Faljoritmo
Jorge Faljo
Para los participantes oficiales la Conferencia sobre Cambio Climático en París (COP21) fue un gran éxito. Nada menos que 196 países lograron llegar a un acuerdo por consenso, es decir que finalmente nadie se opuso al texto definitivo que será obligatorio a partir del año 2020, si es que más de 55 países, que sumen más del 55 por ciento de las emisiones que crean un efecto invernadero en el planeta lo ratifican en sus respectivos congresos.
Durante millones de años la vegetación, desde plantas unicelulares a grandes árboles, absorbió grandes cantidades de dióxido de carbono (co2) que se convirtió en parte de la masa vegetal y, por su intermediación, de los cuerpos de todos animales. Al morir estos seres el co2 pasó a formar parte de la tierra y en algunos puntos se concentró en forma de carbón, petróleo y gas subterráneo. De este modo los seres vivos en constante expansión cambiaron la composición atmosférica y con ella el clima del planeta.
Este proceso de millones de años ha sido alterado por el ser humano en relativamente muy poco tiempo; desde la revolución industrial y en particular a partir de la invención y expansión del automóvil. La extracción de carbón y petróleo para quemarlos como fuentes de energía libera el dióxido de carbono en la atmosfera y crea un efecto invernadero, es decir que provoca el calentamiento de todo el planeta. Entre sus efectos está el deshielo masivo que eleva el nivel de los mares; catástrofes climáticas de creciente importancia y un ambiente menos favorable a la vida de multitud de especies, incluida la humana.
Del año 1750 a la fecha se calcula que la concentración de co2 se ha elevado en un cuarenta por ciento. A la naturaleza le tomó millones de años “enterrar” una substancia que el hombre devuelve a la atmosfera en apenas 250 años. En competencia con las bombas nucleares, este es tal vez el mayor riesgo de suicidio masivo de la humanidad hoy en día.
La Conferencia de París fue un éxito porque por vez primera no hay país de importancia que niegue la magnitud del problema y porque entre todos se ha fijado el compromiso de no permitir que el calentamiento global supere los dos grados centígrados. Esto es mucho más de lo que se había logrado en las 20 conferencias anteriores.
El acuerdo implica reducir el uso del carbono como fuente de energía hasta llegar a un total de cero emisiones para el año 2050. Una meta enormemente ambiciosa porque implica una alteración radical de las formas de energía que empleamos, y de la manera en que vivimos y producimos, en el curso de una generación que ya nació.
Sin embargo para muchas organizaciones y expertos en el tema la Conferencia de París fue un fracaso. No la miden por lo que se avanzó; sino por lo mucho que falta por hacer. Y en este sentido el paso es muy pequeño y frágil.
Una dificultad histórica ha sido que los países que más co2 emiten son los de mayor nivel de vida, los más poderosos y los que se encuentran mejor representados en este tipo de eventos. El acuerdo fue posible porque en esta ocasión lo impulsaron los dos mayores contaminadores del planeta, China y los Estados Unidos, con el apoyo de Europa. Se acordó que el esfuerzo debería ser de todos, ricos y pobres y los más industrializados aceptaron su responsabilidad histórica y acordaron apoyar económicamente a los más pobres para la transformación requerida.
Pero el acuerdo es débil porque cada país fijó de manera voluntaria sus propias metas nacionales. Por ejemplo el país con metas más ambiciosas, con una propuesta de reducción de 73% de sus emisiones para el año 2030 fue Dominica, una pequeña isla del Caribe cuya emisión per cápita es de solo 3.2 toneladas de carbono al año. En el otro extremo, Qatar, el país de mayores emisiones per cápita con 72.1 toneladas anuales se comprometió a incrementar en solo 2% sus emisiones en el mismo periodo.
Además los acuerdos se hacen efectivos a partir del 2020 y en muchos casos su aprobación no será fácil. Ejemplo de ello son los Estados Unidos donde existe un amplio núcleo de población asociada al fundamentalismo cristiano que incluso niega el cambio climático. Será difícil que los Estados Unidos, una democracia del dinero (lo dijo el expresidente Carter), ratifique el acuerdo sobre todo si el próximo presidente es republicano. Es en cambio más creíble que China, que ha logrado grandes transformaciones bajo una economía dirigida por un estado autoritario, pueda hacer cambios substanciales.
Los países ricos se han comprometido a una transferencia financiera de 100 mil millones de dólares para apoyar a los países pobres en el cumplimiento de sus metas. Esto me parece arriesgado porque en el pasado este tipo de “ayudas” lo que han hecho es exigir la apertura de las economías a la compra de bienes industriales al mismo tiempo que destruyen formas de producción tradicionales basadas en mano de obra intensiva, energía animal y recursos renovables.
Lo importante no es la supuesta ayuda, sino garantizar que los menos contaminantes puedan seguir viviendo mediante prácticas y costumbres de menor impacto ambiental que las de, por ejemplo la agricultura extensiva altamente tecnificada, el consumo suntuario y/o generador de altos desperdicios plásticos, el uso masivo del automóvil en lugar de un buen transporte público y más. Las formas históricas de conquista de los mercados de los países en desarrollo y la alteración de sus formas de vida y de consumo tendrían que ser substituidas por el apoyo a formas de vida digna no derrochadoras y capaces de un alto nivel de autosuficiencia.
Por lo pronto la COP21 ha fortalecido lo que pueden ser embriones de importantes transformaciones futuras. Cientos de fondos de inversión de ciudades medias, de organizaciones sociales y de grupos ciudadanos en general han decidido des – invertir en empresas asociadas a la extracción de carbón, petróleo y gas.
En Estados Unidos se denuncia que las grandes compañías petroleras le han mentido sistemáticamente al público sobre el efecto invernadero de su producción a pesar de que ya contaban con investigaciones contundentes. De este modo se preparan acciones legales similares a las que se emprendieron contra las empresas tabacaleras por mentir sobre los efectos del tabaco; lo que a la postre les resultó sumamente costoso. Las industrias del carbón, petróleo y gas, e incluso otras como la del automóvil, tendrán que prestar atención o afrontar graves riesgos financieros.
La COP21 expresó un nuevo consenso mundial sobre un riesgo catastrófico para la humanidad. Es imperativo el cambio de modelo industrial y económico en general. Pero, ¿prevalecerá el interés de todos o los intereses parciales de cada uno?
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