Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
sábado, 27 de octubre de 2012
jueves, 25 de octubre de 2012
Europa: La propuesta de Soros
Europa: La propuesta
de Soros
Jorge faljo
Europa, como sabemos se debate en
una muy grave crisis. Desde hace unos días se reproduce en los principales
medios financieros del planeta un documento llamado “La tragedia de la Unión
Europea y como resolverla”, de George Soros. Dedico esta entrega a reseñar ese
documento. Sin embargo conviene antes de entrar en materia explicar cuáles son
las “credenciales” del autor para hablar sobre el tema y para que su escrito
sea motivo de profunda reflexión.
George Soros es un economista
financiero de origen húngaro y nacionalizado estadounidense, muy famoso por su gran
éxito como especulador financiero. En 1992 apostó en contra de la libra
esterlina y obligó al Banco de Inglaterra a devaluar. A partir de sus
habilidades personales y partiendo de ser un refugiado pobre se ha convertido
en el presidente de uno de los mayores fondos de inversión mundiales y su
fortuna personal asciende a unos 22 mil millones de dólares. Destaca también
por sus posiciones políticas, filosóficas e incluso como un filántropo que ha
donado unos 8 mil millones de dólares a diversas causas de su preferencia.
Con esos antecedentes acredita la
suficiente comprensión del mundo de las finanzas como para que sus
planteamientos deban ser tomados en cuenta. El escrito mencionado no excede de
las 16 páginas y es notable por la claridad y brillantez con las que plantea
dos posibles soluciones a la crisis europea. Una de ellas en particular me
parece que revela su ingenio e inventiva y sobre ella me centraré más adelante.
Sin embargo cualquiera de las dos
opciones implica fuertes dificultades para instrumentarla; así que siempre queda
la posibilidad de que ninguna de las dos se adopte y la actual situación de
tragedia se prolongue indefinidamente con graves consecuencias para la
población europea e incluso mundial, en el mediano y largo plazo.
Soros parte de señalar que lo que
era en un principio un gran proyecto de libre asociación de naciones en
términos de igualdad y para la construcción de una Europa democrática,
igualitaria, con una vocación de paz entre los pueblos, se ha convertido en
algo fundamentalmente distinto. Los países asociados en el uso de una moneda
común, el euro, se han dividido en dos clases, acreedores y deudores. En esta
situación son los países acreedores, Alemania en primer lugar, los que están
tomando las decisiones de política del conjunto de una manera crecientemente
inaceptable para la mayoría de los europeos. De proseguir esta tendencia sí la
unión monetaria se rompe también habría de romperse la Unión Europea y su
mercado común.
El problema originario es que
estos países abandonaron su derecho a imprimir y controlar su propia moneda y
con ello se colocaron en riesgo de quiebra. Un país que se endeuda en su propia
moneda no tiene ese riesgo puesto que su banco central puede emitir la que sea
necesaria para cubrir sus deudas y reactivar su economía. Algo que ya hacen Estados
Unidos y Europa. Solo que la segunda lo hace con lentitud, retraso y sobre todo
imponiendo condiciones de salvamento brutales a los endeudados. Para
“salvarlos” les exige reducción de gasto público, de salarios y aumento de
impuestos, lo que lleva a mayor desempleo y quiebras de empresas.
Una de las propuestas de Soros,
la que sería más convencional, es reforzar la Unión Europea avanzando hacia una
unión fiscal, haciendo que el Banco Central Europeo emita más moneda y avale el
crédito de los endeudados para reducir sus tasas de interés y provocar una
inflación moderada. Incluye el fijar objetivos de crecimiento económico de un
cinco por ciento anual. La combinación de crecimiento, inflación y bajos
intereses llevaría al desendeudamiento sin sacrificar a la población.
Lo difícil es que Alemania acepte
comportarse de manera benevolente al grado de instrumentar una especie de plan Marshall
de salvamento de la economía real y el empleo de los endeudados.
La segunda propuesta de Soros contempla
la ruptura de la unión monetaria europea pero no como la prevén muchos otros.
Para él hay que evitar que Grecia y otros endeudados se salgan del euro uno por
uno y de manera traumática. En cada caso dejarían de pagar sus deudas,
quedarían fuero del financiamiento internacional, provocarían oleadas de
inestabilidad financiera mundial y la reconstrucción de sus economías sería muy
difícil y dolorosa para su población.
Soros propone con excelente
lógica que sea Alemania la que se salga del Euro. Lo que llevaría a la
devaluación del euro y al fortalecimiento de la nueva moneda alemana. De este
modo, con una moneda débil las economías importadoras (por eso se endeudaron)
de la periferia europea adquirirían una importante competitividad cambiaria que
les permitiría revertir su déficit comercial y pagar sus deudas exportando
mercancías. Dado que todas las deudas están en euros la devaluación facilitaría
el pago de las deudas.
La propuesta no convendría a la
gran industria y la banca alemana por dos razones. Es la acreedora central y
cobraría en euros devaluados y con una moneda fuerte perdería competitividad y
se vería obligada a revertir el gran superávit comercial que la convirtió en
prestamista de toda Europa. Para Soros es vital que Alemania reconozca su
responsabilidad en esta crisis y la imposibilidad de continuar como exportadora
prestamista. No obstante sugiere que compete a Francia, Italia y al resto de
Europa presionar y exigirle a Alemania que sea ella la que abandone la moneda
común y se resigne a restablecer el equilibrio comercial con su entorno.
Planteado de esta manera simple
el descenso de las exportaciones le significaría reducción de la producción,
quiebra de empresas y desempleo. Sin embargo, si su salida del euro es
acompañada de medidas de reorientación de la producción a su mercado interno,
fortalecido por mayores salarios y gasto público, la medida llevaría a un
importante incremento del bienestar del pueblo alemán.
Hacia la crisis
Hacia la Crisis
Jorge Faljo
La nueva administración sexenal
está recibiendo una economía con apariencia de estabilidad macroeconómica y solidez
financiera. Un peso fuerte, una bolsa de valores que rompe records de ganancias
y la aparente distancia entre lo que aquí ocurre y la tragedia europea induce
una sensación de seguridad sobre bases falsas. Tal y como la economía
norteamericana parecía boyante antes del 2007 o la de España hace apenas unos
pocos años.
Urge entender que no nos
encontramos libres de riesgos sino, simplemente, en otra fase del horrendo
ciclo de bonanza y crisis que ya es típico de la globalización. Debemos
aprender de lo que nos ha ocurrido antes y de las experiencias recientes de los
Estados Unidos y de Europa. Estamos creando las bases de otra grave crisis para
la que no resulta fácil predecir el momento en que se desatará pero si su
inevitabilidad a lo largo del siguiente sexenio.
Las crisis norteamericana,
española, griega y otras más de reciente factura tienen mucho que enseñarnos.
