Jorge Faljo
Este pasado martes 23 de mayo el Presidente de la República nos dijo, por medio de un video difundido en redes sociales, que a México les está yendo bien, ya que no solo su economía es fuerte, sino, además, el mundo confía cada vez más en él.
Tras meses de incertidumbre, en buena medida generada por el cambio de gobierno en los Estados Unidos, la futura renegociación del TLC, la elevación del precio de la gasolina y una catarata de malas noticias relacionadas con corrupción y criminalidad parecía que, por fin, había buenas noticias que dar.
Así que prontamente el Presidente se apresuró a decirlo. Para sustentar su afirmación de que el mundo confía cada vez más en nuestro país, y por inferencia podría pensarse que en su administración, señaló que ese martes la Secretaría de Economía presentó la cifra preliminar de que entre enero y marzo México recibió 7 mil 945 millones de dólares de inversión extranjera directa. La cifra preliminar más alta para un primer trimestre desde que se lleva registro hace veinte años.
Hubo otros datos alentadores pero la cereza del pastel fue la cifra de crecimiento del Producto Interno Bruto. Resulta que en el primer trimestre del año, el PIB creció 2.8 por ciento anual, comparado con el año anterior. Una cifra que aunque muy lejana de las promesas de crecimiento al 6 por ciento anual que se hicieron al principio del sexenio, de cualquier manera sería mejor al promedio de los últimos cuatro años.
Eso dijo, repito, el martes 23 de mayo. Poco nos habría de durar el gusto, a nosotros y a él, en lo referente a la inversión extranjera directa. Se adelantó con las cifras preliminares optimistas de la Secretaría de Economía, en lugar de esperar un par de días a los datos del Banco de México.
Resulta que dos días después, el 25 de mayo, Banxico publico la información de la balanza de pagos del primer trimestre de 2017 con el dato de 6 mil 776 millones de dólares de inversión extranjera directa. Cifra que es inferior a la del mismo trimestre del año anterior, con lo que a pesar de que la cifra preliminar batía récord la definitiva no demuestra la confianza extranjera mencionada.
Tampoco parecen haber asesorado bien al Presidente en cuanto al buen desempeño del PIB y que, según él, superó a lo que esperaban los especialistas. No era así. Ese mismo martes 23 el subgobernador del Banco de México, Lic. Javier Guzmán Calafell, analizaba ante un selecto foro de inversionistas la situación económica con menos entusiasmo y señaló una verdad tamaño montaña: los resultados del primer trimestre están influenciados por “factores de naturaleza aritmética” y que al diluirse ese efecto la desaceleración de la actividad económica se haría más evidente.
¿Acaso señaló un error aritmético en el buen dato del crecimiento del PIB? Pues no, no hubo error malintencionado pero si pareciera existir un problemilla astrológico. Cómo Ud. sabe la semana santa se determina por el calendario lunar y eso hace que cada año ocurra en un momento distinto del calendario solar. En 2016 la Semana Santa y la de Pascua ocurrieron en el mes de marzo, es decir durante el primer trimestre del año; en 2017 ambas cayeron en el mes de abril, fuera del primer trimestre. Y el hecho es que esas dos semanas religiosas y festivas marcan una baja en la actividad económica de los mexicanos. Supongo, porque no se me ocurre otra cosa, que este sería el factor aritmético que favoreció la buena cifra.
El subgobernador Guzmán Calafell continuó su alocución diciendo que las proyecciones de crecimiento del PIB para 2017 apuntan a una desaceleración gradual de la economía, con tasas de crecimiento para los siguientes tres trimestres del año significativamente inferiores a las observadas en 2016. Un factor de desaceleración que mencionó es que el consumo privado podría verse afectado por la disminución de los salarios reales; disminución derivada de la inflación combinada con los bajos niveles de confianza de los hogares.
En base a esa información la Secretaría de Hacienda aumentó su estimación de crecimiento del PIB para 2017 a un rango de 1.5 a 2.5 por ciento. Lo cual muestra a las claras que no espera que ese 2.8 por ciento sea sostenible más allá del primer trimestre. Con esa amplitud de rango cualquiera le atina. La última proyección del Fondo Monetario Internacional para el crecimiento de México este año fue de 1.7 por ciento; cifra que se ubicaría cómodamente tanto en el rango original como en el mejorado.
Nos acercamos a una renegociación del TLC con los Estados Unidos que puede ser fundamental para la redefinición de una estrategia económica y social en México. Todo indica que los dos países lo harán con actitudes fundamentalmente contrapuestas.
Para los Estados Unidos el TLC ha sido un fracaso por sus efectos en la manufactura y el empleo, a pesar de sus buenos datos en materia agropecuaria. Su principal negociador, el recién nombrado embajador para negociaciones comerciales Robert Lightizer, ha declarado que el libre comercio ha sido una aberración histórica para la ideología republicana. En paralelo el secretario de comercio Wilbur Ross ha reiterado que su objetivo es eliminar el déficit comercial con México.
