Jorge Faljo
Una de las más famosas e incisivas frases de Desmond Tutu, primer arzobispo anglicano negro de Sudáfrica y premio Nobel de la paz. fue: “Cuando los misioneros llegaron a África ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Entonces dijeron, recemos y nosotros cerramos los ojos. Cuando los abrimos nosotros teníamos la Biblia y ellos tenían la tierra”.
De ese modo sintetizó la manera en que las potencias pretenden una supuesta superioridad moral que emplean como arma para el despojo de pueblos y países.
La superioridad moral, o religiosa, ética, ideológica o simplemente la del hombre blanco civilizado ha sido la bandera de la colonización y múltiples agresiones de las potencias en turno. No es viable hacer un recuento medianamente completo ni siquiera del uso de la supuesta superioridad moral en el último siglo. Tal vez algunos nombres en desorden nos digan algo: Vietnam, Irán, Guatemala, Cuba, Chile, Libia, Honduras, Ucrania (en 2014). Imposible entrar a los detalles de los golpes de estado, la apropiación de sus ahorros, el financiamiento de insurgentes, y demás.
El discurso de la superioridad moral se ve acompañado de la descalificación ética de los adversarios calificados como ejes del mal, terroristas, o dictadores.
De ninguna manera cabe descalificar la importancia y el valor intrínseco de la democracia, los derechos humanos, la libertad de prensa, el estado de derecho o la sustentabilidad ambiental. Pero cuando se presume de ellos para hostigar, violentar, promover golpes de estado, robarse las reservas o minar la gobernabilidad de otros países deben ser rechazados con contundencia.
Esto viene a cuento porque es precisamente la batalla diplomática que Latinoamérica acaba de librar frente al gobierno norteamericano en la reciente Cumbre de las Américas. El motivo coyuntural fue la decisión norteamericana de no invitar a ese encuentro a Cuba, Nicaragua y Venezuela debido a sus faltas a los derechos humanos.
Ante la Cumbre el presidente norteamericano Biden dijo que la democracia está amenazada en el mundo y que había que mostrar que esta, la democracia, es el futuro del continente americano. Una declaración que corresponde al discurso de siempre y que tiene más agujeros que un queso suizo.
Los procesos electorales en Estados Unidos son concursos para obtener cuantiosos donativos de las grandes empresas y los super ricos.
Aunque la mayoría de la población quiera detener las balaceras que aterrorizan a niños y grandes (270 en lo que va del año) eso no es posible porque lo que determina las decisiones son los donativos de los grupos de poder económico. Y lo mismo para prácticamente todos los asuntos de importancia: salarios mínimos, protección ambiental, brutalidad policiaca, aborto, servicios públicos.
En el campo internacional tal vez lo más democrático sería hacerles caso a los 184 países que en las Naciones Unidas le pidieron a los Estados Unidos terminar con el bloqueo a Cuba. Solo dos estuvieron en contra: Estados Unidos e Israel.
Incluso el tema de derechos humanos se olvida cuando se le tiene que ir a pedir a un príncipe árabe, con atrocidades denunciadas por el mismo Biden, que produzca más petróleo.
Allá ellos con su democracia. El problema de Latinoamérica es evitar que continue esa moralina para justificar sus injerencias en la vida de otros países.
En ese sentido se pronunciaron un importante conjunto de países en la Cumbre mencionada. Algunos jefes de estado se negaron a ir a la Cumbre otros fueron para hablar de manera contundente. Entre los ausentes o críticos pueden mencionarse a México, Argentina, Belice, Bolivia, Chile, El Salvador, Honduras y Uruguay por lo menos.
Podría considerase que son muchos más porque el presidente de Argentina, Alberto Fernández, declaró que hablaba en nombre no solo de su país sino de los 32 países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Señaló que hubieran querido tener una Cumbre distinta donde no pesara el silencio de los ausentes y dijo que ser país anfitrión no otorga la capacidad para imponer el derecho de admisión. Reclamó los bloqueos a Cuba y Venezuela y se manifestó por el dialogo en la diversidad como el mejor instrumento para promover la democracia.
Sobre la Organización de Estados Americanos dijo que se le ha utilizado como gendarme que facilitó el golpe de Estado en Bolivia y pidió la inmediata remoción de su actual secretario general.
No se quedó atrás el presidente de México, López Obrador al decir que el país estaba representado en la Cumbre bajo protesta porque no aceptamos que se excluya a nadie. No queremos, añadió, alentar bloqueos, ni discriminación, no estamos de acuerdo con la política de siempre, intervencionista. Es una política vieja e injusta que hay que hacer a un lado e inaugurar una nueva etapa de hermandad de todos los países del continente americano.
Por su parte el representante de México, el canciller Marcelo Ebrard dijo que confía en que Estados Unidos fije otro tipo de relación con América Latina basada en el respeto mutuo y en la no intervención. Pidió retomar la política del buen vecino del presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt basada en el respeto a los derechos de los demás, respeta sus obligaciones y la santidad de los acuerdos en un mundo de vecinos.
Latinoamérica estuvo congruente y unida para decirle a Estados Unidos que estos son otros tiempos; una nueva era en la que la presunción de una supuesta superioridad moral derivada de la defensa de valores comunes no lo convierte en autoridad para calificar o descalificar, y menos para agredir abierta o subrepticiamente a otros.
Al quitarle a los Estados Unidos la careta de la superioridad moral lo que queda al desnudo es ver que se mueve por intereses mucho más terrenales; los de sus grandes conglomerados económicos, industriales y militares.
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