domingo, 28 de agosto de 2022

Ucrania. Ocho años y seis meses de guerra.

 Jorge Faljo

El 24 de febrero de 2014 se consumó en Ucrania un golpe de estado que inició una larga y cruenta guerra civil. Ocho años después, el 24 de febrero de 2022, la invasión rusa en apoyo a las provincias opuestas al golpe de estado convirtió la guerra civil en un conflicto internacional.

Es necesario entender que Ucrania es un estado binacional en el que conviven hablantes de ucraniano con ruso parlantes. Las estadísticas no son claras respecto a las proporciones. En una encuesta de 2012 50 por ciento de la población declaró que su lengua nativa era el ucraniano, el 29 por ciento dijo que el ruso, otro 20 por ciento dijo que ambas lenguas, ucraniano y ruso. Otra encuesta anterior había encontrado que entre el 43 y el 46 por ciento de la población hablaba ruso en sus hogares.

Datos oficiales consideran que alrededor del 27 por ciento de la población es ruso parlante sin separar a los perfectamente bilingües que tienden a hablar ruso en sus hogares y ucraniano en el exterior. Mientras en el norte y oeste de Ucrania predomina el ucraniano, en el sur y este del país son mayoría los que hablan ruso.

La división lingüística del país impacta las posiciones políticas de la población; los ucranianos aspiran a la integración con Europa y del otro los ruso parlantes prefieren el acercamiento económico y cultural con Rusia.  

No estoy diciendo que los que hablan ruso están mayoritariamente a favor de Rusia en esta guerra; muchos se consideran más ucranianos que rusos. Pero de nueva cuenta los datos, que no son tan claros en cuanto al lenguaje preferido, lo son aun menos en cuanto a los sentimientos de lealtad nacional.

Este es el fondo de una guerra civil e internacional que no podrá des escalarse hasta llegar a la paz, o a un armisticio temporal, si no toma en cuenta el carácter binacional del país.

Rusia adujo como motivo de la invasión la defensa de la población rusa víctima de una estrategia general de des rusificación del lenguaje y la cultura, mientras que las regiones separatistas eran víctimas de continuos bombardeos y agresiones militares.

Ahora tras seis meses de guerra internacional y ocho años de guerra civil, la situación bélica dentro de Ucrania se estanca. Ya no parece haber lugar para sorpresas; de una guerra de maniobras con conquistas y pérdidas de territorios, se ha pasado a una guerra de desgaste y resistencia en la que ambos bandos echan leña al fuego esperando que al otro se le acaben primero los recursos.

Con motivo del día de la independencia de Ucrania, celebrada el 24 de agosto, el presidente norteamericano Biden anunció un nuevo paquete de tres mil millones de dólares de ayuda militar. Prácticamente en paralelo el presidente ruso Putin anunció la ampliación del ejercito ruso mediante la contratación de 137 mil nuevos soldados.

Es decir que los verdaderos protagonistas del conflicto, los titiriteros de una guerra civil ascendida a conflicto global, se preparan para el largo plazo.

Tanto los aliados occidentales como Rusia tuvieron enormes errores de cálculo al inicio del conflicto. Al parecer Rusia esperaba que la guerra durase poco y que la población ruso parlante la recibiría con entusiasmo. Los aliados occidentales creyeron que sus oleadas de sanciones serían apoyadas por el resto del planeta y que provocarían en pocas semanas el colapso de la economía rusa.

Ambos lados fallaron en sus predicciones y lo que viene es el desgaste no solo dentro de Ucrania sino de todos los participantes indirectos.

Rusia logró sobrellevar las sanciones más espectaculares e inmediatas en su contra con costos en inflación, recesión y desempleo relativamente aceptables. No obstante, el boicot al comercio de maquinaria, chips y tecnologías avanzadas, así como herramientas y repuestos constituye una grave amenaza para el funcionamiento a mediano plazo de su industria. Incluso en el armamento capturado por Ucrania se han descubierto chips y componentes tecnológicos importados.

Se calcula que en uno o dos años Rusia tendrá que “canibalizar” aviones, vagones del metro y maquinaria industrial para tener las piezas de repuesto que permitan que el resto siga funcionando. Hoy en día ya tiene que fabricar autos sin bolsas de seguridad ni chips avanzados; más adelante puede ocurrir que muchas industrias entren en problemas de mantenimiento.

