Jorge Faljo
“Ni hablar del peluquín” es una expresión que se remonta a los años cuarenta del siglo pasado; trata de lo que es evidente, pero de lo que no conviene hablar. En tanguillo original español se habla de un viejo que tras comprarse ese falso aditivo capilar se le declara a una joven. La madre aconseja a la hija considerar seriamente esa conveniente propuesta “y ni hablar del peluquín”; todos entran en la conspiración para ignorar la calvicie y los defectos de la edad del enamorado.
El equivalente en inglés de la expresión sería “el elefante en la sala”; cuando la evidente presencia de una enorme bestia se ignora muy a propósito. No porque no se vea, sino porque no conviene verla.
Una situación de este tipo enfrentan los políticos norteamericanos en estos días tras el más reciente asesinato masivo en una preparatoria de Florida. El muchacho acusado de 17 asesinatos y de herir a otras quince personas, fue reportado en 18 ocasiones, en los últimos años, a la policía local por parientes, también por vecinos y compañeros de escuela. Algunos explícitamente dijeron que planeaba un tiroteo en la preparatoria de la que fue expulsado por problemas mentales.
Sin embargo, nada se hizo porque es un asunto muy difícil de tratar en los Estados Unidos. Tener armas es considerado por muchos, sobre todo lo industriales de las armas domésticas, como la más sagrada de las libertades individuales.
Cada vez que pasa una de estas recurrentes tragedias los políticos norteamericanos, sobre todo los republicanos, acusan a sus críticos de pretender politizar el asunto, sostienen que no se puede legislar en base a emociones y, por tanto, no es el momento de una discusión seria.
Eso fue lo que pasó una vez más. Los congresistas del estado de Florida se negaron a abrir un debate sobre la posesión de armas de alto poder y en lugar de ello dedicaron su tiempo a discutir el peligro que la pornografía representa para los jóvenes. Vaya hipocresía.
Son los estudiantes preparatorianos, de Florida y otros estados, los que intentan mantener viva la atención en este asunto mediante marchas, paros, dramatizaciones callejeras, declaraciones a los medios y una creciente organización. Pero enfrentan algo difícil: la decisión de la clase política que baila al ritmo que le marca la industria del rifle, que incluso acusa a los jóvenes de extremistas que pretenden acabar con las libertades norteamericanas. ¡Así se las gastan!
Aquí en México tenemos, sino un elefante, si un peluquín. Todo nuestro entramado político, con la colaboración de los candidatos, se encuentra decidido a que no discutamos lo más serio y evidente.
Llevamos treinta y cinco años de empobrecimiento masivo, de desindustrialización de fondo, de baja creación de empleo urbano y decidida expulsión de la población rural hacia el exterior, de pérdida de derechos de los trabajadores y de precarización de las relaciones laborales. Además, tenemos la destrucción de millones de familias y millones de hijos abandonados y propensos a la sicarización.
No son asuntos aislados y analizables por separado. Todos se entrelazan y deben ser vistos como facetas de uno solo: el modelo Patomex de globalización.
A cambio del abandono de la vía nacionalista, y de servicio al pueblo trazada en la constitución, hemos comprado un peluquín para tapar nuestra desnudez.
¿Por qué libre comercio y no comercio justo? Esto que es objeto de debate mundial y tema con el que hipócritamente se asoció Trump, debería ser un punto de reflexión abierta.
No hay evidencia de que los candidatos presidenciales estén dispuestos a debatir sobre el modelo de desarrollo. Implicaría entrar a romper los tabús que constituyen los pilares ideológicos del modelo.
¿Podemos hacer a un lado al Estado como conductor de un crecimiento económico incluyente? La historia de los países que ahora son potencias señalan un activo papel del Estado en su despegue industrial. Sigue siendo el factor esencial de la conversión de China en gran potencia industrialmente avanzada. Inclusión y equidad no se dan por si solas, ni las genera el mercado; son decisiones sociales explicitas que deben ser instrumentadas por el poder público.
¿Existen sectores estratégicos que debemos proteger y fortalecer, independientemente de los designios del mercado, incluso en contra de ellos? Estados Unidos no permitió inversiones chinas en su sector energético por razones de seguridad nacional. En nuestro caso está claro que el principio de la ganancia individual prevalece sobre los intereses nacionales.
En nuestra fantasía de país desarrollado ¿estamos listos para seguir abandonando al campo y a la población rural? La pregunta es más urgente ahora que los Estados Unidos cierra sus puertas. ¿Podemos garantizar el derecho humano a la alimentación de los mexicanos al mismo tiempo que perdemos autosuficiencia y seguridad alimentaria?
Me impactó que el mensaje central de toma de protesta de un candidato presidencial fueran los avances tecnológicos. En particular su entusiasmo con los vehículos sin chofer y los centros comerciales sin cajeras. En cada caso se perderán alrededor de 3.5 millones de puestos de trabajo en los próximos seis años. Pero el alucine del avance tecnológico parecía hacer a un lado cualquier preocupación por las consecuencias en la población y la necesidad de políticas sociales, laborales y fiscales de nuevo cuño.
Todos están evitando hablar del peluquín o lo peor del caso, no lo han visto.
Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
lunes, 26 de febrero de 2018
miércoles, 21 de febrero de 2018
La autocomplacencia se resquebraja
Jorge Faljo
Peña Nieto, como todo presidente de México ha sido protegido de la crítica por su entorno cercano. Es típico de nuestra cultura política autoritaria que al jefe no debe llegar ni la menor muestra de inconformidad. No se trata solo de proteger al jefe sino de un instinto de autoprotección de toda su camarilla. Permitir que el descontento llegue como golpe seco, que realmente duela, implicaría correr el riesgo de que sacrificara a algunos de sus allegados; que hiciera, por ejemplo, cambios en su gabinete.
El equipo cercano construye un ambiente de autocomplacencia colectivo que se expande hacia debajo permeando toda la pirámide política y burocrática. Una estructura que oculta o disminuye los fracasos, interpreta la crítica como casos aislados, resentidos irremediables, gente con intereses misteriosos, incluso antipatriotas.
Cada escalón de esa estructura se rige por dos reglas informales pero poderosas. Una se expresa como “la ropa sucia se lava en casa” y significa que los problemas y deficiencias de cada ámbito burocrático no se comunican al exterior. La segunda regla es “no saltarse las trancas”. Implica que ningún subordinado rebasará al jefe inmediato en comunicar hacia arriba lo que verdaderamente ocurre en su campo de acción.
