pueblo.
Y en efecto una cobra, que si no fuera por el capuchón creedme que sería mucho menos respetada, se movía por las calles. Agradeced conmigo la suerte que tuve de estar presente y poder contaros el buen final de esta historia.
Un par de kalbelias adultos, uno de ellos Rahid, armados de largas varas lograron, no sin habilidad y esfuerzo, inmovilizarle el cuerpo y la cabeza a la serpiente. Lo que Rahid aprovecho para tomarla de la cabeza, porque no me atrevería a deciros que del cuello por temor a vuestras risas.
Ya firme pero gentilmente agarrada del extremo colmilludo, el resto del cuerpo simplemente se enrollaba alrededor del brazo de Rahid. Este la colocó en un cesto que además envolvió en una tela a la que anudó como cualquiera de vosotros y vuestro relator lo podríamos haber hecho.
Todo ello para la paz de cuerpo y alma de los habitantes del poblado que por fin respiraron aliviados. No hubo por otra parte oferta de remuneración para los Kalbelias en el entendido de que atrapar la víbora ya era para ellos una forma de recompensa.
A la mañana siguiente Rahid le extrajo el veneno al reptil que, como ya os dije sería vendido como remedio. Por cierto que interesado en esta materia fui a ver a un médico local que me aplicó un poco de veneno seco en los ojos y me provocó un gran ardor que se disipó en uno o dos minutos. Ha de ser una medicina de excelencia porque lo cierto es que sigo viendo bien.
Más tarde, os cuento y estoy seguro de que esperáis el desenlace con prudente expectación, salí con Rahid para ya lejos del pueblo dejar a la serpiente, en perfecto estado de salud, en pleno desierto.
Con cuidado Rahid destapó la cesta y dejó que la víbora saliera, lo que hizo con cierta lentitud. Esta especie, aprendí, se mueve conforme a su temperatura corporal y esta depende de la temperatura externa. Por ello fue más fácil atraparla en la noche de lo que habría sido de día y por la misma razón no parecía apresurarse en huir, no antes de tomar el sol durante unos pocos minutos. Algunos en su ignorancia, que no la vuestra, podrían haber pensado que meditaba indecisa si escapar o no. Pero ya calentada por el sol no tuvo dudas y se alejó presurosa.
Hasta aquí este relato que espero os haya meramente entretenido, pues lejos me encuentro de pensar que en algo pudiera haber acrecentado vuestro ya inmenso saber.
Es cuanto y beso a vuesas señorías las manos.
lunes, 13 de febrero de 2017
Ante Trump, ¿hacia dónde voltear?
Jorge Faljo
El gobierno norteamericano se encuentra ahora encabezado por un empresario prepotente, que nació multimillonario y está acostumbrado a mandar e imponer su voluntad. Con él ha cambiado radicalmente el tono del discurso norteamericano y eso hace que buena parte de los mexicanos se sientan traicionados. Después de décadas en que abandonamos el fortalecimiento de la soberanía nacional, para guiarnos por una voluntad ajena, resulta que ese señor no está satisfecho y nos da la espalda.
Lo peor es que esto ocurre en muy mal momento. Se desplomó el precio del petróleo y de los minerales, se caen las exportaciones, crece la deuda pública, se deterioran los servicios de salud y educación, se debilita el mercado interno y cae el ritmo de crecimiento. La oferta guajira de bienestar con que empezó sexenio ha sido substituida por el horror de la corrupción, la impunidad, y la violencia. La nueva dirigencia norteamericana nos ve como estado fallido.
Cierto que Trump llega en mal momento, pero sería un error culparlo de lo que ya venía ocurriendo. Sin embargo, más por despecho que por racionalidad, muchos se dejan ilusionar por las salidas falsas que difunden los medios y la clase política.
Una de ellas es la idea de que contra Trump tenemos que defender el TLC, a la camarilla gobernante y a la estrategia económica que precisamente nos ha dejado tan indefensos. Protestar contra Trump sin protestar contra este modelo económico empobrecedor, modelo basado en la venta país, sin política industrial ni de desarrollo rural, es un contrasentido.
Muchos difunden la idea de que si los Estados Unidos nos dan la espalda podemos encontrar otros aliados y otros socios comerciales. No es tan fácil. En nombre de la globalización y a lo largo de muchos años, décadas, se construyó una relación de dependencia bilateral sumamente fuerte que hoy en día es la característica básica de nuestra economía. Por un lado, con los Estados Unidos al que le vendemos más del 80 por ciento de nuestras exportaciones y con el que tenemos un superávit que de acuerdo a datos mexicanos asciende a más de 120 mil millones de dólares.