Rusia está mitigando el problema con importaciones de contrabando de productos occidentales; con la búsqueda de nuevos proveedores que se arriesgan a sufrir sanciones y mediante la substitución con productos de fabricación propia. Son medidas que no podrán enfrentar el problema si es que el boicot no se suspende o flexibiliza. Pero para eso se requiere la paz.

En el bando contrario la perspectiva tampoco es sencilla. El presidente de Francia, Macron, llamó a la población a pagar el precio de la libertad; es decir a sufrir con patriotismo el encarecimiento de casi todo y en particular la energía. A la población le recomiendan, desde distintas fuentes, no usar corbata para soportar temperaturas de 27 grados en las oficinas, no se permite un mayor enfriamiento; otros llaman a bañarse con agua fría y no planchar la ropa.

Pero se requerirá mucho más para afrontar el invierno. Los alemanes han comprado cientos de miles de calefactores eléctricos; pero las autoridades dicen que si todos los quieren usar al mismo tiempo van a tronar la red eléctrica.  El primer ministro belga dice que este y los siguientes cinco inviernos serán muy difícil. Todo apunta a que se tendrán que tomar medidas drásticas que provocarán descontento.  

Ante el incremento de un 80 por ciento en el precio de la energía en octubre decenas de miles de británicos se empiezan a enlistar en un movimiento de desobediencia civil para dejar de pagar la energía. Los organizadores, clandestinos, dicen que el no pago se disparará si más de un millón se comprometen a no pagar.

Bien puede ocurrir que esta guerra se defina por la capacidad de resistencia al sufrimiento de la población europea y la rusa. Es desde la base que podría surgir la demanda de detener este conflicto demencial que se estanca como pozo sin fondo de más muertes y sufrimiento.

En el caso de Ucrania la guerra ha vuelto imposible la futura convivencia de ucranio parlantes con ruso parlantes. Desgastadas y cansadas todas las partes llegará el momento en que lo menos malo sea negociar la paz. Se aliviaría el sufrimiento; se alejaría la posibilidad de un terrible conflicto nuclear y tal vez sería posible centrar la atención en el desastre climático que es hoy en día la mayor amenaza para la humanidad.  

miércoles, 24 de agosto de 2022

A Europa le viene el frio y no es un juego.

 

Jorge Faljo, 14 de agosto de 2021

Va un cuento. El niño alemán le dijo al niño ruso, ya no te queremos, mis amigos y yo vamos a dejar de jugar contigo. Pero mientras conseguimos nuestros propios juguetes vamos a seguir jugando con algunos de los tuyos. Los que nosotros decidamos y el tiempo que nos guste. Si nos los quitas gritamos que eres un alevoso.

La realidad. Europa y los Estados Unidos le han impuesto múltiples castigos a Rusia. Le han congelado 630 mil millones de dólares de sus reservas; le impiden el uso de transferencias electrónicas financieras; le prohíben exportar oro y usarlo como medio de pago; han impedido que sus barcos y mercancías se aseguren, entre otras varias sanciones.  

Estas sanciones fueron impuestas mientras los medios occidentales pregonaban a los pocos días del ataque ruso a Ucrania que este ya había fracasado y las sanciones darían el golpe de gracia para colapsar la economía rusa y poner a ese país de rodillas. Las sanciones eran parte de una guerra en múltiples niveles que sería muy rápida y sin consecuencias mayores para Europa.

No fue así; las repetidas declaraciones de una pronta victoria ucraniana, europea y norteamericana no han impedido Rusia avance em la conquista de territorio. No solo eso, tales avances se acompañan de una estrategia de integración a la economía y al estado ruso que parece exitosa. Se rehabilita la infraestructura; se otorgan pasaportes rusos a los ucranianos que hablan ruso, la mayoría de la población del este de Ucrania; se registra como rusos a los recién nacidos; se establecen programas de apoyo económico a la población, se compran granos a los productores y se establecen redes de comercialización, todo ello en rublos; se promueve el uso del ruso y su cultura en los medios.