Cada una de ellas explotó cuando sus gobiernos y clases medias llegaron a sus límites
de endeudamiento. Habían elevado notablemente sus niveles de consumo (gasto
público o compra privada de viviendas y demás) hasta que los prestamistas
decidieron que habían llegado al límite y exigieron el pago de las deudas
acumuladas. Una de sus medidas fue elevar notablemente los costos del
refinanciamiento de las deudas bajo el argumento de que se trataba de gobiernos
y población en riesgo de insolvencia.
El crédito que había operado como
gran promotor del incremento de la demanda y que de ese modo había impulsado la
producción y el empleo, se convirtió en su gran enemigo. La pesada carga de
desendeudarse está imponiendo fuertes recortes al gasto público, impone la
elevación de impuestos y la reducción del consumo que genera lleva a la
recesión, el cierre de empresas y la pérdida de empleos.
Ahora las economías de los
Estados Unidos y de toda Europa se convulsionan ante el problema de
desendeudarse. Para los Estados Unidos sortear su precipicio fiscal implica
elevar los impuestos a los ricos o dejar de dar servicios públicos, sobre todo
médicos, a las mayorías. Es el debate político central en el que, si no se
llega a un arreglo entre los dos grandes partidos se impondrán recortes
automáticos que provocarán una recesión. En Europa la reducción del consumo
paraliza la producción y los ingresos al grado de que, paradójicamente,
dificulta recibir los impuestos suficientes para pagar la deuda pública.
¿Se parece a eso la situación de
México? Pues sí, se parece mucho a la situación de bonanza previa; cuando todos
se endeudaban alegremente y creaban las
burbujas de consumo y deuda que habrían de explotar posteriormente.
Estados Unidos y Europa están
emitiendo fuertes cantidades de dinero, de dólares y de euros, con el objetivo
expreso de crear liquidez y bajar las tasas de interés. Sin embargo, sea o no
un objetivo oficialmente admitido, sus bancos conducen parte de esos grandes capitales
hacia las periferias. Hacia América Latina, incluyendo a México. Lo hacen por
falta de oportunidades de inversión productiva o financiera seguras y
redituables en Europa y Estados Unidos. Estos flujos de capital hacia las
periferias actúan como mecanismos de generación de demanda sobre la producción
de los países desarrollados y contribuyen a fortalecer sus exportaciones. Simplificando
se diría que están decididos a prestarnos mucho para que les compremos más. Lo
que por cierto es una de sus líneas estratégicas de combate a su crisis.
Para Christine Lagarde, la
directora del Fondo Monetario Internacional –FMI-, estos flujos de capital van
a generar burbujas en las periferias, incrementarán el consumo de importaciones
y acentuarán los desequilibrios productivos y financieros. y se convertirán en
graves riesgos para la estabilidad económica mundial.
Brasil es un país que ha
reaccionado con firmeza ante esta situación. Hace apenas un mes su presidenta,
Dilma Roussef, en un discurso ante la asamblea general de la Organización de
las Naciones Unidas señalo que la política monetaria expansionista de los
países desarrollados desequilibra la paridad cambiaria de las monedas. La
entrada de dólares ha abaratado el dólar dentro de ese país y el consecuente
fortalecimiento del real le resta competitividad internacional. A los
brasileños, celosos de la defensa de su aparato productivo y de su empleo, no
les gusta la situación.
Para la señora Roussef son
legítimas las medidas de defensa comercial ante lo que ya antes había llamado un
“Tsunami” financiero. Ella considera que los países desarrollados deben hacer
esfuerzos por retomar el camino de un crecimiento vigoroso y no buscar la
salida de su crisis con avalanchas exportadoras hacia las periferias.
México por lo contrario se coloca
“de pechito”. Celebramos la entrada de dólares, el fortalecimiento del peso y
las ganancias record de la bolsa de valores. Todo ello no es producto de
nuestra fortaleza exportadora y del crecimiento de la economía real. Se origina
en la mera entrada de capitales financieros volátiles que en algún momento más
adelante igual podrán decidir reconvertirse a dólares e irse a otro lado.
La situación está provocando elevación
de las importaciones; son los introductores de estas mercancías los que hacen
su agosto. Por otra parte los exportadores reciben menos pesos por cada dólar
exportado y las empresas productivas enfrentan una competencia abaratada que
reduce su rentabilidad y las lleva en muchos casos a la quiebra. Es un paso más
en la desindustrialización del país y el deterioro rural.
Los anuncios de grandes
yacimientos petroleros y la intención de privatizar por lo menos parcialmente a
Pemex; las ganancias de la bolsa y la política histórica de privilegio a la
ganancia financiera hacen que México sea muy atractivo a los grandes capitales
flotantes en busca de refugios productivos. Esto va de la mano de los grandes volúmenes
de producción que no encuentran compradores en Europa, los Estados Unidos o
incluso China (que ha bajado su ritmo de crecimiento).
Así que México se alista no para
crecer pero si para consumir importaciones abaratadas artificiosamente. Estamos
creando burbujas en el valor del peso y en la bolsa de valores; nos convertimos
en refugio de enormes capitales improductivos y que cobran altas tasas de
interés. Se abarata el crédito de todo tipo, para consumidores y los gobiernos
federal, estatales y municipales.
¿Hasta cuándo? Todo tiene su
límite. Esos capitales saldrán pitando en algún momento del próximo sexenio.
Será inevitable. Pero de momento favorecen que la actual administración
entregue el país en una situación de economía aparentemente favorable; con un
peso fuerte y buen combate a la inflación, gracias al abaratamiento de las
importaciones.
La próxima administración debiera
darse cuenta de que recibe una situación insostenible. Hacerlo de manera acrítica
le crea un compromiso de defensa de la ganancia financiera, del valor del peso
y de los activos en la bolsa de valores, que la obligarán a sacrificar
objetivos de defensa de la producción interna, de crecimiento, generación de
empleos y bienestar. En el mejor de los casos serán seis años más de
estancamiento económicos. Pero lo más probable es que a medio camino, a mitad
de sexenio, se imponga la realidad de una economía débil, con finanzas
extremadamente frágiles y dependientes de las decisiones de los capitales
volátiles y en un entorno social cada vez más crítico.
Para colmo resulta que un eje de
la estabilidad financiera del sexenio, el mal llamado “blindaje financiero”
está a punto de expirar. Carstens ya anunció que ha solicitado la renovación de
la línea de crédito flexible por 71 mil millones de dólares cuyo objetivo es
dar seguridades a los capitales financieros. Falta que el FMI, cargado de
compromisos en Europa, acepte renovarlo.
