Faljoritmo
Jorge Faljo
La impresión que deja el año 2015 es que se han clarificado imperativos de cambio que sacuden los más diversos frentes. En algunos casos lo que existe ha dejado de funcionar; en otros resulta que sus costos, a veces en forma de los daños que provoca, son demasiado altos.
Las exigencias de cambio proliferan pero no hay claridad en cuanto a cuál debe ser el rumbo de las transformaciones, y la manera y el ritmo al que debe instrumentarse. La humanidad está perdida, no porque no haya remedios, estos existen; sino en el sentido más literal de no tener claro el rumbo para salir de nuestros laberintos. A manera de recuento de fin de año trataré de señalar algunos de los retos, podría llamarles crisis, más importantes a resolver.
Primero la economía. Desde los orígenes de la llamada globalización esta se aprovechó de los notables avances tecnológicos para elevar de manera unilateral las ganancias; es decir sin asociar los fuertes incrementos de productividad a mejoras salariales y de bienestar de la mayoría. En lugar de ello se los países industriales impusieron como panacea la producción para el mercado mundial; es decir para las elites de todo el mundo.
Esto fue posible mediante la creación de demanda basada en préstamos a las clases medias, a los gobiernos de todos los países y en transferencias de capitales (supuestas contribuciones al desarrollo) a los países del tercer mundo. Se logró crear una demanda crediticia, controlada desde el poder financiero y que substituyó a las alzas salariales, y al pago justo a los productores de materias primas. También se redujo el pago efectivo de impuestos a los gobiernos y se les atacó en su papel de agentes de la redistribución del ingreso, la equidad social y el impulso productivo.
Se nos expropió el mercado, un instrumento social y económico fundamental, que pasó a ser dominio exclusivo de las grandes corporaciones económicas.
Pero los mecanismos de generación de demanda crediticia se han agotado y la falta de capacidades de compra que sean sólidas, efectivas, de los trabajadores, los gobiernos y la población en general, se ha convertido en un grave impedimento a la comercialización de la producción.
El mundo se ubica ante dos opciones extremas. Una es que la escasez de demanda se agrave y se acelere la destrucción de empleos y empresas y empleos, sobre todo las del tercer mundo, las pequeñas y medianas, las que están en manos de la población en general y no las de las grandes corporaciones. La alternativa es reconquistar el control social del mercado para revertir la destrucción de la producción popular y, por el contrario alentarla como base de un mejoramiento del bienestar generalizado.
Un segundo gran reto es el del cambio climático. Debemos reducir aceleradamente la extracción de carbono del subsuelo, es decir petróleo, gas natural y carbón mineral, para quemarlo y soltarlo en la atmosfera. Sin embargo el crecimiento industrial y el uso del automóvil particular se han basado en el uso de energéticos altamente contaminantes. La transición a formas de energía renovables no será sencilla; habrá que recurrir a la expansión de las plantas nucleares con sus propios y graves riesgos. Pero también será imposible dejar de cuestionar los actuales medios de transporte; tanto el automóvil, como el hecho de producir bienes y servicios que requieren ser trasladados a millares de kilómetros para su consumo.
La solución de fondo requerirá el rediseño de las ciudades y de la redistribución de la producción para crear niveles de autosuficiencia escalonados. Tratar de producir en cada localidad, región y país lo más posible y encarecer el transporte de mediana y larga distancia con impuestos a la liberación de carbono.
Un tercer gran reto merece estar en esta lista: el migratorio, cuyos orígenes son múltiples. La globalización borró las fronteras nacionales, propició que los bienes de los grandes corporativos se apoderaran de todos los mercados nacionales y destruyó gran parte de la producción local y regional. La producción popular ha sido declarada no competitiva y cualquier intento de protegerá se considera una severa transgresión a un mercado cuyas reglas son dictadas por los grandes corporativos.
El cambio climático está generando la alteración de los medios de vida de millones que se ven obligados a emigrar de las zonas costeras salinizadas en Bangla Desh, de regiones en proceso de desertificación, calentamiento o enfriamiento persistentes y de otros desastres.
Las exigencias de cambio se lograron expresar en numerosos países como movimientos políticos novedosos; por ejemplo la “primavera árabe” como un movimiento democratizador y anti neoliberal que se extendió por numerosos países. Numerosas fuerzas económicas y políticas se aliaron para cerrarle espacios y salidas transformadoras. El lamentable fracaso de los movimientos democratizadores, laicos y constructores de ciudadanía es un antecedente que no se puede desligar del nacimiento de movimientos desesperados abanderados por interpretaciones religiosas obtusas, violentas y extremas.
Podría plantearse una interpretación alternativa a la de la rebelión islámica. Tal vez nos encontremos con una islamización de la rebelión. Es decir que no se trata de que el Islam provoque violencia extrema; sino de que la rebelión ante lo insufrible fracaso en sus expresiones cívicas moderadas y no encontró otra salida que la de justificarse y organizarse y como extremismo religioso.
Sea como refugiados económicos, ambientales y/o políticos, religiosos y culturales, el caso es que millones de seres humanos han sido desplazados y orillados a formas de vida más precarias, menos autosuficientes, menos productivas y definitivamente miserables. El millón de refugiados que llegó a Europa este año 2015 no es sino la punta del iceberg de los muchos millones más que no han tenido los medios, la suerte o el propósito de llegar hasta el primer mundo.
No se trata de solucionar el problema ético de Europa; sería un planteamiento pequeño y hasta hipócrita. La solución de fondo es rehabilitar las posibilidades de vida, de producción y de autosuficiencia de docenas, tal vez cientos de millones en sus viejos, o nuevos, espacios de vida.
El asunto no es solo de inversión y tecnología, sino sobre todo de rediseño de mercados que permita la producción de los empobrecidos. Lo mismo en el medio oriente que en el campo mexicano.
Este 2015 ha empezado a cerrar dramáticamente las posibilidades de continuar con: un modelo de mercado basado en el endeudamiento de la mayoría y la producción de muy pocos; de un modelo industrial y de transporte altamente contaminante; de un modelo político que no escucha las demandas ciudadanas y hace proliferar el extremismo; de un modelo social de inequidad extrema; de gobiernos de utilería, que no conducen la economía, no alientan la producción y no están comprometidos con la equidad y el bienestar.
Seguir con lo conocido se torna imposible. Espero que el 2016 nos brinde mayor claridad en cuáles son las rutas para que las transformaciones inevitables se hagan de manera participativa y pacífica.
Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
miércoles, 30 de diciembre de 2015
domingo, 20 de diciembre de 2015
Clima: el principio de un gran cambio
Faljoritmo
Jorge Faljo
Para los participantes oficiales la Conferencia sobre Cambio Climático en París (COP21) fue un gran éxito. Nada menos que 196 países lograron llegar a un acuerdo por consenso, es decir que finalmente nadie se opuso al texto definitivo que será obligatorio a partir del año 2020, si es que más de 55 países, que sumen más del 55 por ciento de las emisiones que crean un efecto invernadero en el planeta lo ratifican en sus respectivos congresos.
Durante millones de años la vegetación, desde plantas unicelulares a grandes árboles, absorbió grandes cantidades de dióxido de carbono (co2) que se convirtió en parte de la masa vegetal y, por su intermediación, de los cuerpos de todos animales. Al morir estos seres el co2 pasó a formar parte de la tierra y en algunos puntos se concentró en forma de carbón, petróleo y gas subterráneo. De este modo los seres vivos en constante expansión cambiaron la composición atmosférica y con ella el clima del planeta.