No era lo esperado. Rusia no se desploma y la guerra y las sanciones, van para largo. Lo peor para Europa es que algunas sanciones tienen un efecto búmeran; se regresan contra quienes las lanzaron. Eso ocurre en particular en el impacto de las restricciones a las compras de energía rusa: gas, petróleo crudo y carbón.

Durante décadas se afianzó entre Europa y Rusia una relación de conveniencia mutua. Europa compraba gas y le exportaba manufacturas a Rusia. La compra de energía barata, una vez que las cuantiosas inversiones en gasoductos rendían fruto, eran factor de bienestar para la población de los países del entorno ruso y, sobre todo en el caso de Alemania, un factor de competitividad muy importante.

La reunificación le había permitido a Alemania occidental contar con la población de la parte oriental disciplinada, culta, de habla alemana y con costos laborales bajos. A la energía y mano de obra baratas le sumó una estrategia de préstamos al exterior que le abrió mercados afianzando el carácter clientelar del resto de Europa. La unificación monetaria de Europa consolidó el modelo. Una estrategia exitosa pero irrepetible dado que solo puede haber un país europeo altamente superavitario en un entorno de países deficitarios.

Pero todo el modelo empieza a fracturarse cuando Alemania sucumbe a la presión norteamericana para romper su matrimonio de conveniencia con Rusia.

Europa decidió que ya no le compraría energéticos a Rusia. Pero no lo puede hacer de manera abrupta porque algunos países los necesitan más que otros y no todos pueden cortar ese suministro rápidamente. En todo caso anuncian que lo harán gradualmente acomodándose a las necesidades de los países que más lo requieren.

Alemania anunció que a partir de diciembre de 2022 ya no comprará petróleo crudo y suspende la compra de carbón rusos. Pero lo más importante que hizo fue impedir la puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2, ya terminado a un costo de unos 12 mil millones de dólares y con el doble de capacidad del Nord Stream 1. Este último seguiría funcionando para adquirir gas ruso.

Solo que una turbina del Nord Stream 1 se descompuso y la empresa alemana Siemens, fabricante de la turbina la envió a reparar a Canadá. Y aquí se armó un sainete porque Canadá se negó a devolverla por respeto a las sanciones establecidas y Rusia redujo en 60 por ciento el flujo de gas por la falta de la turbina. Finalmente, tras los ruegos de Alemania, Canadá devolvió la turbina solo que ahora Rusia se niega a aceptarla si no viene acompañada de la documentación que la excluye oficialmente de las sanciones. Sin esos papeles, alega Rusia, quedaría expuesta a que más adelante se paralice su funcionamiento. Pero eso implica flexibilizar las sanciones, lo que el bloque occidental no acepta.

Se planteaba que al reducir la compra de energéticos la caída de ingresos sería un golpe mortal a la economía rusa. En lugar de eso el petróleo, el gas y el carbón subieron fuertemente de precio y Rusia encontró otros clientes; China e India a quienes les vende con 30 por ciento de descuento, algo más caro que el precio previo a las sanciones. Incluso, quien lo diría, Arabía Saudita le compra crudo a Rusia y así libera parte de su producción para aumentar sus exportaciones. Las grandes corporaciones petroleras también hacen su agosto con los altos precios. Entretanto Europa pierde.  

Mientras no se resuelve lo de la turbina Rusia redujo aún más el abasto de gas, del 40 a solo el 20 por ciento del flujo posible para el Nord Stream 1. Así Alemania y Europa no pueden hacer las reservas que necesitan para enfrentar el próximo invierno. Peor, la ola de calor que sacude a Europa puso a funcionar los ventiladores y aparatos de aire acondicionado y se usaron parte de las reservas.

El mensaje ruso ha sido claro; todo este problema se resuelve si Alemania acepta que entre en funcionamiento el gasoducto Nord Stream 2 con contratos de compra a mediano plazo. Eso sería suspender la más importante de las sanciones en una negociación que posiblemente incluiría poner fin a otras.

Pero eso sería rendirse y si alguien está dispuesto al sacrificio de los europeos son los Estados Unidos. Dar marcha atrás a las sanciones implica poner en duda la racionalidad de la alianza militar, el envío de armamento a Ucrania y volver al matrimonio de conveniencia que funcionaba muy bien antes de la invasión.