La economía mexicana se
fragiliza. Nos urge aprender de nuestros hermanos de muy al sur: Argentina que
no recibe financiamiento externo y Brasil que con gran dignidad se defiende.
lunes, 15 de octubre de 2012
Crisis global y estafeta envenenada
Crisis
global y estafeta envenenada
Jorge
Faljo
Como
una pesadilla donde se repite de manera interminable la misma tragedia, Europa
y los Estados Unidos no logran encontrar la salida a la crisis de la
globalización. Crisis sistémica que marca el final de la estrategia de financiar
el consumo mediante el endeudamiento de naciones enteras.
Las
señales de una pesadilla recurrente son múltiples y atacan prácticamente todos
los frentes. La información reciente destaca lo siguiente.
En Francia
se anuncia a ocho columnas que se ha alcanzado la cifra fatídica de tres
millones de desempleados. Se acepta que es una herencia del régimen anterior
pero también que esa es la tarea central por la que se habrá de medir la nueva
administración. El problema se agrava con la reducción del pago de
indemnizaciones por desempleo. Ocurre que estos derechos se ganan trabajando y
dependen de las contribuciones aportadas. Un millón de desempleados ya agotaron
su derecho al seguro de desempleo y deben sobrevivir con la llamada ayuda
social mínima. Otros 628 mil no tienen derecho al seguro ni a esa ayuda; son
jóvenes que no han logrado trabajar un mínimo de cinco años.
Portugal
y España tienen a sectores crecientes de su población, en particular los
sindicatos, que manifiestan su descontento en las calles y crean desconfianza sobre
la capacidad de los gobiernos para imponer mayores medidas de austeridad y elevar
los impuestos para seguir pagando sus deudas. El desempleo es muy alto en ambos
países y la reducción de ingresos medios considerable. En España el problema se
ha complicado por un reciente llamado a elecciones anticipadas en Cataluña en
una jugada con la que quiere fortalecer su autonomía. Recordemos que esta
provincia considera que aporta bastante más de lo que recibe del resto del país
y que separándose mejoraría las condiciones de su propia población.
Por
otro lado, la confianza de los empresarios alemanes se encuentra a la baja. Su
sector automotriz enfrenta una reducción del mercado europeo de más del siete
por ciento. No es más que un ejemplo del entorno de la recesión europea en que
se mueve su industria exportadora. Sin embargo la prioridad para el gobierno
alemán es que España solicite formalmente un rescate por 100 mil millones de
euros que a su vez le permita rescatar a sus bancos. El interés alemán se debe
a que bancos, empresas y particulares españoles les adeudan 130 mil millones de
euros y temen no cobrarlos. Pero el gobierno de Rajoy, el presidente español,
no se apresura a solicitar ese financiamiento porque tendría que cumplir con aún
peores medidas de austeridad y elevación de impuestos. No está claro que el
pueblo español lo acepte.
Grecia
ve desplomarse su producción en un 7 por ciento en este año; suma ya más de 20
por ciento en cinco años. Eso impide cobrar suficientes impuestos para pagar
los abonos a su deuda y requerirá un tercer rescate para que pueda pagar a los
bancos alemanes. Sin embargo ningún otro país quiere echarle dinero bueno al
malo. En las calles la situación está que arde (con una que otra bomba
molotov).
Inglaterra
debate el fuerte impacto productivo y en reducción de ingresos gubernamentales
que ha tenido la disminución del gasto social en cuidados de la población
vulnerable. Esto obligó a unos 300 mil ingleses a renunciar a sus empleos por
tener que cuidar ellos mismos a sus padres, esposo(as) u otros parientes
ancianos o inválidos. Algunos cálculos señalan que el ahorro para el gobierno
fue de 1.9 mil millones de libras; pero los que renunciaron a su empleo para
cuidar a familiares dejaron de ganar 5 mil millones y dejaron de pagar mil millones
de impuestos.
Toda
Europa evoluciona al empobrecimiento, la inseguridad laboral, el cierre de
empresas y mayor desempleo. La lucha entre los que exigen el pago de las deudas
mediante medidas de austeridad crecientes y los que quieren defender los ingresos,
los empleos y el funcionamiento del aparato productivo es cada vez más fuerte.
Estados
Unidos no canta mal las rancheras (tal vez por tanto mexicano) y a duras penas
avanza poquito. La lucha política es fuerte y gira en torno al nivel del gasto
público y el cobro de mayores impuestos a los muy ricos, lo que los
republicanos no aceptan.
Los
alivios financieros han demostrado ser muy temporales y en cada caso después de
unos días vuelve la incertidumbre. La gran productividad alcanzada coloca en el
mercado enormes cantidades de producción que la población y los gobiernos
podían comprar endeudándose. Ahora, alcanzado su límite de crédito no hay
suficiente poder de compra en el mercado.
El
gran capital de Europa y los Estados Unidos está proponiendo otra más de sus
falsas soluciones: exportar. Conseguir que los excesos de producción que no se
pueden vender en Europa y Estados Unidos (porque no están dispuestos a elevar
los salarios de sus trabajadores y las contribuciones al gobierno) se vendan en
Asia, África y América Latina. Pero ¿cómo vendernos más si no están dispuestos
a comprarnos? La estrategia es exportarnos capitales en abundancia; de ese modo
abaratan su moneda en países como el nuestro y nos convierten en sus
consumidores.
La
Reserva Federal norteamericana (su banco central) ha iniciado el QE3
(Quantitative Easing tres) que se traduce en crear e inyectar 40 mil millones
de dólares mensuales a su economía mediante la compra de deuda hipotecaria en
poder de su sistema bancario. Así los inversionistas logran vender sus activos
tóxicos y liberan sus capitales para llevarlos a países que pagan mayores tasas
de interés. Europa avanza hacia la misma “solución”, generar masas de capital
financiero exportable a las periferias para financiar el incremento de sus
exportaciones.
En
México se sienten los efectos de esas entradas de capitales externos,
volátiles, que abaratan el dólar y, en consecuencia, las importaciones. Los
exportadores nacionales obtienen menos pesos por cada dólar que venden en el exterior.
Los productores nacionales tienen que competir con importaciones más baratas y
reducen sus utilidades.
Como
de costumbre la rentabilidad, incluso la supervivencia de las empresas
mexicanas dependerá de ahorcar al trabajador para compensar un abaratamiento de
dólar que se traducirá en destrucción de empresas y empleos en México.
Calderón
se despide con una falsa fortaleza del peso, con un combate a la inflación
basado en importaciones financiadas desde el exterior y heredando otra oleada
de destrucción, desempleo y empobrecimiento a la próxima administración. Una
estafeta envenenada.
Por otra reforma laboral
Por otra reforma
laboral
Jorge Faljo
La reforma estructural laboral que el todavía
presidente Calderón envió a la Cámara de Diputados pone a prueba un
procedimiento novedoso que obliga a discutirla, reformarla y finalmente aprobarla
o rechazarla en el curso de 30 días naturales. Es un método de marcha forzada
que al parece logrará cumplir, al menos parcialmente, un acuerdo entre el
gobierno saliente y el entrante.