Del nuestro lado lo que se reitera es el interés de no cambiar la estrategia económica del país y de aferrarnos a cualquier mínima y maquillada buena noticia para indicar que no hay necesidad de hacerlo. Aquí se reafirman los dogmas neoliberales y todavía coqueteamos con un posible y absurdo tratado transpacífico. Le exigimos claridad a los gringos sobre sus intenciones esperando, tal vez, que estas cambien sobre la marcha, y nosotros solo nos limitamos a reiterar una posición meramente defensiva.
Es una posición equivocada. La apertura comercial indiscriminada con el Oriente le ha hecho un notable daño a este país, a su manufactura, a su agricultura, a sus empleos y a los ingresos de la población. Renegociar el tratado a la defensiva nos hace correr el riesgo de sacrificar aún más a la agricultura y a los restos de industrialización orientada al mercado interno que aún quedan. Al renegociar el TLC debemos repensar toda la economía. Urgen ideas que salgan de la participación de universidades, empresarios industriales, grupos organizados del campo y la ciudad sobre el futuro de país que queremos, la estrategia económica y las relaciones comerciales con el exterior.
Solo así podremos renegociar con fuerza y abandonar un modelo económico moribundo dirigido por una burocracia desinteresada en el fortalecimiento productivo.
Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
sábado, 27 de mayo de 2017
sábado, 20 de mayo de 2017
Sobra capital; falta clase media
Jorge Faljo
Según la Asociación Mexicana de Capital Privado -Amexcap-, México no aprovecha el capital privado. Lo dicen porque en su óptica existen unas 40 mil empresas con potencial para recibir apoyo de fondos de capital privado y no obstante solo se reportan alrededor de 130 transacciones al año.
Esta organización agrupa inversionistas y consultores cuya propuesta es entrar como socios de empresas a las que les ven posibilidades para un crecimiento exponencial. Se trataría de inversiones temporales por un ciclo de unos siete años al cabo de los cuales venderían su participación y se retiraría. No obstante, señala la Amexcap, la desconfianza es un obstáculo importante. Tal vez, imagino, porque el dueño de la empresa ya relativamente exitosa teme perder el control de la misma.
La Amexcap cuenta con 20 mil millones de dólares disponibles y en síntesis, puede decirse que le sobra capital y le faltan oportunidades de inversión. Sobre todo en un contexto caracterizado por la debilidad del crecimiento. Por cierto que el análisis de la Cuenta Pública 2016 que recién publicó la SHCP reseña las expectativas de buen crecimiento generadas por las reformas estructurales para, a renglón seguido decirnos que no se cumplieron debido a la “materialización” de algunos riesgos, unos previstos y otros no. Habrá que dar por terminada esa fantasía.
En busca de soluciones para invertir su dinero la Amexcap dialoga con el ministro de Hacienda, Meade Kuribreña sobre el diseño de posibles puentes que permitieran a estos capitales encontrar un aterrizaje productivo. Tal vez facilitando fiscalmente la inversión en empresas existentes, tal vez orientándose a la inversión en infraestructura, donde el gobierno tiene una historia de ser el socio que termina asumiendo los costos de los fracasos.
No hay soluciones sencillas. El problema de la Amexcap es el de los inversionistas en todo el planeta: sobra dinero, faltan oportunidades de inversión. Verlo como un problema de diseño de proyectos, echarles la culpa a empresarios desconfiados o buscar renegociaciones favorables con el gobierno no va a resolver el problema. Lo que se requiere es un diagnóstico distinto.
Si no hay en que invertir es porque no crece el mercado. En medio del estancamiento el crecimiento de una empresa solo puede darse a costa de la quiebra de la competencia; es decir el avance posible es hacia la monopolización creciente. Lo que no favorece la competencia, la generación de empleo o los precios accesibles.
Marchamos en sentido contrario al fortalecimiento del mercado; lo que tenemos es el empobrecimiento de la clase media. Entendida para México cómo básicamente conformada por los empleados que ganan más de 5 salarios mínimos. Conviene señalar que los ricos no lo son por sus ingresos salariales sino por lo que reciben en forma de herencias, donaciones, ganancias empresariales y, en muchos casos, corrupción de elite burocrática.
El hecho es que el número de ocupados con ingresos de más de 12 mil pesos se ha reducido en 42 por ciento en los últimos ocho años y hoy en día son tan solo el 5.2 por ciento del total de asalariados. Esta es una proporción inferior al 11.6 por ciento que tenía ese sector de ingreso en el 2008.
Las reducciones salariales más fuertes no se han dado entre los estratos más pobres, donde hay estancamiento o incluso una insignificante mejoría. En cambio el 10 por ciento de los empleados de mayor salario redujo su ingreso promedio de 18 mil 760 pesos en 2007 a 14 mil 900 pesos mensuales en el primer trimestre de este año.
