Jorge Faljo
El nuevo virus ya alteró la vida de cientos de millones de personas. En todo el mundo decenas de millones siguen encerrados en sus casas, se han suspendido clases para unos 300 millones de niños y jóvenes, también por millones se cuentan los que se ven inmovilizados en sus pueblos, ciudades o regiones. Los fans deportivos enfrentan el cierre de cada vez más estadios y los juegos se transmiten por televisión sin espectadores.
¿Volverá la vida a la normalidad dentro de unos meses? Esperemos que en buena medida así sea. Pero también es deseable que algunas cosas cambien a fondo porque la epidemia ha puesto en evidencia la fragilidad en que nos ha colocado la excesiva interdependencia de las economías, de las cadenas de producción. Empezando por el tema de la salud.
Hay un resurgimiento mundial del sarampión y en la Ciudad de México acaban de ocurrir varios casos. La situación está siendo bien atendida y no pasará a mayores. Sin embargo, según la OMS para evitar una epidemia debe haber un 95 por ciento de gente vacunada y México se encuentra por debajo de ese porcentaje.
De acuerdo a la secretaria de salud de la Ciudad de México, la doctora y experta epidemióloga, Oliva López Arellano, desde el año 2010 ha habido un desabasto permanente. La doctora explica que el país era autosuficiente hasta que dejó de producir vacunas en los años 80. Este es el punto importante. El país abandonó la producción de muchos productos para comprarlos en el exterior guiado por un criterio estrictamente financiero.
La India, una potencia mundial en la producción de medicinas genéricas, enfrenta la baja de la producción de muchos de los precursores que importa de China. Así que decidió restringir la exportación de 28 medicamentos, en buena parte antibióticos, para asegurar en primer lugar el abasto de su propia población. Esto puede crear insuficiencias globales en un momento en que pueden incrementarse las infecciones oportunistas en pacientes de Covid-19.
En Estados Unidos se monitorean las existencias de medicamentos; en particular 20 productos provenientes de China y la India y que pueden escasear más adelante.
La Organización Mundial de la Salud señala que hay un desabasto mundial de equipos de protección médica tales como guantes, máscaras médicas, respiradores, googles, protectores faciales, batas y mandiles. Esto afecta sobre todo a los doctores, enfermeras y al personal que combate la epidemia de Covid-19 y que son los que deben estar más protegidos. Lo más incisivo de su declaración es que hay una creciente manipulación del mercado, que el precio de estos equipos es ahora entre tres y seis veces más que hace unos meses y que estos productos se venden al mejor postor.
Si, así funciona el libre mercado. China y otros países están buscando y comprando en todo el mundo equipos de protección. Sorprende la nota de que Irán le está vendiendo este tipo de materiales cuando es evidente que los necesita internamente. Pero no es realmente Irán como país, ni su gobierno; son sus empresas privadas que, como las de todo el mundo, venden a quien paga más.
El tema salud arroja luz sobre la fragilidad en que nos ha colocado la globalización. Pero no es lo único afectado; impacta la producción de manufacturas, sobre todo automóviles y electrónicos. En parte se debe a una baja en la demanda; también porque el desabasto de algún insumo puede paralizar toda una fábrica. No se puede producir un auto si falta un simple componente; sea electrónico, o el cinturón de seguridad.
De acuerdo al economista en jefe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico –OCDE-, Laurence Boone, ante la epidemia de Covid-19 los mayores corporativos privados del mundo deben revaluar la manera en que operan en una economía globalizada. Si, y también los gobiernos.
La seguridad nacional debe estar por encima de la contabilidad monetaria.
En Estados Unidos un grupo de congresistas quiere impedir que varias ciudades norteamericanas contraten una gran empresa china para hacerse cargo de la reconstrucción de sus sistemas de transporte. Aducen que eso le proporcionaría a China demasiada información sobre el funcionamiento urbano; peor aún, al tener el control electrónico podría permitirle en un momento dado paralizar estos sistemas de transporte. No es lo mejor comprarle al mejor postor, debe considerarse la seguridad interna.
No solo seguridad, el bienestar social debe pesar en la toma de decisiones.
México era un fuerte exportador de maíz y otros granos hasta los años setenta. La producción campesina dispersa, en pequeñas unidades familiares, de ganado vacuno, porcino, aves y huevo era sumamente importante y su incremento sustentó durante décadas la elevación de la nutrición y el bienestar de la población. Hasta que nuestra elite, nuestros graduados en universidades extranjeras, nos vinieron a contar que era mejor comprar nuestros alimentos a los eficientes productores externos que a los ineficientes nacionales.
De ese modo condenaron a la emigración y a la destrucción familiar a millones de mexicanos. A hijos que no heredaron los valores de sus padres. A la dependencia de las familias, y del país, de las remesas que vienen del norte. En vez de producir aquí.
Esperemos que este virus nefasto sea un clavo más en el féretro de la globalización excesiva; de la mera contabilidad sin visión de país y sin compromiso social. Esto fue por lo que los mexicanos votamos; urge acelerar el paso.
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