A pesar de ello la iniciativa fue
rápidamente rechazada por las dirigencias de las mayores organizaciones de
trabajadores del país, afiliadas al priismo, simulando entender que la reforma
era netamente calderonista. Ello obligó a la cúpula de su propio partido, el
PRI, a ser bastante claros y promover abiertamente su aprobación.
El interés de los líderes del Congreso
del Trabajo, el Sindicato de Trabajadores de la Educación, y otros de similar
calibre, es doble. Por un lado se suponen representantes y defensores de los
derechos de los trabajadores y, por otro, en los hechos se representan sobre
todo a sí mismos. Lo digo así de claro porque ante las fuertes presiones que
están recibiendo para aprobar la reforma laboral pareciera que su única salida
es aprobar las partes del mayor interés patronal siempre y cuando no toquen las
bases de su poder personal.
De modo tal que tanto en las partes que
se transforman como en las que se mantienen es muy posible que salgan perdiendo
los trabajadores. Perderían derechos sin que se avance en democracia y
transparencia sindicales.
Un punto central de la reforma que muy
posiblemente será aprobado (ojalá me equivoque) se refiere a limitar el cobro
de salarios caídos a un año máximo en caso de despidos injustificados. El argumento,
aparentemente válido, es que es común que estos juicios se prolonguen durante
5, 7 o más años y para cuando se resuelve a favor del trabajador el costo es
muy alto para las empresas, sobre todo las medianas y pequeñas. No obstante me
parece que este argumento parte de una visión muy limitada y que una autentica
reforma estructural laboral debiera proponer cambios de fondo, ambiciosos y no
meros parches superficiales.
El argumento olvida en primer lugar que
buena parte de los despidos son legalmente injustificados y que si el juicio se
prolonga durante años la víctima es el trabajador y no el patrón. Aquí lo que
debió haberse abordado es la manera de agilizar los juicios laborales para que
nunca duren más de un año. Supongo que si se puede obligar legalmente al Congreso,
diputados y senadores, a resolver sobre un asunto central a la vida nacional en
treinta días, debería ser posible forzar a las partes, jueces incluidos, a
resolver sobre el despido de Juan Pérez en el curso de un año o menos.
Lo que las partes pelean es la
indemnización por despido injustificado. Y aquí nuestra ley laboral es
cavernaria. El trabajador tiene derecho a una suma sólo cuando es despedido por
la empresa pero no cuando él decide salirse. Este es un derecho muy parcial y
sometido a la decisión patronal. Para no despedir y no pagar es frecuente que
los patrones opten por hacerle la vida imposible al trabajador hasta que se ve
obligado a salir, así sea por salud mental, con una mano adelante y otra atrás.
Se requiere y existe en otros países con
legislaturas modernas establecer un ahorro al que el trabajador tenga derecho
cuando sale de la empresa, cualquiera que sea la causa de su salida. Este
ahorro debería ser parte del salario y permitiría llegado el caso despidos o
salidas sin conflictos. Todo lo contrario de una legislación que amarra a
trabajadores y patrones incluso cuando ambas partes odian esa relación y se
tratan de hacer la vida imposible.
Un efecto práctico de limitar los
salarios caídos a un año, cuando no se agiliza la impartición de justicia es
que se va a despojar a los trabajadores de sus abogados defensores. Hoy en día
el abogado defensor de los trabajadores confía en ganar el juicio aunque sea
después de varios años y en que será pagado gracias a esos salarios caídos. La
limitación a un año en salarios caídos, mientras los juicios siguen durando
años, llevará en la práctica a que los trabajadores no cuenten con abogados
dispuestos a acompañarlos en ese largo trayecto. Llevará a más despidos
injustificados a sabiendas de que el costo será menor y mucho mayores las
posibilidades de que el trabajador y su abogado se desistan después de un par
de años de juicio tortuoso.
Se requiere una reforma laboral integral
que, primero, modifique el concepto de indemnización a la de un pago de salida que
acolchone la transición a otro empleo en una economía en la que la movilidad se
incrementa notablemente. Segundo, es fundamental agilizar el sistema legal
laboral. Recordemos que justicia demorada es justicia denegada.
La elección presidencial norteamericana
Jorge Faljo
La lucha electoral por la presidencia norteamericana entre Mitt Romney y Barack Obama transcurre en varios planos a la vez. Se lucha en el plano cultural y de valores en, por ejemplo, el derecho de la mujer a decidir sobre abortar (los republicanos plantean prohibirlo); la defensa ante el terrorismo, en primer plano por los ataques recientes a sus embajadas; la ayuda médica en momentos en que aumenta la población desprotegida; o el nebuloso tema de la fidelidad a valores “americanos” como el esfuerzo personal, el trabajo honesto y la autosuficiencia. Puntos que con frecuencia se plantean como contrarios a la asistencia social y a la equidad (cada quien tiene lo que se merece dirían los republicanos, mientras los demócratas tienden un poco más a la “compasión”).
El conflicto ideológico norteamericano es a la vez atrayente y desconcertante, dadas las fuertes diferencias culturales que nos separan de nuestros vecinos. Creo que en ambos lados de la frontera nuestra historia y cultura nos forma y nos da un matiz distintivo incluso donde se supone que habría igualdad.
Llama la atención las características personales de los dos candidatos; uno de ellos heredero de una fortuna, el otro formado por su esfuerzo personal. Pero es sobre todo curioso que ambos provengan de minorías que se podrían considerar extrañas y alejadas de la mayoría blanca cristiana.
En una nación profundamente religiosa de mayoría blanca, anglosajona, evangélica y católica, con un fuerte “cinturón bíblico” cercano al fanatismo, ninguno de los dos candidatos encaja en ese perfil. La religión de uno de ellos no cree en un dios único, eterno y poderoso, sino en una sucesión de seres superiores de distintos rangos que surgen y desaparecen, sin que ninguno sea realmente muy poderoso. El otro candidato es negro, con un nombre fuera de lo común y de padre musulmán.
Lo desconcertante, que no critico sino que considero positivo, es que estos candidatos provenientes de minorías adaptadas al “sueño americano” lo representan adecuadamente.
Estados Unidos todavía no logra levantarse de la crisis. Se habla de una generación perdida debido al retroceso en bienestar. Por cuarto año consecutivo la mediana de ingresos de los hogares norteamericanos se redujo. Mediana es el que la mitad de la población se encuentra por arriba y la otra mitad por abajo. Ese nivel se redujo en un 8.9 por ciento de 1999 al 2011. Hoy en día se encuentra al nivel de 1995.
El salario mínimo norteamericano y los sueldos promedio de los trabajadores industriales son hoy en día muy inferiores, en términos reales, a los de hace cuarenta años. Se han perdido más de dos millones de empleos industriales y miles de empresas se han relocalizado, sobre todo en China, y otras miles han quebrado debido a las importaciones provenientes de este último país.