De acuerdo al Banco Mundial estudiar una carrera en México es ahora mucho menos redituable que en el año 2000; lo que contribuye a explicar la frustración que lleva a mayores tasas de abandono de los estudios por parte de los jóvenes.
Hace tiempo que las universidades privadas de elite han dejado de prometer a sus estudiantes que obtendrán buenos empleos y se han refugiado en el discurso de que están formando “emprendedores”; es decir egresados que habrán de crear su propia empresa, o changarro. Para la mayoría esta opción es mera fantasía; o por lo menos una ruta para la que no les aporta mucho el haber estudiado en una universidad de elite.
La inequidad en México es brutal; va de los millones de mexicanos que no tienen una nutrición mínimamente adecuada, y los trabajadores que a pesar de ser formales no pueden adquirir la canasta de consumo básica para una familia de cuatro personas, hasta aquellos cuyas fortunas ascienden a cientos y miles de millones de dólares. Es una tragedia dolorosa que, sin embargo, no debe hacernos perder de vista otro hecho también muy grave: el empobrecimiento acelerado de la clase media mexicana.
Estamos hablando del estrato de población de ingresos y educación media que configura la demanda para bienes y servicios algo más sofisticados que los meramente básicos. La debilidad económica creciente de la clase media, en números absolutos y promedio de ingresos, determina la ausencia de oportunidades de inversión que preocupa a los dueños de esos veinte mil millones de dólares disponibles.
Se equivocan los que creen que la tarea de un gobierno es atraer inversiones y confiar en el mercado para que este cree y distribuya riqueza que se derrame hacia abajo. Eso no ha ocurrido y no pasará en el futuro. Hay que leer los diagnósticos de las grandes instituciones internacionales y centrar la mira en el combate a la inequidad. Revertir el empobrecimiento salarial es indispensable para generar crecimiento y empleos en un contexto de paz social.
Según la Asociación Mexicana de Capital Privado -Amexcap-, México no aprovecha el capital privado. Lo dicen porque en su óptica existen unas 40 mil empresas con potencial para recibir apoyo de fondos de capital privado y no obstante solo se reportan alrededor de 130 transacciones al año.
Esta organización agrupa inversionistas y consultores cuya propuesta es entrar como socios de empresas a las que les ven posibilidades para un crecimiento exponencial. Se trataría de inversiones temporales por un ciclo de unos siete años al cabo de los cuales venderían su participación y se retiraría. No obstante, señala la Amexcap, la desconfianza es un obstáculo importante. Tal vez, imagino, porque el dueño de la empresa ya relativamente exitosa teme perder el control de la misma.
La Amexcap cuenta con 20 mil millones de dólares disponibles y en síntesis, puede decirse que le sobra capital y le faltan oportunidades de inversión. Sobre todo en un contexto caracterizado por la debilidad del crecimiento. Por cierto que el análisis de la Cuenta Pública 2016 que recién publicó la SHCP reseña las expectativas de buen crecimiento generadas por las reformas estructurales para, a renglón seguido decirnos que no se cumplieron debido a la “materialización” de algunos riesgos, unos previstos y otros no. Habrá que dar por terminada esa fantasía.
En busca de soluciones para invertir su dinero la Amexcap dialoga con el ministro de Hacienda, Meade Kuribreña sobre el diseño de posibles puentes que permitieran a estos capitales encontrar un aterrizaje productivo. Tal vez facilitando fiscalmente la inversión en empresas existentes, tal vez orientándose a la inversión en infraestructura, donde el gobierno tiene una historia de ser el socio que termina asumiendo los costos de los fracasos.
No hay soluciones sencillas. El problema de la Amexcap es el de los inversionistas en todo el planeta: sobra dinero, faltan oportunidades de inversión. Verlo como un problema de diseño de proyectos, echarles la culpa a empresarios desconfiados o buscar renegociaciones favorables con el gobierno no va a resolver el problema. Lo que se requiere es un diagnóstico distinto.
Si no hay en que invertir es porque no crece el mercado. En medio del estancamiento el crecimiento de una empresa solo puede darse a costa de la quiebra de la competencia; es decir el avance posible es hacia la monopolización creciente. Lo que no favorece la competencia, la generación de empleo o los precios accesibles.
Marchamos en sentido contrario al fortalecimiento del mercado; lo que tenemos es el empobrecimiento de la clase media. Entendida para México cómo básicamente conformada por los empleados que ganan más de 5 salarios mínimos. Conviene señalar que los ricos no lo son por sus ingresos salariales sino por lo que reciben en forma de herencias, donaciones, ganancias empresariales y, en muchos casos, corrupción de elite burocrática.
El hecho es que el número de ocupados con ingresos de más de 12 mil pesos se ha reducido en 42 por ciento en los últimos ocho años y hoy en día son tan solo el 5.2 por ciento del total de asalariados. Esta es una proporción inferior al 11.6 por ciento que tenía ese sector de ingreso en el 2008.