Este proceso de millones de años ha sido alterado por el ser humano en relativamente muy poco tiempo; desde la revolución industrial y en particular a partir de la invención y expansión del automóvil. La extracción de carbón y petróleo para quemarlos como fuentes de energía libera el dióxido de carbono en la atmosfera y crea un efecto invernadero, es decir que provoca el calentamiento de todo el planeta. Entre sus efectos está el deshielo masivo que eleva el nivel de los mares; catástrofes climáticas de creciente importancia y un ambiente menos favorable a la vida de multitud de especies, incluida la humana.
Del año 1750 a la fecha se calcula que la concentración de co2 se ha elevado en un cuarenta por ciento. A la naturaleza le tomó millones de años “enterrar” una substancia que el hombre devuelve a la atmosfera en apenas 250 años. En competencia con las bombas nucleares, este es tal vez el mayor riesgo de suicidio masivo de la humanidad hoy en día.
La Conferencia de París fue un éxito porque por vez primera no hay país de importancia que niegue la magnitud del problema y porque entre todos se ha fijado el compromiso de no permitir que el calentamiento global supere los dos grados centígrados. Esto es mucho más de lo que se había logrado en las 20 conferencias anteriores.
El acuerdo implica reducir el uso del carbono como fuente de energía hasta llegar a un total de cero emisiones para el año 2050. Una meta enormemente ambiciosa porque implica una alteración radical de las formas de energía que empleamos, y de la manera en que vivimos y producimos, en el curso de una generación que ya nació.
Sin embargo para muchas organizaciones y expertos en el tema la Conferencia de París fue un fracaso. No la miden por lo que se avanzó; sino por lo mucho que falta por hacer. Y en este sentido el paso es muy pequeño y frágil.
Una dificultad histórica ha sido que los países que más co2 emiten son los de mayor nivel de vida, los más poderosos y los que se encuentran mejor representados en este tipo de eventos. El acuerdo fue posible porque en esta ocasión lo impulsaron los dos mayores contaminadores del planeta, China y los Estados Unidos, con el apoyo de Europa. Se acordó que el esfuerzo debería ser de todos, ricos y pobres y los más industrializados aceptaron su responsabilidad histórica y acordaron apoyar económicamente a los más pobres para la transformación requerida.
Pero el acuerdo es débil porque cada país fijó de manera voluntaria sus propias metas nacionales. Por ejemplo el país con metas más ambiciosas, con una propuesta de reducción de 73% de sus emisiones para el año 2030 fue Dominica, una pequeña isla del Caribe cuya emisión per cápita es de solo 3.2 toneladas de carbono al año. En el otro extremo, Qatar, el país de mayores emisiones per cápita con 72.1 toneladas anuales se comprometió a incrementar en solo 2% sus emisiones en el mismo periodo.
Además los acuerdos se hacen efectivos a partir del 2020 y en muchos casos su aprobación no será fácil. Ejemplo de ello son los Estados Unidos donde existe un amplio núcleo de población asociada al fundamentalismo cristiano que incluso niega el cambio climático. Será difícil que los Estados Unidos, una democracia del dinero (lo dijo el expresidente Carter), ratifique el acuerdo sobre todo si el próximo presidente es republicano. Es en cambio más creíble que China, que ha logrado grandes transformaciones bajo una economía dirigida por un estado autoritario, pueda hacer cambios substanciales.
Los países ricos se han comprometido a una transferencia financiera de 100 mil millones de dólares para apoyar a los países pobres en el cumplimiento de sus metas. Esto me parece arriesgado porque en el pasado este tipo de “ayudas” lo que han hecho es exigir la apertura de las economías a la compra de bienes industriales al mismo tiempo que destruyen formas de producción tradicionales basadas en mano de obra intensiva, energía animal y recursos renovables.
Lo importante no es la supuesta ayuda, sino garantizar que los menos contaminantes puedan seguir viviendo mediante prácticas y costumbres de menor impacto ambiental que las de, por ejemplo la agricultura extensiva altamente tecnificada, el consumo suntuario y/o generador de altos desperdicios plásticos, el uso masivo del automóvil en lugar de un buen transporte público y más. Las formas históricas de conquista de los mercados de los países en desarrollo y la alteración de sus formas de vida y de consumo tendrían que ser substituidas por el apoyo a formas de vida digna no derrochadoras y capaces de un alto nivel de autosuficiencia.
Por lo pronto la COP21 ha fortalecido lo que pueden ser embriones de importantes transformaciones futuras. Cientos de fondos de inversión de ciudades medias, de organizaciones sociales y de grupos ciudadanos en general han decidido des – invertir en empresas asociadas a la extracción de carbón, petróleo y gas.
En Estados Unidos se denuncia que las grandes compañías petroleras le han mentido sistemáticamente al público sobre el efecto invernadero de su producción a pesar de que ya contaban con investigaciones contundentes. De este modo se preparan acciones legales similares a las que se emprendieron contra las empresas tabacaleras por mentir sobre los efectos del tabaco; lo que a la postre les resultó sumamente costoso. Las industrias del carbón, petróleo y gas, e incluso otras como la del automóvil, tendrán que prestar atención o afrontar graves riesgos financieros.
La COP21 expresó un nuevo consenso mundial sobre un riesgo catastrófico para la humanidad. Es imperativo el cambio de modelo industrial y económico en general. Pero, ¿prevalecerá el interés de todos o los intereses parciales de cada uno?
Jorge Faljo
Para los participantes oficiales la Conferencia sobre Cambio Climático en París (COP21) fue un gran éxito. Nada menos que 196 países lograron llegar a un acuerdo por consenso, es decir que finalmente nadie se opuso al texto definitivo que será obligatorio a partir del año 2020, si es que más de 55 países, que sumen más del 55 por ciento de las emisiones que crean un efecto invernadero en el planeta lo ratifican en sus respectivos congresos.
Durante millones de años la vegetación, desde plantas unicelulares a grandes árboles, absorbió grandes cantidades de dióxido de carbono (co2) que se convirtió en parte de la masa vegetal y, por su intermediación, de los cuerpos de todos animales. Al morir estos seres el co2 pasó a formar parte de la tierra y en algunos puntos se concentró en forma de carbón, petróleo y gas subterráneo. De este modo los seres vivos en constante expansión cambiaron la composición atmosférica y con ella el clima del planeta.
Este proceso de millones de años ha sido alterado por el ser humano en relativamente muy poco tiempo; desde la revolución industrial y en particular a partir de la invención y expansión del automóvil. La extracción de carbón y petróleo para quemarlos como fuentes de energía libera el dióxido de carbono en la atmosfera y crea un efecto invernadero, es decir que provoca el calentamiento de todo el planeta. Entre sus efectos está el deshielo masivo que eleva el nivel de los mares; catástrofes climáticas de creciente importancia y un ambiente menos favorable a la vida de multitud de especies, incluida la humana.
Del año 1750 a la fecha se calcula que la concentración de co2 se ha elevado en un cuarenta por ciento. A la naturaleza le tomó millones de años “enterrar” una substancia que el hombre devuelve a la atmosfera en apenas 250 años. En competencia con las bombas nucleares, este es tal vez el mayor riesgo de suicidio masivo de la humanidad hoy en día.
