miércoles, 22 de junio de 2022

Europa, batallas comerciales

 Jorge Faljo

La guerra sobre Ucrania tiene dos niveles. Uno es el de la violencia directa con pérdida de vidas y destrucción incontrolada dentro del país. El otro es el nivel de las sanciones, las represalias comerciales, los ataques financieros y la desinformación que involucra a la alianza militar de Estados Unidos y Europa, la OTAN, por un lado y a Rusia por el otro. Es una guerra donde no se percibe una violencia directa pero que daña a muchos más que a los directamente involucrados.

No existe experiencia previa de una guerra de esta magnitud en un mundo altamente globalizado; donde todos dependemos de los demás. En esta guerra se juega la suerte de cientos de millones que viven en otros continentes pero que están sufriendo la escasez y el encarecimiento de alimentos y energía que provoca el conflicto.

Destacan dos campos de la lucha que podría llamarse comercial: alimentos y energéticos.

A principios de junio el presidente de Senegal y de la Unión Africana, que incluye a 55 países, Macky Sall, acudió a entrevistarse con el presidente Rusia, Vladimir Putin, para pedirle que permita la salida de trigo y fertilizantes de Ucrania por el puerto de Odessa y también de granos rusos. El presidente de Senegal señaló que ya se empieza a sentir el desabasto y la carestía en África a pesar de estar muy alejados del conflicto. Putin se comprometió a permitir la exportación segura de los granos almacenados en Ucrania.

En paralelo Rusia y Turquía llegaron a un acuerdo para crear el corredor naval que permita la exportación de granos que también estaría respaldado por la Organización de las Naciones Unidas. No es algo sencillo; se requiere quitar las minas sembradas por Ucrania para protegerse de una posible invasión rusa por vía marítima. No se sabe que tantas minas fueron colocadas; tanto Turquía como Rumania han desactivado minas que se soltaron de su ancla y llegaron a mar abierto.

También hay que retirar unos 80 barcos que quedaron atrapados en el puerto de Odessa y cuyas tripulaciones se fueron a sus países de origen. Turquía proporcionaría una escolta naval para asegurar el pasaje de los barcos de carga.

Una salida marítima a cerca de 22 millones de toneladas de cereales, que en un par de meses podrían crecer hasta triplicarse al ir levantando la próxima cosecha, es una mucho mejor solución que intentar llevarlos por ferrocarril y camiones a los puertos del mar báltico. Desde Odessa y pasando del mar negro al mediterráneo por el estrecho del Bósforo (controlado por Turquía) estos cargamentos llegarían al norte de África y por el canal de Suez al resto del continente y a Asia.

Parece un buen plan, solo que le falta un ingrediente fundamental: que Ucrania lo acepte. Hasta el momento el gobierno de Zelensky se ha mostrado reacio a desminar un corredor que podría ser empleado para infiltrar barcos rusos y no acepta que Rusia quiera revisar los cargueros para asegurarse que no introducen armamento. Ucrania pide que occidente le proporcione misiles anti barcos o, en todo caso, que la seguridad del corredor sea garantizada por “países civilizados”, es decir la respaldan.

Pero si la OTAN proporciona una escolta naval militar se eleva el riesgo de una confrontación directa con naves rusas; algo que por tierra, mar y aire ha evitado cuidadosamente para no escalar el conflicto.

Otro punto por discutir es la distribución de los beneficios de la exportación, en particular si también se aprovechan instalaciones portuarias y de almacenamiento que se encuentran bajo control ruso. Un ejemplo sería el puerto de Mariupol, que Rusia está rehabilitando aceleradamente. Finalmente está el asunto de si Ucrania mantiene el control de quien recibe sus granos, o si la ONU regula su acceso al mercado mundial.

El tiempo apremia, a fines de julio se empieza a levantar la siguiente cosecha y los almacenes ya están llenos. Por otra parte, como lo planteó el presidente de Senegal, África está sufriendo y le urge adquirir los granos.

Sin embargo, no es fácil que dos países en guerra, con los ánimos exaltados, puedan llegar a un acuerdo tan complicado como necesario. Así que de momento la propuesta apunta al fracaso.

Otra vertiente del conflicto comercial se acaba de agudizar hace pocos días cuando Rusia redujo en 60 por ciento el suministro de gas que fluye por el ducto Nord Stream 1 hacia Alemania, alegando la necesidad de reparar la turbina de una estación de compresión ubicada en Rusia. La empresa alemana Siemens Energy, que es la fabricante de la turbina dijo que esta fue enviada a Canadá para su mantenimiento y reparación. Lo difícil es que Canadá la devuelva debido a las sanciones que le ha impuesto a Rusia.