Las reducciones salariales más fuertes no se han dado entre los estratos más pobres, donde hay estancamiento o incluso una insignificante mejoría. En cambio el 10 por ciento de los empleados de mayor salario redujo su ingreso promedio de 18 mil 760 pesos en 2007 a 14 mil 900 pesos mensuales en el primer trimestre de este año.
De acuerdo al Banco Mundial estudiar una carrera en México es ahora mucho menos redituable que en el año 2000; lo que contribuye a explicar la frustración que lleva a mayores tasas de abandono de los estudios por parte de los jóvenes.
Hace tiempo que las universidades privadas de elite han dejado de prometer a sus estudiantes que obtendrán buenos empleos y se han refugiado en el discurso de que están formando “emprendedores”; es decir egresados que habrán de crear su propia empresa, o changarro. Para la mayoría esta opción es mera fantasía; o por lo menos una ruta para la que no les aporta mucho el haber estudiado en una universidad de elite.
La inequidad en México es brutal; va de los millones de mexicanos que no tienen una nutrición mínimamente adecuada, y los trabajadores que a pesar de ser formales no pueden adquirir la canasta de consumo básica para una familia de cuatro personas, hasta aquellos cuyas fortunas ascienden a cientos y miles de millones de dólares. Es una tragedia dolorosa que, sin embargo, no debe hacernos perder de vista otro hecho también muy grave: el empobrecimiento acelerado de la clase media mexicana.
Estamos hablando del estrato de población de ingresos y educación media que configura la demanda para bienes y servicios algo más sofisticados que los meramente básicos. La debilidad económica creciente de la clase media, en números absolutos y promedio de ingresos, determina la ausencia de oportunidades de inversión que preocupa a los dueños de esos veinte mil millones de dólares disponibles.
Se equivocan los que creen que la tarea de un gobierno es atraer inversiones y confiar en el mercado para que este cree y distribuya riqueza que se derrame hacia abajo. Eso no ha ocurrido y no pasará en el futuro. Hay que leer los diagnósticos de las grandes instituciones internacionales y centrar la mira en el combate a la inequidad. Revertir el empobrecimiento salarial es indispensable para generar crecimiento y empleos en un contexto de paz social.
sábado, 13 de mayo de 2017
¿Por qué no invertir productivamente las reservas internacionales?
Jorge Faljo
El Banco de México tiene reservas internacionales por un monto de 175 mil millones de dólares. Mucho dinero que crea algunas tentaciones. Sobre todo, porque para muchos se trata de una riqueza inerte que preferirían ver empleada de otro modo. Así que no faltan quienes quieren emplear ese dinero para algo útil o productivo, como construir hospitales, escuelas, carreteras u obras que generen empleo.
Hace algunos años le regalé a un político de buen nivel un libro sobre economía de México y su pregunta inmediata fue: ¿aquí explica cómo invertir las reservas internacionales? Ante mi negativa, ya no mostró el mismo interés. Lo importante es que no se trató de un caso aislado. Es un tema que resurge de vez en cuando y alguna vez hay que aclararlo. Eso es lo que voy a intentar ahora con un ejemplo.
Vamos a suponer que Ud. necesita 200 mil pesos para comprarse un carro. Una de sus opciones es pedir un préstamo bancario por esa cantidad. Luego lo pagará a lo largo de varios años con la ventaja de que desde el primer momento tendrá una calendarización exacta de los días en que vencerá cada pago mensual. Conocerá incluso las penalidades en que incurrirá si acaso se atrasa en un pago.
También es posible que Ud. tenga la opción de pedir prestado de una manera muy diferente. Si tiene muchos amigos podría pedirles un poco de dinero prestado a cada uno de ellos. Vamos a pensar que treinta amigos le prestan en promedio 10 mil pesos cada uno de ellos de modo que en total Ud. ha conseguido 300 mil pesos lo cual es bastante más de los 200 mil que quería para comprarse el auto.
Pero hay que tener en cuenta que esos amigos le prestaron con dos condiciones. Una es que ellos recibirían una tasa de interés algo superior a la que les pagaría un banco. La segunda, mucho más importante, es la solemne promesa de que Ud. le pagaría de inmediato a cualquiera que le pida que le devuelva su dinero. El que le pide su dinero de regreso no necesita tener ningún motivo para pedirlo y tampoco puede haber excusa o pretexto alguno para no pagar de inmediato.
Este método de endeudamiento puede funcionar bien si se tienen ciertas precauciones. Ud. logró recibir un total de 300 mil pesos de sus muchos amigos y usó 200 mil para comprarse el carro que quería. En este caso no se sabe quién o quienes querrán que les pague prácticamente de un momento a otro. Pero para esos casos tiene los otros 100 mil pesos como una reserva para estos imprevistos.
Así que supongamos que a lo largo de varios días llegan tres o cuatro amigos y le exigen que, conforme a lo acordado, se les pague de inmediato, digamos que un total de 40 mil pesos. No hay problema; en cada ocasión Ud. con toda calma busca su reserva, saca el dinero solicitado y lo paga.