La Conferencia de París fue un éxito porque por vez primera no hay país de importancia que niegue la magnitud del problema y porque entre todos se ha fijado el compromiso de no permitir que el calentamiento global supere los dos grados centígrados. Esto es mucho más de lo que se había logrado en las 20 conferencias anteriores.
El acuerdo implica reducir el uso del carbono como fuente de energía hasta llegar a un total de cero emisiones para el año 2050. Una meta enormemente ambiciosa porque implica una alteración radical de las formas de energía que empleamos, y de la manera en que vivimos y producimos, en el curso de una generación que ya nació.
Sin embargo para muchas organizaciones y expertos en el tema la Conferencia de París fue un fracaso. No la miden por lo que se avanzó; sino por lo mucho que falta por hacer. Y en este sentido el paso es muy pequeño y frágil.
Una dificultad histórica ha sido que los países que más co2 emiten son los de mayor nivel de vida, los más poderosos y los que se encuentran mejor representados en este tipo de eventos. El acuerdo fue posible porque en esta ocasión lo impulsaron los dos mayores contaminadores del planeta, China y los Estados Unidos, con el apoyo de Europa. Se acordó que el esfuerzo debería ser de todos, ricos y pobres y los más industrializados aceptaron su responsabilidad histórica y acordaron apoyar económicamente a los más pobres para la transformación requerida.
Pero el acuerdo es débil porque cada país fijó de manera voluntaria sus propias metas nacionales. Por ejemplo el país con metas más ambiciosas, con una propuesta de reducción de 73% de sus emisiones para el año 2030 fue Dominica, una pequeña isla del Caribe cuya emisión per cápita es de solo 3.2 toneladas de carbono al año. En el otro extremo, Qatar, el país de mayores emisiones per cápita con 72.1 toneladas anuales se comprometió a incrementar en solo 2% sus emisiones en el mismo periodo.
Además los acuerdos se hacen efectivos a partir del 2020 y en muchos casos su aprobación no será fácil. Ejemplo de ello son los Estados Unidos donde existe un amplio núcleo de población asociada al fundamentalismo cristiano que incluso niega el cambio climático. Será difícil que los Estados Unidos, una democracia del dinero (lo dijo el expresidente Carter), ratifique el acuerdo sobre todo si el próximo presidente es republicano. Es en cambio más creíble que China, que ha logrado grandes transformaciones bajo una economía dirigida por un estado autoritario, pueda hacer cambios substanciales.
Los países ricos se han comprometido a una transferencia financiera de 100 mil millones de dólares para apoyar a los países pobres en el cumplimiento de sus metas. Esto me parece arriesgado porque en el pasado este tipo de “ayudas” lo que han hecho es exigir la apertura de las economías a la compra de bienes industriales al mismo tiempo que destruyen formas de producción tradicionales basadas en mano de obra intensiva, energía animal y recursos renovables.
Lo importante no es la supuesta ayuda, sino garantizar que los menos contaminantes puedan seguir viviendo mediante prácticas y costumbres de menor impacto ambiental que las de, por ejemplo la agricultura extensiva altamente tecnificada, el consumo suntuario y/o generador de altos desperdicios plásticos, el uso masivo del automóvil en lugar de un buen transporte público y más. Las formas históricas de conquista de los mercados de los países en desarrollo y la alteración de sus formas de vida y de consumo tendrían que ser substituidas por el apoyo a formas de vida digna no derrochadoras y capaces de un alto nivel de autosuficiencia.
Por lo pronto la COP21 ha fortalecido lo que pueden ser embriones de importantes transformaciones futuras. Cientos de fondos de inversión de ciudades medias, de organizaciones sociales y de grupos ciudadanos en general han decidido des – invertir en empresas asociadas a la extracción de carbón, petróleo y gas.
En Estados Unidos se denuncia que las grandes compañías petroleras le han mentido sistemáticamente al público sobre el efecto invernadero de su producción a pesar de que ya contaban con investigaciones contundentes. De este modo se preparan acciones legales similares a las que se emprendieron contra las empresas tabacaleras por mentir sobre los efectos del tabaco; lo que a la postre les resultó sumamente costoso. Las industrias del carbón, petróleo y gas, e incluso otras como la del automóvil, tendrán que prestar atención o afrontar graves riesgos financieros.
La COP21 expresó un nuevo consenso mundial sobre un riesgo catastrófico para la humanidad. Es imperativo el cambio de modelo industrial y económico en general. Pero, ¿prevalecerá el interés de todos o los intereses parciales de cada uno?
El alza de la tasa de interés
Faljoritmo
Jorge Faljo
Finalmente, después de anunciarlo largamente y posponerlo repetidamente, el Sistema de la Reserva Federal norteamericana (la “Fed”, como se le conoce usualmente) elevó su tasa de interés de referencia del 0.25 al 0.5 por ciento. Es el primer paso de lo que anunció como el inicio del regreso a la normalidad después de siete años de una tasa cercana a cero. Para ello, ha dicho, se instrumentará un incremento gradual y cuidadoso de la tasa de interés básica que pagan los bancos de mayor tamaño y solidez crediticia.
Mover este referente impacta a las tasas de todo tipo de préstamos, desde los de los particulares de tipo hipotecario y en tarjetas de crédito, hasta los que paga el gobierno. Puede también provocar movimientos de capitales, incluso internacionales y con ello incidir en la paridad cambiaria del dólar y del resto de las monedas.
La Fed redujo substancialmente esta tasa desde niveles del cinco por ciento en 2007 a los muy bajos que perduran hasta la fecha. La medida respondió a una severa crisis de la economía real (producción y empleo) y financiera que estalló en el 2008 debido a que un gran número de deudores hipotecarios no podían pagar los préstamos recibidos; sus casas se revendieron a precios castigados lo que bajó los precios de las propiedades en el mercado y muchos más se encontraron con que debían mucho más de lo que valía la casa que estaban pagando. Bajar las tasas de interés fue una manera de ayudar a la población a seguir consumiendo y/o a reducir sus deudas.
Para lograr bajar las tasas de interés la Fed generó fuertes cantidades de dólares, hasta 85 mil millones de dólares al mes, con los cuales compró deuda tóxica, de difícil cobro, en poder de los fondos de inversión. Esto fue un enorme apoyo a los inversionistas financieros que elevaron fuertemente sus ganancias a pesar del mal funcionamiento de la economía real. Buena parte de la abundancia de capitales, disponibles a muy bajo interés, se “derramó” hacia otros países donde compraron grandes empresas o invirtieron en prestarle a gobiernos y empresas privadas. De este modo la abundancia de dólares llegó a otros países que elevaron sus importaciones.
La estrategia fue efectiva en la contención de la crisis financiera y de la economía real norteamericana e incluso en otros países la entrada de dólares, y de importaciones, generó una apariencia de abundancia para las clases altas y medias. Aunque el incremento de las importaciones así abaratadas siguieron destruyendo empresas de los países periféricos (México, América Latina, países en desarrollo).
Sin embargo de manera creciente los grandes inversionistas financieros, representados por los bancos, reclaman un mayor pago de intereses. La Fed pospuso esta decisión debido a que la recuperación económica norteamericana no era suficientemente fuerte y en particular el nivel de desempleo seguía siendo alto.