La combinación de ambas reglas significa que cada jefecillo, jefecito, jefe o jefazo se encarga de dorar la píldora acerca de su propio trabajo e impactos. Píldora que se va recubriendo de capas de embellecimiento conforme asciende los escalones de la pirámide burocrática. Me ha tocado observar la profunda ignorancia de los altos puestos sobre la operación y los impactos reales de los programas que dirigen. Lo que podría explicar fallas de eficiencia. Pero estas no son las más graves.
El verdadero problema es la trama de corrupción generalizada y operada desde muy arriba. Si para muestra basta un botón ahí está el caso de la estafa maestra. De acuerdo a la investigación y datos proporcionados por la Auditoría Superior de la Federación entre 2012 y 2016 se desviaron 6 mil 880 millones de pesos mediante un procedimiento repetido múltiples veces.
La práctica fue contratar directamente, sin concurso, a entidades públicas tales como instituciones educativas o áreas de comunicación social (radio y televisión estatales) bajo la ficción de que tenían la capacidad para hacer asesorías, consultorías, servicios, estudios técnicos, supervisar u operar programas de desarrollo social, agrario o territorial.
El segundo paso es que estas entidades, por ejemplo, las universidades estatales del Estado de México, Morelos, Zacatecas, o los sistemas de radio y televisión de Hidalgo y Quintana Roo recibían contratos por centenares de millones de pesos con la instrucción de subcontratar a las personas o empresas que las mismas SAGARPA, SEDESOL, SEDATU, BANOBRAS o Pemex, entre otras, les indicaban.
Una modalidad era pagar millones por trabajos ridículos; cuatro millones por un cronograma, siete millones por un manualito de organización que apenas alteraba el oficial. También encargos repetidos. Pero los contratos por centenares de millones solicitaban entregables que la propia contratante, es decir sus empleados, habían hecho y que esta le daba a la contratada para que los devolviera formalmente.
Típicamente las entidades estatales se quedaban con un ocho por ciento como ganancia y el resto lo dispersaban entre 20 a 30 subcontratados en primera instancia. Entre estos los había ilocalizables, con domicilios falsos, personas francamente indigentes, algunos hicieron declaraciones fiscales en ceros a pesar de haber entregado facturas por muchos millones; otros tenían actividades improcedentes para el servicio requerido.
Después de una primera dispersión de recursos los subcontratados los volvían a concentrar en un menor número de empresas ubicadas en México, Estados Unidos o Europa.
Casi siete mil millones defraudados bajo un modus operandi expandido en la administración pública federal no es un asunto menor y todas las brújulas apuntan a un esquema armado en los niveles dirigentes de más alto nivel.
La corrupción e impunidad afloran en un contexto de medios de comunicación controlados o cómplices. Cuando en estos medios se cuela una voz crítica inteligente y atinada pronto se le descarta. En casos extremos desde los rincones más oscuros han surgido las manos asesinas que han hecho de este país uno de los de mayor riesgo para el periodismo de investigación.
Lo que impera son medios masivos de entretenimiento y distracción, sin vocación para promover la reflexión informada. Una violencia criminal que entre las docenas de miles de muertos y desaparecidos corta también las cabezas de los activistas y dirigentes sociales de pueblos y regiones. Una Contraloría Social diseñada para ser inoperante y cuyas reglas no han cumplido las instituciones públicas, en particular, van de nuevo, la SEDESOL y la SAGARPA.
Esta administración ha vivido en una linda burbuja de autocomplacencia por varios años. Pero lo típico de nuestros ciclos sexenales es que al final de un sexenio esta se destruya. Eso es lo que expresa el presidente cuando ante audiencias a modo se queja de lo que él y sus cercanos llaman irracional enojo social.
¿Dónde se localiza la irracionalidad? ¿En el enojo de la población que ya no se le puede ocultar al presidente? ¿O en la burbuja de autocomplacencia en vías de desaparecer?
Al presidente le esperan los días amargos en que las lealtades se reorientan y se ve obligado a redescubrir a un país de violencia; inequidad extrema al que sus aliados, Estados Unidos, Canadá y el Vaticano califican como de trabajo esclavo; administración ineficiente e impunidad descarada.
Su conductor designado, el que al parecer no bebió durante el sexenio, se ubica al interior de la burbuja de autocomplacencia. Pero supongo inevitable que este pronto se dará cuenta de que navegando en la autocomplacencia no tiene esperanzas de ganar las elecciones. Solo abandonando la ideología itamita, para escuchar y resonar con el sentir popular tiene alguna esperanza. Para darse una oportunidad tendrá que abandonar a sus cuates y encabezar una rebelión desde abajo. Lo más probable es que ni así gane; pero sin ese acercamiento a la realidad no hay modo.
Entonces terminará de resquebrajarse la burbuja de la autocomplacencia presidencial. No hay de otra.
Peña Nieto, como todo presidente de México ha sido protegido de la crítica por su entorno cercano. Es típico de nuestra cultura política autoritaria que al jefe no debe llegar ni la menor muestra de inconformidad. No se trata solo de proteger al jefe sino de un instinto de autoprotección de toda su camarilla. Permitir que el descontento llegue como golpe seco, que realmente duela, implicaría correr el riesgo de que sacrificara a algunos de sus allegados; que hiciera, por ejemplo, cambios en su gabinete.
El equipo cercano construye un ambiente de autocomplacencia colectivo que se expande hacia debajo permeando toda la pirámide política y burocrática. Una estructura que oculta o disminuye los fracasos, interpreta la crítica como casos aislados, resentidos irremediables, gente con intereses misteriosos, incluso antipatriotas.
Cada escalón de esa estructura se rige por dos reglas informales pero poderosas. Una se expresa como “la ropa sucia se lava en casa” y significa que los problemas y deficiencias de cada ámbito burocrático no se comunican al exterior. La segunda regla es “no saltarse las trancas”. Implica que ningún subordinado rebasará al jefe inmediato en comunicar hacia arriba lo que verdaderamente ocurre en su campo de acción.
La combinación de ambas reglas significa que cada jefecillo, jefecito, jefe o jefazo se encarga de dorar la píldora acerca de su propio trabajo e impactos. Píldora que se va recubriendo de capas de embellecimiento conforme asciende los escalones de la pirámide burocrática. Me ha tocado observar la profunda ignorancia de los altos puestos sobre la operación y los impactos reales de los programas que dirigen. Lo que podría explicar fallas de eficiencia. Pero estas no son las más graves.