Siemens declaró que está tratando de resolver la situación. No obstante, el gobierno alemán sospecha que Gazprom, la empresa rusa que surte el gas se está aprovechando del retraso en las reparaciones para presionar políticamente, provocar el encarecimiento del gas y obstaculizar el incremento de las reservas de Alemania y Europa.

Alemania y Europa se encuentran a la búsqueda de proveedores de gas alternativos. Con la mala suerte de que una importante instalación de gas ubicada en Texas, Freeport LNG, sufrió un incendio y la empresa calcula que reanudar operaciones le llevará unos tres meses.

En estos momentos no falta gas en Alemania debido a la poca demanda que tiene en verano. Lo que se alteran son los planes para acumular reservas para el invierto cuando sube fuertemente la demanda de calefacción.

Al inicio de la guerra el gobierno alemán congeló el uso del ducto Nord Stream 2 cuya construcción costó 11 mil millones de dólares. El argumento alemán es que para operar el ducto requería garantías de un abasto continuo; lo que no podía asegurar debido al conflicto. Ahora con ese ducto paralizado el riesgo de desabasto es mayor.

Tanto el abasto de alimentos y fertilizantes de Ucrania y Rusia hacia el mercado global, como el de gas ruso a Europa enfrentan decisiones que los encarecen para ellos mismos y para todo el mundo. Resolverlos, creando un corredor marítimo seguro para la exportación de granos y fertilizantes o, en el caso del gas, utilizando la amplia capacidad existente del Nord Stream 2, requiere de acuerdos basados en la buena voluntad y la construcción de confianza. Algo que por el momento no se vislumbra en el horizonte.

No parece viable facilitar el flujo de ambas mercancías fuera de un acuerdo de paz más amplio que incluya a los actores directos e indirectos del conflicto. Sin embargo, la perspectiva real es que nos espera una guerra de larga duración en la que todos saldremos perdiendo por la carestía y desabasto que provoca una desglobalización atrabancada.

miércoles, 15 de junio de 2022

La moral al desnudo

Jorge Faljo

Una de las más famosas e incisivas frases de Desmond Tutu, primer arzobispo anglicano negro de Sudáfrica y premio Nobel de la paz. fue: “Cuando los misioneros llegaron a África ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Entonces dijeron, recemos y nosotros cerramos los ojos. Cuando los abrimos nosotros teníamos la Biblia y ellos tenían la tierra”.

De ese modo sintetizó la manera en que las potencias pretenden una supuesta superioridad moral que emplean como arma para el despojo de pueblos y países.

La superioridad moral, o religiosa, ética, ideológica o simplemente la del hombre blanco civilizado ha sido la bandera de la colonización y múltiples agresiones de las potencias en turno. No es viable hacer un recuento medianamente completo ni siquiera del uso de la supuesta superioridad moral en el último siglo. Tal vez algunos nombres en desorden nos digan algo: Vietnam, Irán, Guatemala, Cuba, Chile, Libia, Honduras, Ucrania (en 2014). Imposible entrar a los detalles de los golpes de estado, la apropiación de sus ahorros, el financiamiento de insurgentes, y demás.

El discurso de la superioridad moral se ve acompañado de la descalificación ética de los adversarios calificados como ejes del mal, terroristas, o dictadores.

De ninguna manera cabe descalificar la importancia y el valor intrínseco de la democracia, los derechos humanos, la libertad de prensa, el estado de derecho o la sustentabilidad ambiental. Pero cuando se presume de ellos para hostigar, violentar, promover golpes de estado, robarse las reservas o minar la gobernabilidad de otros países deben ser rechazados con contundencia.

Esto viene a cuento porque es precisamente la batalla diplomática que Latinoamérica acaba de librar frente al gobierno norteamericano en la reciente Cumbre de las Américas. El motivo coyuntural fue la decisión norteamericana de no invitar a ese encuentro a Cuba, Nicaragua y Venezuela debido a sus faltas a los derechos humanos.

Ante la Cumbre el presidente norteamericano Biden dijo que la democracia está amenazada en el mundo y que había que mostrar que esta, la democracia, es el futuro del continente americano. Una declaración que corresponde al discurso de siempre y que tiene más agujeros que un queso suizo.

Los procesos electorales en Estados Unidos son concursos para obtener cuantiosos donativos de las grandes empresas y los super ricos.

Aunque la mayoría de la población quiera detener las balaceras que aterrorizan a niños y grandes (270 en lo que va del año) eso no es posible porque lo que determina las decisiones son los donativos de los grupos de poder económico. Y lo mismo para prácticamente todos los asuntos de importancia: salarios mínimos, protección ambiental, brutalidad policiaca, aborto, servicios públicos.

