Jorge Faljo
México, los Estados Unidos, Europa, África y China transitan hacia una nueva fase de la pandemia, pero no todos en la misma dirección ni con la misma estrategia. Lo primero que hay que decir es que los casos y muertes por Covid-19 siguen existiendo, que son importantes sobre todo en algunas regiones, pero que están disminuyendo rápidamente en prácticamente todas partes.
Sin embargo, las diferencias en el impacto de la enfermedad, y en las estrategias para enfrentarla son abismales.
La Organización Mundial de la Salud indica que en la semana del 18 al 24 de abril de 2022 se reportaron 2 mil 354 muertes por Covid-19 en los Estados Unidos y 6 mil 811 en Europa. En agudo contraste las muertes por la enfermedad en África, es decir en todo el continente, fueron únicamente 185, en India ascendieron a 442 y en China a 215.
Estados Unidos, la mayor potencia del planeta, sede de los mayores avances tecnológicos en producción de vacunas y en la que el 66 por ciento de la población tiene el esquema de vacunación completo, sigue estando a la cabeza en cuanto a mortalidad por la pandemia. África, con un 16 por ciento de la población con esquema de vacunación completo, es decir la región menos vacunada del planeta, es la que tiene hoy en día la menor mortalidad por la enfermedad.
La clave para entender esta paradoja se encuentra en la inmunidad natural generada por la enfermedad y no tanto en la aplicación de las vacunas.
Datos provenientes de la revisión de muestras sanguíneas en los Estados Unidos revelan que en diciembre de 2021 cerca de la tercera parte de la población se había infectado de Covid-19, al fin de febrero de 2022 la tasa de infectados se elevó de manera sorprendente al doble, al 60 por ciento de la población incluyendo al 75 por ciento de los niños. Ómicron, la familia de variantes que se expande con mucha mayor rapidez que las anteriores fue la que produjo este incremento de infectados, por lo menos 190 millones de norteamericanos. Dada la rapidez de la difusión de la enfermedad entre diciembre y febrero es posible suponer que hoy en día, a fin de abril, casi toda la población haya sido infectada y los norteamericanos tengan un muy alto nivel de inmunidad debido tanto a las vacunas como a la inmunidad natural, la mejor de todas y la más duradera, generada por la enfermedad.
Los datos de infectados derivados de las muestras de sangre no concuerdan con las cifras oficiales de infectados debido a que la enorme mayoría del por lo menos centenar de millones de infectados con Ómicron no presentaron síntomas, o lo hicieron de forma muy leve.
Este alto nivel de inmunidad le permite ahora al Dr. Fauci, asesor médico principal de la Casa Blanca declarar que los Estados Unidos han superado la fase epidémica de la pandemia, para pasar a una nueva fase endémica, de convivencia y control de la enfermedad. En este contexto las autoridades sanitarias y los medios expresan con gran énfasis que hay que seguirse vacunando, recibiendo refuerzos y expandiendo la administración de vacunas a los niños.
Dinamarca por otra parte es el primer país que suspenderá su programa de vacunación a mediados de mayo porque considera que dado el alto nivel de inmunidad de la población la enfermedad ya no constituye un riesgo mayor. Desde hace un par de meses su autoridad sanitaria dijo que era inútil tratar de impedir la expansión de la variante Ómicron y había que dejarla correr entre la población. Desde entonces suspendió todas las restricciones a la movilidad, el uso de tapabocas y medidas de higiene. Hoy en día tiene 733 personas hospitalizadas, 13 en cuidados intensivos y en su último reporte fallecieron 4 personas en un día.
China enfrenta un repunte de Covid-19 y ha respondido con el reforzamiento extremo de las medidas de confinamiento de la población. Cerca de 185 millones en una veintena de ciudades, incluidas las principales, Beijing y Shanghái, se encuentran confinados. Muchos de ellos en condiciones extremas, separando a los niños de sus padres, enviando gente al equivalente a campos de concentración de infectados o encerrando a la gente al grado de soldar las puertas de edificios o cercar con vallas unidades habitacionales en las que los residentes pasan a depender enteramente de la distribución de paquetes de alimentos por agentes del gobierno. Y esa distribución no siempre funciona bien.
La estrategia de confinamiento permitió que en toda la pandemia solo haya tenido alrededor de 5 mil muertos. Y el gobierno chino lo ha presumido a toda voz como una estrategia muy superior a la de los Estados Unidos y otros países industrializados.
En China es baja la vacunación completa de la población anciana por desconfianza. Lo que no importó cuando el confinamiento fue efectivo en 2020. Pero la estrategia está fracasando frente al Ómicron y el país está en un callejón sin salida. Si abandona el confinamiento ocurrirán más muertes que las muy pocas acumuladas hasta ahora y eso es políticamente inadmisible.
Así que el confinamiento se refuerza en China y la situación amenaza con volver a generar un dislocamiento de cadenas de producción con efectos disruptivos e inflacionarios en todo el mundo.
Mientras se atendía a la población de países de altos y medianos ingresos el ritmo de aplicación era de más de 40 millones de vacunas al día. Hoy en día es de apenas 11 y medio millones. El hecho es que la solidaridad en la vacunación fue un fracaso estrepitoso y África presenta las tasas de vacunación más bajas… y el menor número de muertes.
Lo que ocurrió es que la enfermedad, en particular la variante Ómicron, se difundió incluso con mayor celeridad que lo ocurrido en los Estados Unidos dadas las condiciones de hacinamiento y menores medidas de protección. Así fuera a un importante costo inicial, la difusión de esta variante elevó los niveles de inmunidad natural de la población de África al grado de ahora es la más protegida del planeta.
Las grandes farmacéuticas buscan seguir vacunando lo más posible mientras que los gobiernos y los medios cooperan ocultando que la mejor inmunidad es la natural y que ya prácticamente toda la población tiene altos niveles de protección. Esto no es negar que las vacunas tuvieron una contribución fundamental ante las variantes anteriores, mucho más letales. Y siguen siendo importantes para algunos grupos muy vulnerables. Solo que en lo fundamental ya cumplieron su papel.
Tan solo duplicar el porcentaje de vacunados en África, del 16 al 32 por ciento, implicaría un costo económico demasiado alto para sus gobiernos en un momento en que a la mayoría de la población ya no le interesa. Lo mejor sería un cambio de prioridades y aplicar esos recursos económicos a la descuidada vacunación contra el sarampión que presenta un riesgo mucho más grave para la niñez del continente. También sería útil combatir otras infecciones mediante, por ejemplo, un mejor acceso al agua potable, o prepararse ante la muy real amenaza de desabasto alimentario.
En México ya se anunció el fin de la fase epidémica; ya puede abandonarse el uso de tapabocas y los trapitos para mojarse los zapatos y enlodarlo todo. No se acaba la enfermedad, pero todo indica que muy probablemente estamos bastante inmunizados, con vacunas e incluso sin saberlo de manera natural. Podemos convivir con el Covid-19, como lo hacemos con la influenza o la gripa y recuperar la normalidad en nuestras vidas.
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