El verdadero problema es la trama de corrupción generalizada y operada desde muy arriba. Si para muestra basta un botón ahí está el caso de la estafa maestra. De acuerdo a la investigación y datos proporcionados por la Auditoría Superior de la Federación entre 2012 y 2016 se desviaron 6 mil 880 millones de pesos mediante un procedimiento repetido múltiples veces.
La práctica fue contratar directamente, sin concurso, a entidades públicas tales como instituciones educativas o áreas de comunicación social (radio y televisión estatales) bajo la ficción de que tenían la capacidad para hacer asesorías, consultorías, servicios, estudios técnicos, supervisar u operar programas de desarrollo social, agrario o territorial.
El segundo paso es que estas entidades, por ejemplo, las universidades estatales del Estado de México, Morelos, Zacatecas, o los sistemas de radio y televisión de Hidalgo y Quintana Roo recibían contratos por centenares de millones de pesos con la instrucción de subcontratar a las personas o empresas que las mismas SAGARPA, SEDESOL, SEDATU, BANOBRAS o Pemex, entre otras, les indicaban.
Una modalidad era pagar millones por trabajos ridículos; cuatro millones por un cronograma, siete millones por un manualito de organización que apenas alteraba el oficial. También encargos repetidos. Pero los contratos por centenares de millones solicitaban entregables que la propia contratante, es decir sus empleados, habían hecho y que esta le daba a la contratada para que los devolviera formalmente.
Típicamente las entidades estatales se quedaban con un ocho por ciento como ganancia y el resto lo dispersaban entre 20 a 30 subcontratados en primera instancia. Entre estos los había ilocalizables, con domicilios falsos, personas francamente indigentes, algunos hicieron declaraciones fiscales en ceros a pesar de haber entregado facturas por muchos millones; otros tenían actividades improcedentes para el servicio requerido.
Después de una primera dispersión de recursos los subcontratados los volvían a concentrar en un menor número de empresas ubicadas en México, Estados Unidos o Europa.
Casi siete mil millones defraudados bajo un modus operandi expandido en la administración pública federal no es un asunto menor y todas las brújulas apuntan a un esquema armado en los niveles dirigentes de más alto nivel.
La corrupción e impunidad afloran en un contexto de medios de comunicación controlados o cómplices. Cuando en estos medios se cuela una voz crítica inteligente y atinada pronto se le descarta. En casos extremos desde los rincones más oscuros han surgido las manos asesinas que han hecho de este país uno de los de mayor riesgo para el periodismo de investigación.
Lo que impera son medios masivos de entretenimiento y distracción, sin vocación para promover la reflexión informada. Una violencia criminal que entre las docenas de miles de muertos y desaparecidos corta también las cabezas de los activistas y dirigentes sociales de pueblos y regiones. Una Contraloría Social diseñada para ser inoperante y cuyas reglas no han cumplido las instituciones públicas, en particular, van de nuevo, la SEDESOL y la SAGARPA.
Esta administración ha vivido en una linda burbuja de autocomplacencia por varios años. Pero lo típico de nuestros ciclos sexenales es que al final de un sexenio esta se destruya. Eso es lo que expresa el presidente cuando ante audiencias a modo se queja de lo que él y sus cercanos llaman irracional enojo social.
¿Dónde se localiza la irracionalidad? ¿En el enojo de la población que ya no se le puede ocultar al presidente? ¿O en la burbuja de autocomplacencia en vías de desaparecer?
Al presidente le esperan los días amargos en que las lealtades se reorientan y se ve obligado a redescubrir a un país de violencia; inequidad extrema al que sus aliados, Estados Unidos, Canadá y el Vaticano califican como de trabajo esclavo; administración ineficiente e impunidad descarada.
Su conductor designado, el que al parecer no bebió durante el sexenio, se ubica al interior de la burbuja de autocomplacencia. Pero supongo inevitable que este pronto se dará cuenta de que navegando en la autocomplacencia no tiene esperanzas de ganar las elecciones. Solo abandonando la ideología itamita, para escuchar y resonar con el sentir popular tiene alguna esperanza. Para darse una oportunidad tendrá que abandonar a sus cuates y encabezar una rebelión desde abajo. Lo más probable es que ni así gane; pero sin ese acercamiento a la realidad no hay modo.
Entonces terminará de resquebrajarse la burbuja de la autocomplacencia presidencial. No hay de otra.
martes, 13 de febrero de 2018
Abandonados allá. ¿Y aquí qué?
Jorge Faljo
Varios videos de internet me llamaron la atención.
Uno fue sobre una escuela primaria de un pequeño pueblo japonés que alguna vez tuvo mil doscientos alumnos y ahora solo tiene 37. El salón de clases del equivalente a cuarto año de primaria se observa vacío, excepto por el maestro y el único niño tomando clases. De acuerdo al maestro el riesgo es exigirle demasiado al chico. A la hora del recreo ese niño puede jugar con los otros 36 compañeritos.
Lo que ha ocurrido en ese poblado japonés, como en otros muchos en todo el país, es que casi todos los adultos jóvenes se han ido a las ciudades grandes donde tienen mayores oportunidades de empleo y desarrollo personal. En el pueblo queda sobre todo gente de la tercera edad y en la medida en que hay menos gentes los negocios locales van cerrando por falta de clientela.
El segundo y luego otros videos similares tratan sobre los niños abandonados por sus padres en China. En los dos países los padres se han marchado a las grandes ciudades. Pero en el caso de China los cerca de 100 millones de adultos que han salido del medio rural a lo largo de este siglo han dejado atrás a más de 60 millones de niños.
La emigración china es una de las más grandes de la historia y ocurre dentro de un solo gran país. Ha sido, podría decirse, el acelerado progreso industrial y económico de China, centrado en las costas y en pocas grandes ciudades, el que creó un gigantesco imán que atrae a decenas de millones de trabajadores del campo.
No cabe duda que el proceso ha elevado notablemente los ingresos y niveles de vida de una población que hace medio siglo todavía sufría hambrunas. Pero esta mejoría económica tiene un costo brutal en los niños abandonados.
Un gran número de esos niños presenta problemas de depresión, angustia y baja autoestima. Por lo que se ve en los videos no parecen sufrir problemas evidentes de desnutrición o señales de abandono material. Los padres, en su gran mayoría envían algún dinero a los abuelos. Sin embargo estos últimos trabajan en el medio rural y muchos de ellos resienten que en la ancianidad deban hacerse cargo de algún nieto. Sobre todo cuando la expectativa tradicional es que tendrían a su lado a una hija o nuera dedicada a ayudarlos.