En el campo internacional tal vez lo más democrático sería hacerles caso a los 184 países que en las Naciones Unidas le pidieron a los Estados Unidos terminar con el bloqueo a Cuba. Solo dos estuvieron en contra: Estados Unidos e Israel.

Incluso el tema de derechos humanos se olvida cuando se le tiene que ir a pedir a un príncipe árabe, con atrocidades denunciadas por el mismo Biden, que produzca más petróleo.

Allá ellos con su democracia. El problema de Latinoamérica es evitar que continue esa moralina para justificar sus injerencias en la vida de otros países.  

En ese sentido se pronunciaron un importante conjunto de países en la Cumbre mencionada. Algunos jefes de estado se negaron a ir a la Cumbre otros fueron para hablar de manera contundente. Entre los ausentes o críticos pueden mencionarse a México, Argentina, Belice, Bolivia, Chile, El Salvador, Honduras y Uruguay por lo menos.  

Podría considerase que son muchos más porque el presidente de Argentina, Alberto Fernández, declaró que hablaba en nombre no solo de su país sino de los 32 países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Señaló que hubieran querido tener una Cumbre distinta donde no pesara el silencio de los ausentes y dijo que ser país anfitrión no otorga la capacidad para imponer el derecho de admisión. Reclamó los bloqueos a Cuba y Venezuela y se manifestó por el dialogo en la diversidad como el mejor instrumento para promover la democracia.  

Sobre la Organización de Estados Americanos dijo que se le ha utilizado como gendarme que facilitó el golpe de Estado en Bolivia y pidió la inmediata remoción de su actual secretario general.  

No se quedó atrás el presidente de México, López Obrador al decir que el país estaba representado en la Cumbre bajo protesta porque no aceptamos que se excluya a nadie. No queremos, añadió, alentar bloqueos, ni discriminación, no estamos de acuerdo con la política de siempre, intervencionista. Es una política vieja e injusta que hay que hacer a un lado e inaugurar una nueva etapa de hermandad de todos los países del continente americano.

Por su parte el representante de México, el canciller Marcelo Ebrard dijo que confía en que Estados Unidos fije otro tipo de relación con América Latina basada en el respeto mutuo y en la no intervención. Pidió retomar la política del buen vecino del presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt basada en el respeto a los derechos de los demás, respeta sus obligaciones y la santidad de los acuerdos en un mundo de vecinos.

Latinoamérica estuvo congruente y unida para decirle a Estados Unidos que estos son otros tiempos; una nueva era en la que la presunción de una supuesta superioridad moral derivada de la defensa de valores comunes no lo convierte en autoridad para calificar o descalificar, y menos para agredir abierta o subrepticiamente a otros.

Al quitarle a los Estados Unidos la careta de la superioridad moral lo que queda al desnudo es ver que se mueve por intereses mucho más terrenales; los de sus grandes conglomerados económicos, industriales y militares.

martes, 7 de junio de 2022

Inflación y lo que viene

 Jorge Faljo

Cuando suben los precios de las tortillas y el pan, los limones y el aguacate, el gas y la gasolina, ropa, zapatos y de hecho todo, los consumidores sufren las consecuencias. Lo que se gana alcanza para cada vez menos. La inflación es canija, le pega a todo, crea incertidumbre, genera empobrecimiento y conduce al descontento y al caos social.

La Organización Internacional del Trabajo, OIT y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico -OCDE-, reportan una inflación del 9.2 por ciento en el mundo y en los países desarrollados en el último año. Un ritmo de incremento de los precios que es más del doble del incremento del año anterior.

No todos los precios crecen por igual, en los países desarrollados los alimentos subieron 11.5 por ciento y la energía mucho más, un 32.5 por ciento. Otros países menos bien comunicados, sobre todo en África reportan incrementos mayores.

Energía y alimentos son las puntas de lanza del incremento de los precios. La crisis alimentaria tiene un peor y más dramático golpe a los más pobres. Los precios del petróleo y el gas tienen un impacto más extendido; sube la gasolina y el diésel; la electricidad para empresas y hogares; derivados como fertilizantes y plásticos; el costo del transporte y la producción agrícola.

Esto es lo que está viviendo el mundo entero y la perspectiva no es buena.

Apenas empezábamos a recuperarnos de los efectos de la pandemia cuando el conflicto en Ucrania llegó a trastornar aún más la situación. Más allá de los combates directos, ciertamente destructivos y crueles, hay otras batallas en la economía, las finanzas y el comercio. Veamos dos de los últimos encontronazos que nos van a encarecer la vida a todos.