Últimamente ha surgido en la disputa electoral un tema de fondo; el de la posible reindustrialización de Norteamérica. Se habla de defender el empleo y la industria, sin que en realidad ninguno de los dos candidatos se atreva a hacer propuestas de fondo. Y la situación requiere cambios substanciales.
En un listado de países de acuerdo a su balanza de cuenta corriente resulta que China ocupa el primer lugar con un superávit de 280.6 miles de millones de dólares. Recordemos que este superávit se forma por exportar mucho más de lo que importa y por las ganancias de sus capitales en el exterior. Este país exporta, es decir presta, estos enormes capitales, sobre todo a los Estados Unidos.
Pero China no presta para que otros inviertan y produzcan, presta para que otros le compren y ella se convierta en la gran productora. Mediante este financiamiento al consumo de los más ricos y una estrategia de moneda muy barata ha logrado una dinámica de crecimiento acelerado que la convierte en potencia mundial. Sobre todo es importante que ha elevado notablemente el nivel de vida de su población.
Por otro lado Estados Unidos ocupa en la misma lista el lugar 192, el último, con un déficit en cuenta corriente de 600 mil millones de dólares al año. Este país se ha convertido en el gran importador del planeta, el gran receptor de capitales externos, sobre todo chinos, y de esta manera destruye su propio aparato industrial, el empleo interno y empobrece a su población.
¿Cuánto tiempo más puede prolongarse esta situación?
Cada uno de los dos candidatos presidenciales norteamericanos ha planteado alguna estrategia de contención del desequilibrio comercial con China.
Obama acaba de demandar a China ante la Organización Mundial del Comercio por subsidiar a su industria automotriz de exportación. Esto se suma a otra demanda relacionada con las tarifas de importación que China le impuso a los autos de origen norteamericano. Las batallas en torno al comercio automovilístico entre Estados Unidos y China llevan casi una década y estas nuevas demandas no parecen destinadas a lograr cambios substanciales ni rápidos.
China es una hábil negociante; las demandas pueden tardar años en resolverse y después ¿quién le quita lo bailado?
Romney acusa a Obama de mostrarse débil hacia China y Obama revira que el otro se ha beneficiado directamente, en su riqueza personal, de la reubicación de empresas de propiedad norteamericana en aquel país.
La estrategia que propone Romney es amenazar con promover ante su propio congreso que China sea formalmente considerada como una nación que manipula el valor de su moneda para mantenerla permanentemente devaluada. Se apoya en estudios oficiales que indican que la moneda china se encuentra subvaluada en un 25 por ciento. Otros estudios calculan la subvaluación del Yuan en un 40 por ciento.
Sin embargo el conflicto real, de fondo, no es externo sino que ocurre dentro de los mismos Estados Unidos. De un lado se encuentran los grandes beneficiarios de la situación actual que son el capital financiero, las grandes empresas que han relocalizado sus plantas en China para disminuir sus costos y ahora tienen grandes ganancias y los importadores en general.
Del otro lado se encuentra el aparato productivo que todavía logra sobrevivir dentro de Estados Unidos y sus trabajadores.
La lucha es entonces entre el capital financiero y los importadores que sostienen la bandera del libre comercio y libre mercado como los grandes dioses de la modernidad y del otro los trabajadores y empresarios productivos internos que no logran oponerse a la entrada de los capitales y mercaderías chinas. Eso sería tanto como controlar los flujos financieros y establecer un intercambio comercial administrado.
Agitar banderas, tener un gran poderío militar, creer en los valores del “sueño americano” pueden ser buenos pero no crean empleos o dan de comer. Es en el plano de las grandes definiciones de estrategia económica donde habrá de decidirse el bienestar de los norteamericanos. Y en mi opinión se acerca la hora de que se planteen el cambio de rumbo.
Esto es muy importante para nosotros los mexicanos porque nuestro propio modelo económico es una caricatura del norteamericano y nuestra clase política imita sus estrategias de atracción de capitales externos, venta o destrucción de empresas nacionales y apertura a las importaciones aunque tengamos un importante déficit comercial (sobre todo con China) y de cuenta corriente. Nuestros resultados son como los norteamericanos y no como los chinos. Ojalá y nuestros primos del norte cambien de rumbo y nos den el buen ejemplo.
La lucha electoral por la presidencia norteamericana entre Mitt Romney y Barack Obama transcurre en varios planos a la vez. Se lucha en el plano cultural y de valores en, por ejemplo, el derecho de la mujer a decidir sobre abortar (los republicanos plantean prohibirlo); la defensa ante el terrorismo, en primer plano por los ataques recientes a sus embajadas; la ayuda médica en momentos en que aumenta la población desprotegida; o el nebuloso tema de la fidelidad a valores “americanos” como el esfuerzo personal, el trabajo honesto y la autosuficiencia. Puntos que con frecuencia se plantean como contrarios a la asistencia social y a la equidad (cada quien tiene lo que se merece dirían los republicanos, mientras los demócratas tienden un poco más a la “compasión”).
El conflicto ideológico norteamericano es a la vez atrayente y desconcertante, dadas las fuertes diferencias culturales que nos separan de nuestros vecinos. Creo que en ambos lados de la frontera nuestra historia y cultura nos forma y nos da un matiz distintivo incluso donde se supone que habría igualdad.
Llama la atención las características personales de los dos candidatos; uno de ellos heredero de una fortuna, el otro formado por su esfuerzo personal. Pero es sobre todo curioso que ambos provengan de minorías que se podrían considerar extrañas y alejadas de la mayoría blanca cristiana.
En una nación profundamente religiosa de mayoría blanca, anglosajona, evangélica y católica, con un fuerte “cinturón bíblico” cercano al fanatismo, ninguno de los dos candidatos encaja en ese perfil. La religión de uno de ellos no cree en un dios único, eterno y poderoso, sino en una sucesión de seres superiores de distintos rangos que surgen y desaparecen, sin que ninguno sea realmente muy poderoso. El otro candidato es negro, con un nombre fuera de lo común y de padre musulmán.
Lo desconcertante, que no critico sino que considero positivo, es que estos candidatos provenientes de minorías adaptadas al “sueño americano” lo representan adecuadamente.
Estados Unidos todavía no logra levantarse de la crisis. Se habla de una generación perdida debido al retroceso en bienestar. Por cuarto año consecutivo la mediana de ingresos de los hogares norteamericanos se redujo. Mediana es el que la mitad de la población se encuentra por arriba y la otra mitad por abajo. Ese nivel se redujo en un 8.9 por ciento de 1999 al 2011. Hoy en día se encuentra al nivel de 1995.