En lugar de ello lo que se prevé es que este invierno se tendrá que racionar el gas, muchos pasarán frio, cerrarán empresas y se despedirán trabajadores. Es decir, recesión económica acompañada de una inflación que deteriora los ingresos y empobrece a la población.

Alemania y Europa toda se dispararon en el pie y no tienen más perspectivas que dar marcha atrás y romper su alianza con los Estados Unidos, o padecer frio como nunca y empobrecerse.

Un Tratado sin espejitos; TLCAN / T-MEC

 Jorge Faljo

El presidente López Obrador sonó fuerte al plantear una posible salida del tratado de libre comercio con los Estados Unidos y Canadá por un diferendo sobre política energética: “Sí tener acceso a ese mercado nos implica ceder soberanía, ¡no lo aceptamos! Poco después aclaró que no habría ruptura porque no nos conviene. Tal declaración dio pie a fuertes reacciones contra una eventual salida al grado de plantear que ese tratado no solo ha sido exitoso sino es el elemento clave del desarrollo nacional.

No es cierto. Ni lo ha sido, ni es un elemento clave o suficiente del desarrollo nacional. Y para analizar sus resultados conviene abordarlo en dos niveles, el interno y el internacional.

El primer Tratado, el TLCAN entró en vigor el 1 de enero de 1994, en paralelo al levantamiento zapatista. No fue el inicio sino la culminación de una estrategia de achicamiento del estado, apertura comercial y desregulación de la economía. Lo primero se caracterizó por el remate o desaparición de las empresas de propiedad pública en los sectores de la siderurgia, telefonía, ferrocarriles, fertilizantes, aeropuertos y líneas aéreas, reprivatización de los bancos y muchas más.

El remate de empresas, la apertura comercial y la desregulación atrajeron fuertes inversiones externas. La mejor descripción del periodo se encuentra en el Plan Nacional de Desarrollo 1995 – 2000, del presidente Zedillo, donde se señala que, por ejemplo, en 1993 entraron capitales externos por casi 7 por ciento del Producto Interno Bruto, pero el crecimiento fue de solo 0.6 por ciento. La notable inversión externa se concentró en la substitución del aparato productivo previo (que fue “convenientemente” declarado obsoleto), sin que hubiera un incremento relevante de la producción.

La entrada de capitales provocó una sobrevaluación real del peso que, sumada a la apertura generó la apariencia de bonanza económica al mismo tiempo que un fuerte déficit en la balanza de cuenta corriente. El fuerte incremento del consumo importado se pagaba con el remate del patrimonio que, al extranjerizarse, generó nuevos flujos de pagos al exterior.

Pero la fiesta duró poco. A lo largo de 1994 crecía la desconfianza empresarial sobre la continuidad de un modelo que requería incrementar la atracción de capitales externos en un momento en que la piñata de la privatización estaba en buena medida agotada. Quedaban el petróleo y la tierra, pero su privatización era políticamente inviable por la resistencia de la población.

El asesinato del candidato oficial, que se deslindaba cada vez más del modelo, aumentó la inquietud y a pocos días del cambio presidencial en diciembre de 1994 ocurrió lo inevitable; una fuerte fuga de capitales encabezada por los inversionistas mexicanos.

Poco o nada significó el Tratado para contener la fuga y la fuerte devaluación de la moneda.

Solo que paradójicamente, la devaluación generó el mejor periodo de crecimiento económico del país en toda la existencia del Tratado. De 1994 a 1996, en solo dos años, las exportaciones de manufacturas a los Estados Unidos crecieron en 80 por ciento y durante varios años México fue más competitivo que China en este rubro. Ese fenómeno insólito ocurrió en un contexto muy adverso:

sin inversión externa ni interna relevante; sin financiamiento a la producción; con las cadenas productivas dislocadas por la reducción de las importaciones.

Todo en contra pero con algo a favor, una verdadera riqueza oculta. Banco de México explicaría más adelante que se habían reactivado capacidades subutilizadas que substituyeron masivamente a las importaciones encarecidas al grado de poder exportar con mayor componente de producción nacional.