Algo que empeora la relación entre niños y abuelos es que los primeros acuden a la escuela y están siendo educados; mientras que sus cuidadores ancianos tienen en general muy baja, o ninguna, escolaridad. En todo caso a los abuelos les cuesta trabajo lidiar con niños con sufrimientos emocionales por el abandono y la soledad en que viven.
China sigue una política de control migratorio interno. Los padres del medio rural pueden ir a las ciudades a trabajar; pero difícilmente pueden llevarse a sus hijos con ellos. Los niños reciben educación y servicios básicos gratuitos en sus lugares de origen, pero en las ciudades los padres tendrían que pagar por ellos. Además, la mayoría de las grandes empresas industriales ofrecen comedores y alojamiento a sus trabajadores; pero no a sus hijos. Es decir que el costo de llevar un hijo a la ciudad es muy alto y les impediría a los padres tener ahorros; lo que es un objetivo primordial.
Los padres consideran que dejar a los hijos en sus pueblos, e incluso vivir separados, es un sacrificio indispensable para garantizarles un mejor futuro. La esperanza es que más adelante la familia podrá volver a reunirse. Sin embargo, los lazos familiares se disuelven y los niños convertidos en adolescentes no tienen otra ambición que abandonar el pueblo e irse por su cuenta a las ciudades.
En 2015 el número de migrantes internacionales llegó a 244 millones en todo el mundo. Una parte importante de los migrantes nacionales e internacionales huyen de la violencia y muchos se convierten en refugiados enteramente dependientes de ayuda externa. No obstante, la mayor parte de las migraciones, como las internas dentro de Japón y China ocurren por motivos económicos y han sido, en estos casos relativamente ordenadas. No es el caso de los miles que mueren ahogados cada año en el mar mediterráneo intentado llegar a Europa.
Entre los países mayormente expulsores de migrantes se encuentran la India y, en segundo lugar, México. Más de 16 millones de mexicanos se fueron a los Estados Unidos en las últimas décadas. Fue uno de los mayores movimientos migratorios de la historia. Ha sido tan fuerte que casi todos los mexicanos tenemos conocimiento cercano de este tipo de experiencia; sea de parientes, amigos o conocidos.
Es algo que deberíamos conocer más a fondo en cuanto a las consecuencias en los hijos y en la sociedad. La migración de 100 millones de padres chinos dejó atrás a más de 60 millones de hijos. Habrían sido más sino fuera por la política demográfica que solo les permitía tener un hijo. En el caso de México la salida de más de una docena de millones de adultos ¿Cuántos millones de hijos dejó atrás? Y ¿qué ocurrió con ellos?
A los chinos les preocupa que la tercera parte de los hijos abandonados desembocan en actividades antisociales; otra tercera parte con problemas emocionales. El abandono de los padres rompe la transmisión de valores familiares de trabajo, honestidad y respeto a los demás.
Nos falta saber mucho sobre los hijos abandonados en México y lo que se necesita para que en sus propias comunidades de origen puedan recibir una atención adecuada a su desarrollo emocional y a su futura integración como hombres, y mujeres, de bien.
Este modelo económico, imperante en todo el mundo, destruye a la familia y sus valores. Habrá que combatir las causas y los efectos de este fenómeno.
Varios videos de internet me llamaron la atención.
Uno fue sobre una escuela primaria de un pequeño pueblo japonés que alguna vez tuvo mil doscientos alumnos y ahora solo tiene 37. El salón de clases del equivalente a cuarto año de primaria se observa vacío, excepto por el maestro y el único niño tomando clases. De acuerdo al maestro el riesgo es exigirle demasiado al chico. A la hora del recreo ese niño puede jugar con los otros 36 compañeritos.
Lo que ha ocurrido en ese poblado japonés, como en otros muchos en todo el país, es que casi todos los adultos jóvenes se han ido a las ciudades grandes donde tienen mayores oportunidades de empleo y desarrollo personal. En el pueblo queda sobre todo gente de la tercera edad y en la medida en que hay menos gentes los negocios locales van cerrando por falta de clientela.
El segundo y luego otros videos similares tratan sobre los niños abandonados por sus padres en China. En los dos países los padres se han marchado a las grandes ciudades. Pero en el caso de China los cerca de 100 millones de adultos que han salido del medio rural a lo largo de este siglo han dejado atrás a más de 60 millones de niños.
La emigración china es una de las más grandes de la historia y ocurre dentro de un solo gran país. Ha sido, podría decirse, el acelerado progreso industrial y económico de China, centrado en las costas y en pocas grandes ciudades, el que creó un gigantesco imán que atrae a decenas de millones de trabajadores del campo.
No cabe duda que el proceso ha elevado notablemente los ingresos y niveles de vida de una población que hace medio siglo todavía sufría hambrunas. Pero esta mejoría económica tiene un costo brutal en los niños abandonados.
Un gran número de esos niños presenta problemas de depresión, angustia y baja autoestima. Por lo que se ve en los videos no parecen sufrir problemas evidentes de desnutrición o señales de abandono material. Los padres, en su gran mayoría envían algún dinero a los abuelos. Sin embargo estos últimos trabajan en el medio rural y muchos de ellos resienten que en la ancianidad deban hacerse cargo de algún nieto. Sobre todo cuando la expectativa tradicional es que tendrían a su lado a una hija o nuera dedicada a ayudarlos.
Algo que empeora la relación entre niños y abuelos es que los primeros acuden a la escuela y están siendo educados; mientras que sus cuidadores ancianos tienen en general muy baja, o ninguna, escolaridad. En todo caso a los abuelos les cuesta trabajo lidiar con niños con sufrimientos emocionales por el abandono y la soledad en que viven.
China sigue una política de control migratorio interno. Los padres del medio rural pueden ir a las ciudades a trabajar; pero difícilmente pueden llevarse a sus hijos con ellos. Los niños reciben educación y servicios básicos gratuitos en sus lugares de origen, pero en las ciudades los padres tendrían que pagar por ellos. Además, la mayoría de las grandes empresas industriales ofrecen comedores y alojamiento a sus trabajadores; pero no a sus hijos. Es decir que el costo de llevar un hijo a la ciudad es muy alto y les impediría a los padres tener ahorros; lo que es un objetivo primordial.