Hay que subrayar que el banco central norteamericano tiene como mandatos institucionales conseguir el mayor nivel de empleo y de crecimiento económico posibles; objetivos que no tiene el banco central en México, orientado tan solo a preservar el valor del capital financiero.
En las últimas semanas algunas buenas noticias sobre el crecimiento de la economía norteamericana, incluyendo sobre todo alguna baja en el desempleo (a niveles cercanos al cinco por ciento), decidió a la Fed a elevar la tasa de interés. Solo que lo debe hacer con gran cautela para evitar una reversión negativa del comportamiento económico. Algunas cosas la ayudan, por ejemplo la baja importante del precio de las gasolinas y otros energéticos en los Estados Unidos han apoyado el desendeudamiento de los hogares y compensan, para la mayoría, una modesta elevación de los intereses que deben pagar. Lo que permite indirectamente subir las ganancias del capital financiero.
Por otro lado la Fed también cuida el impacto internacional. No le conviene el regreso en tropel de los capitales que salieron al exterior porque eso fortalecería al dólar, es decir que devaluaría a otras monedas y haría que sus exportaciones fueran menos competitivas. Mucho menos le conviene una crisis de pagos externa, de gobiernos o sectores privados (empresas muy endeudadas), que también reduzca sus exportaciones y su nivel de empleo. Así que esta elevación es como meter el pie en la alberca para ver qué tan fría está el agua.
Sin embargo esa cautela empequeñece frente a la que deben tener economías como la mexicana cuya “solidez financiera” está más que en duda. De hecho desde hace un par de años el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens y el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, venían advirtiendo sobre lo inevitable de una reversión abrupta de flujos de capital cuyo efecto sería la devaluación del peso.
Cierto que el peso se ha devaluado en el último año; pero ahora que llegó el momento crítico del incremento de la tasa de interés la reversión y la devaluación anunciadas y temidas no ocurrieron. No me excluyo de la predicción fallida; también las esperaba y ahora mi pregunta es ¿Por qué no hubo mayores compras de dólares y devaluación? La primera respuesta es que no lo sé; solo puedo aventurar unas hipótesis iniciales y tal vez después se aclare mejor el asunto.
Puede pensarse que el mercado ya había “descontado” el alza. Es decir que las advertencias de Carstens y Videgaray tuvieron el efecto de que los inversionistas más nerviosos compraran dólares a lo largo del año. Podría ser que la elevación “espejo” de la tasa de interés de referencia en México, de 3.0 a 3.25 por ciento fuera suficiente para contrarrestar la tentación de la mayor tasa norteamericana. Tal vez la licitación exitosa de 25 campos petroleros a empresas privadas justo el día anterior al anuncio de la Fed implica entradas de dólares inmediatas que contrarrestan otras salidas.
Queda otra explicación, que la elevación fue muy pequeña y no debía tener impacto mayor. Eso mismo implica que la devaluación a lo largo del año ocurrió más bien por problemas de fondo de la economía mexicana. Lo cual no es lo mejor porque esos problemas seguirán existiendo.
Carstens acaba de recordarnos que el alza de la Fed no es un movimiento único sino que se anticipan tres o cuatro aumentos el año que entra que “acumulados si afectarían y traerían más consecuencias tanto a Estados Unidos como a México.” Es decir que a pesar de la baja reacción del momento esta puede darse más adelante. También lo creo, sea por el alza de tasas o por la fragilidad financiera asociada a la baja de los precios del petróleo, que puede acentuarse ahora que el congreso norteamericano decide autorizar la exportación de petróleo crudo.
Jorge Faljo
Finalmente, después de anunciarlo largamente y posponerlo repetidamente, el Sistema de la Reserva Federal norteamericana (la “Fed”, como se le conoce usualmente) elevó su tasa de interés de referencia del 0.25 al 0.5 por ciento. Es el primer paso de lo que anunció como el inicio del regreso a la normalidad después de siete años de una tasa cercana a cero. Para ello, ha dicho, se instrumentará un incremento gradual y cuidadoso de la tasa de interés básica que pagan los bancos de mayor tamaño y solidez crediticia.
Mover este referente impacta a las tasas de todo tipo de préstamos, desde los de los particulares de tipo hipotecario y en tarjetas de crédito, hasta los que paga el gobierno. Puede también provocar movimientos de capitales, incluso internacionales y con ello incidir en la paridad cambiaria del dólar y del resto de las monedas.
La Fed redujo substancialmente esta tasa desde niveles del cinco por ciento en 2007 a los muy bajos que perduran hasta la fecha. La medida respondió a una severa crisis de la economía real (producción y empleo) y financiera que estalló en el 2008 debido a que un gran número de deudores hipotecarios no podían pagar los préstamos recibidos; sus casas se revendieron a precios castigados lo que bajó los precios de las propiedades en el mercado y muchos más se encontraron con que debían mucho más de lo que valía la casa que estaban pagando. Bajar las tasas de interés fue una manera de ayudar a la población a seguir consumiendo y/o a reducir sus deudas.
Para lograr bajar las tasas de interés la Fed generó fuertes cantidades de dólares, hasta 85 mil millones de dólares al mes, con los cuales compró deuda tóxica, de difícil cobro, en poder de los fondos de inversión. Esto fue un enorme apoyo a los inversionistas financieros que elevaron fuertemente sus ganancias a pesar del mal funcionamiento de la economía real. Buena parte de la abundancia de capitales, disponibles a muy bajo interés, se “derramó” hacia otros países donde compraron grandes empresas o invirtieron en prestarle a gobiernos y empresas privadas. De este modo la abundancia de dólares llegó a otros países que elevaron sus importaciones.
La estrategia fue efectiva en la contención de la crisis financiera y de la economía real norteamericana e incluso en otros países la entrada de dólares, y de importaciones, generó una apariencia de abundancia para las clases altas y medias. Aunque el incremento de las importaciones así abaratadas siguieron destruyendo empresas de los países periféricos (México, América Latina, países en desarrollo).
Sin embargo de manera creciente los grandes inversionistas financieros, representados por los bancos, reclaman un mayor pago de intereses. La Fed pospuso esta decisión debido a que la recuperación económica norteamericana no era suficientemente fuerte y en particular el nivel de desempleo seguía siendo alto.
Hay que subrayar que el banco central norteamericano tiene como mandatos institucionales conseguir el mayor nivel de empleo y de crecimiento económico posibles; objetivos que no tiene el banco central en México, orientado tan solo a preservar el valor del capital financiero.
En las últimas semanas algunas buenas noticias sobre el crecimiento de la economía norteamericana, incluyendo sobre todo alguna baja en el desempleo (a niveles cercanos al cinco por ciento), decidió a la Fed a elevar la tasa de interés. Solo que lo debe hacer con gran cautela para evitar una reversión negativa del comportamiento económico. Algunas cosas la ayudan, por ejemplo la baja importante del precio de las gasolinas y otros energéticos en los Estados Unidos han apoyado el desendeudamiento de los hogares y compensan, para la mayoría, una modesta elevación de los intereses que deben pagar. Lo que permite indirectamente subir las ganancias del capital financiero.
Por otro lado la Fed también cuida el impacto internacional. No le conviene el regreso en tropel de los capitales que salieron al exterior porque eso fortalecería al dólar, es decir que devaluaría a otras monedas y haría que sus exportaciones fueran menos competitivas. Mucho menos le conviene una crisis de pagos externa, de gobiernos o sectores privados (empresas muy endeudadas), que también reduzca sus exportaciones y su nivel de empleo. Así que esta elevación es como meter el pie en la alberca para ver qué tan fría está el agua.