El resultado es que entre sus amigos corre la noticia de que cuando unos fueron a cobrarle les pago de inmediato y sin interponer pretextos. Así que todos consideran que Ud. es un buen pagador; alguien que cumple sus promesas. Los otros amigos que le prestaron no solo respiran tranquilos, sino que están dispuestos a prestarle más. Incluso podría ocurrir que esta buena fama le permitiera pedir prestado para otro carro.
Bajo este método de endeudamiento no es posible saber cuánto y cuándo le van a cobrar. Por eso es muy importante contar con una buena reserva.
Podemos por otra parte suponer lo contrario. Que a Ud. le prestaron los 300 mil pesos originales pero que además del carro de 200 se compró una motocicleta de 80; así que solo le quedaron veinte mil de reserva. Entonces, cuando se aparecieron varios amigos a cobrar no pudo pagarles y quedó mal. Pero esto no fue un secreto; todos los demás se enteraron y llegaron a cobrarle, exigiendo que venda el carro y la moto y cumpla con su palabra.
Aquí podemos ver para qué sirve una reserva de dinero. En primer lugar, la reserva es parte de la deuda; es un dinero que pidió prestado y que no gastó pero que a pesar de tenerlo en las manos no es suyo. Solo sirve para cumplir la promesa de pagarle de inmediato a sus prestamistas a los que se les ocurra cobrarle.
Igual que en el ejemplo inventado párrafos arriba, los 175 mil millones de dólares de reservas internacionales que tiene el Banco de México en realidad no le pertenecen al país. Son deuda que se guarda como reserva para pagar cuando a los acreedores quieran cobrar. Por cierto, que si todos tratan de cobrar al mismo tiempo, en este caso comprar dólares, esa reserva no alcanzaría.
Las reservas son importantes; cuando el Fondo Monetario Internacional le advirtió al Banco de México que estaba agotando las reservas muy rápidamente, este último abandonó la estrategia de subastas de dólares. Si no las hubiera suspendido tal vez el FMI no habría renovado la línea de crédito flexible y los acreedores habrían entrado en pánico tratando de sacar sus dólares de inmediato.
Así que las reservas son dinero que debemos y que no sabemos cuándo cobrarán. Por eso no podemos comprarnos una motocicleta con ese dinero.
Un absurdo adicional es querer usar esos dólares para invertir en México. Los dólares son para comprar en el exterior, si Banxico los vende inundarían el mercado y lo que haríamos sería importar más. Para invertir en México lo que se necesitan son pesos; de esos en ciertas condiciones Banxico podría producir más, como lo han hecho otros países con sus políticas de flexibilidad monetaria. Pero ese ya es otro cantar y tema de otra columna.
El Banco de México tiene reservas internacionales por un monto de 175 mil millones de dólares. Mucho dinero que crea algunas tentaciones. Sobre todo, porque para muchos se trata de una riqueza inerte que preferirían ver empleada de otro modo. Así que no faltan quienes quieren emplear ese dinero para algo útil o productivo, como construir hospitales, escuelas, carreteras u obras que generen empleo.
Hace algunos años le regalé a un político de buen nivel un libro sobre economía de México y su pregunta inmediata fue: ¿aquí explica cómo invertir las reservas internacionales? Ante mi negativa, ya no mostró el mismo interés. Lo importante es que no se trató de un caso aislado. Es un tema que resurge de vez en cuando y alguna vez hay que aclararlo. Eso es lo que voy a intentar ahora con un ejemplo.
Vamos a suponer que Ud. necesita 200 mil pesos para comprarse un carro. Una de sus opciones es pedir un préstamo bancario por esa cantidad. Luego lo pagará a lo largo de varios años con la ventaja de que desde el primer momento tendrá una calendarización exacta de los días en que vencerá cada pago mensual. Conocerá incluso las penalidades en que incurrirá si acaso se atrasa en un pago.
También es posible que Ud. tenga la opción de pedir prestado de una manera muy diferente. Si tiene muchos amigos podría pedirles un poco de dinero prestado a cada uno de ellos. Vamos a pensar que treinta amigos le prestan en promedio 10 mil pesos cada uno de ellos de modo que en total Ud. ha conseguido 300 mil pesos lo cual es bastante más de los 200 mil que quería para comprarse el auto.
Pero hay que tener en cuenta que esos amigos le prestaron con dos condiciones. Una es que ellos recibirían una tasa de interés algo superior a la que les pagaría un banco. La segunda, mucho más importante, es la solemne promesa de que Ud. le pagaría de inmediato a cualquiera que le pida que le devuelva su dinero. El que le pide su dinero de regreso no necesita tener ningún motivo para pedirlo y tampoco puede haber excusa o pretexto alguno para no pagar de inmediato.