Los padres consideran que dejar a los hijos en sus pueblos, e incluso vivir separados, es un sacrificio indispensable para garantizarles un mejor futuro. La esperanza es que más adelante la familia podrá volver a reunirse. Sin embargo, los lazos familiares se disuelven y los niños convertidos en adolescentes no tienen otra ambición que abandonar el pueblo e irse por su cuenta a las ciudades.
En 2015 el número de migrantes internacionales llegó a 244 millones en todo el mundo. Una parte importante de los migrantes nacionales e internacionales huyen de la violencia y muchos se convierten en refugiados enteramente dependientes de ayuda externa. No obstante, la mayor parte de las migraciones, como las internas dentro de Japón y China ocurren por motivos económicos y han sido, en estos casos relativamente ordenadas. No es el caso de los miles que mueren ahogados cada año en el mar mediterráneo intentado llegar a Europa.
Entre los países mayormente expulsores de migrantes se encuentran la India y, en segundo lugar, México. Más de 16 millones de mexicanos se fueron a los Estados Unidos en las últimas décadas. Fue uno de los mayores movimientos migratorios de la historia. Ha sido tan fuerte que casi todos los mexicanos tenemos conocimiento cercano de este tipo de experiencia; sea de parientes, amigos o conocidos.
Es algo que deberíamos conocer más a fondo en cuanto a las consecuencias en los hijos y en la sociedad. La migración de 100 millones de padres chinos dejó atrás a más de 60 millones de hijos. Habrían sido más sino fuera por la política demográfica que solo les permitía tener un hijo. En el caso de México la salida de más de una docena de millones de adultos ¿Cuántos millones de hijos dejó atrás? Y ¿qué ocurrió con ellos?
A los chinos les preocupa que la tercera parte de los hijos abandonados desembocan en actividades antisociales; otra tercera parte con problemas emocionales. El abandono de los padres rompe la transmisión de valores familiares de trabajo, honestidad y respeto a los demás.
Nos falta saber mucho sobre los hijos abandonados en México y lo que se necesita para que en sus propias comunidades de origen puedan recibir una atención adecuada a su desarrollo emocional y a su futura integración como hombres, y mujeres, de bien.
Este modelo económico, imperante en todo el mundo, destruye a la familia y sus valores. Habrá que combatir las causas y los efectos de este fenómeno.
Trump, un mundo aparte
Jorge Faljo
Trump juega bajo sus propias y rudas reglas. No son las del dialogo basado en el respeto a principios de seriedad, buena fe y confianza mutua. Es un negociador sin escrúpulos; golpea antes de dialogar, cambia de opinión, retuerce los conceptos, engaña. Propone un acuerdo y si el otro acepta exige más. Cree que el mundo gira a su alrededor. Más que presidencial se comporta como vendedor de seguros, autos usados o bienes raíces.
Impuso aranceles de 50 por ciento a las importaciones de lavadoras domésticas justo un día antes del inicio de otra ronda de negociaciones del TLCAN. Golpeó para mostrar su poder. Al mismo tiempo dijo que la negociación marchaba muy bien. Por más que estamos aprendiendo a no creerle trae a la moneda nacional bailando al son de la negra.
Su discurso sobre el Estado de la Unión, equivalente al informe presidencial que aquí ya no existe, expresa perspectivas muy sesgadas.
Presume que la economía y el empleo marchan bien. Tales resultados son herencia de la presidencia de Obama y no de propuestas que aún no entran en operación; como la reducción de impuestos, la renegociación de tratados comerciales o la elevación de salarios.
Habla de su amor por la población que está recuperándose de los ciclones; pero fue evidente su negligente apoyo a Puerto Rico. La tercera parte de la población de la isla sigue sin electricidad y acaba de retirarles los subsidios alimentarios. Sobre todo, no menciona que el incremento de catástrofes ambientales indica que hay cambios climáticos de fondo. Por lo contrario, se retiró de los acuerdos climáticos internacionales y debilita o elimina las reglas ambientales internas.
En esta línea defiende la producción de energía de lo que llama “carbón limpio” y la explotación petrolera en áreas anteriormente conservadas por su importancia ecológica.
Presume la mayor reducción de impuestos de la historia y de cómo habrá de beneficiar a las familias de clase media. No dice sin embargo que se trata de migajas que disimulan que el mismo, su familia y el uno por ciento más rico se beneficiará pagando miles de millones de dólares menos en impuestos. Y nada garantiza que el ahorro extraordinario en manos de los grandes corporativos será usado para elevar salarios o incrementar los empleos. Es evidente que profundiza la inequidad económica y fortalece la influencia política de los súper millonarios.
Eliminó la obligación de contratar un seguro médico. Los más jóvenes y sanos dejarán de asegurarse y los costos se elevarán para los más viejos y enfermos. Con ello espera destruir el sistema creado por Obama. Lo esencial que debería discutirse es que Estados Unidos es el único país industrial que no cuenta con un sistema de universal de salud pública.
En nombre del respeto que merecen todos los ciudadanos promueve castigar o despedir a cualquier empleado federal deficiente en sus tareas. Con ello elimina derechos laborales y culmina su estrategia anti sindical.
Dice que ha terminado la era de los malos tratados comerciales; ahora espera que el comercio sea justo y reciproco. Pone como ejemplo que Chrysler está reubicando una importante planta industrial de México a Michigan. Evita mencionar que el mayor déficit comercial norteamericano es con China, donde él y su familia tienen inversiones muy redituables.
En su discurso presentó a los padres de dos adolescentes asesinadas por la pandilla MS-13 (Mara Salvatrucha) para decir que estos gánsters se aprovecharon de un laxo sistema migratorio para entrar al país y así convertirse en estudiantes de la escuela donde cometieron el asesinato.
No dice que estos individuos no tenían malos antecedentes en El Salvador, su país de origen. Que se convirtieron en pandilleros en los barrios y escuelas de los marginados y que ahí también se vuelven maleantes los muchachos norteamericanos. Tampoco dice que la deportación de miles de pandilleros a El Salvador sobrepasó a la policía local y creo situaciones de gran violencia que a su vez hicieron que más salvadoreños emigraran a los Estados Unidos. La respuesta no es endurecer las leyes migratorias sino una política educativa y de inclusión social.
Estos ejemplos le permiten a Trump atacar las leyes migratorias y dar a entender que entre los migrantes abundan los criminales y terroristas. Entre las modificaciones migratorias que propone se encuentra acabar con las cadenas familiares de migrantes; ahora un migrante podrá pedir la entrada de su esposa e hijos, pero no de padres, abuelos, hermanos, sobrinos, parientes políticos y demás.