Por otra parte, con China a la que le vendemos solo el 1.3 por ciento de nuestras exportaciones, pero a la que le compramos mucho más, sobre todo manufacturas. Gracias al superávit con los Estados Unidos podemos tener déficits comerciales de 65 mil millones de dólares con China, de cerca de 100 mil millones con todo el sureste asiático, más unos 27 mil millones con Europa.
Decía antes que tenemos una dependencia bilateral porque el superávit y el déficit van juntos; sin el superávit con Estados Unidos no podríamos pagar el déficit con China y el resto del mundo. Lo otro que hay que entender es que el potencial para cambiar esta relación bilateral es muy desigual. Podríamos, si quisiéramos, establecer medidas de manejo comercial que redujeran nuestro déficit; cosa de comprarles menos. Pero no se puede hacer lo mismo con el superávit; ahí los Estados Unidos tienen la sartén por el mango; ellos son los que pueden decidir comprarnos menos, o exigir que les compremos más, para equilibrar el comercio.
Los que hablan de voltear hacia otros países, diversificar exportaciones y construir otras alianzas comerciales no están entendiendo que no se trata de comerciar más, sino de substituir el financiamiento que nos da el superávit.
Ya en años pasados Argentina y Brasil rompieron tratos comerciales con México precisamente por no aceptar un déficit comercial. Así que con Latinoamérica, Europa o China podemos comerciar más pero a lo más que podríamos llegar es a un comercio equilibrado.
Así que no hay para donde voltear; no si se trata de substituir con otros países el superávit con Estados Unidos. De hecho tan solo la idea de incrementar el comercio con otros países es en el fondo una búsqueda desesperada de soluciones para no cambiar el modelo económico.
El comercio exterior de México es, como proporción, cerca del triple del norteamericano. Estamos mucho más globalizados que ellos y que la mayoría de los países del mundo. Se debe a que en nuestro modelo globalizador patito el crecimiento se daría vendiendo a Estados Unidos componentes importados, ensamblados con mano de obra barata, en empresas a las que se les regala el terreno y la infraestructura, se les condonan impuestos, con reglas ambientales laxas y bajo control sindical.
Un modelo que nos hizo olvidarnos del mercado interno y del bienestar de nuestra población.
No es hora de voltear hacia afuera en las relaciones comerciales. Es hora de voltear hacia adentro, de fortalecer el mercado interno, de elevar salarios, de substituir importaciones con una fuerte política de reindustrialización y de desarrollo rural, generadoras de empleo.
No es la hora del nacionalismo inmovilizador, de la defensa acrítica del modelo económico que nos ha hecho vulnerable. Requerimos de un nacionalismo profundo, que regrese a nuestras raíces y recupere el control de los recursos estratégicos, reactive el campo y la industria y nos coloque en la modernidad mundial como dueños de nuestro destino.
Por cierto que…
En esta ocasión con buenos modales, Trump le pidió a Shinzo Abe, el primer ministro de Japón, que entre los dos países haya un “comercio libre, justo y reciproco.” Es decir sin el actual déficit norteamericano de 69 mil millones de dólares.
El gobierno norteamericano se encuentra ahora encabezado por un empresario prepotente, que nació multimillonario y está acostumbrado a mandar e imponer su voluntad. Con él ha cambiado radicalmente el tono del discurso norteamericano y eso hace que buena parte de los mexicanos se sientan traicionados. Después de décadas en que abandonamos el fortalecimiento de la soberanía nacional, para guiarnos por una voluntad ajena, resulta que ese señor no está satisfecho y nos da la espalda.
Lo peor es que esto ocurre en muy mal momento. Se desplomó el precio del petróleo y de los minerales, se caen las exportaciones, crece la deuda pública, se deterioran los servicios de salud y educación, se debilita el mercado interno y cae el ritmo de crecimiento. La oferta guajira de bienestar con que empezó sexenio ha sido substituida por el horror de la corrupción, la impunidad, y la violencia. La nueva dirigencia norteamericana nos ve como estado fallido.
Cierto que Trump llega en mal momento, pero sería un error culparlo de lo que ya venía ocurriendo. Sin embargo, más por despecho que por racionalidad, muchos se dejan ilusionar por las salidas falsas que difunden los medios y la clase política.
Una de ellas es la idea de que contra Trump tenemos que defender el TLC, a la camarilla gobernante y a la estrategia económica que precisamente nos ha dejado tan indefensos. Protestar contra Trump sin protestar contra este modelo económico empobrecedor, modelo basado en la venta país, sin política industrial ni de desarrollo rural, es un contrasentido.