El salario mínimo norteamericano y los sueldos promedio de los trabajadores industriales son hoy en día muy inferiores, en términos reales, a los de hace cuarenta años. Se han perdido más de dos millones de empleos industriales y miles de empresas se han relocalizado, sobre todo en China, y otras miles han quebrado debido a las importaciones provenientes de este último país.
Últimamente ha surgido en la disputa electoral un tema de fondo; el de la posible reindustrialización de Norteamérica. Se habla de defender el empleo y la industria, sin que en realidad ninguno de los dos candidatos se atreva a hacer propuestas de fondo. Y la situación requiere cambios substanciales.
En un listado de países de acuerdo a su balanza de cuenta corriente resulta que China ocupa el primer lugar con un superávit de 280.6 miles de millones de dólares. Recordemos que este superávit se forma por exportar mucho más de lo que importa y por las ganancias de sus capitales en el exterior. Este país exporta, es decir presta, estos enormes capitales, sobre todo a los Estados Unidos.
Pero China no presta para que otros inviertan y produzcan, presta para que otros le compren y ella se convierta en la gran productora. Mediante este financiamiento al consumo de los más ricos y una estrategia de moneda muy barata ha logrado una dinámica de crecimiento acelerado que la convierte en potencia mundial. Sobre todo es importante que ha elevado notablemente el nivel de vida de su población.
Por otro lado Estados Unidos ocupa en la misma lista el lugar 192, el último, con un déficit en cuenta corriente de 600 mil millones de dólares al año. Este país se ha convertido en el gran importador del planeta, el gran receptor de capitales externos, sobre todo chinos, y de esta manera destruye su propio aparato industrial, el empleo interno y empobrece a su población.
¿Cuánto tiempo más puede prolongarse esta situación?
Cada uno de los dos candidatos presidenciales norteamericanos ha planteado alguna estrategia de contención del desequilibrio comercial con China.
Obama acaba de demandar a China ante la Organización Mundial del Comercio por subsidiar a su industria automotriz de exportación. Esto se suma a otra demanda relacionada con las tarifas de importación que China le impuso a los autos de origen norteamericano. Las batallas en torno al comercio automovilístico entre Estados Unidos y China llevan casi una década y estas nuevas demandas no parecen destinadas a lograr cambios substanciales ni rápidos.
China es una hábil negociante; las demandas pueden tardar años en resolverse y después ¿quién le quita lo bailado?
Romney acusa a Obama de mostrarse débil hacia China y Obama revira que el otro se ha beneficiado directamente, en su riqueza personal, de la reubicación de empresas de propiedad norteamericana en aquel país.
La estrategia que propone Romney es amenazar con promover ante su propio congreso que China sea formalmente considerada como una nación que manipula el valor de su moneda para mantenerla permanentemente devaluada. Se apoya en estudios oficiales que indican que la moneda china se encuentra subvaluada en un 25 por ciento. Otros estudios calculan la subvaluación del Yuan en un 40 por ciento.
Sin embargo el conflicto real, de fondo, no es externo sino que ocurre dentro de los mismos Estados Unidos. De un lado se encuentran los grandes beneficiarios de la situación actual que son el capital financiero, las grandes empresas que han relocalizado sus plantas en China para disminuir sus costos y ahora tienen grandes ganancias y los importadores en general.
Del otro lado se encuentra el aparato productivo que todavía logra sobrevivir dentro de Estados Unidos y sus trabajadores.
La lucha es entonces entre el capital financiero y los importadores que sostienen la bandera del libre comercio y libre mercado como los grandes dioses de la modernidad y del otro los trabajadores y empresarios productivos internos que no logran oponerse a la entrada de los capitales y mercaderías chinas. Eso sería tanto como controlar los flujos financieros y establecer un intercambio comercial administrado.
Agitar banderas, tener un gran poderío militar, creer en los valores del “sueño americano” pueden ser buenos pero no crean empleos o dan de comer. Es en el plano de las grandes definiciones de estrategia económica donde habrá de decidirse el bienestar de los norteamericanos. Y en mi opinión se acerca la hora de que se planteen el cambio de rumbo.
Esto es muy importante para nosotros los mexicanos porque nuestro propio modelo económico es una caricatura del norteamericano y nuestra clase política imita sus estrategias de atracción de capitales externos, venta o destrucción de empresas nacionales y apertura a las importaciones aunque tengamos un importante déficit comercial (sobre todo con China) y de cuenta corriente. Nuestros resultados son como los norteamericanos y no como los chinos. Ojalá y nuestros primos del norte cambien de rumbo y nos den el buen ejemplo.
¿Tropezón Laboral?
¿Tropezón Laboral?
Jorge Faljo
Las reformas estructurales están
más que cantadas. Para beneplácito de los poderes fácticos Enrique Peña Nieto se comprometió en su
campaña con grandes cambios en materia energética, hacendaria, de seguridad
social y laboral. En cada una de ellas el corazón de la propuesta es una
transformación de fondo que impactará el rumbo económico y social del país.
Llevarlas a cabo demandaría, en una sociedad democrática, de un análisis
cuidadoso, sopesar alternativas y sobre todo construir un amplio consenso.
Recordemos el elemento fundamental
de cada reforma: en la energética hablamos de la venta de Pemex (con nombre
maquillado); en la hacendaria de la elevación del IVA; en la de seguridad social
de la eliminación de “privilegios” sindicales y la minimización de derechos con
el pretexto de la universalización de los mismos y en la laboral se trata de
abaratar el costo de la mano de obra, en particular de los despidos.
Estas reformas, largamente
acariciadas por el gobierno de Felipe
Calderón obtuvieron el apoyo del presidente entrante; lo que mucho
contribuye a hablar de una transición tersa que al mismo tiempo se planteó una
rápida instrumentación de estos cambios. Tan buen acuerdo que el gobierno
saliente presentó la reforma más problemática, la laboral, como si fuera propia
siendo que en realidad es una promesa de campaña del gobierno entrante.
Para facilitarle el camino hace
apenas unas semanas se cambió el artículo 71 constitucional para crear el
derecho presidencial a enviar hasta dos
iniciativas de ley para “trámite preferente” en la apertura de cada periodo
ordinario de sesiones del Congreso. Estas iniciativas preferentes deberán ser
discutidas y votadas por la cámara original (diputados o senadores) en un plazo
máximo de treinta días naturales y en caso de ser aprobado o modificado el
decreto pasará de inmediato a la otra cámara para también ser discutido y
votado en otros treinta días naturales.
El presidente Calderón envió el
primero de septiembre una iniciativa de reforma laboral bajo este mecanismo
preferente que obliga a los diputados, que apenas están estrenando silla, a
tomar una decisión inmediata. Aprobar, reformar o rechazar una iniciativa de la
mayor importancia al fin de este mes como plazo improrrogable. Dada la alianza
PRI – PAN – PVEM en torno a este tema todo parecía súper planchado. Lo
previsible era que pese a las propuestas de los sindicatos independientes y la
izquierda la gran reforma estructural pasaría sin problema.