Pero esa ruta se cerró en pocos años. Zedillo prometió al inicio de su administración que no permitiría la revaluación del peso. Pero el Tratado había cedido la soberanía en cuanto a las transacciones financieras y a final de cuentas no quiso o no pudo cumplir su promesa. En adelante el gobierno presumiría, en lugar de controlar, la entrada de capitales volátiles que revaluaron la moneda y le restaron competitividad a la producción nacional.

En adelante se competiría tan solo con base en salarios de hambre, trabajo esclavo.

La evolución de los salarios reales de los años ochenta a la fecha es una de las historias más dramáticas. El salario mínimo perdió casi el 80 por ciento de su capacidad adquisitiva. Un deterioro que el presidente subraya de manera peculiar al decir que hace 25 años el salario mínimo permitía comprar 50 kilos de tortillas y en 2018 únicamente 6 kilos.

Lo ocurrido en el medio rural fue peor. Apertura, peso fuerte y abandono del campo se tradujeron en la expulsión de millones de mexicanos del medio rural y del país. Lo que paradójicamente terminó convirtiéndose en un pilar del modelo por la importancia de las remesas que envían los trabajadores en el exterior a sus familiares.

De los noventas para acá México perdió la posibilidad de una ruta de industrialización soberana, sustentada en un mercado interno fuerte y competitiva en el comercio globalizado. Para ello se requería un Estado fuerte en lo económico y en sus capacidades rectoras. La prueba de que era y aún es posible, es China.

Lo que nos lleva a la segunda vertiente de análisis; el plano internacional.

A lo largo de la vigencia del Tratado las economías de los tres países firmantes se han integrado… con China, con la que tienen fuertes déficits comerciales y es la proveedora industrial del planeta. Las inversiones productivas norteamericanas que el Tratado le prometía a México se fueron en su mayoría a China. Todo ello sin que China fuera parte del TLCAN.

En el plano interno durante la vigencia del TLCAN los mexicanos se empobrecieron… o emigraron y el país se convirtió en maquilador de partes chinas. En el internacional los tres países han tenido una integración de caricatura, con ejemplos de éxito aislados.

El Tratado, TLCAN / TMEC ha sido un fracaso. No fue el eje de un modelo de desarrollo definido internamente sino lo contrario, dejó en manos del exterior y del mercado la conducción de la vida nacional. Entretanto un Estado minimizado se ha dedicado a ver los toros desde la barrera.

¿Conviene salirse del Tratado? No. Abandonarlo como patada de ahogado no construye nada.

Necesitamos redefinir una estrategia económica orientada a superar la inequidad, fortalecer las capacidades del estado, abrirnos una nueva ruta de industrialización y desarrollo rural. El distanciamiento entre Estados Unidos y China abre oportunidades para replantearnos la relación con el exterior.

Hay que evolucionar de un Tratado que nos manipula, para reconfigurarlo como componente subordinado del modelo de desarrollo nacional. Sin espejitos ni bisutería.

domingo, 7 de agosto de 2022

La Sra. Pelosi visita la República de China

                                                                                                                            Jorge Faljo

No; el título de este artículo no es un error. Muchos podrán creerlo debido a que los medios de comunicación occidentales evitan cuidadosamente mencionar el nombre oficial que se da a si mismo el país que visitó la Sra. Pelosi. Prefieren no mencionar que se trata de la República de China y llamarlo solo por el nombre de la isla donde reside ese gobierno.

La República Popular China, y subrayo lo de “popular”, es un enorme país con mil 400 millones de habitantes que ocupa una gran porción de la masa continental del continente asiático. No confundir con la República de China, sin la palabra popular, Republica que está instalada en la isla de Taiwán, ocupa cerca del uno por ciento del total del territorio chino y tiene casi 24 millones de habitantes.

Para entender el batir de los tambores de guerra que ha provocado el viaje de la vocera de la cámara de representantes norteamericana, Nancy Pelosi, a la isla es necesario recurrir a la historia.

En 1949 cesó la guerra civil en China con el triunfo del bando comunista sobre los señores de la guerra regionales y el gobierno llamado nacionalista. Este último se refugió con sus últimas tropas en la isla de Taiwán y lo previsible era que esta sería rápidamente conquistada por los vencedores en el continente.