Se equivoca Trump. La buena migración ha sido precisamente aquella en la que la integración a la sociedad norteamericana es facilitada, y costeada, por parientes. Los que ayudan a hermanos, padres o sobrinos, son gente de buenas estructuras familiares. De la misma manera que un patrón prefiere contratar a la hermana de una buena trabajadora porque tendrá apoyo, capacitación informal y hasta vigilancia familiar que promueva el buen comportamiento.
Lo más terrible es su llamado a modernizar y fortalecer su arsenal nuclear. Como si no bastara la actual capacidad para destruir toda la vida humana y que sus bravuconadas nos acercan más que nunca a una catástrofe sin precedentes.
La historia señala que el momento más peligroso de un imperio poderoso es su decadencia. Cuando se da cuenta de que va de bajada y pretende impedirlo con medidas desesperadas.
Las propuestas de Trump amenazan directamente a México. Tan solo impedir la migración y desalentar las inversiones pueden ser los golpes de gracia a un modelo basado en la expulsión de los excluidos, el trabajo esclavo y la inversión externa.
Como esto no ocurre de un día para otro nos refugiamos en las quimeras del pensamiento positivo. Como el avestruz que prefiere no ver. Lo mejor sería ir construyendo opciones; pero estas solo pueden darse abandonando la fe ciega en el mercado o la providencia, para obligar a los gobernantes al cumplimiento honesto y eficiente de las responsabilidades del Estado.
Trump juega bajo sus propias y rudas reglas. No son las del dialogo basado en el respeto a principios de seriedad, buena fe y confianza mutua. Es un negociador sin escrúpulos; golpea antes de dialogar, cambia de opinión, retuerce los conceptos, engaña. Propone un acuerdo y si el otro acepta exige más. Cree que el mundo gira a su alrededor. Más que presidencial se comporta como vendedor de seguros, autos usados o bienes raíces.
Impuso aranceles de 50 por ciento a las importaciones de lavadoras domésticas justo un día antes del inicio de otra ronda de negociaciones del TLCAN. Golpeó para mostrar su poder. Al mismo tiempo dijo que la negociación marchaba muy bien. Por más que estamos aprendiendo a no creerle trae a la moneda nacional bailando al son de la negra.
Su discurso sobre el Estado de la Unión, equivalente al informe presidencial que aquí ya no existe, expresa perspectivas muy sesgadas.
Presume que la economía y el empleo marchan bien. Tales resultados son herencia de la presidencia de Obama y no de propuestas que aún no entran en operación; como la reducción de impuestos, la renegociación de tratados comerciales o la elevación de salarios.
Habla de su amor por la población que está recuperándose de los ciclones; pero fue evidente su negligente apoyo a Puerto Rico. La tercera parte de la población de la isla sigue sin electricidad y acaba de retirarles los subsidios alimentarios. Sobre todo, no menciona que el incremento de catástrofes ambientales indica que hay cambios climáticos de fondo. Por lo contrario, se retiró de los acuerdos climáticos internacionales y debilita o elimina las reglas ambientales internas.
En esta línea defiende la producción de energía de lo que llama “carbón limpio” y la explotación petrolera en áreas anteriormente conservadas por su importancia ecológica.
Presume la mayor reducción de impuestos de la historia y de cómo habrá de beneficiar a las familias de clase media. No dice sin embargo que se trata de migajas que disimulan que el mismo, su familia y el uno por ciento más rico se beneficiará pagando miles de millones de dólares menos en impuestos. Y nada garantiza que el ahorro extraordinario en manos de los grandes corporativos será usado para elevar salarios o incrementar los empleos. Es evidente que profundiza la inequidad económica y fortalece la influencia política de los súper millonarios.
Eliminó la obligación de contratar un seguro médico. Los más jóvenes y sanos dejarán de asegurarse y los costos se elevarán para los más viejos y enfermos. Con ello espera destruir el sistema creado por Obama. Lo esencial que debería discutirse es que Estados Unidos es el único país industrial que no cuenta con un sistema de universal de salud pública.
En nombre del respeto que merecen todos los ciudadanos promueve castigar o despedir a cualquier empleado federal deficiente en sus tareas. Con ello elimina derechos laborales y culmina su estrategia anti sindical.
Dice que ha terminado la era de los malos tratados comerciales; ahora espera que el comercio sea justo y reciproco. Pone como ejemplo que Chrysler está reubicando una importante planta industrial de México a Michigan. Evita mencionar que el mayor déficit comercial norteamericano es con China, donde él y su familia tienen inversiones muy redituables.
En su discurso presentó a los padres de dos adolescentes asesinadas por la pandilla MS-13 (Mara Salvatrucha) para decir que estos gánsters se aprovecharon de un laxo sistema migratorio para entrar al país y así convertirse en estudiantes de la escuela donde cometieron el asesinato.
No dice que estos individuos no tenían malos antecedentes en El Salvador, su país de origen. Que se convirtieron en pandilleros en los barrios y escuelas de los marginados y que ahí también se vuelven maleantes los muchachos norteamericanos. Tampoco dice que la deportación de miles de pandilleros a El Salvador sobrepasó a la policía local y creo situaciones de gran violencia que a su vez hicieron que más salvadoreños emigraran a los Estados Unidos. La respuesta no es endurecer las leyes migratorias sino una política educativa y de inclusión social.
Estos ejemplos le permiten a Trump atacar las leyes migratorias y dar a entender que entre los migrantes abundan los criminales y terroristas. Entre las modificaciones migratorias que propone se encuentra acabar con las cadenas familiares de migrantes; ahora un migrante podrá pedir la entrada de su esposa e hijos, pero no de padres, abuelos, hermanos, sobrinos, parientes políticos y demás.
Se equivoca Trump. La buena migración ha sido precisamente aquella en la que la integración a la sociedad norteamericana es facilitada, y costeada, por parientes. Los que ayudan a hermanos, padres o sobrinos, son gente de buenas estructuras familiares. De la misma manera que un patrón prefiere contratar a la hermana de una buena trabajadora porque tendrá apoyo, capacitación informal y hasta vigilancia familiar que promueva el buen comportamiento.
Lo más terrible es su llamado a modernizar y fortalecer su arsenal nuclear. Como si no bastara la actual capacidad para destruir toda la vida humana y que sus bravuconadas nos acercan más que nunca a una catástrofe sin precedentes.