Sin embargo, de donde no se
esperaba ha surgido un obstáculo. Resulta que los 36 sindicatos que integran el
Congreso del Trabajo, incluyendo a la Confederación de Trabajadores de México, los
Petroleros y al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación pidieron al
presidente electo no respaldar la iniciativa de reforma laboral “propuesta por
Felipe Calderón”. Bien por las formas políticas. No están contra su líder, pero
si, según ellos, contra una iniciativa de Calderón basada en las viejas
propuestas del ex secretario del trabajo Javier Lozano.
Resulta que el sindicalismo
corporativo afín al nuevo régimen rechaza el procedimiento apresurado, propone
una revisión de fondo de la propuesta durante la actual legislatura y en la
práctica se alinea, sin proponérselo, con organizaciones independientes de
trabajadores. Tales como la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación, el Frente Sindical Mexicano, la Federación de Trabajadores del
Distrito federal y la Alianza de Trabajadores de la Salud entre otros. Estos últimos
ya habían informado que seguirían una estrategia de marchas en contra de la
iniciativa. Lo que coloca al sindicalismo corporativo en una situación compleja:
¿se sumarán a las marchas?
Cabe recordar que hace década y
media las marchas sindicales, populares y campesinas de las organizaciones
priistas eran todavía impresionantes. Pero hace años que estas organizaciones
se desmoronan y ya no salen a la calle, tal vez para que sus afiliados no se
contaminen.
Dentro de la Cámara de diputados ya
se resolvió, tras un poco de jaloneo, que será uno de los dirigentes de la CTM,
el diputado Carlos Aceves del Olmo quien presida la Comisión de Trabajo y
Previsión Social en la Cámara de Diputados. Es decir la comisión encargada de
analizar la iniciativa preferente en materia laboral.
La situación es complicada. Para
empezar ya transcurrió la mitad del plazo de 30 días que establece la ley para
votar la iniciativa. Lo cual dice mucho sobre lo inadecuado de la reforma
constitucional que pretende obligar a una nueva legislatura a tomar decisiones
sobre las rodillas.
Ello revela una extraña
ingenuidad política, o cierta perversidad. En la primera opción parecería que
no se pensó en la necesidad de dialogar con los dirigentes sindicales amigos (táchese
amigos y póngase aliados, como dijo EPN). La ausencia de dialogo es tal que Joaquín
Gamboa Pascoe, el más importante líder obrero se pregunta si acaso los creen
pendejos. La pregunta no es para menos; el régimen anterior se encargó de
destruir los bastiones más importantes de la oposición sindical, entre ellos
los mineros y los electricistas. Ahora se pide a los sindicalistas “leales” que
se suiciden sin hacer ruido.
En la perspectiva de la perversidad
podría decirse que algunos piensan que lo mejor para aprobar una reforma de
fondo es pasarla de noche, cuando todos están distraídos, con premura y sin
reflexión. No es esto lo apropiado en una democracia.
Ahora lo que queda es avanzar a
marchas forzadas en una ruta que obligará a la confrontación pues la ley no da
tiempo para el diálogo constructivo. Cualquiera que sea el resultado, el
gobierno de Peña Nieto, su congreso, habrá de iniciar probando que es capaz de
dar los resultados ofrecidos y sacando adelante una gran reforma estructural, o
fallando en su primera encomienda. También se ve obligado a definir de
inmediato cuáles son sus más importantes aliados: los poderes fácticos o las
viejas bases del sindicalismo priista.
Es una definición que habría
preferido posponer. Se pueden salvar las formas políticas fingiendo, si no se
aprueba, que esta no era la reforma de Peña Nieto. Pero en el fondo sus aliados
le han enviado un mensaje importante; que para gobernar conviene consultar.
La economía mundial
La
economía mundial
Jorge Faljo
La Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha publicado “Situación y Perspectivas de la Economía Mundial, 2012.” Es un documento cuyo carácter oficial le impone un tono mesurado y un contenido sustentado en la mayor objetividad. No obstante no oculta la preocupación por la situación planetaria y su evolución previsible.
En México nos encontramos en
la transición entre una administración pública federal y la siguiente. Es un
momento particularmente propicio para toma de decisiones audaces y de ser
posible, concertadas. El gobernante que se va, y el que llega, han hecho saber
que desean una transición “tersa”. Pero interpreto que eso es deseable tan solo
en el ámbito de la apariencia política y no en cuanto a la definición de
políticas públicas. En ese contexto más amplio creo que la nación espera
cambios de rumbo, incluso virajes bruscos, que nos ubiquen en otra perspectiva
de crecimiento económico, de generación de empleos, de equidad y justicia
social, de seguridad pública y, en general de bienestar.
México
se encuentra muy abierto a la economía mundial y eso lo hace vulnerable a los
cambios del entorno; lo que obliga precisamente a estar muy atentos a lo que
ocurre a nuestro alrededor. Así que a continuación expongo la visión de las
Naciones Unidas sobre la economía mundial en su propio lenguaje que es muy
directo, sin rodeos ni maquillajes.
La economía mundial se
encuentra al borde de otra crisis importante. El crecimiento de la producción
se ha desacelerado considerablemente durante el año 2011 y para los años 2012 y
2013 se prevé que el crecimiento será anémico.
Las medidas de austeridad fiscal
que se han adoptado (en Europa) tenderán a debilitar aún más el crecimiento y
las perspectivas de empleo, haciendo el ajuste fiscal y la reparación de los
balances del sector financiero aún más difícil. La economía de Estados Unidos
también padece de tasas de desempleo altas y persistentes, del tambaleo de la
confianza de los consumidores y de las expectativas empresariales, así como de
la continua fragilidad del sector financiero.
La Unión Europea (UE) y
Estados Unidos de América equivalen a las dos economías más grandes del mundo, y
están intrínsecamente entrelazadas. Sus problemas se pueden transmitir
fácilmente de una a otra y dar lugar a otra recesión mundial.
Por tanto, en un escenario pesimista
el crecimiento del PBM (Producto Bruto Mundial) se desaceleraría a 0,5 por
ciento en 2012, lo que implica una caída de la renta media global per cápita.
Resultados más benignos centrados en el empleo y el crecimiento sostenible
requerirían acciones más contundentes y concertadas a nivel internacional de
las que se contemplan actualmente.
Las economías desarrolladas se
encuentran al borde de una espiral descendente impulsada por cuatro factores de
debilidad que se refuerzan mutuamente: crisis de deuda pública, sectores
bancarios frágiles, débil demanda agregada (asociada con altas tasas de desempleo)
y parálisis política causada por entramados políticos y deficiencias
institucionales.