Este método de endeudamiento puede funcionar bien si se tienen ciertas precauciones. Ud. logró recibir un total de 300 mil pesos de sus muchos amigos y usó 200 mil para comprarse el carro que quería. En este caso no se sabe quién o quienes querrán que les pague prácticamente de un momento a otro. Pero para esos casos tiene los otros 100 mil pesos como una reserva para estos imprevistos.
Así que supongamos que a lo largo de varios días llegan tres o cuatro amigos y le exigen que, conforme a lo acordado, se les pague de inmediato, digamos que un total de 40 mil pesos. No hay problema; en cada ocasión Ud. con toda calma busca su reserva, saca el dinero solicitado y lo paga.
El resultado es que entre sus amigos corre la noticia de que cuando unos fueron a cobrarle les pago de inmediato y sin interponer pretextos. Así que todos consideran que Ud. es un buen pagador; alguien que cumple sus promesas. Los otros amigos que le prestaron no solo respiran tranquilos, sino que están dispuestos a prestarle más. Incluso podría ocurrir que esta buena fama le permitiera pedir prestado para otro carro.
Bajo este método de endeudamiento no es posible saber cuánto y cuándo le van a cobrar. Por eso es muy importante contar con una buena reserva.
Podemos por otra parte suponer lo contrario. Que a Ud. le prestaron los 300 mil pesos originales pero que además del carro de 200 se compró una motocicleta de 80; así que solo le quedaron veinte mil de reserva. Entonces, cuando se aparecieron varios amigos a cobrar no pudo pagarles y quedó mal. Pero esto no fue un secreto; todos los demás se enteraron y llegaron a cobrarle, exigiendo que venda el carro y la moto y cumpla con su palabra.
Aquí podemos ver para qué sirve una reserva de dinero. En primer lugar, la reserva es parte de la deuda; es un dinero que pidió prestado y que no gastó pero que a pesar de tenerlo en las manos no es suyo. Solo sirve para cumplir la promesa de pagarle de inmediato a sus prestamistas a los que se les ocurra cobrarle.
Igual que en el ejemplo inventado párrafos arriba, los 175 mil millones de dólares de reservas internacionales que tiene el Banco de México en realidad no le pertenecen al país. Son deuda que se guarda como reserva para pagar cuando a los acreedores quieran cobrar. Por cierto, que si todos tratan de cobrar al mismo tiempo, en este caso comprar dólares, esa reserva no alcanzaría.
Las reservas son importantes; cuando el Fondo Monetario Internacional le advirtió al Banco de México que estaba agotando las reservas muy rápidamente, este último abandonó la estrategia de subastas de dólares. Si no las hubiera suspendido tal vez el FMI no habría renovado la línea de crédito flexible y los acreedores habrían entrado en pánico tratando de sacar sus dólares de inmediato.
Así que las reservas son dinero que debemos y que no sabemos cuándo cobrarán. Por eso no podemos comprarnos una motocicleta con ese dinero.
Un absurdo adicional es querer usar esos dólares para invertir en México. Los dólares son para comprar en el exterior, si Banxico los vende inundarían el mercado y lo que haríamos sería importar más. Para invertir en México lo que se necesitan son pesos; de esos en ciertas condiciones Banxico podría producir más, como lo han hecho otros países con sus políticas de flexibilidad monetaria. Pero ese ya es otro cantar y tema de otra columna.
lunes, 8 de mayo de 2017
Trump contra el Obamacare
Jorge Faljo
El Presidente norteamericano, Donald Trump, y su partido republicano celebran lo que para ellos es una importante victoria: que la Cámara de Representantes votara en favor del reemplazo de la ley de cuidados accesibles, mejor conocida como Obamacare.
Estados Unidos no cuenta con un verdadero sistema de salud pública basado en hospitales gubernamentales. La atención a la salud de los norteamericanos es enteramente privada, basada en la compra de seguros privados, y con programas públicos que otorgan subsidios a muchos de los pobres, viejos y niños para adquirir seguros y ser atendidos de manera privada.
De acuerdo a la OCDE el sistema norteamericano destaca por ser el más costoso del planeta, se come el 16.9 por ciento de su producto interno. Paradójicamente ocupa el último lugar, el de menos eficiencia al comparar los sistemas de salud de los once países más desarrollados. Otros sistemas de salud, por ejemplo el de Inglaterra, basados en servicios públicos ofrecen mejores resultados empleando una proporción del Producto Interno inferior al 10 por ciento.
Los norteamericanos gastaron en salud, en 2015, una cifra astronómica, 9,450 dólares por persona; el promedio de los británicos fue de 4 mil dólares y en el total de países de la OCDE fue de 3,814 dólares. Una explicación es que en el sistema norteamericano dominan los intereses de las aseguradoras, el sistema hospitalario y las empresas farmacéuticas. Esto se entiende, en parte, por la tendencia a realizar estudios costosos incluso en casos sencillos para protegerse de demandas millonarias. También ocurre que las mismas medicinas son mucho más caras que en otros países. Y se desprestigia y persigue a los remedios alternativos.