Solo que se atravesaron los Estados Unidos que en 1950 enviaron a la séptima Flota de la Marina al estrecho de Taiwán para evitar la invasión comunista de la isla. Al mismo tiempo reconocían el alegato de los nacionalistas de constituir el gobierno legítimo de China. En ese momento China era un país semidestruido, en la miseria y asolado por hambrunas y obviamente incapaz de enfrentar a los Estados Unidos.

Con el apoyo norteamericano, y a pesar de ocupar una ínfima porción del territorio, el gobierno de la República de China, al que en adelante llamaré Taiwán para facilitar la lectura, conservó el asiento correspondiente a China en las Naciones Unidas y en su Consejo de Seguridad.

Gradualmente fue creciendo el grupo de países que reconocía a la República Popular China, o sea la China continental, como la legitima representante del país. Hasta que el 25 de octubre de 1971 una sesión plenaria de la asamblea de las Naciones Unidas decidió, con un lenguaje fuerte, restituir a la República Popular de China todos sus derechos y reconocer a sus representantes como los únicos legítimos, así como expulsar inmediatamente a los de Taiwán “de los puestos que ocupan ilegalmente en las Naciones Unidas y en todos sus organismos”.

Un año después, en 1972, el presidente norteamericano Richard Nixon y su esposa visitaron China, le dieron la mano a su presidente Mao Tse Tung y otros lideres importantes, se tomaron fotos en hospitales y guarderías. Fue una visita amigable que preparó al pueblo norteamericano a un mayor acercamiento.

La visita ocurrió cuando China y la Unión Soviética mostraban un notable distanciamiento y un conflicto fronterizo. Un momento en que a los Estados Unidos les pareció conveniente para acentuar esa separación.

Como resultado de la visita y tras arduas negociaciones previas Estados Unidos reconoció que “todos los chinos de ambos lados del estrecho de Taiwán sostienen que solo hay una China y que Taiwán es parte de China” y reafirmó su interés en un arreglo pacífico de la cuestión de Taiwán con el que habría una retirada de sus fuerzas miliares de la isla. Kissinger describió el acuerdo como una “ambigüedad constructiva” que continua hasta la fecha.

Fue hasta 1979 que los Estados Unidos transfirieron su reconocimiento diplomático de Taiwán a Pekín. Estados Unidos reconoció que Taiwán es parte de China y este último país aceptó que Estados Unidos mantendría relaciones comerciales, culturales y contactos no oficiales con el pueblo de Taiwán. Es decir que no habría reconocimiento del gobierno de la isla. No se estableció fecha para el objetivo del retiro militar norteamericano señalado en el comunicado de 1972.

A la fecha la constitución de la República Popular China considera a Taiwán como parte de su territorio. Algo mucho más interesante y que no mencionan los medios occidentales, es que en la constitución de Taiwán se establece que es el legítimo gobierno de la parte continental, es decir de Pekín, Shanghái, la muralla china y todo lo que es China.

A la fecha 178 países, incluidos México y los Estados Unidos, reconocen a la República Popular como el gobierno legítimo de toda China y 15 países al gobierno de Taiwán. Ningún país reconoce de manera simultánea a ambos y de una u otra manera el consenso es que existe una sola China.

En 1972, ante la pregunta de cuál había sido el impacto de la revolución francesa que ocurrió en 1789, el primer ministro chino Zhou Enlai contestó que “es demasiado pronto para decirlo”. La respuesta causó revuelo y se convirtió en una de las frases más famosas del siglo pasado. Se le interpretó como una afirmación de la legendaria paciencia china.

El hecho es que China ha sido extremadamente paciente. Recuperó de manera pacífica los territorios coloniales de Hong Kong y Macao y ha respetado su promesa de “un país, dos sistemas”, dejando que sus economías operen bajo reglas distintas a las continentales.

A pesar de que nunca han firmado un tratado de paz o armisticio el gobierno chino tiene relaciones comerciales con Taiwán y le ofrece el mismo trato de “un país, dos sistemas” con la idea de que con el tiempo se reintegrará pacíficamente a su gobierno abandonando su actual estatus semicolonial respecto a los Estados Unidos.