Rusia cortó los flujos de gas a Bulgaria, Finlandia, Polonia y, más recientemente a Dinamarca y los Países Bajos porque se negaron a pagarle en rublos. Una exigencia que según Rusia es respuesta a que los países occidentales le “congelaron” 300 mil millones de dólares de sus reservas en el extranjero y ahora discuten si se los apropian definitivamente. Por otra parte, los países afectados declaran que Rusia rompe contratos que establecen el pago en dólares o euros.

El caso es que Europa está acostumbrada al gas ruso, pero algunos países tendrán que comprarlo de inmediato en otros lados y el resto se preparan para hacerlo más adelante. El gas ruso se distribuye por tuberías internacionales que se adentraban dentro de cada país y llegaban hasta las fábricas y los hogares. Una vez hecha la inversión en ductos el transporte es muy barato.

 

Comprarlo en otra parte, por ejemplo en los Estados Unidos, significa que el gas se tiene que enfriar a muy baja temperatura para volverlo líquido, subirlo en embarcaciones especiales y descargarlo en un puerto donde exista una planta regasificadora. Costará bastante más, pero antes hay que invertir en infraestructura del lado exportador e importador, y en los buques especiales. Podría llegar a combinarse carestía con desabasto.

El segundo encontronazo es que Europa, siguiendo la línea norteamericana, acaba de aprobar un sexto paquete de sanciones contra Rusia con la meta de reducir en un 92 por ciento las importaciones europeas de petróleo ruso en un plazo de seis meses. En lo inmediato se suspenden las importaciones marítimas, pero se siguen aceptando las de ductos. 

Dejar de importar petróleo y combustibles rusos requiere incrementar la producción en otras partes. Por ello la próxima visita del presidente Biden al príncipe gobernante de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman. Muestra la ductilidad de la política norteamericana poco después de que el mismo Biden había prometido que convertía en un paria al autor de múltiples crímenes y atrocidades. Pero en este caso el estandarte de la defensa de los derechos humanos se hace a un lado.

Incluso se han dado acercamientos entre Estados Unidos y Venezuela con la mira de que alguna petrolera norteamericana se encargue de reactivar la producción y el comercio de las grandes reservas que tiene el país sudamericano bajo tierra.

Limitar la compra de petróleo ruso por tubería implica para Europa traerlo por mar, lo que será bastante más caro. Solo que la demanda de buques tanque de gran capacidad no puede ser satisfecha de inmediato.

Por su parte Rusia también se ve obligada a emprender enormes inversiones para llevar gas de los yacimientos ahora conectados a Europa hacia China. Y buques para el transporte de gas liquido y muchos otros para llevar su petróleo a nuevos clientes en Asia.

La competencia por el transporte será reñida, aunque la alianza occidental tiene la mano porque ha prohibido a las 13 grandes empresas de seguros de nivel global asegurar los buques y cargamentos rusos. Se trata de un consorcio de enorme poder en el que las empresas se coaseguran entre sí.  Y sin los seguros adecuados los barcos no pueden tocar puerto o circular por las aguas nacionales de ningún país.

Recordemos que el buque tanque Exxon Valdez derramó 11 millones de toneladas de petróleo y las reparaciones, incluida la limpieza, tuvo un costo cercano a los 7 mil millones de dólares. Estos niveles extremos de gastos reparatorios requieren un nivel de aseguramiento que involucra al conjunto de las aseguradoras. Ninguna de ellas es rusa, china o india.

Lo más probable es que al ritmo en que Europa ha prometido dejar de comprar gas y petróleo rusos no sea posible construir la infraestructura y el transporte naviero alternativos. Incluso si se logra, ahora los más grandes productores tendrán que abastecer consumidores lejanos a un mayor costo. Algunos calculan que el precio del barril de petróleo que ahora esta a 120 dólares podría subir a 150 o incluso 200 dólares.

Es decir que la inflación va a acelerarse y es muy posible que para combatirla los bancos centrales sigan con su estrategia de elevar las tasas de interés. Ya muchos advierten, o vaticinan que Estados Unidos, Europa y tal vez el mundo entero podrían entrar en recesión el próximo año.

Las sanciones están diseñadas para hacer sufrir a los rusos y promover una revuelta interna. Los costos que habrán de pagar los pueblos pobres serán de verdadera tragedia, pero esa consideración no detendrá la guerra. Ahora que los costos para los norteamericanos y europeos si pueden generar un descontento que genere fracturas en la alianza.

Aparte de los combates militares sangrientos la lucha también consiste en ver quienes aguantan más y por más tiempo los altos precios y la caída en los niveles de vida que impone el conflicto.