Sin embargo esa cautela empequeñece frente a la que deben tener economías como la mexicana cuya “solidez financiera” está más que en duda. De hecho desde hace un par de años el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens y el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, venían advirtiendo sobre lo inevitable de una reversión abrupta de flujos de capital cuyo efecto sería la devaluación del peso.
Cierto que el peso se ha devaluado en el último año; pero ahora que llegó el momento crítico del incremento de la tasa de interés la reversión y la devaluación anunciadas y temidas no ocurrieron. No me excluyo de la predicción fallida; también las esperaba y ahora mi pregunta es ¿Por qué no hubo mayores compras de dólares y devaluación? La primera respuesta es que no lo sé; solo puedo aventurar unas hipótesis iniciales y tal vez después se aclare mejor el asunto.
Puede pensarse que el mercado ya había “descontado” el alza. Es decir que las advertencias de Carstens y Videgaray tuvieron el efecto de que los inversionistas más nerviosos compraran dólares a lo largo del año. Podría ser que la elevación “espejo” de la tasa de interés de referencia en México, de 3.0 a 3.25 por ciento fuera suficiente para contrarrestar la tentación de la mayor tasa norteamericana. Tal vez la licitación exitosa de 25 campos petroleros a empresas privadas justo el día anterior al anuncio de la Fed implica entradas de dólares inmediatas que contrarrestan otras salidas.
Queda otra explicación, que la elevación fue muy pequeña y no debía tener impacto mayor. Eso mismo implica que la devaluación a lo largo del año ocurrió más bien por problemas de fondo de la economía mexicana. Lo cual no es lo mejor porque esos problemas seguirán existiendo.
Carstens acaba de recordarnos que el alza de la Fed no es un movimiento único sino que se anticipan tres o cuatro aumentos el año que entra que “acumulados si afectarían y traerían más consecuencias tanto a Estados Unidos como a México.” Es decir que a pesar de la baja reacción del momento esta puede darse más adelante. También lo creo, sea por el alza de tasas o por la fragilidad financiera asociada a la baja de los precios del petróleo, que puede acentuarse ahora que el congreso norteamericano decide autorizar la exportación de petróleo crudo.
domingo, 13 de diciembre de 2015
Venezuela; la izquierda ingenua
Faljoritmo
Jorge Faljo
El seis de diciembre la oposición antichavista obtuvo en Venezuela un triunfo arrollador sobre los candidatos gubernamentales en las elecciones para renovar el poder legislativo. Este se compone de una sola cámara (no hay senado) con 165 diputados de los cuales ahora 112 son de oposición y solo 43 se consideran aliados del Presidente Nicolás Maduro.
A partir del triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 1998 la corriente política llamada chavismo fue ganadora indiscutible de una larga serie de elecciones de todos los niveles, incluyendo referendos revocatorios. Esta es su primera derrota en cerca de 18 años de gobierno. Y no por ser la primera es menos duro el tremendo golpe recibido en las urnas.
Importa señalar que Venezuela ha sido en todo este tiempo ejemplo de una limpieza electoral reconocida internacionalmente. A pesar de las convulsiones económicas y políticas en que vive el país las elecciones se distinguieron por la participación de más del 74 por ciento de la población, la ausencia de disturbios y, lo más importante, que nadie pone en duda sus resultados.
El Presidente Maduro reconoció la derrota, pidió la renuncia a todo su gabinete y convocó a un periodo de reflexión en el que espera, dijo, recibir y analizar propuestas de cambio de rumbo. Nada más urgente frente a la grave crisis económica y la severa inconformidad de la población.
Con 112 legisladores la oposición tiene justo el número necesario no solo para modificar las leyes, sino incluso para convocar a un referendo revocatorio que podría destituir legalmente al presidente o para convocar a una Asamblea Constituyente. Eso es si logran ponerse de acuerdo todos los diputados de oposición, que de hecho siguen diversas líneas políticas.
El cambio político en Venezuela no ocurre a medias tintas; es radical. Como radical es la crisis económica que lo explica.
La estrategia económica chavista se basó en lo que en marzo de 2014, en otro artículo (Diez en servicios; cero en economía), llamé rentismo populista. Se basaba en una amplia distribución de la riqueza petrolera por medio de programas públicos e importaciones de productos básicos. Los programas públicos crearon una gran red de servicios de salud en la que hoy en día trabajan 30 mil médicos cubanos; en llevar escuela y educación para todos; unidades habitacionales literalmente regaladas; reparto de camas, sillas de ruedas, enseres domésticos y mucho más.
Los gobiernos de Chávez y Maduro elevaron notablemente las condiciones de salud, educación y bienestar de la población. El salario mínimo de allá equivale a unos 592 dólares mensuales.
Todo lo cual me parece muy bueno; solo que la manera de hacerlo era absurda e insostenible; lo dije en aquel artículo. Venezuela funcionó por muchos años con una moneda sobrevaluada que le permitía importar todo muy barato. A cambio de la riqueza petrolera destruyó la producción nacional.
Venezuela importa hoy en día café, arroz, maíz y azúcar; que eran parte de sus exportaciones típicas. Incluso ha bajado la exportación de minerales. En 1998 había cerca de trece mil empresas industriales y hoy quedan cerca de 5,500. Es un país de playas y paisajes atractivos, pero el turismo bajó por lo caro de su moneda. Tiene enormes planicies surcadas por ríos pero la mitad de sus alimentos son importados.
El chavismo no se sustentó, como gobierno de izquierda, en las organizaciones de los trabajadores sino en el populismo de masas receptoras de donativos. Todo el tiempo ha diabolizado al empresariado, al que culpa del desabasto y el encarecimiento, en lugar de hacer alianza con los pequeños y medianos para el impulso a la producción.
El control de la rica fuente de ingresos petroleros le hizo menospreciar el cuidado de un aparato productivo y una base trabajadora que fuera la fuente de ingresos del gobierno. No “sembró” la riqueza petrolera, sino que la empleó para pagar importaciones y fortalecer un gobierno que se creyó todopoderoso por ser al mismo tiempo rico, magnánimo y dictatorial.
Esta estrategia populista, exitosa mientras fue capaz de comprar voluntades, fue sumamente autodestructiva de los esfuerzos productivos. ¿Cómo desarrollar una empresa rentable si todo se importaba con abundantes petrodólares?
Ahora todo se ha venido al suelo con la caída del precio del petróleo y un brutal corte a la entrada de dólares. Como casi todo es importado, todo se encarece a un ritmo acelerado y, además, escasea. La población se encuentra fastidiada de hacer colas y no encontrar artículos tan básicos como pasta de dientes, papel higiénico, desodorantes, leche, alimentos para bebés y hasta alimentos. Porque en este izquierdismo rentista la gente tiene dinero pero no hay producción.
La lección política que nos deja Venezuela es dura; a pesar de múltiples advertencias la clase política, burocracia izquierdosa, se encerró en su papel mesiánico y no escuchó. No aceptó modificar el rumbo hasta que llegó al precipicio. Así parecen funcionar todas.
La lección económica no es menos severa; sin una estrategia de fortalecimiento de la producción, en particular la más generadora de empleo y orientada al abasto estratégico, no se puede enfrentar una crisis como la caída del precio del petróleo.
