Jorge Faljo
Trump acaba de acusar a China de devaluar su moneda. Contribuye al objetivo de Estados Unidos de reducir su déficit comercial.
Hace poco impuso aranceles a las importaciones chinas por 50 mil millones de dólares en mercancías; los asiáticos respondieron con una medida similar imponiendo tarifas a las importaciones de, sobre todo, productos agropecuarios norteamericanos.
En el siguiente round Estados Unidos anunció que pondría aranceles a otros 100 mil millones de dólares en mercancías y China pareció no reaccionar. Estados Unidos importó, en 2017, 506 mil millones de dólares de productos chinos. Pero estos últimos compraron solo 130 mil millones de dólares de mercancías norteamericanas; así que ni poniendo aranceles a todas las importaciones gringas alcanzarían el equivalente.
Así que la respuesta China fue filtrar que podría devaluar su moneda.
Cuando un país devalúa su moneda es como si pusiera en oferta toda su producción. Al abaratar su moneda resulta que todo lo que exporta baja de precio. Sus productos son más competitivos en el mercado mundial, sus exportaciones se incrementan y su producción interna, incluyendo la generación de empleo, puede verse favorecida.
Una moneda se deprecia de manera natural cuando las condiciones de mercado inducen su abaratamiento. Por ejemplo, si un país hace muchas importaciones, pero exporta poco, entrarían pocos dólares y gastaría de más. Los dólares escasos serían caros dentro de ese país y esto desalentaría compras al exterior; su moneda, barata respecto al dólar, le permitiría vender más.
Un ejemplo de depreciación impuesta por el mercado fue la que sufrió México a fines de 1994, tras años de un déficit comercial acumulado y de atraer capitales especulativos para impedir la devaluación. Hasta que el modelo tronó con un impacto traumático sobre la población.
Pero esa corrección impuesta por el mercado encareció las importaciones y muchas de ellas, a como se pudo, fueron substituidas por producción interna. Por otro lado, el peso barato provocó un fuerte incremento de las exportaciones. Substituir importaciones y exportar más se logró en condiciones adversas: sin crédito a las empresas, sin inversiones nuevas y con los canales de distribución dislocados. Sin embargo, el país contaba con una especie de reserva secreta de capacidades productivas que repentinamente, con el peso barato, se volvieron competitivos en el mercado interno y en el exterior.
Esa depreciación implicó un retroceso importante; pero si recordamos, después sustentó un crecimiento de alrededor de 5 por ciento anual durante todo un quinquenio. Hasta que el peso se volvió a apreciar y la economía nacional perdió competitividad.
Trump acusa a China de devaluar su moneda para abaratar sus productos y así mantener su enorme superávit no solo con Estados Unidos, sino con todo el mundo. ¿Trump Tiene razón? Contestamos a la mexicana: No, pero si.
Los analistas financieros consideran que el presidente norteamericano se equivoca. En primer lugar, porque China amenazó, pero no ha efectuado una manipulación financiera de corto plazo.
Por otro lado, en una visión de largo plazo, China ha seguido una estrategia que le ha permitido participar en el mercado mundial con una moneda siempre barata.
¿China tiene un enorme superávit, prácticamente permanente, con los Estados Unidos? En 2017 la diferencia entre lo que le vendió y lo que le compró fue 376 mil millones de dólares. El truco, por así decirlo, es que China no emplea los dólares que recibe en comprarle mercancías a los Estados Unidos, sino que se los regresa en forma de préstamos. El país pobre, en camino de convertirse en potencia mundial, le ha prestado enormes cantidades al país rico. El gobierno norteamericano le debe a China 1.177 billones (millones de millones) de dólares.
Al sacar los dólares de estos escasean dentro de china y su población no puede emplearlos para importar productos de consumo extranjeros. Al entrar esos capitales a Estados Unidos generan abundancia temporal, a crédito, fortalecen la moneda norteamericana y su población si puede emplearlos en comprar mercancías chinas.
El propósito presidencial gringo de equilibrar su comercio exterior con China solo puede recurrir a dos mecanismos. Uno es imponer aranceles, lo que causa una fuerte disputa interna porque, si suben de precio los productos chinos se provocarían presiones sociales por mayores salarios (entre otras cosas).
Lo segundo sería regular y disminuir la entrada de capitales financieros chinos. Pero aquí hay una importante dificultad. Esta administración acaba de reducir impuestos y elevar el déficit gubernamental; lo que significa que el gobierno requiere de mayores créditos y resulta que China es su prestamista clave. Para independizarse del financiamiento chino el gobierno norteamericano tendría que haber hecho lo contrario, elevar los impuestos a los más ricos para contar con financiamiento interno.
La estrategia china de exportación de los dólares que gana en sus ventas, ha sido muy exitosa. Le ha permitido crearse clientes, a crédito, en todo el mundo, competir con una moneda barata, generar empleos bien pagados, crear un fuerte mercado interno y convertirse en superpotencia.
Más o menos el reverso de la estrategia mexicana de importar capitales y vender patrimonio, para tener muchos dólares a crédito y ser importadores de todo tipo de chucherías. Nuestra estrategia tiene fuertes costos: baja competitividad internacional, parcialmente compensada con salarios miserables; un mercado interno débil sobre el que no puede crearse una ruta de desarrollo industrial y rural auto sostenido.
Situación que solo puede empeorar con la firma de más tratados de libre comercio con países que cuentan con Estados fuertes, debidamente financiados y que no juegan a ser riquillos comprando a crédito y vendiendo su patrimonio.
Ojalá y en la actual contienda electoral se aborden estos temas fundamentales para el futuro inmediato del país: comercio exterior, salarios y mercado interno, financiamiento del Estado. Todo va de la mano.
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