Estas debilidades son ya un hecho,
pero un mayor deterioro en una de ellas podría desencadenar un círculo vicioso
que conduzca a una grave turbulencia financiera y una recesión económica. Esto
también podría afectar seriamente a los mercados emergentes y otros países en
desarrollo a través de canales comerciales y financieros.
Es entonces probable que las economías
en desarrollo y las economías en transición sufran un choque significativo. El
impacto variará dependiendo de sus vínculos económicos y financieros con las
principales economías desarrolladas, que difieren de país en país.
La apreciación cambiaria representa un
desafío para muchos países en desarrollo y algunos países europeos, reduciendo
la competitividad de sus sectores exportadores. Monedas más fuertes pueden
contribuir, por el lado de las importaciones, a reducir la inflación, pero esta
ventaja bien podría ser más que neutralizada por el aumento de costos sociales ocasionados
por tasas de desempleo más altas.
Mientras tanto, en muchos países en
desarrollo la preocupación política de corto plazo será la de evitar que las
alzas de precios y volatilidad de los alimentos y otros productos básicos, así
como la inestabilidad del tipo de cambio, lleguen a socavar el crecimiento y
pongan a dichas economías a merced de nuevos ciclos de auge y caída. Para mitigar
el impacto de escaladas y volatilidad de precios y de flujos de capital, dichos
países tendrán que asegurarse que sus políticas macroeconómicas sean
anticíclicas e inscritas en un marco transparente de gestión de fondos de
estabilización fiscal y de mayor regulación financiera, orientadas a la
prudencia macroeconómica.
Resalto lo que me parece
central: es previsible un muy bajo crecimiento económico mundial que implique
reducción de los ingresos de la mayoría de la población. Podría generarse una
espiral negativa de decrecimiento económico, del empleo, del ingreso y de
fragilidad financiera que conduzca a graves turbulencias. Estas podrían afectar
seriamente a los países en desarrollo dependiendo de sus vínculos económicos
con las economías desarrolladas. Se requiere prevenir la volatilidad de
alimentos y productos básicos, políticas macroeconómicas anticiclicas y mayor
regulación financiera.
El mensaje y el tono
empleados son preocupantes, incluso brutales y las referencias a economías en
desarrollo parecen hechas a la medida de México. La nueva administración debe
actuar con extrema prudencia preventiva de los riesgos señalados. Debe ser
prioritaria la autosuficiencia alimentaria y el fortalecimiento del mercado
interno. Esto último significa en particular establecer políticas de incremento
de las capacidades de demanda de la población asociadas a políticas de
fortalecimiento de la producción interna.
Por una paridad competitiva, ya.
Por
una paridad competitiva, ya
Jorge Faljo
En 1994 Zedillo le pidió a Salinas que hiciera una devaluación preventiva dado que la situación financiera era insostenible. El presidente anterior entregaba lo que en apariencia era un país exitoso. Pero había un esqueleto en el closet; el país era adicto a la entrada de capitales externos que eran los que sostenían un peso excesivamente caro que dificultaba exportar y nos hacía grandes importadores.
Salinas se negó a la petición
pues pretendía “pasar a la historia” En lugar de una devaluación oportuna y
controlada se pusieron las reservas internacionales a la libre disposición de
los capitales en fuga hasta agotarlas. Luego llegó lo inevitable, la
devaluación catastrófica.
Hoy Calderón entrega un país
en un callejón sin salida. La estrategia de peso caro y bajos salarios ha
llevado a la desindustrialización y ha deteriorado a la pequeña y mediana
producción urbana y rural. El desempleo es muy grave y se ha cerrado el escape
hacia el norte. La población se ha empobrecido y millones carecen de lo más
indispensable. El país se desangra en guerras fratricidas por el control de
derechos de piso y donde la legalidad se vende al mejor postor.
En el closet financiero se
oculta un esqueleto; tenemos una economía adicta a la entrada de capitales
externos para sostener un peso caro y unas finanzas cada vez más frágiles.
Si las reservas
internacionales, del orden de los 161 mil millones de dólares –mmd-, estuvieran
constituidas con superávit comercial (excedentes de exportación) diría que son
muestra de salud económica y financiera. No es así. Del 2000 a la fecha año con
año hemos importado más de lo que exportamos, con todo y petróleo; año con año tenemos
un déficit en la cuenta corriente a pesar de las remesas de los trabajadores
mexicanos en el exterior.
Estamos inundados de
importaciones mientras nuestra industria cierra sus puertas y los mexicanos
pierden sus empleos. Lo que se explica por la abundancia de dólares baratos que
nos llegan no por la venta de productos, sino por la venta de empresas y la
llegada de capitales especulativos a este paraíso fiscal.
En el 2001, según cifras del
último informe del Banco de México, entraron al país casi 45 mmd de inversión
extranjera, en el 2010 otros 44 mmd. En los cinco primeros años del sexenio
llegaron 180 mmd de capital extranjero de los que se tomaron 60 mmd para las
reservas.
Aquí, a diferencia de otros
países, las reservas se conforman con los dólares por haber vendido los bancos,
la siderurgia, las cerveceras y tequileras, el aparato distributivo y por las
entradas de capital especulativo.
Pero la crisis financiera
mundial empieza a enviar señales de reversión de las tendencias. Hay claras
señales de desinversión de empresas españolas en México. Además no parece tan
sencilla la renegociación del “blindaje financiero”; es decir la línea de
crédito flexible que se tiene contratada con el FMI… hasta el final de este
sexenio.
La situación es frágil en lo
económico, lo social, lo político y, digan lo que digan, lo financiero. Urge cortar
de tajo la adicción a los capitales internacionales y hacer lo necesario para
obtener un superávit comercial y de cuenta corriente por la vía de la
competitividad cambiaria. Ello implicaría un cambio de estrategia sustentado en
la reactivación de capacidades subutilizadas y la substitución de
importaciones.
Hay que convertirnos en una
economía exportadora de productos y no de venta de patrimonio y esto solo es
posible sobre la reconquista, en primer lugar, del mercado interno con
producción nacional.
El experimento globalizador
falló estrepitosamente; ahora hay que comerciar intensamente pero privilegiando
el interés nacional por el uso eficiente de las capacidades internas, la
generación de empleos y el fortalecimiento del mercado interno.
Una devaluación administrada
cuando hay reservas a las que pueden asignarse fines estratégicos
(importaciones alimentarias y de insumos productivos indispensables) será menos
traumática que otra catastrófica.
El nuevo gobierno recibe
como estafeta un hierro al rojo vivo y no le conviene cargar con la
responsabilidad de una futura, pero no lejana, crisis financiera, cambiaria, productiva,
social y, también política. Su interés y la responsabilidad de la actual
administración es sanear la relación con el exterior ubicándonos en una paridad
competitiva y sostenible sin requerimientos de capital externo.
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