Muchos difunden la idea de que si los Estados Unidos nos dan la espalda podemos encontrar otros aliados y otros socios comerciales. No es tan fácil. En nombre de la globalización y a lo largo de muchos años, décadas, se construyó una relación de dependencia bilateral sumamente fuerte que hoy en día es la característica básica de nuestra economía. Por un lado, con los Estados Unidos al que le vendemos más del 80 por ciento de nuestras exportaciones y con el que tenemos un superávit que de acuerdo a datos mexicanos asciende a más de 120 mil millones de dólares.
Por otra parte, con China a la que le vendemos solo el 1.3 por ciento de nuestras exportaciones, pero a la que le compramos mucho más, sobre todo manufacturas. Gracias al superávit con los Estados Unidos podemos tener déficits comerciales de 65 mil millones de dólares con China, de cerca de 100 mil millones con todo el sureste asiático, más unos 27 mil millones con Europa.
Decía antes que tenemos una dependencia bilateral porque el superávit y el déficit van juntos; sin el superávit con Estados Unidos no podríamos pagar el déficit con China y el resto del mundo. Lo otro que hay que entender es que el potencial para cambiar esta relación bilateral es muy desigual. Podríamos, si quisiéramos, establecer medidas de manejo comercial que redujeran nuestro déficit; cosa de comprarles menos. Pero no se puede hacer lo mismo con el superávit; ahí los Estados Unidos tienen la sartén por el mango; ellos son los que pueden decidir comprarnos menos, o exigir que les compremos más, para equilibrar el comercio.
Los que hablan de voltear hacia otros países, diversificar exportaciones y construir otras alianzas comerciales no están entendiendo que no se trata de comerciar más, sino de substituir el financiamiento que nos da el superávit.
Ya en años pasados Argentina y Brasil rompieron tratos comerciales con México precisamente por no aceptar un déficit comercial. Así que con Latinoamérica, Europa o China podemos comerciar más pero a lo más que podríamos llegar es a un comercio equilibrado.
Así que no hay para donde voltear; no si se trata de substituir con otros países el superávit con Estados Unidos. De hecho tan solo la idea de incrementar el comercio con otros países es en el fondo una búsqueda desesperada de soluciones para no cambiar el modelo económico.
El comercio exterior de México es, como proporción, cerca del triple del norteamericano. Estamos mucho más globalizados que ellos y que la mayoría de los países del mundo. Se debe a que en nuestro modelo globalizador patito el crecimiento se daría vendiendo a Estados Unidos componentes importados, ensamblados con mano de obra barata, en empresas a las que se les regala el terreno y la infraestructura, se les condonan impuestos, con reglas ambientales laxas y bajo control sindical.
Un modelo que nos hizo olvidarnos del mercado interno y del bienestar de nuestra población.
No es hora de voltear hacia afuera en las relaciones comerciales. Es hora de voltear hacia adentro, de fortalecer el mercado interno, de elevar salarios, de substituir importaciones con una fuerte política de reindustrialización y de desarrollo rural, generadoras de empleo.
No es la hora del nacionalismo inmovilizador, de la defensa acrítica del modelo económico que nos ha hecho vulnerable. Requerimos de un nacionalismo profundo, que regrese a nuestras raíces y recupere el control de los recursos estratégicos, reactive el campo y la industria y nos coloque en la modernidad mundial como dueños de nuestro destino.
Por cierto que…
En esta ocasión con buenos modales, Trump le pidió a Shinzo Abe, el primer ministro de Japón, que entre los dos países haya un “comercio libre, justo y reciproco.” Es decir sin el actual déficit norteamericano de 69 mil millones de dólares.
sábado, 4 de febrero de 2017
Riesgos de la Robotización
Faljoritmo
Jorge Faljo
La empresa oriental Foxconn substituyó a 60 mil trabajadores por procesos automatizados como parte de un plan para automatizar el 30 por ciento de su producción para el 2020. Esa empresa es la mayor del mundo en cuanto a generación de empleo, se ubica en la punta del avance tecnológico industrial del planeta y contrata a alrededor de 1 millón 200 mil trabajadores en China. Además se surte de componentes de empresas que emplean a otros dos millones de personas.
Foxconn fabrica alrededor del 40 por ciento de los componentes electrónicos del mundo y los hace para empresas muy conocidas como HP, Sony, Microsoft, Nintendo y más. Probablemente su producto más conocido es el Iphone que le fabrica a Apple. Es decir que las empresas conocidas se dedican al diseño y contratan a Foxconn para la fabricación.
