Jorge Faljo, 14 de agosto de 2021
Va un cuento. El niño alemán le
dijo al niño ruso, ya no te queremos, mis amigos y yo vamos a dejar de jugar
contigo. Pero mientras conseguimos nuestros propios juguetes vamos a seguir
jugando con algunos de los tuyos. Los que nosotros decidamos y el tiempo que
nos guste. Si nos los quitas gritamos que eres un alevoso.
La realidad. Europa y los Estados
Unidos le han impuesto múltiples castigos a Rusia. Le han congelado 630 mil millones
de dólares de sus reservas; le impiden el uso de transferencias electrónicas
financieras; le prohíben exportar oro y usarlo como medio de pago; han impedido
que sus barcos y mercancías se aseguren, entre otras varias sanciones.
Estas sanciones fueron impuestas mientras
los medios occidentales pregonaban a los pocos días del ataque ruso a Ucrania que
este ya había fracasado y las sanciones darían el golpe de gracia para colapsar
la economía rusa y poner a ese país de rodillas. Las sanciones eran parte de
una guerra en múltiples niveles que sería muy rápida y sin consecuencias
mayores para Europa.
No fue así; las repetidas declaraciones
de una pronta victoria ucraniana, europea y norteamericana no han impedido Rusia
avance em la conquista de territorio. No solo eso, tales avances se acompañan de
una estrategia de integración a la economía y al estado ruso que parece exitosa.
Se rehabilita la infraestructura; se otorgan pasaportes rusos a los ucranianos
que hablan ruso, la mayoría de la población del este de Ucrania; se registra
como rusos a los recién nacidos; se establecen programas de apoyo económico a
la población, se compran granos a los productores y se establecen redes de
comercialización, todo ello en rublos; se promueve el uso del ruso y su cultura
en los medios.
No era lo esperado. Rusia no se
desploma y la guerra y las sanciones, van para largo. Lo peor para Europa es
que algunas sanciones tienen un efecto búmeran; se regresan contra quienes las
lanzaron. Eso ocurre en particular en el impacto de las restricciones a las
compras de energía rusa: gas, petróleo crudo y carbón.
Durante décadas se afianzó entre
Europa y Rusia una relación de conveniencia mutua. Europa compraba gas y le
exportaba manufacturas a Rusia. La compra de energía barata, una vez que las cuantiosas
inversiones en gasoductos rendían fruto, eran factor de bienestar para la
población de los países del entorno ruso y, sobre todo en el caso de Alemania,
un factor de competitividad muy importante.
La reunificación le había
permitido a Alemania occidental contar con la población de la parte oriental disciplinada,
culta, de habla alemana y con costos laborales bajos. A la energía y mano de
obra baratas le sumó una estrategia de préstamos al exterior que le abrió
mercados afianzando el carácter clientelar del resto de Europa. La unificación
monetaria de Europa consolidó el modelo. Una estrategia exitosa pero
irrepetible dado que solo puede haber un país europeo altamente superavitario
en un entorno de países deficitarios.
Pero todo el modelo empieza a
fracturarse cuando Alemania sucumbe a la presión norteamericana para romper su
matrimonio de conveniencia con Rusia.
Europa decidió que ya no le
compraría energéticos a Rusia. Pero no lo puede hacer de manera abrupta porque
algunos países los necesitan más que otros y no todos pueden cortar ese
suministro rápidamente. En todo caso anuncian que lo harán gradualmente
acomodándose a las necesidades de los países que más lo requieren.
Alemania anunció que a partir de
diciembre de 2022 ya no comprará petróleo crudo y suspende la compra de carbón
rusos. Pero lo más importante que hizo fue impedir la puesta en marcha del
gasoducto Nord Stream 2, ya terminado a un costo de unos 12 mil millones de
dólares y con el doble de capacidad del Nord Stream 1. Este último seguiría
funcionando para adquirir gas ruso.
Solo que una turbina del Nord
Stream 1 se descompuso y la empresa alemana Siemens, fabricante de la turbina
la envió a reparar a Canadá. Y aquí se armó un sainete porque Canadá se negó a
devolverla por respeto a las sanciones establecidas y Rusia redujo en 60 por
ciento el flujo de gas por la falta de la turbina. Finalmente, tras los ruegos
de Alemania, Canadá devolvió la turbina solo que ahora Rusia se niega a
aceptarla si no viene acompañada de la documentación que la excluye
oficialmente de las sanciones. Sin esos papeles, alega Rusia, quedaría expuesta
a que más adelante se paralice su funcionamiento. Pero eso implica flexibilizar
las sanciones, lo que el bloque occidental no acepta.
Se planteaba que al reducir la
compra de energéticos la caída de ingresos sería un golpe mortal a la economía
rusa. En lugar de eso el petróleo, el gas y el carbón subieron fuertemente de
precio y Rusia encontró otros clientes; China e India a quienes les vende con
30 por ciento de descuento, algo más caro que el precio previo a las sanciones.
Incluso, quien lo diría, Arabía Saudita le compra crudo a Rusia y así libera
parte de su producción para aumentar sus exportaciones. Las grandes
corporaciones petroleras también hacen su agosto con los altos precios. Entretanto
Europa pierde.
Mientras no se resuelve lo de la
turbina Rusia redujo aún más el abasto de gas, del 40 a solo el 20 por ciento del
flujo posible para el Nord Stream 1. Así Alemania y Europa no pueden hacer las
reservas que necesitan para enfrentar el próximo invierno. Peor, la ola de
calor que sacude a Europa puso a funcionar los ventiladores y aparatos de aire
acondicionado y se usaron parte de las reservas.
El mensaje ruso ha sido claro;
todo este problema se resuelve si Alemania acepta que entre en funcionamiento el
gasoducto Nord Stream 2 con contratos de compra a mediano plazo. Eso sería
suspender la más importante de las sanciones en una negociación que
posiblemente incluiría poner fin a otras.
Pero eso sería rendirse y si
alguien está dispuesto al sacrificio de los europeos son los Estados Unidos.
Dar marcha atrás a las sanciones implica poner en duda la racionalidad de la
alianza militar, el envío de armamento a Ucrania y volver al matrimonio de
conveniencia que funcionaba muy bien antes de la invasión.
En lugar de ello lo que se prevé
es que este invierno se tendrá que racionar el gas, muchos pasarán frio,
cerrarán empresas y se despedirán trabajadores. Es decir, recesión económica
acompañada de una inflación que deteriora los ingresos y empobrece a la
población.
Alemania y Europa toda se
dispararon en el pie y no tienen más perspectivas que dar marcha atrás y romper
su alianza con los Estados Unidos, o padecer frio como nunca y empobrecerse.
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