Decir que perdió el chavismo es demasiado simple. Se desmorona una visión de izquierda ingenua que nunca intentó reubicar al país como un productor diversificado y fuerte. Más bien lo colocó como mero exportador de un producto primario, poco generador de empleo, y como mero consumidor de la producción globalizada. Si esto era izquierda, a cualquier taco le llaman cena.
Ahora que todo lo importado se vuelve insoportablemente caro los venezolanos tendrán que esforzarse por reactivar y fortalecer su producción interna. Pero la transición no será nada fácil; es el camino correcto, pero tardará años en florecer. Y entretanto habrá empobrecimiento.
Tenemos mucho que aprender de Venezuela en su hora de crisis; la de México no parece tan grave pero el camino que hemos seguido se le parece.
Ambos países aceptamos ser exportadores de materias primas poco elaboradas para ser importadores de lo que bien podríamos producir internamente. Nosotros para conseguir dólares no nos basamos solo en el petróleo, sino además en la venta de empresas, en los trabajadores emigrados, y en la atracción de capital volátil.
Para México y Venezuela la estrategia ha llegado a su fin y se encarecerá lo importado. Nuestra transición también será difícil. Confío en que los dos lo hagamos en paz y democracia.
Jorge Faljo
El seis de diciembre la oposición antichavista obtuvo en Venezuela un triunfo arrollador sobre los candidatos gubernamentales en las elecciones para renovar el poder legislativo. Este se compone de una sola cámara (no hay senado) con 165 diputados de los cuales ahora 112 son de oposición y solo 43 se consideran aliados del Presidente Nicolás Maduro.
A partir del triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 1998 la corriente política llamada chavismo fue ganadora indiscutible de una larga serie de elecciones de todos los niveles, incluyendo referendos revocatorios. Esta es su primera derrota en cerca de 18 años de gobierno. Y no por ser la primera es menos duro el tremendo golpe recibido en las urnas.
Importa señalar que Venezuela ha sido en todo este tiempo ejemplo de una limpieza electoral reconocida internacionalmente. A pesar de las convulsiones económicas y políticas en que vive el país las elecciones se distinguieron por la participación de más del 74 por ciento de la población, la ausencia de disturbios y, lo más importante, que nadie pone en duda sus resultados.
El Presidente Maduro reconoció la derrota, pidió la renuncia a todo su gabinete y convocó a un periodo de reflexión en el que espera, dijo, recibir y analizar propuestas de cambio de rumbo. Nada más urgente frente a la grave crisis económica y la severa inconformidad de la población.
Con 112 legisladores la oposición tiene justo el número necesario no solo para modificar las leyes, sino incluso para convocar a un referendo revocatorio que podría destituir legalmente al presidente o para convocar a una Asamblea Constituyente. Eso es si logran ponerse de acuerdo todos los diputados de oposición, que de hecho siguen diversas líneas políticas.
El cambio político en Venezuela no ocurre a medias tintas; es radical. Como radical es la crisis económica que lo explica.
La estrategia económica chavista se basó en lo que en marzo de 2014, en otro artículo (Diez en servicios; cero en economía), llamé rentismo populista. Se basaba en una amplia distribución de la riqueza petrolera por medio de programas públicos e importaciones de productos básicos. Los programas públicos crearon una gran red de servicios de salud en la que hoy en día trabajan 30 mil médicos cubanos; en llevar escuela y educación para todos; unidades habitacionales literalmente regaladas; reparto de camas, sillas de ruedas, enseres domésticos y mucho más.
Los gobiernos de Chávez y Maduro elevaron notablemente las condiciones de salud, educación y bienestar de la población. El salario mínimo de allá equivale a unos 592 dólares mensuales.
Todo lo cual me parece muy bueno; solo que la manera de hacerlo era absurda e insostenible; lo dije en aquel artículo. Venezuela funcionó por muchos años con una moneda sobrevaluada que le permitía importar todo muy barato. A cambio de la riqueza petrolera destruyó la producción nacional.
Venezuela importa hoy en día café, arroz, maíz y azúcar; que eran parte de sus exportaciones típicas. Incluso ha bajado la exportación de minerales. En 1998 había cerca de trece mil empresas industriales y hoy quedan cerca de 5,500. Es un país de playas y paisajes atractivos, pero el turismo bajó por lo caro de su moneda. Tiene enormes planicies surcadas por ríos pero la mitad de sus alimentos son importados.
El chavismo no se sustentó, como gobierno de izquierda, en las organizaciones de los trabajadores sino en el populismo de masas receptoras de donativos. Todo el tiempo ha diabolizado al empresariado, al que culpa del desabasto y el encarecimiento, en lugar de hacer alianza con los pequeños y medianos para el impulso a la producción.
El control de la rica fuente de ingresos petroleros le hizo menospreciar el cuidado de un aparato productivo y una base trabajadora que fuera la fuente de ingresos del gobierno. No “sembró” la riqueza petrolera, sino que la empleó para pagar importaciones y fortalecer un gobierno que se creyó todopoderoso por ser al mismo tiempo rico, magnánimo y dictatorial.
Esta estrategia populista, exitosa mientras fue capaz de comprar voluntades, fue sumamente autodestructiva de los esfuerzos productivos. ¿Cómo desarrollar una empresa rentable si todo se importaba con abundantes petrodólares?
Ahora todo se ha venido al suelo con la caída del precio del petróleo y un brutal corte a la entrada de dólares. Como casi todo es importado, todo se encarece a un ritmo acelerado y, además, escasea. La población se encuentra fastidiada de hacer colas y no encontrar artículos tan básicos como pasta de dientes, papel higiénico, desodorantes, leche, alimentos para bebés y hasta alimentos. Porque en este izquierdismo rentista la gente tiene dinero pero no hay producción.
La lección política que nos deja Venezuela es dura; a pesar de múltiples advertencias la clase política, burocracia izquierdosa, se encerró en su papel mesiánico y no escuchó. No aceptó modificar el rumbo hasta que llegó al precipicio. Así parecen funcionar todas.
La lección económica no es menos severa; sin una estrategia de fortalecimiento de la producción, en particular la más generadora de empleo y orientada al abasto estratégico, no se puede enfrentar una crisis como la caída del precio del petróleo.
Decir que perdió el chavismo es demasiado simple. Se desmorona una visión de izquierda ingenua que nunca intentó reubicar al país como un productor diversificado y fuerte. Más bien lo colocó como mero exportador de un producto primario, poco generador de empleo, y como mero consumidor de la producción globalizada. Si esto era izquierda, a cualquier taco le llaman cena.
Ahora que todo lo importado se vuelve insoportablemente caro los venezolanos tendrán que esforzarse por reactivar y fortalecer su producción interna. Pero la transición no será nada fácil; es el camino correcto, pero tardará años en florecer. Y entretanto habrá empobrecimiento.
Tenemos mucho que aprender de Venezuela en su hora de crisis; la de México no parece tan grave pero el camino que hemos seguido se le parece.
Ambos países aceptamos ser exportadores de materias primas poco elaboradas para ser importadores de lo que bien podríamos producir internamente. Nosotros para conseguir dólares no nos basamos solo en el petróleo, sino además en la venta de empresas, en los trabajadores emigrados, y en la atracción de capital volátil.