La sexta parte de la economía norteamericana; la que tiene que ver con lo más delicado, la salud, está guiada por el interés de la ganancia monetaria y no por el interés de bienestar de los pacientes.
Sin alterar lo anterior en lo esencial, el Obamacare estableció regulaciones que de 2010 a 2016 limitaron el incremento de los costos y elevaron en alrededor de 20 millones el número de asegurados; lo que dejó fuera del sistema a “solo” 30 millones de personas, alrededor del 10 por ciento de la población. También obligó a las aseguradoras a no discriminar a nuevos solicitantes por enfermedades preexistentes y a ampliar coberturas que incluyeran servicios elementales como traslado en ambulancia, cuidados preventivos, maternidad y demás. Todo lo anterior hizo que se elevaran los costos para la población joven, sana, con mejores condiciones de vida y consumo y, en general, de bajo riesgo. Lo que hizo impopular el cambio.
Fueron sus enemigos los que nombraron Obamacare a la ley de cuidados accesibles con el objetivo de desprestigiarla. El nombre se popularizó al mismo tiempo que sus beneficios se hacían evidentes. Pero eso mismo acentuó el propósito de los republicanos de destruirla.
Ahora dieron el primer paso con 216 votos a favor de una nueva ley de salud y 212 en contra. Ningún demócrata voto a favor del cambio y se les unieron 20 republicanos. Ahora la nueva propuesta de ley tendrá que ser analizada por el senado donde requiere 51 votos para ser aprobada y hay un total de 52 republicanos. Eso no quiere decir que será aceptada en automático; por lo contrario la incertidumbre es alta.
Al término de los primeros 100 días de la nueva administración, Trump y los republicanos están necesitados de mostrar algunas victorias. Lanzaron una guía de reforma fiscal muy incompleta, enviaron al senado una carta de objetivos para la renegociación del TLCAN poco esclarecedora y presentan una reforma de salud apresurada que, en contra de la tradición, no fue sujeta a ninguna discusión pública y de hecho los mismos representantes republicanos no tuvieron tiempo de leerla. Tampoco esperaron la evaluación de su impacto por la oficina de estudios presupuestales del Congreso.
Pero ahora que la propuesta está a la vista será seriamente examinada. Lo primero que se descubre es que le reduce más de 300 mil millones de dólares en impuestos al uno por ciento más rico de la población; rebaja en unos 800 mil millones de dólares la atención en salud a los más pobres (medicare) y deja a la voluntad de los estados si las compañías de seguros podrán cobrar a su antojo por condiciones preexistentes.
La nueva ley favorece a la gente joven y saludable; pero es un duro golpe para alrededor de 30 por ciento de la población norteamericana que tiene enfermedades preexistentes, para los viejos que son por definición menos saludables, y para los pobres. Lo que está en juego es la solidaridad de los más saludables, y en mejores condiciones económicas, con los menos favorecidos. De hecho todo sistema de aseguramiento se basa en la compensación de costos entre los de más y los de menos riesgo e ingresos y, por supuesto, entre los tuvieron la buena suerte de no enfermarse o accidentarse y los que sí sufrieron. Al deteriorar la solidaridad generacional, económica y social los republicanos favorecen a los menos.
Con la ley bajo escrutinio los legisladores serán sujetos a múltiples presiones y existe la posibilidad de que también en el caso del senado algunos republicanos no apoyen la propuesta. Bastaría que un par de republicanos vote en contra y ningún demócrata lo haga a favor, para impedir su paso. La propuesta tendrá cambios importantes en el senado que obligarán a regresarla a la Cámara de representantes. Así que nada está decidido todavía.
Desde un sector minoritario del partido demócrata están los que, como Bernie Sanders, proponen un sistema de salud público de cobertura universal y que pudiera reducir costos al mismo nivel de los otros países desarrollados. Pero esta es, de momento, una utopía.
Lo que propone Trump va directamente en contra de lo que prometió y afecta negativamente a la población que mayormente votó por el: los blancos pobres. Trump ha resultado ser un falso populista; se revela como campeón del capitalismo salvaje.
El Presidente norteamericano, Donald Trump, y su partido republicano celebran lo que para ellos es una importante victoria: que la Cámara de Representantes votara en favor del reemplazo de la ley de cuidados accesibles, mejor conocida como Obamacare.
Estados Unidos no cuenta con un verdadero sistema de salud pública basado en hospitales gubernamentales. La atención a la salud de los norteamericanos es enteramente privada, basada en la compra de seguros privados, y con programas públicos que otorgan subsidios a muchos de los pobres, viejos y niños para adquirir seguros y ser atendidos de manera privada.