El caso es que esa automatización eliminará cientos de miles de empleos en China. La nota es de interés mundial porque muestra como a pesar de contar con la mano de obra ideal, (barata, disciplinada, capacitada) a este gigante le conviene substituir trabajadores por tecnología.
Desde hace un año en Davos, en esa cumbre mundial político empresarial, se anunciaba que la tecnología eliminará millones de empleos y el tema es cada vez más frecuente. Hay quienes dicen, con seriedad y conocimiento, que los robots dejarán sin empleo a la mitad de los humanos para el año 2040. Tal vez a algunos ya no nos toque pero a nuestros hijos si.
Se usa la palabra robot para dar a entender el nivel de punta del avance tecnológico. No necesariamente tenemos que entender una maquina con cara, brazos y que habla. Podría decirse que un cajero bancario automático es un robot sencillo, lo central es que substituye con ventaja a un empleado; determina si hay saldo, entrega el dinero, no descansa jamás y, sobre todo, no cobra.
El hecho es que los avances tecnológicos hacen que los “robots” sean cada vez más baratos y más capaces y, al parecer se acerca un gran tsunami de ellos.
General Motors, Ford, Toyota, Tesla y otras empresas están invirtiendo miles de millones de dólares en producir vehículos que puedan conducir sin chofer; lo que también requiere avances en los dispositivos de geolocalización y señalización urbanos y de carretera. El caso es que no se habla ya de ciencia ficción; el plan es que para el 2020 empezaran a entrar a la circulación y de ahí en adelante la substitución será masiva.
Los más interesados en este cambio tecnológico son las empresas que contratan choferes. Tan solo en los Estados Unidos hay 4.1 millones de trabajadores dedicados a conducir vehículos para empresas de transporte, taxis, Uber y más. Puede ocurrir que dentro de ocho años estos empleos ya no existan.
Y esto no sería sino la fachada más a la vista de revoluciones similares en multitud de empresas. Son cambios tremendos que afectarán nuestras vidas y las de nuestros hijos. Pueden empeorar mucho las actuales condiciones de desempleo, e incrementar la miseria, la inequidad y la violencia.
Visto desde la perspectiva económica agravaría lo que hoy en día es el problema central de la economía mundial: la debilidad de la demanda. La gente no tiene en sus bolsillos el dinero necesario para comprar todo lo que es posible producir. Eso hace que las fábricas funcionen a mediana capacidad o tengan que cerrar; con lo cual nos ubicamos en una espiral negativa de empobrecimiento, poca demanda y deterioro de la producción.
No existen soluciones individuales ante este y otros grandes cambios que ya empezamos a vivir; los problemas verdaderamente grandes y colectivos tienen que enfrentarse como sociedad organizada.
El asunto es que la capacidad de la humanidad para generar bienes y servicios se eleva notablemente, como lo ha hecho siempre y ocurre de manera cada vez más acelerada desde hace treinta años. Es un absurdo que siendo capaces de producir más, resulte que la mayoría se empobrece y eso se convierta en obstáculo al crecimiento.
El desempleo masivo por avances tecnológicos tendrá que abordarse como un problema de distribución del ingreso en condiciones de poco empleo. Hay que transferir riqueza desde las grandes ganancias y los puntos en que se acumula improductivamente hacia la mayoría de la población que está siendo excluida de una modernización galopante y cada vez más estrecha.
Debemos ir pensando en transferir recursos desde la gran riqueza financiera improductiva y desde las ganancias de las grandes empresas. Estas últimas, las de mayor avance tecnológico, funcionan de una manera antisocial al colocar grandes cantidades de producción en el mercado sin pagar los salarios y los impuestos necesarios para que pueda ser comprada. De ese modo se convierten en una carga para el gobierno que se ve obligado a endeudarse para operar como cliente y generador de demanda de toda la sociedad. Además, al inyectar sobreproducción, en el mercado lo que hacen es debilitar y quebrar a las demás empresas, las menos avanzadas.
Este modelo permitió fortalecerse a los grandes corporativos al mismo tiempo que causaron estragos a su alrededor. Es urgente detenerlo; o nos lleva la trampa.
Jorge Faljo
La empresa oriental Foxconn substituyó a 60 mil trabajadores por procesos automatizados como parte de un plan para automatizar el 30 por ciento de su producción para el 2020. Esa empresa es la mayor del mundo en cuanto a generación de empleo, se ubica en la punta del avance tecnológico industrial del planeta y contrata a alrededor de 1 millón 200 mil trabajadores en China. Además se surte de componentes de empresas que emplean a otros dos millones de personas.