Para México y Venezuela la estrategia ha llegado a su fin y se encarecerá lo importado. Nuestra transición también será difícil. Confío en que los dos lo hagamos en paz y democracia.
domingo, 6 de diciembre de 2015
Cambiar sin cambiar
Faljoritmo
Jorge Faljo
Hace tres años el Presidente Peña Nieto se dirigió a la nación, el día de su toma de posesión, con un discurso que parecía trazar un rumbo prometedor. Su reconocimiento de carencias y algunas ofertas de cambio parecían un ofrecimiento adecuado a las circunstancias. Entre los puntos principales estaban los de democracia, equidad, economía y seguridad.
Su visión de la democracia era paradójica. Por un lado defendió la institucionalidad de un proceso manchado por la sombra de la compra de votos. Lo realmente novedoso, en boca de un presidente, fue su afirmación de que necesitábamos transitar hacia una democracia que diera resultados tangibles. O sea que teníamos, más bien tenemos, una democracia inefectiva.
No ofreció como remedio el de cambios institucionales sino una actitud personal en la que habría de respetar a todas y cada una de las voces de la sociedad; un gobierno abierto que hablaría con la verdad y sobre todo que pediría opinión y escucharía a la ciudadanía para tomar las mejores decisiones.
A más de lo anterior ofreció recorrer todo el país acompañado de miembros de su Gabinete para que en cada región, en cada entidad, en cada comunidad, esas fueron sus palabras, se atiendan y resuelvan sus problemas fundamentales.
Pero ¿es así como ha gobernado en estos tres años? Más bien se distingue por inaugurar estadios y tramos carreteros vacíos; sus discursos son ante auditorios a modo. Lejos está el presidente y su gabinete de recorrer el país y escuchar; mucho menos de pedir opinión.
Hace un año y como excepción convocó a una amplia consulta sobre la reforma del campo. Pero se encontró con que los campesinos se entusiasmaron y tenían mucho que decir, así que aprovecharon el espacio para plantear el abandono en que se encuentra el campo y sobre todo urgir al cumplimiento de una triple promesa de campaña, del Plan Nacional de Desarrollo y del Programa Sectorial: la seguridad alimentaria. Mejor que escuchar fue abandonar el proceso y cerrar la puerta.
Pocas cosas repugnan más a la cúpula gobernante que las voces independientes y organizadas. Es renuente al dialogo con las madres y padres de los 43; tal vez por el temor de descubrir la propia mano, la del estado, detrás de su desaparición forzosa. Nada más lejos de la mente de la cúpula gobernante que realmente escuchar a las comunidades sobre el tema de la criminalidad que las agobia; mucho menos permitir sus intentos por auto defenderse. No se sabe a quién temen más, si a tirios o a troyanos.
Sometido el sindicato petrolero, acabado el electricista, los maestros eran los siguientes en la mira. Ellos fueron viejos aliados históricos en las campañas de alfabetización, en la lucha por la reforma agraria, soportes del nacionalismo revolucionario y el viejo PRI, podrían volver a estar al frente en los esfuerzos auténticos de contacto con la población.
Ahora los maestros son los enemigos del momento, sobre todo en los espacios de mayor rezago. Como en Guerrero con un 17 por ciento de la población adulta analfabeta, como en Oaxaca y Chiapas y comunidades marginadas donde tienden al liderazgo local.
El nuevo presidente prometía escuelas donde se formarían individuos libres, responsables y comprometidos; ciudadanos de México y del mundo, solidarios con sus comunidades.
Sin embargo lo que avanza en el reparto de culpas (¡ya vez por no estudiar!) que ahora se extiende a los maestros (¡ineptos!) para imponer el nuevo esquema: el maestro que meramente repite el mensaje único, diseñado centralmente, de corte individualista y neoliberal. Nada de entusiasmo en el salón, nada de pensamiento reflexivo. El guion estrecho unilateral que asegura el atraso de las nuevas generaciones. La escuela como mecanismo de control, apéndice de los medios, y no como formadora de ciudadanos.
En lo económico el mensaje no fue menos prometedor. Fue inevitable el reconocimiento de rezagos: un país donde pocos lo tienen todo y la mayoría sufre carencias fundamentales. Mexicanos que viven al día, preocupados por la falta de empleo. Sobre todo reconocer el deseo de cambio; esa fue la palabra mágica de la oferta presidencial
Un cambio que impulsaría “todos los motores del crecimiento”; en particular el campo y el desarrollo industrial para avanzar a convertirnos en una potencia económica emergente. Se fortalecería el mercado interno y al mismo tiempo se lograría mayor participación en el mercado global.
Pero en lugar de cambio lo que ha habido es mera continuidad, llevar al extremo la misma estrategia que ha postrado al país desde su conversión al dogma neoliberal.
En lugar de fortalecimiento del mercado interno se han creado millones de nuevos pobres. Lo más absurdo es el avance de la llamada pobreza laboral; es decir aquellos millones que a pesar de contar con un empleo formal y un salario “legal” no ganan lo suficiente para cubrir las necesidades esenciales de sus familias.
Además de la insuficiente creación de empleos y el avance de la informalidad se nos recetó una reforma laboral de tono empresarial y el desmantelamiento de la seguridad social. No se diga el abandono de servicios esenciales, como los de salud y los de educación.
Sin desarrollo industrial, lo admite el secretario de hacienda, no rebasamos el papel de maquiladores. Si, y además jamás tendremos empleos adecuados o un estado capaz de cumplir con sus responsabilidades históricas.
Para colmo se presume de una estabilidad macro que se desmorona a ojos vistas y se apoya en una dinámica de endeudamiento acelerado e insustentable. Eso sí, se cumple la promesa de elevar los impuestos, y/o su cobro efectivo a los grandes poderes económicos, en gran parte surgidos de concesiones públicas y a los que solo se les imponen… medallitas.
El nuevo gobierno, dijo el Presidente, estaría al servicio de los derechos humanos; el bien mayor es la vida humana. Por eso su primer eje de gobierno sería lograr un México en Paz, con el ciudadano y sus familias en el centro de las políticas de seguridad.
Y nada… Ya no sabemos ni de quien cuidarnos y a los ojos del mundo no podíamos haber caído más bajo. Impera la colusión e impunidad en todos los escalones de la criminalidad; desde la que asesina abiertamente, hasta la de los grandes negocios en innombrables alianzas público privadas. Y no se diga en las nombrables. Memorable ejemplo de estas alianzas sigue siendo la guardería ABC.
En aquel discurso de hace tres años el presidente dijo que conducir la transformación era su responsabilidad.
No hubo cambio, por lo menos no el prometido. La transformación que ha conducido no fue la que ofreció a la ciudadanía; sino la de una agenda secreta que no dio conocer y por la que no votamos.
Cunde la intolerancia y la cerrazón del poder; la inequidad es mayor que nunca. El poco crecimiento y empleo que se registra es el de la mayor concentración económica. Se ha agrandado al máximo la distancia entre la elite y el pueblo.
A medio sexenio las reformas transformadoras de la agenda secreta ya están hechas. Fueron el logro político mayor de esta presidencia. Pero en las que se ofrecieron en aquel discurso inicial no hay avances; ahora los retos y los riesgos son mayores y ya no hay cartas que sacarse de la manga.
La situación es preocupante. No solo por el fracaso evidente; sino porque se acabaron las propuestas. Nos gobierna un equipo que llegó al borde de su mapa y no tiene ruta trazada hacia adelante; frustrado y propenso a echarle la culpa a sus gobernados. Este es tal vez el mayor de los riesgos.