Pelosi dice que Estados Unidos está dispuesto a defender la democracia taiwanesa; un argumento novedoso dado que también defendieron la isla durante las décadas en que fue gobernada por una dictadura militar.

Antes de la visita el presidente Biden dijo que no era conveniente. Pero Pelosi es parte del poder legislativo y puede actuar de manera independiente al ejecutivo. Tras la visita el Coordinador de Seguridad Nacional, John Kirby, afirma que nada ha cambiado; continúa la política de una sola China, y que no se apoya la independencia de Taiwán. Es decir que no es para tanto.

Para el gobierno chino la visita es una enorme intromisión en sus asuntos internos y una traición al acuerdo de que no habría relaciones diplomáticas oficiales entre el gobierno norteamericano y el gobierno de Taiwán.

Las encuestas señalan que la mayoría de la población de Taiwán rechazó la visita de Pelosi porque pone en riesgo un entendimiento informal pacífico que les ha sido muy conveniente.

La visita de la Sra. Pelosi, acompañada de aviones caza, buques de guerra y portaviones, trastoca la delicada “ambigüedad constructiva” de décadas y ocurre cuando los Estados Unidos están comprometidos en una guerra hibrida a trasmano contra Rusia.

No era lo razonable ni el mejor momento para provocar a China, pero la señora no lo quiso entender. El no conocer la historia la hizo meter la pata.

lunes, 1 de agosto de 2022

Salida de cereales de Ucrania y Rusia. Optimismo cauteloso.

Jorge Faljo

El 22 de julio Ucrania y Rusia firmaron dos acuerdos simultáneos con Turquía y las Naciones Unidas para desbloquear la salida de granos y fertilizantes de ambos países. Los acuerdos van a operar como uno solo, pero fueron dos para evitar la apariencia de dialogo las partes en guerra.

El conflicto y las sanciones occidentales bloquearon las exportaciones ucranianas y rusas de cereales y fertilizantes y desataron la preocupación por un desabasto global que empobrecería a cientos de millones por el incremento de los precios del trigo y que provocaría hambrunas que llevarían a la muerte por hambre a millones en las regiones y poblaciones más vulnerables del planeta. En el camino se desatarían revueltas sociales incontenibles; que ya empiezan a despuntar. Según la ONU 47 millones de personas se encuentran en situación de hambre aguda a causa directa del conflicto.

Tras el golpe inicial a las exportaciones de cereales, una segunda fase provocada por la escasez y altos precios de los fertilizantes podría llevar a la disminución de las próximas siembras y cosechas en gran parte del mundo. Es decir que en 2023 la situación sería incluso peor.

Los acuerdos cerealeros del Mar Negro inyectan una muy ansiada dosis de optimismo. Permiten en principio la exportación de cerca de 25 millones de toneladas de cereales, sobre todo trigo y maíz, almacenadas en Ucrania, continuar con la siguiente cosecha que ya se empieza a levantar y para la que de momento no hay espacio de almacenamiento disponible. Pagarles a los productores es condición para la próxima siembra. Nos encontramos en el último momento para evitar un desastre mayor.

Como contraparte del acuerdo Rusia también podría exportar sus cereales y fertilizantes, que son más abundantes que los ucranianos. Es decir que tienen tanta o más importancia para abastecer al mundo.

Continuando con la racha de optimismo el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, celebró la inauguración el 27 de julio, en Estambul (la antigua Constantinopla), Turquía, del Centro de Coordinación Conjunta de la Iniciativa de Cereales del Mar Negro. Este centro supervisará y facilitará el transporte seguro desde los puertos ucranianos de Odesa, Chornomorsk y Yuzhny. Rusia está rehabilitando Mariupol que ya está en sus manos y desde donde podrían salir granos rusos.

Es demasiado pronto para asegurar que los acuerdos se instrumentarán de manera efectiva; los riesgos son muchos.

