Jorge Faljo
Varios videos de internet me llamaron la atención.
Uno fue sobre una escuela primaria de un pequeño pueblo japonés que alguna vez tuvo mil doscientos alumnos y ahora solo tiene 37. El salón de clases del equivalente a cuarto año de primaria se observa vacío, excepto por el maestro y el único niño tomando clases. De acuerdo al maestro el riesgo es exigirle demasiado al chico. A la hora del recreo ese niño puede jugar con los otros 36 compañeritos.
Lo que ha ocurrido en ese poblado japonés, como en otros muchos en todo el país, es que casi todos los adultos jóvenes se han ido a las ciudades grandes donde tienen mayores oportunidades de empleo y desarrollo personal. En el pueblo queda sobre todo gente de la tercera edad y en la medida en que hay menos gentes los negocios locales van cerrando por falta de clientela.
El segundo y luego otros videos similares tratan sobre los niños abandonados por sus padres en China. En los dos países los padres se han marchado a las grandes ciudades. Pero en el caso de China los cerca de 100 millones de adultos que han salido del medio rural a lo largo de este siglo han dejado atrás a más de 60 millones de niños.
La emigración china es una de las más grandes de la historia y ocurre dentro de un solo gran país. Ha sido, podría decirse, el acelerado progreso industrial y económico de China, centrado en las costas y en pocas grandes ciudades, el que creó un gigantesco imán que atrae a decenas de millones de trabajadores del campo.
No cabe duda que el proceso ha elevado notablemente los ingresos y niveles de vida de una población que hace medio siglo todavía sufría hambrunas. Pero esta mejoría económica tiene un costo brutal en los niños abandonados.
Un gran número de esos niños presenta problemas de depresión, angustia y baja autoestima. Por lo que se ve en los videos no parecen sufrir problemas evidentes de desnutrición o señales de abandono material. Los padres, en su gran mayoría envían algún dinero a los abuelos. Sin embargo estos últimos trabajan en el medio rural y muchos de ellos resienten que en la ancianidad deban hacerse cargo de algún nieto. Sobre todo cuando la expectativa tradicional es que tendrían a su lado a una hija o nuera dedicada a ayudarlos.
Algo que empeora la relación entre niños y abuelos es que los primeros acuden a la escuela y están siendo educados; mientras que sus cuidadores ancianos tienen en general muy baja, o ninguna, escolaridad. En todo caso a los abuelos les cuesta trabajo lidiar con niños con sufrimientos emocionales por el abandono y la soledad en que viven.
China sigue una política de control migratorio interno. Los padres del medio rural pueden ir a las ciudades a trabajar; pero difícilmente pueden llevarse a sus hijos con ellos. Los niños reciben educación y servicios básicos gratuitos en sus lugares de origen, pero en las ciudades los padres tendrían que pagar por ellos. Además, la mayoría de las grandes empresas industriales ofrecen comedores y alojamiento a sus trabajadores; pero no a sus hijos. Es decir que el costo de llevar un hijo a la ciudad es muy alto y les impediría a los padres tener ahorros; lo que es un objetivo primordial.
Los padres consideran que dejar a los hijos en sus pueblos, e incluso vivir separados, es un sacrificio indispensable para garantizarles un mejor futuro. La esperanza es que más adelante la familia podrá volver a reunirse. Sin embargo, los lazos familiares se disuelven y los niños convertidos en adolescentes no tienen otra ambición que abandonar el pueblo e irse por su cuenta a las ciudades.
En 2015 el número de migrantes internacionales llegó a 244 millones en todo el mundo. Una parte importante de los migrantes nacionales e internacionales huyen de la violencia y muchos se convierten en refugiados enteramente dependientes de ayuda externa. No obstante, la mayor parte de las migraciones, como las internas dentro de Japón y China ocurren por motivos económicos y han sido, en estos casos relativamente ordenadas. No es el caso de los miles que mueren ahogados cada año en el mar mediterráneo intentado llegar a Europa.
Entre los países mayormente expulsores de migrantes se encuentran la India y, en segundo lugar, México. Más de 16 millones de mexicanos se fueron a los Estados Unidos en las últimas décadas. Fue uno de los mayores movimientos migratorios de la historia. Ha sido tan fuerte que casi todos los mexicanos tenemos conocimiento cercano de este tipo de experiencia; sea de parientes, amigos o conocidos.
Es algo que deberíamos conocer más a fondo en cuanto a las consecuencias en los hijos y en la sociedad. La migración de 100 millones de padres chinos dejó atrás a más de 60 millones de hijos. Habrían sido más sino fuera por la política demográfica que solo les permitía tener un hijo. En el caso de México la salida de más de una docena de millones de adultos ¿Cuántos millones de hijos dejó atrás? Y ¿qué ocurrió con ellos?
A los chinos les preocupa que la tercera parte de los hijos abandonados desembocan en actividades antisociales; otra tercera parte con problemas emocionales. El abandono de los padres rompe la transmisión de valores familiares de trabajo, honestidad y respeto a los demás.
Nos falta saber mucho sobre los hijos abandonados en México y lo que se necesita para que en sus propias comunidades de origen puedan recibir una atención adecuada a su desarrollo emocional y a su futura integración como hombres, y mujeres, de bien.
Este modelo económico, imperante en todo el mundo, destruye a la familia y sus valores. Habrá que combatir las causas y los efectos de este fenómeno.
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