De acuerdo a la OCDE el sistema norteamericano destaca por ser el más costoso del planeta, se come el 16.9 por ciento de su producto interno. Paradójicamente ocupa el último lugar, el de menos eficiencia al comparar los sistemas de salud de los once países más desarrollados. Otros sistemas de salud, por ejemplo el de Inglaterra, basados en servicios públicos ofrecen mejores resultados empleando una proporción del Producto Interno inferior al 10 por ciento.
Los norteamericanos gastaron en salud, en 2015, una cifra astronómica, 9,450 dólares por persona; el promedio de los británicos fue de 4 mil dólares y en el total de países de la OCDE fue de 3,814 dólares. Una explicación es que en el sistema norteamericano dominan los intereses de las aseguradoras, el sistema hospitalario y las empresas farmacéuticas. Esto se entiende, en parte, por la tendencia a realizar estudios costosos incluso en casos sencillos para protegerse de demandas millonarias. También ocurre que las mismas medicinas son mucho más caras que en otros países. Y se desprestigia y persigue a los remedios alternativos.
La sexta parte de la economía norteamericana; la que tiene que ver con lo más delicado, la salud, está guiada por el interés de la ganancia monetaria y no por el interés de bienestar de los pacientes.
Sin alterar lo anterior en lo esencial, el Obamacare estableció regulaciones que de 2010 a 2016 limitaron el incremento de los costos y elevaron en alrededor de 20 millones el número de asegurados; lo que dejó fuera del sistema a “solo” 30 millones de personas, alrededor del 10 por ciento de la población. También obligó a las aseguradoras a no discriminar a nuevos solicitantes por enfermedades preexistentes y a ampliar coberturas que incluyeran servicios elementales como traslado en ambulancia, cuidados preventivos, maternidad y demás. Todo lo anterior hizo que se elevaran los costos para la población joven, sana, con mejores condiciones de vida y consumo y, en general, de bajo riesgo. Lo que hizo impopular el cambio.
Fueron sus enemigos los que nombraron Obamacare a la ley de cuidados accesibles con el objetivo de desprestigiarla. El nombre se popularizó al mismo tiempo que sus beneficios se hacían evidentes. Pero eso mismo acentuó el propósito de los republicanos de destruirla.
Ahora dieron el primer paso con 216 votos a favor de una nueva ley de salud y 212 en contra. Ningún demócrata voto a favor del cambio y se les unieron 20 republicanos. Ahora la nueva propuesta de ley tendrá que ser analizada por el senado donde requiere 51 votos para ser aprobada y hay un total de 52 republicanos. Eso no quiere decir que será aceptada en automático; por lo contrario la incertidumbre es alta.
Al término de los primeros 100 días de la nueva administración, Trump y los republicanos están necesitados de mostrar algunas victorias. Lanzaron una guía de reforma fiscal muy incompleta, enviaron al senado una carta de objetivos para la renegociación del TLCAN poco esclarecedora y presentan una reforma de salud apresurada que, en contra de la tradición, no fue sujeta a ninguna discusión pública y de hecho los mismos representantes republicanos no tuvieron tiempo de leerla. Tampoco esperaron la evaluación de su impacto por la oficina de estudios presupuestales del Congreso.
Pero ahora que la propuesta está a la vista será seriamente examinada. Lo primero que se descubre es que le reduce más de 300 mil millones de dólares en impuestos al uno por ciento más rico de la población; rebaja en unos 800 mil millones de dólares la atención en salud a los más pobres (medicare) y deja a la voluntad de los estados si las compañías de seguros podrán cobrar a su antojo por condiciones preexistentes.
La nueva ley favorece a la gente joven y saludable; pero es un duro golpe para alrededor de 30 por ciento de la población norteamericana que tiene enfermedades preexistentes, para los viejos que son por definición menos saludables, y para los pobres. Lo que está en juego es la solidaridad de los más saludables, y en mejores condiciones económicas, con los menos favorecidos. De hecho todo sistema de aseguramiento se basa en la compensación de costos entre los de más y los de menos riesgo e ingresos y, por supuesto, entre los tuvieron la buena suerte de no enfermarse o accidentarse y los que sí sufrieron. Al deteriorar la solidaridad generacional, económica y social los republicanos favorecen a los menos.
Con la ley bajo escrutinio los legisladores serán sujetos a múltiples presiones y existe la posibilidad de que también en el caso del senado algunos republicanos no apoyen la propuesta. Bastaría que un par de republicanos vote en contra y ningún demócrata lo haga a favor, para impedir su paso. La propuesta tendrá cambios importantes en el senado que obligarán a regresarla a la Cámara de representantes. Así que nada está decidido todavía.
Desde un sector minoritario del partido demócrata están los que, como Bernie Sanders, proponen un sistema de salud público de cobertura universal y que pudiera reducir costos al mismo nivel de los otros países desarrollados. Pero esta es, de momento, una utopía.
Lo que propone Trump va directamente en contra de lo que prometió y afecta negativamente a la población que mayormente votó por el: los blancos pobres. Trump ha resultado ser un falso populista; se revela como campeón del capitalismo salvaje.
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