Dentro del gobierno de Ucrania se libra un fuerte conflicto de facciones en torno a la conducción del conflicto. El 18 de julio los periódicos norteamericanos The New York Times y Washington Post, reportaron que Zelensky despidió a sus dos más importantes colaboradores al frente del poder judicial y los servicios de seguridad. También abrió la investigación de cientos de empleados bajo acusaciones de espionaje. Algo que recuerda que su regreso de las pláticas de paz que se intentaron en Bielorrusia a fines de febrero tres participantes ucranianos fueron asesinados por el servicio secreto ucraniano acusados de traidores.

Estas grietas parecen extenderse. Tras el sangriento golpe de estado de 2014 y ocho años de guerra civil los simpatizantes pro rusos son piedritas en el zapato del gobierno ucraniano, lo que se exacerbó cuando Zelensky prohibió el uso del idioma ruso, que es la lengua del 27 por ciento de la población; clausuró estaciones de radio y televisión y prohibió partidos de oposición. Hay colaboradores rusos en el gobierno, la iglesia y la sociedad ucraniana en general.

En el extremo contrario se encuentran las milicias y organizaciones nazis ferozmente antirrusas que han llegado a atacar a la población ucraniana para culpar de atrocidades a los rusos.

Apenas 12 horas después de la firma de los acuerdos Zelensky denunció un ataque con misiles a un puesto militar en el puerto de Odesa. Rusia negó haber participado en ese ataque. No obstante el ministro ucraniano de infraestructura, Oleksandr Kubrakov, dijo que seguía trabajando en reiniciar las exportaciones que esperaba empezaran en una semana.

Hay problemas técnicos y de logística importantes. Ucrania creará corredores marítimos y acompañará a los cargueros con barcos barreminas. Pero sacar más de 25 millones de toneladas en cargueros de 10 a 20 mil toneladas implica miles de viajes en un momento en el que hay escasez de cargueros en el mundo y el transporte se ha encarecido fuertemente.

Tal vez el mayor riesgo, claramente advertido por Rusia, es que se intente instrumentar los acuerdos de manera unilateral: que salgan los cereales y fertilizantes ucranianos, pero se obstaculice la salida de los rusos.

En principio los Estados Unidos y Europa han declarado que las empresas que participen en la salida de Rusia de estas mercancías no serán victimas de las sanciones; una medida esencial para el sector privado. Sin embargo, dada la variedad de sanciones la afirmación puede no ser suficientemente clara.

Las grandes aseguradoras, todas ellas occidentales, tienen prohibido asegurar cargamentos rusos. Y está el problema de los pagos. Macky Sall, el presidente de la Unión Africana que agrupa a 55 países del continente, visitó al presidente ruso, Putin, para solicitarle granos rusos y manifestó que las sanciones financieras dificultan las transferencias de dinero.

También son obstáculo las acusaciones de que Rusia se roba trigo ucraniano. El hecho es que Rusia compra trigo en las regiones que ha conquistado y lo paga en rublos, su moneda. Es parte de la rusificación de las regiones conquistadas.   

A favor de la instrumentación del acuerdo se encuentran los intereses de Ucrania y Rusia por exportar y adquirir recursos y el interés de la mayoría del planeta, sobre todo los países pobres de África y el medio oriente, para que bajen los precios de los cereales y los fertilizantes y evitar lo peor de las previsiones de empobrecimiento y hambruna.

Los acuerdos señalan el fin de las esperanzas de Ucrania de obtener una pronta y definitiva victoria que en el campo militar le permitiera reconquistar terreno y exportar sin necesidad de un acuerdo con Rusia. También quedó atrás la guerra propagandista que aseguraba que Rusia sería vencida en el campo financiero y comercial; que el pueblo ruso demandaría la salida de Putin. Por lo contrario, Rusia se fortalece y Putin es mucho más popular que los dirigentes occidentales, cada cual en su país.

La población norteamericana ya considera más importante la escasez de fórmulas para bebés, las balaceras dentro de su país o el precio de la gasolina, que lo que ocurra en Ucrania. Para los europeos la amenaza del frio en invierno pesa cada día más.

La guerra transcurre de su fase aguda a otra crónica de larga duración y muy cansada. Tal vez estos acuerdos cerealeros abran la posibilidad de otros que alejen el riesgo de escala la guerra y lleven a un armisticio; algo así como lo que ocurrió en Corea. No olvidemos que, así sea lamentable, las más de las veces las fronteras se definen mediante guerras.