La historia señala que el momento más peligroso de un imperio poderoso es su decadencia. Cuando se da cuenta de que va de bajada y pretende impedirlo con medidas desesperadas.
Las propuestas de Trump amenazan directamente a México. Tan solo impedir la migración y desalentar las inversiones pueden ser los golpes de gracia a un modelo basado en la expulsión de los excluidos, el trabajo esclavo y la inversión externa.
Como esto no ocurre de un día para otro nos refugiamos en las quimeras del pensamiento positivo. Como el avestruz que prefiere no ver. Lo mejor sería ir construyendo opciones; pero estas solo pueden darse abandonando la fe ciega en el mercado o la providencia, para obligar a los gobernantes al cumplimiento honesto y eficiente de las responsabilidades del Estado.
Davós: las preocupaciones de la elite
Jorge Faljo
De nueva cuenta los potentados económicos y políticos del planeta se han reunido en las montañas suizas. Cerca de tres mil dirigentes de los mayores consorcios privados del mundo, jefes de gobierno y de organizaciones internacionales, dirigentes de organizaciones sociales destacadas, personalidades del arte, la intelectualidad y los medios abarrotan un pueblito de turismo invernal que de ordinario no pasa de los 12 mil habitantes. Miles más en la zona para asegurar que cerca de 400 conferencias funcionen con precisión de relojería, para brindarles servicios y, sobre todo, garantizar la máxima seguridad.
Algo que siempre he apreciado es que los personajes del mayor nivel no se reúnen para simular que todo marcha bien sino para un diagnóstico serio de los problemas y para proponer soluciones. Cierto que lo hacen desde su propia perspectiva, la del poder y el dinero, pero aun así resulta un mérito la claridad de las reflexiones y el lenguaje directo. Tal vez porque es un dialogo entre ellos, sin el ropaje mediatizador, tecnocrático o rollero con el que muchos se dirigen al pueblo.
El lema del encuentro de este año es “Creando un futuro compartido en un mundo fracturado”. ¿A qué se refieren? Porque fracturas abundan. Pero hay una que destaca y a la que todos parecen prestarle particular atención; se trata de la inequidad extrema a la que hemos llegado y que se agrava día con día. A la relevancia del tema contribuyó un reporte de Oxfam, una confederación de organizaciones enfocadas en el alivio a la pobreza.
En ese reporte presentado con gran sentido de la oportunidad se destaca la enorme concentración de la riqueza existente y, peor aún, la tendencia hacia una cada día mayor concentración. En él se destaca que la riqueza de ocho hombres es equivalente a la de 3.6 mil millones de personas; y que en el 2017 el 82 por ciento de la nueva riqueza generada es acaparado por el 1 por ciento de la población.
La inequidad interesa a las elites por dos motivos; uno es que genera ingobernabilidad, o lo que ellos llaman populismo. En los países industrializados con democracias funcionales, la destrucción de las clases medias genera un creciente rechazo a la globalización, lo que genera incertidumbre sobre el funcionamiento futuro de la economía y los mercados. El más notable caso es los Estados Unidos. En algunos países periféricos el problema llega al extremo de los llamados estados fallidos; aquellos que se desgarran en guerras civiles y donde los gobiernos pierden el control de amplias porciones de su territorio ante facciones que incluso sin pretender ser gobierno le van arrebatando funciones.
Lo segundo es que la inequidad se convierte en una traba mayor al crecimiento económico debido a que el mercado ya no asigna suficiente capacidad de compra a los bolsillos de los trabajadores. La insuficiencia de la demanda lleva a la destrucción de gran número de empresas y nos acerca a al capitalismo monopólico, a mercados donde muy pocas, a veces una sola empresa domina el grueso de la producción. Lo peor es que esto se asocia las más de las veces a un cambio tecnológico en el que las nuevas tecnologías desplazan cada vez más mano de obra.
Nos encontramos ante un nuevo capitalismo súper elitista, concentrador de la producción, cuyo poder económico le permite el control de los medios y de los mecanismos de la democracia, a la que puede revertir en contra de los intereses de las mayorías.
Mark Zuckerberg y Elon Musk, grandes innovadores tecnológicos, milmillonarios en dólares, hablan de la inevitabilidad del ingreso básico universal. Cuando el trabajo ya no permite obtener el ingreso suficiente para vivir con dignidad, y comprar todo lo que está disponible empolvándose en las bodegas, habría que dinamizar al mercado para que pueda seguir funcionando la capacidad de producir.
Una posición que emana, en el caso de los dos anteriores, de súper capitalistas todavía asociados a procesos productivos y preocupados por la posibilidad de vender servicios y productos. No es la posición de muchos otros súper capitalistas meramente rentistas, propietarios de riqueza financiera, intangible, prácticamente digital, preocupados por que los gobiernos les paguen lo que les han prestado sin que para ello les pongan impuestos.
Lo cierto es que crece la preocupación por la desembocadura política y las trabas a la producción que genera la inequidad y eso hace crecer la idea de una solución por la vía de otorgar a cada persona un ingreso básico, por el solo hecho de ser ciudadano con derecho a una vida digna.
Es una propuesta fundamentalmente redistributiva; implica quitarles a unos para darles a otros. Lo que considero un planteamiento limitado; tal vez adecuado en países altamente industrializados y ricos. En ellos podría resultar aceptable dejar en manos de muy pocas empresas la responsabilidad de una producción muy poco generadora de empleo y demanda. A cambio los impuestos, sobre todo enfocados en el rentismo que no genera ni empleo ni distribuye demanda, permitirían transferir capacidad de compra a la población.
Sin embargo, es una solución a medias e inaceptable para países como México. En nuestro caso la inequidad debe ser atacada desde su raíz; la concentración de la producción. Una situación que deja a gran parte de la población, antiguos productores, despojados de su acceso al mercado y obligados a abandonar sus tierras, talleres, maquinarias y equipos convencionales.
Sería inaceptable que, en un país de ingresos bajos, pero con enorme potencialidad productiva como el nuestro, la población excluida de la producción y el mercado viva simplemente de un ingreso básico universal. Es una carga que no podría soportar el sector relativamente exitoso de la economía. Para la misma población excluida es inaceptable convertirse en meros receptores de programas asistencialistas.
En nuestro caso la inequidad se debe combatir mediante la inclusión productiva; conseguir que los ahora excluidos sean actores plenos de la economía como productores. No se trata de hacerlos participar en el sueño guajiro de una estrategia de exportación que hace aguas. Sino, esencialmente, de producir para ellos mismos; su propia canasta de consumo de alimentos, ropa, calzado, construcción, muebles, enseres del hogar y demás.