Foxconn fabrica alrededor del 40 por ciento de los componentes electrónicos del mundo y los hace para empresas muy conocidas como HP, Sony, Microsoft, Nintendo y más. Probablemente su producto más conocido es el Iphone que le fabrica a Apple. Es decir que las empresas conocidas se dedican al diseño y contratan a Foxconn para la fabricación.
El caso es que esa automatización eliminará cientos de miles de empleos en China. La nota es de interés mundial porque muestra como a pesar de contar con la mano de obra ideal, (barata, disciplinada, capacitada) a este gigante le conviene substituir trabajadores por tecnología.
Desde hace un año en Davos, en esa cumbre mundial político empresarial, se anunciaba que la tecnología eliminará millones de empleos y el tema es cada vez más frecuente. Hay quienes dicen, con seriedad y conocimiento, que los robots dejarán sin empleo a la mitad de los humanos para el año 2040. Tal vez a algunos ya no nos toque pero a nuestros hijos si.
Se usa la palabra robot para dar a entender el nivel de punta del avance tecnológico. No necesariamente tenemos que entender una maquina con cara, brazos y que habla. Podría decirse que un cajero bancario automático es un robot sencillo, lo central es que substituye con ventaja a un empleado; determina si hay saldo, entrega el dinero, no descansa jamás y, sobre todo, no cobra.
El hecho es que los avances tecnológicos hacen que los “robots” sean cada vez más baratos y más capaces y, al parecer se acerca un gran tsunami de ellos.
General Motors, Ford, Toyota, Tesla y otras empresas están invirtiendo miles de millones de dólares en producir vehículos que puedan conducir sin chofer; lo que también requiere avances en los dispositivos de geolocalización y señalización urbanos y de carretera. El caso es que no se habla ya de ciencia ficción; el plan es que para el 2020 empezaran a entrar a la circulación y de ahí en adelante la substitución será masiva.
Los más interesados en este cambio tecnológico son las empresas que contratan choferes. Tan solo en los Estados Unidos hay 4.1 millones de trabajadores dedicados a conducir vehículos para empresas de transporte, taxis, Uber y más. Puede ocurrir que dentro de ocho años estos empleos ya no existan.
Y esto no sería sino la fachada más a la vista de revoluciones similares en multitud de empresas. Son cambios tremendos que afectarán nuestras vidas y las de nuestros hijos. Pueden empeorar mucho las actuales condiciones de desempleo, e incrementar la miseria, la inequidad y la violencia.
Visto desde la perspectiva económica agravaría lo que hoy en día es el problema central de la economía mundial: la debilidad de la demanda. La gente no tiene en sus bolsillos el dinero necesario para comprar todo lo que es posible producir. Eso hace que las fábricas funcionen a mediana capacidad o tengan que cerrar; con lo cual nos ubicamos en una espiral negativa de empobrecimiento, poca demanda y deterioro de la producción.
No existen soluciones individuales ante este y otros grandes cambios que ya empezamos a vivir; los problemas verdaderamente grandes y colectivos tienen que enfrentarse como sociedad organizada.
El asunto es que la capacidad de la humanidad para generar bienes y servicios se eleva notablemente, como lo ha hecho siempre y ocurre de manera cada vez más acelerada desde hace treinta años. Es un absurdo que siendo capaces de producir más, resulte que la mayoría se empobrece y eso se convierta en obstáculo al crecimiento.
El desempleo masivo por avances tecnológicos tendrá que abordarse como un problema de distribución del ingreso en condiciones de poco empleo. Hay que transferir riqueza desde las grandes ganancias y los puntos en que se acumula improductivamente hacia la mayoría de la población que está siendo excluida de una modernización galopante y cada vez más estrecha.
Debemos ir pensando en transferir recursos desde la gran riqueza financiera improductiva y desde las ganancias de las grandes empresas. Estas últimas, las de mayor avance tecnológico, funcionan de una manera antisocial al colocar grandes cantidades de producción en el mercado sin pagar los salarios y los impuestos necesarios para que pueda ser comprada. De ese modo se convierten en una carga para el gobierno que se ve obligado a endeudarse para operar como cliente y generador de demanda de toda la sociedad. Además, al inyectar sobreproducción, en el mercado lo que hacen es debilitar y quebrar a las demás empresas, las menos avanzadas.
Este modelo permitió fortalecerse a los grandes corporativos al mismo tiempo que causaron estragos a su alrededor. Es urgente detenerlo; o nos lleva la trampa.
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