Jorge Faljo
Hace tres años el Presidente Peña Nieto se dirigió a la nación, el día de su toma de posesión, con un discurso que parecía trazar un rumbo prometedor. Su reconocimiento de carencias y algunas ofertas de cambio parecían un ofrecimiento adecuado a las circunstancias. Entre los puntos principales estaban los de democracia, equidad, economía y seguridad.
Su visión de la democracia era paradójica. Por un lado defendió la institucionalidad de un proceso manchado por la sombra de la compra de votos. Lo realmente novedoso, en boca de un presidente, fue su afirmación de que necesitábamos transitar hacia una democracia que diera resultados tangibles. O sea que teníamos, más bien tenemos, una democracia inefectiva.
No ofreció como remedio el de cambios institucionales sino una actitud personal en la que habría de respetar a todas y cada una de las voces de la sociedad; un gobierno abierto que hablaría con la verdad y sobre todo que pediría opinión y escucharía a la ciudadanía para tomar las mejores decisiones.
A más de lo anterior ofreció recorrer todo el país acompañado de miembros de su Gabinete para que en cada región, en cada entidad, en cada comunidad, esas fueron sus palabras, se atiendan y resuelvan sus problemas fundamentales.
Pero ¿es así como ha gobernado en estos tres años? Más bien se distingue por inaugurar estadios y tramos carreteros vacíos; sus discursos son ante auditorios a modo. Lejos está el presidente y su gabinete de recorrer el país y escuchar; mucho menos de pedir opinión.
Hace un año y como excepción convocó a una amplia consulta sobre la reforma del campo. Pero se encontró con que los campesinos se entusiasmaron y tenían mucho que decir, así que aprovecharon el espacio para plantear el abandono en que se encuentra el campo y sobre todo urgir al cumplimiento de una triple promesa de campaña, del Plan Nacional de Desarrollo y del Programa Sectorial: la seguridad alimentaria. Mejor que escuchar fue abandonar el proceso y cerrar la puerta.
Pocas cosas repugnan más a la cúpula gobernante que las voces independientes y organizadas. Es renuente al dialogo con las madres y padres de los 43; tal vez por el temor de descubrir la propia mano, la del estado, detrás de su desaparición forzosa. Nada más lejos de la mente de la cúpula gobernante que realmente escuchar a las comunidades sobre el tema de la criminalidad que las agobia; mucho menos permitir sus intentos por auto defenderse. No se sabe a quién temen más, si a tirios o a troyanos.
Sometido el sindicato petrolero, acabado el electricista, los maestros eran los siguientes en la mira. Ellos fueron viejos aliados históricos en las campañas de alfabetización, en la lucha por la reforma agraria, soportes del nacionalismo revolucionario y el viejo PRI, podrían volver a estar al frente en los esfuerzos auténticos de contacto con la población.
Ahora los maestros son los enemigos del momento, sobre todo en los espacios de mayor rezago. Como en Guerrero con un 17 por ciento de la población adulta analfabeta, como en Oaxaca y Chiapas y comunidades marginadas donde tienden al liderazgo local.
El nuevo presidente prometía escuelas donde se formarían individuos libres, responsables y comprometidos; ciudadanos de México y del mundo, solidarios con sus comunidades.
Sin embargo lo que avanza en el reparto de culpas (¡ya vez por no estudiar!) que ahora se extiende a los maestros (¡ineptos!) para imponer el nuevo esquema: el maestro que meramente repite el mensaje único, diseñado centralmente, de corte individualista y neoliberal. Nada de entusiasmo en el salón, nada de pensamiento reflexivo. El guion estrecho unilateral que asegura el atraso de las nuevas generaciones. La escuela como mecanismo de control, apéndice de los medios, y no como formadora de ciudadanos.
En lo económico el mensaje no fue menos prometedor. Fue inevitable el reconocimiento de rezagos: un país donde pocos lo tienen todo y la mayoría sufre carencias fundamentales. Mexicanos que viven al día, preocupados por la falta de empleo. Sobre todo reconocer el deseo de cambio; esa fue la palabra mágica de la oferta presidencial
Un cambio que impulsaría “todos los motores del crecimiento”; en particular el campo y el desarrollo industrial para avanzar a convertirnos en una potencia económica emergente. Se fortalecería el mercado interno y al mismo tiempo se lograría mayor participación en el mercado global.
Pero en lugar de cambio lo que ha habido es mera continuidad, llevar al extremo la misma estrategia que ha postrado al país desde su conversión al dogma neoliberal.
En lugar de fortalecimiento del mercado interno se han creado millones de nuevos pobres. Lo más absurdo es el avance de la llamada pobreza laboral; es decir aquellos millones que a pesar de contar con un empleo formal y un salario “legal” no ganan lo suficiente para cubrir las necesidades esenciales de sus familias.
Además de la insuficiente creación de empleos y el avance de la informalidad se nos recetó una reforma laboral de tono empresarial y el desmantelamiento de la seguridad social. No se diga el abandono de servicios esenciales, como los de salud y los de educación.
Sin desarrollo industrial, lo admite el secretario de hacienda, no rebasamos el papel de maquiladores. Si, y además jamás tendremos empleos adecuados o un estado capaz de cumplir con sus responsabilidades históricas.
Para colmo se presume de una estabilidad macro que se desmorona a ojos vistas y se apoya en una dinámica de endeudamiento acelerado e insustentable. Eso sí, se cumple la promesa de elevar los impuestos, y/o su cobro efectivo a los grandes poderes económicos, en gran parte surgidos de concesiones públicas y a los que solo se les imponen… medallitas.
El nuevo gobierno, dijo el Presidente, estaría al servicio de los derechos humanos; el bien mayor es la vida humana. Por eso su primer eje de gobierno sería lograr un México en Paz, con el ciudadano y sus familias en el centro de las políticas de seguridad.
Y nada… Ya no sabemos ni de quien cuidarnos y a los ojos del mundo no podíamos haber caído más bajo. Impera la colusión e impunidad en todos los escalones de la criminalidad; desde la que asesina abiertamente, hasta la de los grandes negocios en innombrables alianzas público privadas. Y no se diga en las nombrables. Memorable ejemplo de estas alianzas sigue siendo la guardería ABC.
En aquel discurso de hace tres años el presidente dijo que conducir la transformación era su responsabilidad.
No hubo cambio, por lo menos no el prometido. La transformación que ha conducido no fue la que ofreció a la ciudadanía; sino la de una agenda secreta que no dio conocer y por la que no votamos.
Cunde la intolerancia y la cerrazón del poder; la inequidad es mayor que nunca. El poco crecimiento y empleo que se registra es el de la mayor concentración económica. Se ha agrandado al máximo la distancia entre la elite y el pueblo.
A medio sexenio las reformas transformadoras de la agenda secreta ya están hechas. Fueron el logro político mayor de esta presidencia. Pero en las que se ofrecieron en aquel discurso inicial no hay avances; ahora los retos y los riesgos son mayores y ya no hay cartas que sacarse de la manga.
La situación es preocupante. No solo por el fracaso evidente; sino porque se acabaron las propuestas. Nos gobierna un equipo que llegó al borde de su mapa y no tiene ruta trazada hacia adelante; frustrado y propenso a echarle la culpa a sus gobernados. Este es tal vez el mayor de los riesgos.
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