Es una estrategia de reactivación de capacidades en donde el que el que no pueda producir para el mercado mundial o nacional, produzca para su región o localidad. Los productores actualmente excluidos deben ser los agentes centrales del combate a la pobreza y la inequidad.
De nueva cuenta los potentados económicos y políticos del planeta se han reunido en las montañas suizas. Cerca de tres mil dirigentes de los mayores consorcios privados del mundo, jefes de gobierno y de organizaciones internacionales, dirigentes de organizaciones sociales destacadas, personalidades del arte, la intelectualidad y los medios abarrotan un pueblito de turismo invernal que de ordinario no pasa de los 12 mil habitantes. Miles más en la zona para asegurar que cerca de 400 conferencias funcionen con precisión de relojería, para brindarles servicios y, sobre todo, garantizar la máxima seguridad.
Algo que siempre he apreciado es que los personajes del mayor nivel no se reúnen para simular que todo marcha bien sino para un diagnóstico serio de los problemas y para proponer soluciones. Cierto que lo hacen desde su propia perspectiva, la del poder y el dinero, pero aun así resulta un mérito la claridad de las reflexiones y el lenguaje directo. Tal vez porque es un dialogo entre ellos, sin el ropaje mediatizador, tecnocrático o rollero con el que muchos se dirigen al pueblo.
El lema del encuentro de este año es “Creando un futuro compartido en un mundo fracturado”. ¿A qué se refieren? Porque fracturas abundan. Pero hay una que destaca y a la que todos parecen prestarle particular atención; se trata de la inequidad extrema a la que hemos llegado y que se agrava día con día. A la relevancia del tema contribuyó un reporte de Oxfam, una confederación de organizaciones enfocadas en el alivio a la pobreza.
En ese reporte presentado con gran sentido de la oportunidad se destaca la enorme concentración de la riqueza existente y, peor aún, la tendencia hacia una cada día mayor concentración. En él se destaca que la riqueza de ocho hombres es equivalente a la de 3.6 mil millones de personas; y que en el 2017 el 82 por ciento de la nueva riqueza generada es acaparado por el 1 por ciento de la población.
La inequidad interesa a las elites por dos motivos; uno es que genera ingobernabilidad, o lo que ellos llaman populismo. En los países industrializados con democracias funcionales, la destrucción de las clases medias genera un creciente rechazo a la globalización, lo que genera incertidumbre sobre el funcionamiento futuro de la economía y los mercados. El más notable caso es los Estados Unidos. En algunos países periféricos el problema llega al extremo de los llamados estados fallidos; aquellos que se desgarran en guerras civiles y donde los gobiernos pierden el control de amplias porciones de su territorio ante facciones que incluso sin pretender ser gobierno le van arrebatando funciones.
Lo segundo es que la inequidad se convierte en una traba mayor al crecimiento económico debido a que el mercado ya no asigna suficiente capacidad de compra a los bolsillos de los trabajadores. La insuficiencia de la demanda lleva a la destrucción de gran número de empresas y nos acerca a al capitalismo monopólico, a mercados donde muy pocas, a veces una sola empresa domina el grueso de la producción. Lo peor es que esto se asocia las más de las veces a un cambio tecnológico en el que las nuevas tecnologías desplazan cada vez más mano de obra.
Nos encontramos ante un nuevo capitalismo súper elitista, concentrador de la producción, cuyo poder económico le permite el control de los medios y de los mecanismos de la democracia, a la que puede revertir en contra de los intereses de las mayorías.
Mark Zuckerberg y Elon Musk, grandes innovadores tecnológicos, milmillonarios en dólares, hablan de la inevitabilidad del ingreso básico universal. Cuando el trabajo ya no permite obtener el ingreso suficiente para vivir con dignidad, y comprar todo lo que está disponible empolvándose en las bodegas, habría que dinamizar al mercado para que pueda seguir funcionando la capacidad de producir.
Una posición que emana, en el caso de los dos anteriores, de súper capitalistas todavía asociados a procesos productivos y preocupados por la posibilidad de vender servicios y productos. No es la posición de muchos otros súper capitalistas meramente rentistas, propietarios de riqueza financiera, intangible, prácticamente digital, preocupados por que los gobiernos les paguen lo que les han prestado sin que para ello les pongan impuestos.
Lo cierto es que crece la preocupación por la desembocadura política y las trabas a la producción que genera la inequidad y eso hace crecer la idea de una solución por la vía de otorgar a cada persona un ingreso básico, por el solo hecho de ser ciudadano con derecho a una vida digna.
Es una propuesta fundamentalmente redistributiva; implica quitarles a unos para darles a otros. Lo que considero un planteamiento limitado; tal vez adecuado en países altamente industrializados y ricos. En ellos podría resultar aceptable dejar en manos de muy pocas empresas la responsabilidad de una producción muy poco generadora de empleo y demanda. A cambio los impuestos, sobre todo enfocados en el rentismo que no genera ni empleo ni distribuye demanda, permitirían transferir capacidad de compra a la población.
Sin embargo, es una solución a medias e inaceptable para países como México. En nuestro caso la inequidad debe ser atacada desde su raíz; la concentración de la producción. Una situación que deja a gran parte de la población, antiguos productores, despojados de su acceso al mercado y obligados a abandonar sus tierras, talleres, maquinarias y equipos convencionales.
Sería inaceptable que, en un país de ingresos bajos, pero con enorme potencialidad productiva como el nuestro, la población excluida de la producción y el mercado viva simplemente de un ingreso básico universal. Es una carga que no podría soportar el sector relativamente exitoso de la economía. Para la misma población excluida es inaceptable convertirse en meros receptores de programas asistencialistas.
En nuestro caso la inequidad se debe combatir mediante la inclusión productiva; conseguir que los ahora excluidos sean actores plenos de la economía como productores. No se trata de hacerlos participar en el sueño guajiro de una estrategia de exportación que hace aguas. Sino, esencialmente, de producir para ellos mismos; su propia canasta de consumo de alimentos, ropa, calzado, construcción, muebles, enseres del hogar y demás.
Es una estrategia de reactivación de capacidades en donde el que el que no pueda producir para el mercado mundial o nacional, produzca para su región o localidad. Los productores actualmente excluidos deben ser los agentes centrales del combate a la pobreza y la inequidad.
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