Jorge Faljo
Atacados por la naturaleza en su revancha resulta claro, ante la pandemia que vivimos, que descuidamos un aspecto fundamental de la seguridad de nuestras sociedades y de cada uno de sus miembros. Mientras en el mundo se gastaron enormes cantidades en armamento, para protegernos los unos de los otros, se descuidó la salud y el bienestar de la población.
Impresiona saber que un avión de última tecnología, de los que escapan a la detección de los radares, cuesta unos dos mil 100 millones de dólares, y volarlo cuesta 140 mil dólares la hora. Los nuevos bombarderos B-21, capaces de llevar bombas atómicas, que empezará a recibir la fuerza aérea norteamericana en el segundo semestre de este año, son más baratos. Ese pedido de 100 nuevos B-21 costó 97 mil millones de dólares; algo menos de mil millones cada uno. Meros ejemplos del absurdo en que vivimos y que tal vez ahora podamos cambiar.
Tendremos que rectificar prioridades y no será fácil, en el mundo y en México.
Aquí el Covid 19 nos agarra con las defensas bajas; los mexicanos nos hemos alimentado con comida chatarra durante décadas y ahora somos de los más obesos del mundo y con los más altos índices de enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión. Habrá que atender tanto a la prevención como a los remedios.
La pandemia pone en evidencia todas las debilidades. Una muy grave es el sistema de salud pública, en particular en su parte hospitalaria. Este ya era de por si insufrible. Esperas interminables para ser atendidos en urgencias, semanas para pruebas de laboratorio, meses para programar una cirugía. No basta el personal con buena disposición cuando hay baños cerrados, elevadores inservibles y las evidencias de la falta de mantenimiento en todas partes.
Heredamos décadas en que buena parte del gasto en salud se daba en seguros médicos para las elites burocráticas mientras que para los demás había un sistema chatarrizado, incapaz de atención oportuna y de calidad.
Saldremos muy golpeados por este virus en nuestra salud física y mental, y en el empleo, los ingresos y el bienestar. Con un gobierno empequeñecido por décadas de cederle el paso al mercado, al sector privado, a la inversión externa y que verá aún más debilitados sus ingresos.
Aun así, los mexicanos exigiremos mejor acceso a la salud. Atención oportuna, una mejor interrelación médico – paciente, mejores hospitales y equipos. Superar la inequidad extrema para garantizar a todos el derecho a la salud no será un asunto fácil. Pero es prioridad ahora de ciudadanos y gobierno.
Es posible si abandonamos ortodoxias, las del neoliberalismo y también las de un estatismo engañoso que no funciona en la práctica. Para reconstruir el sistema de salud se requerirá una alianza público privada en la que el gobierno sea el garante de una buena atención en salud para todos los mexicanos.
Primero que nada hay que saber que el sistema hospitalario público, en concreto el IMSS y el ISSSTE ha sido privatizado de manera invisible, insidiosa. Digamos que el hospital, el edificio y sus ladrillos son públicos, pero los servicios que le permiten funcionar no lo son.
Hacer funcionar una sala de cirugía es sumamente complejo, requiere equipos diversos, con múltiples insumos que deben estar disponibles a tiempo y personal técnico especializado que sepa manejar equipos especializados.
El personal médico está constituido por servidores públicos, su entorno se contrata con el sector privado. Se adquieren los servicios para hacer cirugías mayores, como las de cardiología, y también las de mínima invasión, ortopédicas, el servicio de anestesia, el monitoreo de los pacientes, la endoscopía. También se contratan los servicios de laboratorio, banco de sangre, imagenología, hemodiálisis.
Se contratan compañías que inviertan en el equipamiento sustantivo y los equipos periféricos, que provean los insumos, el mantenimiento de estas infraestructuras y los técnicos de apoyo que los hacen funcionar que asesoran al personal médico en el manejo de los equipos.
Todos estos servicios se contratan centralmente para el aprovisionamiento de los múltiples hospitales del IMSS e ISSSTE. El motivo básico es que la sincronización de elementos que se requiere en cualquiera de los servicios mencionados es imposible cuando se contratan por separado.
Licitar múltiples equipos, infinidad de insumos y adquirir apoyos técnicos para que actúen de manera simultánea, coordinada, oportuna, es imposible para nuestra burocracia. Así que lo que se hace es licitar servicios integrales en contratos multianuales que usualmente son por entre tres y cinco años. Esto le facilita enormemente la vida al burócrata sanitario porque simplifica en uno solo lo que de otra manera sería una pesadilla de procesos de adquisición. Es lo más racional porque asegura la sincronía de elementos.
Los servicios integrales que proporcionan empresas privadas dentro de los hospitales públicos le resuelven el problema operativo al contratante, IMSS, ISSSTE y al personal clínico que no podría hacer una cirugía si no hay ese entorno en la que maquinas e insumos operan como una orquesta bien afinada.
Pero el costo de sincronía y de la simplificación de las adquisiciones es muy alto. La compra del servicio integral acaba siendo varias veces más cara que la suma de cada una de sus partes. Una de las varias razones es que la empresa privada amortiza en solo tres o cinco años el costo de equipos que en un hospital privado pueden operar por el doble de tiempo. Y porque brinda un servicio especializado que requiere conocimiento experto de su logística.
Si nos damos cuenta que el sistema de hospitales públicos se ha privatizado en su interior podemos plantear una alternativa que abarataría y mejoraría la atención a los pacientes.
Se trata simplemente de contratar servicios integrales fuera de los hospitales públicos, es decir en los hospitales privados. Es decir que se podría contratar con hospitales privados que atiendan cirugías, partos, hemodiálisis con todos los aparatos insumos y apoyo técnico requeridos y pagarles por caso atendido.
¿Sería más caro? Pues no porque esos servicios ya están privatizados de manera ineficiente y cara dentro de los hospitales públicos. Sería relativamente fácil calcular cuánto cuesta una cirugía, digamos un parto, en el sistema público y ofrecerle al hospital privado pagarle lo mismo, incluso menos, por caso atendido. Lo que haría el sistema público sería diagnosticar y referir al paciente al hospital privado.
Esto es algo que ya se está haciendo como medida de emergencia ante la pandemia. Es un buen experimento y los primeros datos indican que sería más barato y eficiente que la atención en el hospital público.
Generalizar este esquema llevaría a una fuerte inversión privada para brindar estos servicios. Algo para lo que el gobierno no cuenta con los recursos suficientes; aparte de que no valdría la pena expandir el actual esquema.
Frente a la privatización que ya existe de la atención en hospitales públicos habría que plantear una especie de socialización de la atención privada.
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